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23.

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| CAPÍTULO VEINTITRÉS. |

La emoción de Ailén creció, al fin era su cumpleaños; pero esa emoción se desvaneció al recordar que no estaba con sus amigos y que seguía en el hogar de Dumbledore.

Hacia poco comenzó a recordar todo sobre su vida en Hogwarts sus amigos y aquel pelinegro que todavía amaba. Gracias a las historias que Orión le contaba lograba recordar cada vez más sobre su pasado.

La pelinegra bajó las escaleras con una sonrisa en su rostro. Melanie la observó con una sonrisa. Se acercó a ella dándole un fuerte abrazo.

-Deberías tener cuidado cuando bajes a ver al joven Black- susurró sin despegarse de la pelinegra -Dumbledore nos vigila- agregó mientras se separaba y sonreía

Ailén la miró sorprendida. ¿Cómo lo sabía? La miró nuevamente. ¿Estará secuestrada también? Se preguntaba.

-¿Sabes dónde podría encontrar... Mi varita?- susurró aquellas últimas palabras mientras miraba a su castaña amiga

-Esa información no la poseo- respondió con una mueca mientras seguía con su deber en la cocina -Lo siento- se disculpó en voz baja

La pelinegra la miró con una leve sonrisa.

-No te preocupes- le respondió mientras se sentaba en la mesa de la cocina

Enseguida la Scamander le sirvió un plato con dos huevos estrellados y una tostada de mermelada.

-¿Tu sabes cuándo va a llegar mi "padre"?- le preguntó tratando de sacar un tema de conversación normal. Sabiendo que Dumbledore las vigilaba

-Si, llegará en la noche- respondió la Scamander -Provecho, iré a hacer algunos deberes- agregó mientras salía de la cocina dejando sola a la pelinegra

Terminando su desayuno Ailén bajó al sótano con máximo cuidado. Orión seguía en la misma celda de hacia varios meses; la miró con una sonrisa mientras la felicitaba por su cumpleaños.

Su tarde se baso en una extensa platica sobre como Tom había cambiando después de su partida.

-Nos hizo buscarte por todo el bosque prohibido- agregó con una leve risa amarga al recordar aquella escena

Ailén río levemente, escucha como tocaban la puerta tres veces, sabía que era Melanie así que se despidió se su amigo y se levantó del suelo.

Antes de que pudiera irse el Black la paro.

-¿Aún no la escuchas?- su pregunta le hizo voltear, observándolo con confusión -No, aún no la puedes escuchar- se respondió a si mismo al ver su cara.

El Black la miró con una leve sonrisa. Ailén le sonrió esperando que fuera una pista más de su amigo. Subió a la sala donde la castaña la miraba con algo de preocupación.

-Ya viene- susurró con temor

La pelinegra lo entendió, Dumbledore ya estaba por llegar.

Cerraron el sótano como correspondía, y con ello borraron todo rastro de las escapadas de la pelinegra. Las puertas de la mansión fueron abiertas de golpe dejando ver al director de Hogwarts, Albus Dumbledore. Ailén trató de sonreír lo más real que pudo, pero el solo recordar lo que aquel viejo le había hecho le hacía hervir de furia.

-Padre, es un gusto volver a verte- sonrió la pelinegra mirándolo acercándose a ellas

-No me quedaré mucho tiempo, solo vine por unos papeles- anunció sin mirarla, pasando por un lado de ella

Melanie se había ido después de que el hombre de la larga barba había subido las escaleras, Ailén tomó el libro y se sentó en el sillón. Leyó, mientras esperaba a que el anciano bajará las escaleras y se fuera. Lo único único le faltaba de revisar era su habitación.

Unos minutos pasaron hasta que Dumbledore bajó las escaleras y se marchó sin siquiera despedirse, Ailén no le dio tanta importancia. Se levantó y subió las escaleras. La habitación del viejo era incluso más grande que la de ella.

Antes de que pudiera maldecirlo una vez más, recordó a lo que iba.

Comenzó a buscar en cualquier parte de la habitación, incluso en las paredes y pisos, sabía que él podría haberlo escondido demasiado bien. Aún lado de la cama matrimonial, una tabla se encontraba sobresalida. La chica no lo pensó mucho y se acercó, levantó la madera encontrado se una caja de aproximadamente 28 centímetros de largo. La tomó curiosa de saber si esa era la varita que tanto buscaba.

Antes de poder abrir la caja acomodó toda la habitación de Dumbledore tal y como la encontró. Y salió de la misma sin llamar la atención, caminó con tranquilidad hasta su habitación donde cerró la puerta con llave y se sentó en la orilla de la cama.

Ya estando sola abrió la caja encontrándose una varita.

Maravillada por su varita la tomo como si fuera la cosa mas frágil del mundo. Sonrió al encontrarla, su varita estaba nuevamente en sus manos facilitándole los recuerdos, cada mínimo detalle regresaba a su mente con tanta rapidez.

El sonido de la puerta principal la alarmó, ¿Dumbledore había vuelto? ¿Para qué?

Rápidamente guardo la varita y salió de su habitación para volver a recibir a su "padre"

Antes de bajar las escaleras se asomó un poco, aquel hombre de larga barba se encontraba en la puerta principal con otros dos sujetos.

Para su fortuna traía su varita y los encantamientos que Tom le había enseñado en Hogwarts regresaban con mayor rapidez a su mente.

Apretó la varita que se encontraba guardada en el bolsillo de su vestido murmurando un hechizo para poder escuchar su conversación.

-Quiero que las maten esta misma noche- ordenó Dumbledore en un tono molesto -Riddle ya sabe el paradero de Ailén. No permitiré que se la llevé- habló con seriedad -¡Deshaganse de ella!- exclamó mientras miraba a los hombres

-Como ordené señor- habló uno de ellos sin ninguna duda

-Pero señor... ella es inmortal por la maldición que le lanzó- habló el otro llamando la atención de Dumbledore -Será difícil matarla- agregó con notorio nerviosismo

Dumbledore le miró molesto.

-No me importa como lo hagan, ¡solo mátenla!- exclamó con furia -O yo los mataré a ustedes- amenazó mientras se alejaba de ahí dirigiéndose a su estudio

Ailén regreso a su habitación con un mal sabor de boca. Después de haber escuchado todo, tenía que buscar una forma de escapar de ahí con Melanie y Orión.

Suspiró mirándose al espejo, ahora entendía porque se veía como una chica de 17 años.

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La noche llegó mas rápido de lo que Ailén hubiera querido; sabía que tenía que comenzar a actuar si deseaba salir de ahí con sus amigos y volver a ver a su amado Tom.

Bajó las escaleras con normalidad, adentrándose a la cocina. Donde se encontró a la castaña Scamander, la cual preparaba la cena.

-Hola- sonrió al ver a la pelinegra

-¿Dónde esta mi padre?- preguntó Ailén con una leve sonrisa

Sabía que debía estar en alguna parte de la casa, planeando como matarla y burlarse en la cara del Riddle.

-Esta en su habitación- respondió -Sabes sobre su...- fue interrumpida por la pelinegra

-Así es- respondió antes de que la castaña terminara la pregunta -Tengo un plan para escapar... ¿Cuento contigo?- le dijo en un susurró que solo la Scamander pudo escuchar

-Sabes que si- respondió ella con una leve sonrisa

Ambas comenzaron a hablar de cosas triviales, Ailén comentaba algunas cosas sobre el plan que tenía para poder escapar. Para que su querída amiga Melanie pudiera estar lista.

La Scamander comenzó a acomodar la mesa, acto seguido llamó a Dumbledore para que bajará a cenar. Ailén estaba demasiado incómoda en la cena, aún así seguía fingiendo esperando que el hombre que tenía enfrente no se diera cuenta que ya sabía todo. Y de que planeaba escaparse de ahí.

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El plan estaba en marcha, ya eran aproximadamente las doce de la madrugada y Ailén salía de su habitación sigilosamente. Al bajar las escaleras se encontró con la castaña, ambas se miraron con determinación y bajaron al sótano por el Black.

Al llegar al calabozo el pelinegro ya no se encontraba lo cual preocupó a Ailén. Segundos después una gran explosión se escuchó arriba la cual alarmó a ambas chicas.

-¿Qué crees que haya pasado?- preguntó la castaña con preocupación

-No lo se- respondió la pelinegra -Solo espero que Orión este bien- agregó con preocupación mientras subían las escaleras

La puerta del sótano fue abierta, asustando a las chicas. Una mujer de rojizos cabellos se encontraba enfrenté de ellas con su varita en alto.

Aquella pelirroja miró a la pelinegra sorprendiéndose.

-¿Ailén?- su voz se quebró al verla. Su sonrisa era de alegría pero sus ojos expresaban nostalgia

-¿Sadie?- la pelinegra sonrió sin poder creerlo

Terminó de subir los últimos escalones, llegando hasta la pelirroja y abrazándola. Lloraron juntas, ambas creían que jamás se volverían a ver.

Las tres chicas se dirigieron a la entrada donde Malfoy, Lastrange y Black vigilaban. El rubio y el castaño miraron sorprendidos a la pelinegra, la extrañaban.

-¡Ailén!- exclamó el Malfoy con una sonrisa -No sabes cuanto te extrañamos- agregó mientras la abrazaba -Estábamos tan preocupados por ti, en especial...- antes de que pudiera terminar Lastrange le interrumpió

-No podemos perder el tiempo- dijo serio Rodolphus -Hay que salir de aquí antes de que Dumbledore regresé-

Los chicos estaban apuntó de irse hasta que Dumbledore apareció bajando las escaleras. Lanzaba maldiciones imperdonables, las cuales revotaban contra las paredes tratando de darle a los chicos.

Los seguidores de Dumbledore aparecieron de las sombras, lanzando al igual que él, maldiciones imperdonables.

Eran demasiados hechizos que apenas y podían esquivarlos. Al primero roce, morirían y eso los alarmaba.

-¡Tengo una idea!- habló la Scamander con un tono de voz elevado

El ruido de los hechizos rebotando, las cosas rompiéndose al impacto de los hechizos era demasiado fuerte.

-¿Cuál es?- no pudo evitar preguntar sobre la idea que aquella mujer desconocida estaba por decir

-Los voy a distraer con un hechizo. Cuando les diga que corran, corren- respondió con seriedad -No importa lo que pasé, no vuelvan- agregó viendo a la pelinegra con una pequeña sonrisa

Su mirada alarmó a Ailén, estaba por sacrificarse para que ellos escaparan y eso, claramente no lo iba a permitir.

Antes de que la pelinegra pudiera decir algo fue jalada por Sadie la cual le decía que corriera. Lo último que pudo ver fue la esbelta figura de Melanie la cual -con ayuda de su varita- producía una luz tan brillante que podría dejarte ciego por un par de horas.

Pero eso no había sido suficiente para detener a Dumbledore, el cual apareció de entre la brillante luz, lanzando un rayo verde que logró acabar con la vida de la castaña Scamander.

-¡Melanie!- gritó Ailén sintiendo sus ojos arder

-Ailén tenemos que irnos- interrumpió Rodolphus quien la cargo y juntó a los demás desaparecieron, convirtiéndose en humo negro.

Dumbledore lanzó un par de maldiciones tratando de darle a alguno, pero fallo. Y cuando estaba apunto de dar otra, estos ya habían desaparecido en el cielo oscuro.

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Pasaron un par de horas cuando habían llegado a una enorme mansión. No se sorprendía si aquel lugar era de alguno de sus amigo, sabía de antemano que ellos poseían una gran fortuna. Al igual que ella.

Al entrar a la mansión, la pelirroja abrazó a su amiga por el hombro brindándole una sonrisa para intentar calmarla.

-¿Cómo les fue?- preguntó la voz de una mujer

Todos voltearon encontrándose a una bella mujer de cabello negro, traía puesto un vestido guindo pegado al cuerpo. Eso hacía que su delgada figura resaltará; aquella mujer bajaba las escaleras con una sonrisa.

-Muy bien- sonrió el Malfoy mientras se acercaba a la mujer -Logramos rescatar a Orión y Ailén- agregó tomando a la pelinegra por la cintura, la mujer sonrió y miró a los demás

-¡Que bien!- exclamó la mujer con una sonrisa -Iré por el Lord para informarle sobre la noticia, ustedes deberían ir a descansar- agregó mientras se despedía de todos y retomaba su caminó por uno de los pasillos, buscado al nombrado "Lord".

-Vamos Ailén. Te llevaré a tu habitación- agregó Sadie con una sonrisa

La pelinegra asintió, no sentía ningún tipo de emoción. Después de ver a su querida amiga morir frente a sus ojos, lo único que podía hacer en ese momento era llorar. Aún sabiendo que no serviría de nada.