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24.

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| CAPÍTULO VEINTICUATRO. |

El día en la mansión Riddle resultó no ser tan incómodo como Ailén lo creía. De todas formas solo había estado conviviendo con su mejor amiga y las esposas de sus mejores amigos.

-Entonces... ¿Te casaste con Abraxas?- preguntó sorprendida la pelinegra

-Así es- sonrió la pelinegra -Solo llegó con una sonrisa encantadora, una tonta pregunta de Pociones y cuatro años después terminamos casados-

-No puedo creer que mis mejores amigos se hayan casado y yo no haya podido asistir a sus bodas- suspiró con pesadez -Esto es realmente frustrante-

-Ailén- llamó su atención la pelirroja sentada a su lado -¿Cómo es que sigues pareciendo una chica de 17 años?- preguntó sorprendida

-Resulta que Dumbledore me lanzó una maldición para ser inmortal- explicó sin importancia -Por alguna razón me quiere con vida- bufó con molestia

-Hace días el Lord recibió una carta de amenaza- explicó la esposa de Orión, Walburga

-Creemos que Dumbledore la mando- agregó la pelirroja -Posiblemente Dumbledore quiere mantenerte con vida para que veas a Tom morir y te culpes por no haberlo podido salvar- formó una mueca al imaginárselo

-Aunque detesto decirlo. Creo que Sadie tiene razón- agregó Agnes Malfoy con una mueca de preocupación

-Deberían tranquilizarse, sabemos que Tom tiene varios Horocruxes. Dumbledore no podría matarlo- comentó Ailén de la manera más relajada que pudo

En ese mismo instante un grupo conformado por cuatro hombres entró a la sala; observando a las mujeres que se encontraban sentadas en el sillón charlando. Sadie, Agnes y Walburga se levantaron para recibir a sus esposos con una bella sonrisa y un cálido abrazó.

Ailén y Tom intercambiaron miradas, la pelinegra sonrió pero el Riddle no se inmutó. Salió de la sala tratando de alejarse de ella, sabiendo que correría riesgo si estaba junto a el.

Ya no era un estudiante de Hogwarts ahora era Lord Voldemort, mejor conocido como -él que no debe ser nombrado- o -el señor tenebroso-. Él era peligroso.

Ya se había alejado de la sala, pero jamás se dio cuenta que la pelinegra lo siguió.

-Tom espera- habló deteniendo el paso del pelinegro -Necesitamos hablar- agregó

-No tengo nada de que hablar contigo- habló lo más seco posible

Tom quería ocultar el hecho de que le dolía. Le dolía tener que alejarse de ella, sabiendo que había esperado tantos años para volverla a ver.

-Ese asunto quedó en el pasado. Murió cuando te secuestraron- agregó sin mirarla, acto seguido continuó con su caminó

-¿Por qué dices eso?- la voz de la pelinegra parecía querer quebrarse

Retomó sus fuerzas y su valentía. Caminó hasta el pelinegro, alcanzandolo he interponiendose en su caminó. Estaba triste, pero el enojo que sentía lograba cubrir ese sentimiento de melancolía.

-No es mi culpa que me hayan secuestrado, borrado la memoria, humillado, golpeado y engañado. De no ser por que descubrí a Orión en el calabozo de ese maldito lugar. Hubiera muerto creyendo que Dumbledore era la mejor persona del mundo- agregó molesta mirando al Riddle -No creas que toda mi vida ha sido color de rosas Riddle-

-¡Al menos fue mejor que preocuparte todos los miserables días, creyendo que la chica a la que amas esta muerta!- exclamó igual de molesto que la pelinegra frente suyo

-Los dos sabemos que no es culpa de ninguno- agregó suavizando suavizando mirada -Todo fue culpa de Dumbledore- soltó con odio y desprecio hacia él mencionado

-Esto no es un asunto que se deba discutir en los pasillos- dijo sin mirarla, pasando aún lado de ella -Si me disculpas me iré a mi oficina- agregó alejándose de ella

Pero nuevamente, Ailén insistió. Interponiendose, evitando que avanzará.

-Ah no. Tu no te vas hasta que hablemos- dijo seriamente la pelinegra

-Ya te lo dije- su voz reflejaba lo molesto que se encontraba y sus ojos eran igual de fríos que cuando lo conoció hacia muchos años -No tenemos nada de que hab...- su frase no pudo ser terminada, pues Ailén lo había interrumpido con un beso

Una sensación cálida le invadió, hacia mucho que deseaba volver a estar con ella. Verla sonreír, abrazarla y besarla. Una vez más se sentía completo, se sentía amado. Estaba feliz.

Ahora ambos pelinegros estaban frente a frente. Lucían exactamente iguales a cuando cursaban su sexto año en Hogwarts.

-¿Qué fue lo que el maldito de Dumbledore te hizo?- preguntó el Riddle con una tono molesto

-Me lanzó una maldición- respondió seriamente Ailén -Creo que él quería que viviera para siempre, así podría verte morir y lamentarme por el resto de mi miserable vida- agregó no tan convencida sobre eso

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Había pasado un par de semanas desde el regresó de Ailén, la pelinegra se había unido a los Mortifagos -sin importarle lo que el pelinegro pensará-.

Una tarde como cualquier otra la pelinegra bajaba las escaleras de la mansión con mayor tranquilidad, saludando a los Mortifagos que se encontraba a su paso. Al llegar a la oficina del Lord tocó hasta que la voz de su amado se escucho con un claro -pase-.

Al entrar la pelinegra se encontró al pelinegro vestido de traje preparándose para la fiesta de los Lastrange.

-¿Estas segura de que no quieres ir?- preguntó el Riddle tratando de convencerla

-Estoy muy segura- respondió tranquila -Hay un pueblo cerca, quisiera ir a visitarlo- comentó con una sonrisa

-De acuerdo- dijo mirándola -Deseame suerte, estoy seguro de que la prima lejana de Rodolphus tiene lo que deseo-

-Estoy segura de que lo tiene- aseguró Ailen con una sonrisa -Trata de negociar Tom. No la mates antes de tiempo- advirtió con una leve risa

-No prometo nada- sonrió el Riddle acercándose a ella y besándola dulcemente -Nos vemos en la noche-

Ailén le sonrió y asintió. Salió de la oficina del pelinegro, caminó hacia la puerta principal de la mansión Riddle y salió por la misma. Dirigiéndose al pueblo que no estaba tan lejos de ahí.

Recorría el pueblo con normalidad, se había topado a muchos niños que la saludaban y sonreían. Eso solo le hacía recordar a los hijos de sus amigos.

A lo lejos observó a una bella mujer que llevaba de la mano a un niño de aproximadamente ocho años, un poco menor que el hijo de Abraxas, Lucius Malfoy.

Un hombre se acercó a la mujer, estaba molesto y le gritaba por cosas que Ailen no podía escuchar debido a la distancia. Se veía que estaba ebrio.

La pelinegra se quedó perpleja al sentir el aura de magia que emanaba de la mujer y el niño. ¿Una bruja casada con un Muggle? ¿Qué no eso era ilegal? Se preguntaba ella.

Observó como el hombre estaba apunto de golpear a la mujer, se acerco rápidamente al matrimonio, deteniendo la mano del hombre en el aire.

-Ya es suficiente- dijo seria, miraba al hombre con despreció

-Tu no te metas maldita mocosa- dijo molesto el hombre -Es mi esposa, yo le hago lo que se me pegué la gana- agregó

-Tu no tienes derecho a hacer eso asqueroso muggle- comentó con despreció -Te estaré vigilando, si te atreves a golpearla o al niño. Estas muerto- amenazó

El hombre río ante la amenaza de la chiquilla.

-Si claro- río con burla

En un abrir y cerrar de ojos toda la familia se encuentra en el bosque a las afueras del pueblo. Ailén sacó su varita apuntando al cuello del hombre.

-No me retes asqueroso muggle- dijo molesta -¿Cómo te llamas?-

-T-Tobias Snape- respondió con temor -Y ella es mi esposa Eileen-

-¿Dijiste Eileen? ¿Eileen Prince?- preguntó con sorpresa mientras miraba a la mujer la cual asintió -Por fin te encontramos, los Mortifagos y el señor tenebroso queremos que te unas a nosotros- la miró con una leve sonrisa -Tu sabes la verdad sobre Dumbledore, te necesitamos-

Así fue como Ailén salvó a Eileen Prince y su pequeño hijo Severus de aquel estúpido muggle que era esposo de la mujer y padre del pequeño pelinegro.

Con el paso del tiempo Ailén era más querida por parte de los Mortifagos. Tratando a todos bien, sus amigos envejecieron y sus hijos crecieron asistiendo a Hogwarts. Y poco después se casaron, convirtiéndose en Mortifagos.

Siguiendo los pasos de sus padres.

La vida de Ailén iba tan bien que jamás pensó que cambiaría tan drasticamente.