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Capítulo 23: Déjame engañar primero al ancestro

Editor: Nyoi-Bo Studio

—¡Rápido! Notifica a Yao Qian —gritó Yao Si, agarrando el cuello de Qu Ze con una mano.

Su paciencia se había evaporado por completo y ya no quería seguir con ese alborotador.

—Me temo que no puedo —respondió Qu Ze agitando la mano que estaba cubierta de moco de flor con inocencia—. Además de la capacidad de digerir, el jugo de esta flor también tiene la función de bloquear las señales.

Asimismo, no tenía el número de contacto de ese hombre de todos modos.

—Entonces, ¿qué debemos hacer?

De seguro no era para quedarse allí y ser digeridos por la flor.

—Tranquilice su corazón, su alteza —contestó despreocupado—. La gula no puede digerir a los vampiros; pronto se dará cuenta de que no somos deliciosos y nos escupirá.

—...

"¡La próxima vez di esas cosas antes!".

¡Oh, con el corazón cansado! Desde que Yao Si se involucró en la guerra civil de los vampiros como espectadora inocente, nunca había estado tan cansada. La gente rubia no era buena gente.

Esa vez, Qu Ze no le había mentido. Después de dos horas de estar atrapados dentro del capullo, como era de esperar, la gula se abrió con un "puargh", vomitando a las dos personas cubiertas de moco. Una raíz que incluso se extendía desde el suelo los empujó para alejarlos con disgusto.

Después de ser liberada, Yao Si encendió la computadora óptica en su mano en la primera oportunidad, queriendo entrar en contacto con Yao Qian o Yan Xuan. Sin embargo, no importa cuántas veces hizo clic en su número de contacto, no hubo respuesta.

"¿Qué está pasando? ¿Se ha roto el ordenador óptico?".

—¡Así que los mensajes no fueron bloqueados por el jugo de la flor!

La cara de Qu Ze estaba llena de diversión. Su energía no mostraba signos de ansiedad, al contrario, parecía un poco excitado.

—Parece que el campo magnético de este bosque es muy especial.

—¿Qué hay de tu transmisor de partículas? —preguntó Yao Si—. Transpórtanos de nuevo.

Una ducha cuando volvieran estaría bien; ella no podía soportar ese cuerpo lleno de moco.

—Ups, ¿no se lo dije? —dijo el vampiro, alarmado; sacó la caja, que antes le había mostrado, y la tiró por ahí—. Los transmisores de partículas son de un solo uso.

—...

"¡Diablos!".

Yao Si respiró hondo. Ella realmente quería tener una vaca ahora.

—Entonces, ¿qué debemos hacer?

No sabían su propia ubicación y no podían ponerse en contacto con nadie.

—¡Parece que sólo podemos esperar en el lugar! O...

—¿O qué?

¿Quizás tiene una idea?

—Según la distancia designada del transmisor de partículas, la distancia transportada no superaría los doscientos mil kilómetros. Así que podríamos intentar... —se detuvo y luego dijo cada palabra con una rara seriedad— caminar de vuelta.

—¡Adiós! —exclamó Yao Si.

Giró y se fue. Si alguna vez volvía a creer en ese lunático, entonces ella era una idiota. ¡Doscientos mil kilómetros! Eso era suficiente para recorrer la maldita mitad de la Tierra, ¿cierto?

—Eh, ancestro, ¿dónde está...? ¡Ancestro, su alteza!

Con honestidad, Yao Si no había pensado que habría un hombre tan extraño entre los vampiros. Otras personas solo engañarían a su padre, pero él engañaría a su ancestro. Lo que fue aún peor fue que, una vez que se quedaba atascado contigo, no podías deshacerte de él; tener mala suerte a ese nivel era bastante impresionante.

Sin embargo, pronto Yao Si se dio cuenta de lo que realmente significaba cavar un hoyo para que su ancestro cayera. Era difícil decir si Qu Ze tuvo suerte negativa cuando nació, pero todo el tiempo era comido por una flor, agarrado por un árbol o capturado por un pájaro desconocido.

De todos modos, era como si todas las cosas desafortunadas estuvieran esperando en fila para que él las aceptara. Yao Si pasó todo su tiempo sin poder salir de ese bosque y salvando a otra persona.

¿Resultado?

Qu Ze no tenía ni un rasguño, mientras que Yao Si fue tragada por una flor, azotada por un árbol y picoteada por un pájaro. Estaba cansada hasta la muerte de salvar sus dos pequeñas vidas.

Se había generado una duda inquebrantable en ella sobre las capacidades mentales de su raza. ¿Quién podría mantener este maldito tipo de flora y fauna peligrosa en su propio planeta madre, permitiéndoles crecer en todas partes? ¿Qué clase de tontería es esa? ¿Todavía hay tiempo para pedir que la conviertan de nuevo en la persona del planeta azul?

—Ancestro, ¿por qué nos escondemos aquí? —preguntó Qu Ze dando un toque a Yao Si, que estaba tumbada boca abajo bajo un arbusto.

—¿No ves las flores adelante?

Ella lo tiró hacia abajo sin dudarlo y señaló hacia adelante.

—¿Flores?

Qu Ze siguió a su dedo señalador y miró, con sus ojos iluminándose de repente.

—Ah, ¿no es eso gula? ¿Por qué hay tantas?

—¿Cómo voy a saberlo?

Yao Si giró los ojos hacia arriba; incluso el nombre "gula" lo había aprendido de él. Aunque a diferencia de la única flor que vieron antes, había docenas de ellas allí. A primera vista, parecía un estanque blanco.

Yao Si estaba en una situación difícil. Estaba claro que si cruzaban el campo de las flores gigantes, llegarían al final de ese bosque. Sin embargo, si ellos tomaran tal camino, definitivamente serían tragados una o dos veces. O si somos sinceros, enésimas veces.

—Me pregunto para qué se reúnen estas flores aquí.

Podía recordar con claridad que Qu Ze había dicho que no eran gregarios. Mirando más de cerca, se dio cuenta de que las flores se estaban juntando en un círculo de manera ordenada. Frente a la inmóvil, esperando a que la presa llamara a su puerta como la gula que se habían encontrado primero, todos ellos se movían de a poco, como si pasaran algo al centro antes de retirarse, y en el centro de todos ellos...

—Eh, parece que hay un orbe púrpura dentro?

Era sólo del tamaño de un puño, y si su color no contrastaba tanto con el de las flores, Yao Si ni siquiera lo habría notado.

Los dos vampiros pudieron ver que cada flor se movía hacia el lugar del orbe, luego bajaban sus botones florales y goteaban algo sobre el orbe antes de retroceder de nuevo. Acto seguido, surgía otra flor, haciendo lo mismo. Era como una especie de ritual sagrado.

—Probablemente están alimentando ese orbe.

Solo podía ser comida que escupían de los capullos de las flores.

—A juzgar por su aspecto, ese orbe es el rey de las flores o su cría. Tomemos un desvío, no debemos tocar... Uy, ¿adónde se fue?

¿No estaba Qu Ze a su lado hace un segundo?

El corazón de Yao Si se hundió, y al instante tuvo un presentimiento siniestro al respecto.

Como ella esperaba, al momento siguiente escuchó la voz confusa pero excitada de una persona.

—Su Alteza, ¿es éste el orbe del que hablaba?

Alguien estaba de pie en medio del mar de flores, sonriendo alegre mientras sostenía el orbe púrpura.

Yao Si podía sentir el ruido sordo de su corazón.

"Oh, ¡demonios!".

De repente, como si se hubiera encendido un interruptor de luz, cada flor se volvió de un rojo sangriento. Los botones florales se abrieron y se volvieron al unísono hacia Qu Ze, que había entrado en su círculo. Dentro de la gula, algo brillaba con una luz blanca resplandeciente.

—¡Corre!

Yao Si no supo de dónde venía ese estallido de energía, pero corrió hacia el ramo de flores, atrapó a ese zoquete, cavó sus talones y se escapó como loca.

Al momento siguiente, el cielo se llenó de hielo, "ra-ta-tá" disparándoles como si fueran ametralladoras. Cada hoja de hielo era tan gruesa como un brazo humano, y les disparaban a una fuerza que incluso dañaban los bosques circundantes al romperse al caer.

A Yao Si le costó mucho correr, ya que tuvo que esquivar las cuchillas de hielo y, al mismo tiempo, evitar ser aplastada por los árboles que caían. Lo que era aún más grave era que en su mano seguía sosteniendo a un idiota. Si no fuera por la experiencia que ha adquirido en los últimos días al ser engañada por Qu Ze, no habría habido forma de que las hubiera esquivado con tanta habilidad.

Por un instante, tuvo la ilusión de haber sido transportada al juego de "Plantas contra zombis", detrás de ellos estaba el campo de las plantas y ellos eran los zombis.

En un momento así, sólo quería gritar una frase:

—¡Qu Ze, quiero comerme tu cerebro!

Demonios, el cerebro de ese tonto claramente no era para pensar, ¡quizás era para almacenar agua!

Yao Si corrió a toda velocidad durante media hora hasta que por fin abandonó el rango de los ataques de las flores. Girando los ojos ante cierto culpable de su miseria, descansó poniendo sus manos sobre sus rodillas para apoyarse. Ni siquiera tenía la energía para maldecirlo. Por fortuna, esas flores se movían despacio, de lo contrario habrían sido apuñalados hasta que parecieran tamices.

—Guau, guau, guau. Jamás habría pensado que esas flores que comen gente también podrían atacarnos así. ¡Qué miedo!

La boca de Qu Ze pronunció palabras de miedo, pero su expresión estaba llena de entusiasmo. Probablemente porque él se había acostumbrado a cavar agujeros para ella en los últimos días, así que no había vergüenza de haber hecho nada malo en su cara.

—¡Aterrador y tú vas y las molestas! ¿Estás lo…?

Espera, ella ya ha decidido que estaba loco.

—Su alteza…—habló mirándola de reojo como si hubiera sufrido una injusticia— pensé que a su alteza le gustaba, por eso quería agarrar el orbe y mostrárselo.

—¡A quién le gustaría algo así!

Era obvio que era él buscaba problemas sin decir una sola palabra.

—¿De verdad no le gusta?

Sus ojos se suavizaron, y una expresión dolida tomó forma en su cara.

Eso otra vez. Cada vez que hacía algo mal, tenía ese aspecto de "pobre perrito", haciendo que su furia hirviente se detuviera en su garganta, y ella ya no podía soportarlo más. Estaba bien una o dos veces, pero cuando él lo hacía cada vez, ella se volvió inmune a ello.

—¡No – me – gus – ta! —exclamó; sus palabras fueron decididas y decisivas.

—Oh... creo que este orbe es muy bonito—.

El orbe púrpura voló y él lo agarró de nuevo.

—Pero si a su alteza no le gusta, no importa.

—¿Por qué aún lo tienes?

El corazón de Yao Si se apretó, ¿qué tan despreocupado era el corazón de esa persona? Si todavía lo tenían en su poder y esas flores se enteraran, ¿qué pasaría entonces?

—¡Tíralo, rápido!

Ella se dirigió directamente hacia él, con la intención de agarrar y tirar el orbe.

Sin embargo, la mano de Qu Ze de repente se echó hacia atrás, agachándose. Tal vez porque no tenía un punto de apoyo firme, dio un paso atrás y un cubo se cayó de su cuerpo. Yao Si podía oír el débil y largo tono de "biiip".

—Esto se cayó de…

Por instinto, se inclinó y levantó el cubo.

La expresión de Qu Ze cambió, y de repente gritó:

—¡No lo toques!

Pero ella ya lo había recogido. Al instante, una línea de letras negras se proyectó desde el cubo y tomó forma de palabras en sus ojos.

¡Ajuste de estimulación apagado!

"¿Qué?".

—Je, nunca pensé que te enterarías tan pronto —dijo una voz familiar, pero mucho más fría de lo habitual.