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Mi esposo accidental es mi compañero de venganza

Anastasia Harrison, una joven maltratada por su cruel familia, pensaba que su vida había terminado cuando la obligaron a casarse con Richard, la oveja negra y despreciable de la adinerada familia Wallace. Mientras tanto, su preferida hermana menor, Michelle, estaba destinada a casarse con Xavier, el hermano mayor, que era un CEO. Sin embargo, un error en el ayuntamiento terminó intercambiando sus nombres en sus respectivos certificados de matrimonio. —¿Qué es esto? ¿Cómo estás casada con Xavier Wallace? —¡No recibirás comida ni agua hasta que firmes los papeles de divorcio! Para echar leña al fuego, los ancianos señor y señora Harrison fallecieron, dejando todos sus bienes a Anastasia y no al resto de la familia. Esto llevó a los Harrison a su punto de quiebre. Para negociar una vida tranquila, Anastasia estaba dispuesta a dejar su herencia y abandonar la familia, pero los Harrison tenían otros planes en mente. Querían deshacerse de ella. Permanentemente. Sin embargo, fue por un golpe de suerte que Anastasia fue encontrada por su nuevo esposo, Xavier, antes de que su familia tuviera éxito. Decidida a vengarse, hizo un trato con Xavier. —¡Continúa siendo mi esposa y te ayudaré a vengarte!

Sour_corn · Urbano
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363 Chs

Kael Clark

Ezequiel apretó el puño enojado.

—Hagas lo que hagas, nunca sabrás cómo es ella. Anastasia está sana y salva en algún lugar lejos de aquí. Solo necesitas firmar los papeles, y yo la traeré de vuelta contigo. Es así de simple —agregó Robert, limpiando la sangre de su labio con el dorso de la mano. Se sentó vacilante en la silla, precavido de recibir otro golpe de Ezequiel.

Ezequiel se burló.

—Es bueno que hayas venido aquí —dijo—. Y esto —agarró los papeles de la propiedad sobre el escritorio de su padre—. Puedes olvidarte de adquirir la mitad de los bienes de mi familia porque eso nunca va a suceder. ¡Fuera! —Ezequiel se los lanzó en la cara a Robert, enfureciendo a este último quien apretó los dientes en silencio, pero no se molestó en contraatacar.

Que tuviera que salir de la oficina sin necesidad de guardaespaldas o incluso policías que lo sacaran arrastrándolo era un milagro.

No querría tentar su suerte más de lo que ya había hecho.

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