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14: OLIVER DRAKE

« Cuidalo, por favor. No quiero que se manche. Mañana me toca ir con el grupo de búsqueda. Pero, pase lo que pase, no dejes que Daniel me espere en la rejas. No quiero que me vea hasta la hora del almuerzo» Eso le dijo Kaia a Nathaniel en la noche, antes de que las luces se apagarán y todos en el internado se vieran obligados a dormir.

Nathaniel no pudo dormir, aún recordaba la expresión triste de la chica al hablar. En un principio preocupado por ella, intentó calmar sus ansias y su enojo consigo, por tener que volver a ser el testigo de la maldad de Oliver.

La presión de la situación pesaba sobre los hombros de Nathaniel y el olor de la chica en su bufanda emanaba en su búsqueda por la calma. Sin embargo, se sentía impotente, como si estuviera atado, aún cuando debía concentrarse en su trabajo como asistente de uno de los técnicos y mecánicos, mientras arreglaban el auto de los padres.

Estaba seguro que se preparaban para escapar, pero tal vez no de la isla. Posiblemente, era debido a esos ataques que el colegio había sufrido, empatizo con ellos, recordando el golpe que el monstruo veloz había propiciado.

— Esta noche tuvimos suerte — dijo uno de los mecánicos ancianos — normalmente, cada noche somos atacados por monstruos.

— ¿cada noche? — pregunto el castaño, con manchas negras por la ropa y rostro.

El adolescente, volteó hacia Daniel. Concentrado en el meticuloso trabajo de revisar una radio. Su mente divagaba, entre los recuerdos de recolección y cosecha de ajíes, y luego, hacia Kaia. Los momentos en los que ella estuvo protegida por aquella bruja que tanto buscaba. Quizás esa "suerte" de la que hablaban los ancianos mecánicos se reducía, en realidad, a Kaia. 

« No tengo muchos ajíes, pero tal vez es porque katu no deja que los monstruos se acerquen a Kaia. »  reflexionó Daniel. Hasta que una presión en su hombro, lo sobresaltó.

— Oye — dijo Oliver. Con sus ojos penetrantes y mano sobre el menor — Nath y yo iremos a buscar comida. Cubrenos, ¿si?

Daniel se encontraba indeciso. Un nuevo recuerdo lo asaltó: "Si lo ves cerca, no hables y simplemente aléjate". Pero, ¿debía realmente tener tanto cuidado con él?

Mientras tanto, Nathaniel se levantó por instinto al verlos. Experimentando una extraña sensación de resentimiento, se aproximó. Sin embargo, cuando Oliver volvió su mirada hacia él, esa confianza se desvaneció. El brillo malicioso en los ojos del chico y la constante atención dirigida hacia él lo hicieron sentir incómodo.

Oliver era el líder indiscutible del internado, mientras que Nathaniel quedaba relegado a ser uno más de sus compañeros. Esa era la jerarquía entre los adolescentes, con Oliver en la cima. El chico que, si no estabas de su lado, estabas en su contra. Ese era el verdadero Oliver.

Y Nathaniel lo odiaba.

— No vas a creer lo que los padres ocultan — murmuró Oliver, colocando su brazo sobre los hombros de Nathaniel mientras salían de la bodega.

En el camino, Nathaniel lanzó una última mirada a Daniel, extendió su mano y le dio una sola orden: "Quédate aquí".

Caminaron por la extensión del patio, cubierta por pequeñas tiendas de campaña y huertos improvisados. A pesar de sentirse atrapado en el abrazo de Oliver, Nathaniel se dejó llevar, caminando por minutos hasta llegar al campo de atletismo. Donde un toldo mucho más grande era cubierto por árboles.

— Aquí — dijo Oliver, dejando a su amigo y abriendo varias telas que funcionan como cortinas.

Pasaron solo unos segundos cuando los ojos de Nathaniel se abrieron como platos al ver el vehículo que tanto le costó encender.

— Van a querer que lo arreglemos — se quejó Oliver, observando el automóvil con atención antes de notar la sorpresa de Nathaniel — ¿Qué te pasa?

— Bu, bueno... Es el carro que estaba conduciendo — admitió Nathaniel, mientras su mano derecha se deslizaba sobre su pecho, palpando la pistola oculta antes de buscar en su bolsillo y sacar la llave.

Estaba a punto de acercarse cuando Oliver se lanzó y le arrebató la llave.

— Espera — exclamó Nathaniel, intentando recuperarla, pero una breve lucha terminó con un golpe en su estómago — ¡Oye!

— Sé hombre, solo fue un golpecito — se burló Oliver, encantado con su victoria mientras regresaba al auto.

Después de unas maniobras con la llave, el auto se abrió. Oliver se dirigió hacia el maletero mientras Nathaniel inspeccionaba el frente del vehículo. Las llantas estaban intactas, los aros se veían bien y los vidrios apenas tenían golpes. Al abrir el capó, hizo un rápido chequeo mental: las baterías estaban bien, había poca gasolina almacenada y faltaban amortiguadores.

Nathaniel suspiró aliviado al ver que no había tantos daños.

— Arriba las manos — escuchó, y se volteó, cerrando el capó para encontrarse con Oliver apuntándole con otra pistola, una de las pocas armas que había logrado ocultar y no quería usar — dame todo lo que tienes.

Oliver trató de verse amenazante. Una escena que funcionaba por todas las veces que atacó, intimidó y golpeó a sus compañeros.

— Para con eso — refunfuño el castaño.

— ¿Por qué la tenías?

— Es de alguien nos ayudó hasta que se convirtió en monstruo.

— ¿Se convirtió? — murmuró Oliver, melancólico por primera vez, algo que también impactó a Nathaniel. 

Por un momento, se quedó en silencio. Observando cómo esa mezcla de tristeza y desilusión se convertía en una sonrisa adolorida.

— Mis padres se convirtieron. Pero bueno, si no fuera por Emma, no estaría aquí. Aunque la contribución no es tan mala, pero con esos padres ni siquiera puedo acercarme a las mujeres — comentó mientras caminaba, su mano vacía pasando por su lado — En comparación contigo, estar con la loca debió ser divertido. Vi que tenías algunos golpes y rasguños en las duchas. ¿Hicieron algo?

— Kaia — soltó Nathaniel viendo el cuerpo de su compañero deteniéndose y regresando a él — ese es su nombre.

— ¿Qué crees que vayamos a comer? — pregunto, cambiando repentinamente el tema y empezando a caminar hacia la puerta — escuche que será carne, no sé de qué animal pero espero sepa bien. Casi me llevan al grupo de cocina, pero ¡Jamás! Yo 

Se interrumpió, esperaba que Nathaniel lo estuviera siguiendo desde atrás, pero, cuando paso por la cortina, volteo a Nathaniel. Parado en frente del maletero.

A unos metros de distancia con una feroz expresión que Oliver no pudo comprender.

— ¿Qué? — soltó, tan feroz como el rostro del que tenía al frente. Fue como un eco ronco que hizo suspirar a Nathaniel y sus intenciones. 

— La pistola — dictó Nathaniel.

El castaño, lo miró con la misma intensidad que Oliver siempre usaba. No tenía miedo, aunque, no sabía qué tan lejos podría llegar. 

Estaba por hacer algo que siempre quiso.

— Entonces, ¿por qué no te disculpas? — preguntó Nathaniel.

— "Pf" ¿Qué? — volvió a decir Oliver, esta vez con sorna y una pequeña risa egocéntrica — Estamos en el fin del mundo

— Por eso mismo. Podríamos morir en cualquier momento, por eso deberías disculparte — siguió hablando Nathaniel, tratando de buscar su empatía.

— Ja ja ja, ¿y también quieres que regrese a la vida a los muertos? ¡NO SEAS IDIOTA! — exclamó eufórico — ¿Sabes que?, mejor regresa al taller ya me aburris …

Ni siquiera pudo terminar de hablar cuando Nathaniel insertó un puñetazo en su rostro. Enviándolo al suelo, regresando al chico y viendo la llegada de los padres.

— ¿Qué rayos hacen? — exclamó Matias,con su escopeta en la espalda — ¿Es tu primer día y atacas a un hermano?

Nathaniel ni siquiera respondió, bufo desconcertado por ser regañado por ese desconocido. Mientras Olive se levantaba adolorido del suelo y sobaba su mejilla, ocultando su molestia por los adultos.

— Tiene una pistola — dijo Oliver, tomando de los brazos a Nathaniel — dijo que un compañero suyo lo entrenó para matar. 

Mientras hablaba, su mano palmo el cuerpo de Nathaniel. Resistiéndose e intentando escapar, quiso golpearlo, pero era demasiado tarde.

Oliver detuvo su habla y con fuerza, arrancó un prototipo de correa en su brazo, junto a una pistola.

— Ah … no pu … ¡se los dije! — grito de vuelta Oliver — no es bueno que esté aquí.

El grupo de hombres se detuvo a procesar la escena. Matias se acercó y tomó la pistola, con una mezcla de seriedad y agresividad.

— Nathaniel, ven con nosotros. Debemos hablar.

El chico suspiró con molestia, mostrando por una milésima de segundo una furia apenas disimulada hacia Oliver. Sus ojos, demostraban un profundo desprecio y su mandíbula se tenso. Como si el fuego de su resentimiento alimentado por años, al fin saliera a la luz.

Dejando de lado a Oliver, quien guardó la segunda pistola.

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Faltaban dos horas para el almuerzo cuando Daniel se quedó solo, caminando por el patio principal, pensando en como responder sus dudas. Desde el paradero de Linda y el bebe; ¿katu los había seguido? y, ¿Quién será el próximo convertido? 

Estaba muy concentrado. Ni siquiera pudo ver a Nathaniel ser llevado por los padres al interior de un edificio.