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Primera enemistad (Michael)

No pude evitar pensar en que comenzar el año académico con un enemigo no era exactamente ideal, pero me dio absolutamente igual.

El muchacho rubio me miraba con desprecio sin responderme, manteniendo su serenidad.

—¿Acaso no conoces la palabra gabacho? Es como llaman a los franceses como tu en españa. Perdoname, he sido desconsiderado al pretender que tu nivel de español y cultura básica se acercase al mío, fracesín. ¿O debería llamarte franchute? ¿Croissant? ¿Monsieur? —Me burlé.

Podía ver claramente cómo estaba intentando no parecer ofendido, sin embargo no podía ocultarme lo que verdaderamente sentía.

Su lenguaje corporal me lo decía todo: en ese momento tenía ganas de soltarme un puñetazo.

El muchacho, sereno, apretó sus puños clavándome una mirada llena de desdén.

—¿Y a ti quien te conoce, españolito? —Me contestó enfadado replicando la provocación que antes le hice.

—¡Ha! Me alagas. Ni siquiera soy español, soy británico, y aun asi me confundes con alguien español del buen acento que tengo. —Le dije con una mueca burlesca, cumpliendo mi rol de británico engreído.

El muchacho me lanzó una mueca de asco. 

Yo le sonreí de vuelta de forma asertiva.

—Te recomiendo que abandones esta academia, claramente no sabes con quién te metes. Si el primer dia no sabes escoger a tus enemigos, con mal pie empiezas, enculé. Claramente no sabes quien soy ni quien es mi padre, de lo contrario no te meterías conmigo. —Me dijo serio mirándome fijamente, sin mostrar ninguna intención de tomar una postura pasiva.

—¡Oh, que miedo! ¿Es esa tu mejor forma de intimidarme, rubito? El único idiota aqui eres tu, ganándote enemigos con tu arrogancia de niño rico de papa. —Le dije con una sonrisa diabólica.

Me eché a reír, escucharle hablar como si fuese el rey de su casa me resultaba muy aliviante. Definitivamente necesitaba esto después del cabreo que llevaba encima.

—Ríete mientras puedas, quien rie ultimo, rie mejor. —Me dijo con la misma mirada que tendría un cazador analizando a su presa.

Le extendí la mano y le sonreí de forma picara.

—¿Sabes qué? Perdona por haberte faltado al respeto de esa forma. ¿Por qué no empezamos con buen pie? Espero que no te hayas tomado esta disputa como algo personal, he tenido un dia de mierda y tenia que soltar un poco de frustración interior. —Le dije esperando a que me estrechase la mano.

Se me quedó mirando con los brazos cruzados, lleno de desprecio y duda.

—Lo digo enserio. He podido notar que eres alguien inteligente y digno de respeto. Creo que eres alguien astuto como yo, no crees que haríamos un buen dúo en el futuro ambiente competitivo que nos aguarda? Dos mentes piensan mejor que una, y en la academia definitivamente necesitaremos pensar. ¿Qué me dices? —Le repetí sonriente y confiado.

Me miró fijamente a los ojos, después rápidamente a la frente y luego a los ojos de nuevo. 

Antes de que ninguno de los dos dijera nada, fuimos interrumpidos por una chica de pelo castaño que se acercaba a nosotros.

La joven llevaba un vestido veraniego y un sombrero de paja con un lazo verde. No se preocupaba por las formalidades, su estilo era natural y informal. Su risa resonaba en armonía con el sonido de las olas, creando una atmósfera alegre y relajada.

Al acercarse, pude notar en sus ojos verdes destellos de emoción y curiosidad. No dudó en entablar conversación con nosotros, siendo capaz de contagiar su energía amigable a todos los que se cruzaban en su camino.

—¡Hola chicos! ¿Estais tambien matriculados a la Academia Omnitecnica? —Dijo alegre con una gran sonrisa.

Se podría decir que la pobre no llegó en muy buen momento.

El chico con el que me encontraba y yo giramos nuestras cabezas rápidamente, a la vez, mirándola fijamente de forma inexpresiva y seria.

La chica se estremeció y dio un paso para atrás, mientras se le desvanecía la sonrisa al instante.

De inmediato, fingí una sonrisa de oreja a oreja como si nada hubiese ocurrido y le tendí la mano.

—Si, si que somos matriculados. Soy Michael, Michael Lenhardt. Encantado de conocerte. —Le dije sonriente. 

La chica recuperó al instante su sonrisa y soltó una carcajada forzada mientras me estrechaba la mano.

—¡Hahahaha! Me llamo Sandra, Sandra Abril. ¡Un placer conoceros chicos! —Me contestó risueña

Brevemente, mire de reojo a el muchacho rubio que tenía enfrente.

Le sonreí cuando vi que me devolvía una mirada seria.

Arquee una ceja para animarle a que fuese amable y que saludara a la chica, a la cual había ignorado

El suspiro y la saludo sin mirarla a los ojos y de forma desinteresada para acontentarla. 

—Me llamo Édouard Delacroix. —Dijo sin mirarla a los ojos y con los brazos cruzados.

—Encantada Eduard. —Contestó Sandra riendo con los ojos entrecerrados.

 Édouard la fulmino con la mirada, como si le acabase de insultar.

—Édouard, no Eduard... tsk, olvidalo. —Informó molesto sin que la chica le llegase a oír.

Sin darme cuenta, el lugar se iba llenando cada vez más, y podía empezar a ver el trasatlántico que venía a recogernos acercarse al puerto.

Una otra chica en la lejanía llamó a Sandra. Esta reacciono al instante.

—Lo siento chicos, me llaman. ¡Nos vemos pronto futuros compañeros! —Exclamó mientras se iba corriendo, cogiendose del sombrero para que no se le fuese volando.

Gire mi cabeza de nuevo a Édouard, sonriente, y le extendí la mano por segunda vez, decidido a hacer un compañero de buen calibre para comenzar con buen pie el curso académico.

Iba a necesitar buenos aliados y contactos, así que Édouard me era de gran ayuda como amigo, y definitivamente no quería ganarme un enemigo el primer dia.

La verdad, hacer mi primera enemistad el primer dia no estaba dentro de mis planes.

Mucho menos, enemistarme con alguien que no se de lo que es capaz.

Édouard me miró pensativo un segundo, luego echó una pequeña risilla y me estrechó la mano mirándome a los ojos, pero, este vez, en lugar de rencor, había sinceridad en su mirada.

Me sonrió ligeramente y me dio una palmada en el hombro, como signo de amistad y confianza.

—Mas te vale invitarme a algo más tarde, Michael. —Me amenazó con una sonrisa y enfado amistoso en la cara.

La firmeza del apretón que me dio era intensa y no dejo de estrecharme la mano hasta que mire por detrás suyo y vi a mis compañeros, A4 y C4, o como ahora debería llamarlos, Katarina y Min-Kyung.

Técnicamente, cumpliendo nuestros roles en la misión, los tres no nos conocemos de nada, asi que tendre que actuar como si no lo conociese.

Edouard, al ver que estaba distraído, me soltó la mano y río entre dientes.

—El transatlántico nos recogerá pronto, más vale que empiece a hacer cola ya. —Me dijo Edouard dándome la espalda y yendo hacia el lugar donde el transatlántico de la academia iba a embarcar.

Podía ver como Min-Kyung y Katarina ya estaban en la zona de embarque, que se encontraba a unos 70 metros de donde nos encontrábamos edouard y yo. 

Estaban haciendo cola para hacer el embarque hacia el trasatlántico.

Edouard marchó, dejándome a mi solo en esa esquina del puerto sur, pensando brevemente .

Mire a mi alrededor y vi el puerto llenarse de futuros estudiantes de la Academia Omnitecnica Internacional. 

Decidí comenzar a dirigirme hacia el lugar de embarque, donde se encontraban una serie de adultos realizando unos preparativos para lo que supongo que seria el registro.

Mientras me acercaba, la luz dorada del sol se filtraba a través de las nubes, pintando de colores cálidos el agua del puerto.

El aire fresco del mar me acariciaba mientras caminaba por el muelle, lleno de actividad y expectación por parte de los cientos de estudiantes que ahora estaban reunidos.

A mi alrededor, el puerto bullía de actividad coordinada. El personal uniformado se apresuraba a realizar los últimos preparativos para la llegada del transatlántico, y la atmósfera estaba impregnada de una energía positiva.

Las banderas con el escudo de la Academia Omnitecnica Internacional del Nuevo Mundo ondeaban con gracia en el viento, añadiendo un toque de elegancia al escenario.

Al acercarme a la entrada del lugar de embarque, me encontré con una fila de automóviles lujosos en la calle de enfrente, cada uno descargando a los distinguidos matriculados de la academia.

Vestidos con elegancia, los estudiantes bajaban de los vehículos acompañados por sus familias, todos compartiendo la anticipación de la aventura que estaba por comenzar.

El transatlántico, una imponente maravilla en el agua, se erguía frente a todos nosotros mientras llegaba a hacer contacto con el puerto para que los estudiantes empezasen a embarcar. Su casco reluciente y su diseño majestuoso creaban una presencia imponente.

La tripulación, vestida con uniformes impecables, se movía con prisa y sin pausa para asegurar que todo estuviera listo para la travesía que se avecinaba. 

Podía ver desde lo lejos, mientras caminaba, como la tripulación del barco y los adultos del puerto se sincronizaban para asegurar que la pasarela de acceso a el trasatlántico conectaba correctamente el puerto con el transatlántico para poder empezar con los embarques.

Mientras caminaba, me detuve al escuchar a una chica del puerto que se encontraba al lado mio, a la cual siquiera me había dignado a mirar.

—Michael. —Escuche decir a alguien con una voz suave y seria.

Gire mi cabeza a la derecha para poder ver a una chica que me miraba con unos grandes ojos color miel, encima de una caja grande de madera. Tenía el pelo castaño y largo, que reflejaba la luz del amanecer.

—¿Como sabes mi nombre, nos has escuchado? —Dije con una risa curiosa.

—Mantén a tus amigos cerca... —Sugirió la chica misteriosa de ojos color miel.

—Y a tus enemigos aún más cerca. —Le conteste yo, citando con mi típica sonrisa a la frase icónica de un clásico del cine.

Sin moverse ni un pelo, la chica esbozó una leve sonrisa, como si hubiese superado alguna clase de prueba o si le hubiese dado buenas noticias.

Esta se dio la vuelta y volvió a mirar hacia el sol naciente, ignorando mi presencia.

Me quedé mirando a la chica un breve segundo, observando cómo miraba el amanecer como si fuese el ultimo dia de su vida, mientras yo procesaba esta interacción tan extraña.

Pude suponer que había escuchado mi conversación con Édouard, por eso sabe mi nombre.

"Chica rara" Pensé, continuando con mi camino.

Pero tranquila, chica misteriosa, esa es una lección que he tenido arraigada a mi alma desde que posea consciencia.