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Un chico de compañia

Una noche de principios de julio, un muchacho se asomaba desnudo por una lujosa terraza de un rascacielos en el corazón de Hong Kong.

Desde la terraza majestuosa del rascacielos, la ciudad nocturna se revelaba como un tapiz de luces destellantes y calles animadas.

Bajo el cielo estrellado, un joven, Viktor Fyodorov, que en su día a día desempeñaba el papel de chico de compañía, se encontraba absorto en la magnificencia de la metrópolis.

Las luces centelleaban como joyas urbanas, reflejando la vida pulsante que se extendía por las calles y los edificios imponentes.

El joven, envuelto en un halo de misterio y elegancia, contemplaba la coreografía luminosa de autos y transeúntes que danzaban en las arterias de la ciudad.

El muchacho dejó que la brisa nocturna acariciase su rostro mientras todas sus experiencias pasadas resonaban en su mente.

En cada rincón de la ciudad, yacían recuerdos de encuentros íntimos y conversaciones compartidas en la penumbra de habitaciones lujosas y locales exclusivos junto a millonarios, políticos y magnates.

Su vida, tejida con las expectativas de poderosos quienes buscaban su compañía, encontraba un instante de pausa en esa terraza elevada.

La sinfonía de la noche sonaba en su cabeza, compuesta de risas lejanas, murmullos de la vida nocturna y el suave rumor del tráfico que fluía sin cesar, todas las sensaciones imaginadas en su mente.

Las estrellas, apenas visibles entre el resplandor urbano y la polución, observaban silenciosas como testigos de las historias efímeras que se desarrollaban a sus pies.

Desde esa perspectiva única, Viktor se sentía como un actor en un escenario efímero, donde las emociones y deseos se entrelazaban con las luces intermitentes de Hong Kong.

Cada parpadeo de neón contaba una historia, cada calle ocultaba secretos, y en ese momento, el joven se permitía perderse en la nostalgia de las noches vividas en una de las muchas ciudades en las que había estado.

Se encontraba solo en el lujoso apartamento de su último cliente, Frederic Arnault. Un magnate que formaba parte de unas de las familias más ricas del mundo, con cientos de millones de dólares invertidos en una de las marcas de moda más famosas internacionalmente.

Viktor, casi desnudo, con un albornoz cubriendo su cintura, dejaba que el aire fresco de aquella noche veraniega le acariciase el torso.

Respiro varias veces de forma profunda, dejando que el aroma de la vida nocturna inundase los pulmones. 

Se acercó a la mesita que había al lado suyo en aquella terraza lujosa. 

Cogió de esta un teléfono móvil y una copa con vino tinto, mientras le daba unas cuantas vueltas a este para poder incrementar su aroma, no desperdiciando ni una sola sensación de aquel lujoso vino.

Tomó un sorbo, ahogándose en el placer que estaba sintiendo en aquel momento. 

Viktor saboreo cada segundo; las vistas, el sabor del vino, la frescura del aire contra su piel desnuda... 

Encendió el teléfono móvil y miro la hora.

11:57, aproximadamente 8 minutos. —Pensó.

Se le dibujó una sonrisa y se le dilataron las pupilas de la excitación.

El corazón le latía fuertemente contra el pecho. 

Dando saltos y bailando al compás de su imaginación, entró dentro del lujoso apartamento.

Las paredes de este estaban adornadas con detalles arquitectónicos impecables y con unas obras de arte contemporáneas de coleccionista, proporcionando un toque de sofisticación a cada rincón.

Los techos altos, decorados con molduras ornamentadas, conferían una sensación de amplitud y grandiosidad.

La sala de estar, cuidadosamente decorada, presentaba muebles de diseño cuidadosamente seleccionados, en el que en uno de ellos reposaba planchado un traje negro.

Frente a una chimenea de mármol, cómodos sofás invitaban a la relajación, mientras que una mesa de centro elegantemente dispuesta sostenía un costoso violín descuidado como si de un trozo de madera sin valor se tratase.

 Viktor fue danzando al son del silencio cruzando toda la gran sala de estar, recogiendo el traje, para luego ir frente a la chimenea y coger el violín de encima de la mesa y el arco de este del suelo. 

Regreso pues, dando saltos, a la lujosa terraza en la que se encontraba hace breves segundos. 

Lanzo de cualquier forma el traje para que éste aterrizara encima de una butaca, y se irguió de cara a la infinidad de la noche, mirando como la vasta ciudad nocturna resplandecía frente a él.

Encendió el teléfono móvil y miro la hora de nuevo, impaciente. 

11:58, aproximadamente 7 minutos, puede que menos. —Pensó con el corazón palpitando con fuerza.

El escenario estaba preparado, la luz tenue pero vivaz de la ciudad en la oscuridad de la noche le hacia de publico.

Con una elegancia natural, Viktor avanzó hacia el borde de la terraza, el violín cuidadosamente sostenido en su hombro descubierto.

Con manos hábiles y seguras, ajustó las clavijas y aseguró las cuerdas con precisión, disfrutando la familiar textura de la madera bajo sus dedos.

Con la gracia de un bailarín, colocó los pies ligeramente separados, sintiendo el refrescante frío del suelo bajo sus pies descalzos. Su espalda se enderezó, permitiendo que los hombros relucieran con confianza mientras sostenía el arco con gracia en su mano derecha.

Con un suave suspiro, Viktor elevó el arco y lo posó con precisión sobre las cuerdas. Una melodía comenzó a emerger, llena de emoción y elegancia.

A medida que la música fluía, los gestos de Viktor se volvían más apasionados.

Con los ojos cerrados, absorbido por aquella pasión, se balanceaba ligeramente al ritmo de la pieza que había elegido interpretar expresamente para una persona.

A aquella persona que, aunque no estuviese ahí, siempre le oiría tocar.

A aquella persona que, a diferencia de los demás, si podía escuchar la música.

Finalmente, con un gesto majestuoso, Viktor concluyó su actuación. El silencio se apoderó de la infinidad de la noche. 

Se quedó quieto, con los ojos cerrados, disfrutando del pasar del tiempo.

Tras unos breves segundos, le dio un beso al violín y acto seguido, dio múltiples pasos atrás de la terraza, alejándose de la barandilla que le separaba del abismo en aquel rascacielos.

Tras coger carrerilla, avanzó danzando, dando vueltas sobre si mismo velozmente con el violín en sus brazos.

A medida que se acercaba de nuevo al borde de la terraza, aumentaba la velocidad con la que giraba y la sonrisa de su rostro.

Tras llegar a la barandilla, usó toda su fuerza para lanzar el violín al abismo nocturno desde la altura del rascacielos, haciéndolo volar lo más lejos que pudo.

Se quedó mirando, apoyado a la barandilla de aquel balcón, como el violín volaba libre y desaparecía en la oscuridad de la noche.

Sonriente, fue directo a la butaca en la que había dejado el traje y se quitó el albornoz que tanto le gustaba, el cual solía usar como excusa para ir desnudo por el apartamento.

Encendió el teléfono móvil y miro la hora una vez más.

00:02, entre 3 y 2 minutos. —Medito sonriente.

Viktor comenzó a vestirse, ajustándose el traje con cautela. Primero se puso los pantalones, calcetines y zapatos, dejando su torso desnudo en el proceso.

Justo cuando estaba acabando de atarse los zapatos, el muchacho escuchó desde el balcón la puerta principal del lujoso apartamento ser abierta. 

—Justo a tiempo. —Se repitió en voz baja.

En ese momento, la puerta principal fue abierta por el joven magnate Frederic Arnault, que poseía una apariencia agotada. 

Victor saludo al magnate con una cálida y seductora sonrisa, mientras ambos entablaron una conversación en chino . 

—No esperaba tu llegada cielo. ¿No me dijiste que hoy te ibas a una fiesta privada de negocios? —Preguntó Viktor.

—Si bombón, pero he tenido un dia muy ajetreado y me he quedado sin ganas de ir. —Suspiro Frederic.

Viktor se le acercó a recibir al joven hombre, el cual se estaba quitando el abrigo, agotado.

Al llegar a él, le dio un beso en la mejilla.

Frederic reaccionó, abrazándolo y besándolo en los labios apasionadamente.

Tras su beso, Frederic reposo su cabeza encima del hombro de Viktor.

—Te ves cansado, amor. ¿Estresado del trabajo? Puedo relajarte como siempre hago... —Expresó con una mezcla de preocupación y seducción Viktor.

—Ha... Esta vez no es solo el trabajo bombón.. He estado hablando por teléfono con mi prometida camino a la fiesta empresarial y hemos discutido. Me he quedado tan frustrado que se me han ido todas las ganas de ir a la fiesta. —Suspiro estresado el magnate.

—Aww~ ¿Y has regresado por que estabas cansado? —Sugirió Viktor, sabiendo perfectamente cual era la respuesta.

—Discutir con mi prometida me ha recordado lo mucho que disfruto estar contigo. ¿Me tienes loquito, sabes? —Dijo Frederic.

Viktor no pudo evitar sonreír. Sabía perfectamente el efecto que tenía su encanto en hombres como él, y definitivamente sabía aprovecharlo.

—Estoy todo el dia en el trabajo pensando en llegar a casa para pasar toda la noche contigo, amor. Tu cara, tu cuerpo, tu carácter... todo de ti me encanta. —Expreso hipnotizado el magnate.

—¿Has venido a casa y te has saltado la fiesta solo porque querías verme? —Dijo el chico con ojos de cachorro.

Frederic sonrio y beso el cuello del muchacho. 

—¿Que haces con los pantalones puestos y sin camiseta? —Pregunto curioso Frederic.

—Me estaba vistiendo para bajar a cenar fuera. Como me habías dicho que no ibas a venir esta noche, tenía pensado cenar fuera y esperarte en casa para cuando regresaras. —Comunicó Viktor mientras se empezaba a poner la camisa interior del traje que sujetaba en la mano.

Frederic le sujetó del brazo y le miró a los ojos con una mirada cansada pero imponente.

—No te vayas, por favor. Pediré que te traigan comida. Ahora mismo solo necesito tu compañía y desahogarme. —Suplico el magnate.

Viktor sonrió.

—Por supuesto cielo, cualquier cosa por ti. —Dijo para tranquilizarlo, sonriéndole gentilmente.

El magnate le soltó del brazo y caminó hasta estirarse en el sofa del salon, suspirando agotado.

—Si por cualquier motivo quieres contarme algo sobre tu pelea con tu prometida para desahogarte, puedes contarme lo que quieras, yo estoy aquí para ti y encantado estaré de escucharte. —Sugirió Viktor, invitando al magnate a abrirse.

El magnate se frotó la frente para aliviar su dolor que cabeza.

—Pues lo mismo de siempre... Prometido con una loca por que mi familia me fuerza a casarme por conveniencia. —Expreso Frederic.

Viktor ya era consciente de que el magnate estaba comprometido de conveniencia con la hija de otra familia extremadamente poderosa.

—¿Y cual es el problema exactamente? —Preguntó Viktor.

—Me llama cada dia desde Dubai para interrogarme... A pesar de que nuestro matrimonio será por conveniencia, ella esta obsesionada conmigo. No se por que ahora de repente se ha obsesionado con la idea de casarnos en cuanto antes. —Dijo Frederic.

—Dejame adivinar; ¿se ha enfadado por que ha insistido en el matrimonio y tu no te has mostrado muy motivado? —Cuestiono Viktor.

—Exacto. —Afirmó Frederic.

En ese preciso instante sonó el teléfono móvil del magnate.

Viktor sonrió sutilmente. 

Frederic cogio la llamada y se puso a hablar.

Este, a los breves segundos de llamada, le hizo un gesto al joven chico para informarle que la que estaba llamando era su mujer.

Frederic, ocupado con la llamada, salió a la terraza y cerró la puerta de esta, para que el joven no escuchase la llamada.

Viktor, sin embargo, ya sabía que iba a ocurrir.

Al fin y al cabo, todo estaba yendo según sus planes.

A medida que avanzaba la llamada, Viktor podía ver a través del ventanal de la puerta de la terraza como el magnate se iba poniendo cada vez más nervioso, dando vueltas en círculos por todas partes.

Viktor aprovechó para acabar de vestirse y ponerse el abrigo negro del traje.

Al acabar la llamada, abrió la puerta de la terraza de golpe, con una cara espantosa.

Viktor, haciendo como el que no sabia que ocurria, puso una cara de preocupación digna de actor de cine.

—¿Que ocurre cielo? —Preguntó Viktor.

—Mierda... Mierda, mierda, mierda... ¡JODER! ¡Es mi prometida! Me ha dicho que ha leído un artículo de un periódico que insinuaba que yo tenía una amante aquí, en Hong Kong, y que ese era el motivo por el que residía aquí. Ahora se ha vuelto paranoica, exclamando que ahora el que yo quiera retrasar la boda le cuadra, y me ha inculpado de engañarla y de manipularla. —Grito sudando Frederic.

—"Idiota, el manipulado aqui eres tu." —Pensó Viktor, aguantandose la risa.

—Le he intentado convencer de que la noticia es falsa, nada más que un artículo hecho por un periodista en busca de drama y no me ha querido escuchar. ¡Me ha colgado la llamada, joder! Si decide terminar con nuestro compromiso... Si mi familia se entera... Me desheredarán... Cortarán lazos conmigo y mi fortuna se irá por el desagüe. —Balbuceo Frederic, temiendo que pasase lo peor.

Para disgusto del magnate, un nuevo mensaje de texto llegó a su teléfono. 

Sorprendido y con la mano temblorosa, se puso a leer el mensaje.

Al terminar de leerlo, la cara se retorció y emblanqueció, deslizándose el móvil de su mano.