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Parte III

El segundo día resultó ser un poco mejor que el día anterior. Aproximadamente 1,500 soldados se unieron a la fila este dia, a esos les iré sumando los otros 90 del día antes.

Quizás para todo un ejército de bestias horrendas, con velocidades sobre humanas y fuerza bruta no sean la gran cosa, pero al menos me servirán de carnada.

"Que horrible el sentimiento" pensé para mi "Tener que sacrificar a muchos humanos por el bien de la humanidad es algo que jamás me imagine haciendo".

Vi desde una torre a aquel ejército reunido, todos ellos con el pensamiento de la lucha contra las sombras que nos acechan noche tras noche. La verdad que eso estaba muy lejos de la realidad.

" Son solo el aperitivo de esos monstruos" pensé "Que los cielos reciban a estos hombres con agrado…"

Espero que al menos la mayoría de ellos estén conciencientes del peligro que esto representa.

— Este día resultó ser mejor, ¿no es así? — habló una voz gruesa y ronca detrás de mi. No me giré a verle pero él se acercó a mí de todas maneras. Se colocó a mi lado y soltó el humo de su boca mientras exhalaba felizmente.

— Al parecer; hoy se unieron más de la cantidad que yo esperaba.

— ¿Serán suficientes? — preguntó. Vi como me observaba de reojo esperando una respuesta positiva.

No había tal respuesta.

— No. Al menos no para defender al pueblo — le respondí — Tendré que hacer el resto del trabajo yo mismo.

— ¿Crees que puedas con tal responsabilidad?

— Lo intentaré.

— Bien. Porque deseo un resultado positivo.

— Posiblemente lo obtenga; pero no prometo que el ejército regrese. La mayoría morirá.

— Estoy consciente. Lo importante es que la mayor cantidad de mi gente logre sobrevivir, y si para ello tenemos que sacrificar unos cuantos, que así sea.

Diciendo eso se apartó de mí y fue en dirección a la salida.

Ese día, todos ellos entrenaron arduamente. Les hablé sobre las diferentes habilidades que poseía cada especie de monstruo.

Intenté prepararlos a cada uno para hacerle frente a esta situación, pero un solo día no basta para ellos, así que fui sincero:

— Quien piense no estar preparado para esto, puede dar la vuelta y regresar a casa. No sea que regresen metidos en una bolsa de piel y entregados a sus familiares para que les den digna sepultura.

Esperé pacientemente a que dijeran algo, o que simplemente se dieran la vuelta y se largaran del campo de entrenamiento. Pero solo se marcharon tres de ellos. El resto se mantuvo firme y decididos a luchar.

— Bien, entonces pueden ir a casa; los veré aquí en cuanto los rayos de luna toquen la tierra. Quiero que estén preparados para esto.

Y así, todos ellos se dispersaron y fueron directo a casa con sus familias. Esperaba que al menos pudieran despedirse de ellos, porque no regresarían nunca más. Al menos no con vida.

Tal y como les instruí, ellos esperaron en donde les indique; vestidos con armaduras y diferentes tipos de armas. Muchas de ellas no les servirían en lo absoluto.

— ¡Andando! — les grite desde la cima de una torre. El ejército empezó a moverse hacia afuera de la muralla, allá es donde lucharíamos contra el mal.

"¿Para que se hizo la muralla de todos modos?" Pensé con sarcasmo "Es inútil gastar dinero en ello, los monstruos no se detendrán con una simple estructura"

Guíe a los soldados hacia las afueras de la muralla. Les pedí dispersarse a todos los extremos del lugar, y que rodearan cada rincón para lograr detener a esas torpes alimañas.

— Ya casi… — murmure para mi. Observé como la luna ascendía hacia los cielos, colocándose en el lugar exacto donde debería estar para darle inicio a esta noche. Esa sería mi señal.

Cuando esto sucedió, regresé mi mirada hacia al frente; esperando ver a alguno de ellos venir hacia mi. Revise cada rincón del panorama y saque mi espada, la empuñe con fuerza en mis manos, sentí también como la sangre empezaba a correr en mis venas por la adrenalina y la presión mientras activaba mis demás sentidos. Fue entonces cuando todo se desató.

Los primeros en salir fueron los obscūrus; estos salían en cuanto la luna comenzaba a ascender al cielo, es decir, el inicio de la noche. Poseían cuatro brazos y dos patas traseras con pesuñas parecidas al de los caballos, también tenían colmillos afilados en aquel ocico alargado y ojos grandes con una pupila dilatada, al rededor de sus ojos tenían una especie de sombra que les permitía ver a través de las luces de nuestros faros. La mordedura de estos animales podrían ser fatales; ya que su ocico carga miles de bacterias mortales para el ser humano.

Una mordida bastaba para matarte, y en caso peor, convertirte en uno de ellos.

Todo dependía de cuánto resistiera tu cuerpo a las sustancias tóxicas de su saliva.

Sea como sea, ambas eran aterradoras para mi.

— ¡Vamos! — grite con fuerza dándoles señal a los guardias principales, a aquellos lque iban a la cabeza del ejército.

Los vi a todos luchar pero no habían buenos resultados, así que me lancé a la lucha ya que aún necesitaba a mis soldados con vida, al menos los que sobrevivieran en esta parte de la guerra. Lo peor aún no venía...

Me lancé. Luche contra ellos, con mi espada los herí de muerte a cada uno, esquive, patee, golpee y asesine a la mayoría. Di gracias a los cielos porque los pocos guardias principales que quedaban habían salido ilesos.

"Al menos pasarán a la otra ronda" pensé para mi "Bien, esta fue muy fácil"

— Lo siento… — se disculpó un adolescente — No fue mi intención…

— Solo concéntrate esta vez — le ordene — Alguien más podría morir a causa de un descuido tuyo; que esto no se vuelva a repetir.

— Lo intentaré… — me dijo con nerviosismo.

El joven se notaba algo asustado, vi como sus manos temblaban e intentaban agarrar la espada de manera correcta, sin embargo estaba fallando notablemente.

Pero aquí cada quien se defendía así mismo. Él tendría que agarrar valor o morir en el intento. No hay salida.

Y así mismo se fue desatando el nudo de la noche, por los aires vi venir criaturas de gran tamaño, con rostros similares al humano, alas de murciélago adheridos a las extremidades, pies humanos y cola de águila.

— Sirenas… — dije entre dientes — ¡Ahora!

Les señalé a los arqueros…