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El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · Guerra
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165 Chs

El rescate

  Gracias a la prevención del ministro de asuntos internos y externos se comenzaron a construir más campos de trigo y, de otras plantas comestibles, unos cuantos huertos de frutas y legumbres, así como de un pequeño campo de lino, ya que, bajo su análisis, la comida escasearía para los siguientes dos inyar (invierno), por el aumento en la población y, no fueron las únicas implementaciones, ya que, días antes se había inaugurado el nuevo campo de entrenamiento para los nuevos y viejos reclutas, permitiéndoles aprender formaciones de batalla, maniobras ofensivas y defensivas, emboscadas y, cargas de la aun pequeña caballería. También, por petición especial de los dos hermanos se comenzaron los preparativos de la guardia personal de su joven señor, escogidos de lo mejor de lo mejor.

  --¿Qué es lo que quieres hablar conmigo? --Preguntó desde detrás de su escritorio, con una mueca seria.

  --Trela D'icaya, la gran Sicrela (Siempre fuerte) Mujina ha estado entrenando día y noche, pero no ha obtenido el resultado que Trela D'icaya le concedió ese día...

  --¿Quieres que la ayude a despertar de nuevo? --Preguntó con frialdad.

  --No me atrevo a pedirle algo, Trela D'icaya, si no más bien es una súplica. Usted logró volver nuestra sangre al comienzo y, siempre tendrá nuestro eterno agradecimiento, pero, como sabrá, para que la gran Sicrela Mujina herede la Gota Divina, debe estar en su verdadera forma.

  --En realidad no lo sé, conozco tanto de sus costumbres como de los reinos humanos --Dijo, colocándose de pie y mirando hacia el arrodillado hombre--, para que entiendas, nada. Y seré directo contigo, no tengo planes de seguir tratando de desbloquear sus sangres.

  --Pero Trela...

  --Dijiste que obedecerías cualquier mandato mío y, que con gusto aceptarías la muerte si te ordeno morir, así que ¿En verdad deseas refutar mis palabras?

El padre de Yerena negó con la cabeza, sintiéndose impotente y triste, la maldición con la que había cargado su pueblo durante siglos era su mancha en su legado, el dolor más grande de sus vidas y, por eso mismo, al haber conocido a la persona que podía poner fin a ello les otorgó una felicidad inconmensurable, sin embargo, esa persona se estaba negando a ayudarlos, no teniendo más remedio que sentirse impotente con la situación.

  --No, Trela D'icaya, no me atrevo. --No levantó la mirada.

  --Reconozco el sentimiento por el que ahora pasas --Suspiró-- y, quiero que comprendas algo, no te estoy diciendo que no lo haré más, solo que por el momento no está en mis planes.

Y no era por orgullo, tenía un ligero temor de volver a caer enfermo y ser salvado nuevamente por la maga, por lo que esperó a que su habilidad fuera de un mayor nivel para volver a ocuparla.

  --Gracias --Levantó la mirada con una sonrisa, pues después de todo, aún había esperanza--, Trela D'icaya.

El joven lo miró, dándole la orden de que se levantase y se fuera y, al segundo siguiente lo hizo.

  --¿Qué es eso de Terla D'maya? --Preguntó Fira, intentando imitar el acento del padre de Yerena.

  --No lo sé, una vez me explicó el significado, pero ese día no le presté atención, por lo que no lo recuerdo bien, creo que significaba algo sobre "mi santo", o "nuestro más alto". Solo sé que es el título más alto que se otorga en su raza.

Fira asintió, sonriendo por escuchar la explicación de su señor, desde hace algún tiempo se había dado cuenta de que a su hermano y a ella los trataba diferente, alegrándose mucho por ello.

El joven volvió a su asiento, recargándose sobre el respaldo de la silla y, disfrutando de la quietud. Abrió sus ojos repentinamente al sentir ese a algo en su cuerpo, la intriga ya se había convertido en fastidio y, aunque sabía que la maga sufría de lo mismo, no se atrevía a volver a visitarla, no después de ese día, ya que, cada vez que la veía, sentía tan complicados sentimientos en su corazón que le provocaban dolor. Fira notó la extraña expresión de su señor, sintiéndose ligeramente alarmada, sin embargo, el joven no solo por eso había abierto los ojos.

  --Señor ¿Se encuentra bien?

  --Sí --Asintió--. Fira, tráeme un poco de té caliente. --Sonrió como nunca lo había hecho.

La dama asintió, retirándose un momento después.

  --Buenas tácticas --Su mano desfundó el cuchillo oculto en su atuendo con sumo cuidado-- ¿Acaso buscas matarme?

Al terminar su pregunta se levantó, arrojándose a dos pasos al frente para evadir el proyectil que se acercaba a su cabeza. Al voltear por completo observó a la silueta oscura que repentinamente había aparecido.

  --Sorprendente... --Dijo el individuo de detrás de la capucha.

Sonrió al notar que su cuchillo había asestado justo en el blanco: en el pecho del individuo, quién se tambaleó, tropezando con su escritorio y cayendo al suelo segundos después. El joven se le quedó mirando, antes de que su mente procesara algo de suma importancia.

  --Mierda, la maga.

Salió de su oficina como un rayo, yendo directo al pasillo de las habitaciones y, justo al llegar se percató que sus instintos no habían estado equivocados, pues dos de esos individuos acababan de matar a la guardia de la entrada.

Dentro de la habitación de la maga.

Dos individuos encapuchados y vestidos de negro entraron al oscuro cuarto, matando de un solo movimiento al guardia, quién no se había enterado de nada.

  --Dama Lettman, hemos venido a rescatarla. --Dijo uno de ellos.

Helda despertó de su sueño, observando al frente con un poco de dificultad por la oscuridad, al ver a los afamados asesinos de su madre, su corazón palpitó de alegría, Levantándose inmediatamente de su cama. El individuo sacó de su atuendo un extraño papiro enrollado que desprendía una poderosa energía volátil, pero al mismo tiempo en equilibrio.

  --¿Son solo ustedes? --Preguntó interesada.

  --No --Negó la cabeza con respeto--, aún falta el asesino al que se le encomendó la tarea de matar a quien se atrevió a capturarla, dama Lettman.

  --¿Uno?

  --Sí, dama Lettman, uno es más que suficiente.

  --¡Idiotas! --Gritó-- El no es cualquier hombre.

  --Correcto --Apuñaló cinco veces la espalda del asesino de atrás--, no lo soy.

El líder asesino volteó, mirando con sorpresa al joven que repentinamente había aparecido, sus piernas temblaron al notar su expresión, no podía creer que una persona tan joven pudiera desprender tal cantidad de intención asesina, a la vez de poner esa expresión de helada ferocidad.

  --¡Activa el pergamino! --Gritó Helda.

El asesino asintió, tomó de la mano a la dama y activó el papiro encantando, sin embargo, antes de lograr completar su tarea, el joven ya había cortado su cabeza, todo había sido tan rápido que él había creído que había podido escapar. El joven tomó el cuerpo de la dama y se arrojó al suelo, dejando que el vórtice se tragara al decapitado asesino.

*Has fastidiado los planes de rescate de la familia Lettman*

*Has ganado cincuenta puntos de prestigio*

El joven se levantó, mirando a la maga con una sonrisa siniestra.

  --Querías dejarme ¿No es así? Y yo que pensaba que nos empezábamos a entender, jejejajaja. --Comenzó a reír como un loco, algo que aterró a la dama sentada en el suelo, no atreviéndose a levantar la mirada.

El joven comenzó a caminar hacia el cuerpo del asesino muerto, desnudándolo y buscando en cada parte de su cuerpo por algún artilugio que la maga pudiera usar en su contra, pero al inspeccionar por completo y guardar los objetos en su inventario, comenzó a alejarse para hacer lo mismo con el guardia y, al terminar se dirigió a la salida.

  --Espera, no irás a dejarme aquí con esos cadáveres ¿Verdad? --Preguntó alarmada, con una sonrisa forzada--. Espera ¡Espera!

El joven se detuvo, volteando para observarla una vez más.

  --Disfruta de tus visitas.

Azotó la puerta.