Tan Bolin está en la etapa ocho. Su amigo en la siete. Debería poder con los dos. Aunque espero que no sea necesario. Llamar a las chicas es la última opción. Si eso sucede, tendríamos que matarlos. Entonces, todo será aún más difícil.
–No, lo siento. ¿Debería saberlo?– finjo ignorancia.
–Soy el novio de Fen Huan. ¿Te suena?– sigue. Hay ira en su voz.
Su amigo está detrás. De momento no me atacan. Pero podrían hacerlo en cualquier momento. Mi mayor ventaja es que creen que estoy en la etapa uno. Si solo quieren pegarme, igual pueda resistirlo con Armadura Interior.
No puedo negarlo. Sé que me vio salir de su cabaña. No sé si podré engañarlo un poco.
–Sí. La amiga de Bei Liu y Bi Lang. ¿En que puedo ayudarte?– pregunto sin mostrar emociones. O eso intento.
–¿Qué hiciste el otro día en su cabaña?– me interroga.
–Lo lamento. Me está prohibido dar esa información. Igual que lo que pase aquí. Excepto si me preguntan rangos superiores.
No me gusta su cara cuando le informo. Intento parecer calmado. Como quien no sabe de qué va esto. Pero no tiene buena pinta. Y menos cuando coge un cuchillo.
–Puedes decirlo por las buenas. O empezaré a cortarte los dedos hasta que hables. Quizás sea mejor empezar con tu polla– amenaza. Es difícil no percibir la ira en su voz.
–Si me haces daño, tendrás que pagar por lo que no pueda trabajar– le informo, en un último intento de disuadirlo.
–Cógelo. Que no se mueva– le ordena a su amigo.
Este da un paso hacia mí. No creo que sea un farol. Ni puedo arriesgarme. Así que dejo de contener el sello. Libero toda mi cultivación. No creo que lo puedan percibir. A este nivel no es fácil verlo. A no ser que te inspeccionan con sentido espiritual. No emitimos casi qi. Excepto cuando ejecutamos habilidades.
Su amigo recibe un codazo. Saco el bastón y golpeo a Tan Bolin con el arma en el estómago. Mientras se duele, me vuelvo y hago caer a su amigo. Y luego a Tan Bolin. No están acostumbrados a luchar. Acaban los dos en el suelo. Doloridos. Asustados. Les ato las piernas y las manos. Luego los ato juntos. Y en a la cama. También los amordazo.
Podría matarlos. Pero, de hacerlo, se sabría. Tendría problemas incluso siendo estudiante. Unas pocas contusiones no serán un problema. Me pongo enfrente del amigo de Tan Bolin. Debe de ser el dueño de la casa.
–Si no quieres morir, dame acceso a la barrera– le exijo, con el cuchillo en su cuello.
No se resiste. Está aterrado. Supongo que no ha salido nunca. Que no se ha enfrentado a peligros fuera. Una cosa es abusar de un esclavo, y la otra tener el frío metal de un cuchillo en la piel. Me da lo que pido. Luego hago que pierdan el conocimiento. Me llevo el cuchillo como souvenir. No quiero perder el tiempo buscando otras cosas. Cuanto antes me vaya, mejor.
Antes de hacerlo, decido vengarme. La verdad es que estoy bastante enfadado con ellos. Tenía que subir al reino del Alma pronto. Solo necesitaba unos pocos días más. Sin mayores problemas. Y estaba yendo bien. Han tenido que fastidiarlo. Ponerlo todo en peligro. Así que lleno un recipiente con la droga afrodisíaca. Se irá evaporando poco a poco. Cuando despierten, les habrá afectado. Estarán atados y calientes. Espero que sufran un poco.
Salgo de la cabaña. No hay nada raro en ello. Algo habitual en un esclavo. Me muevo entre la residencia de estudiantes. La conozco bastante bien. He pasado por ella cientos de veces. Elijo las zonas con menos gente. Salgo de la masculina y me acerco a la femenina.
Llego cerca de mi destino. Mierda. Hay alguien vigilando la cabaña. No es la primera vez. Les envío un mensaje a las gemelas. La piedra acordada. Saben lo que tienen que hacer. Cuando paso por delante de su cabaña, abro la barrera. Y las traigo justo en la salida. Debe de parecer que acaban de salir. Yo paso de largo.
Ellas caminan sin prisa. Charlando. Pasan por delante del que está vigilando. Al cabo de un rato, las sigue. Yo doy una vuelta. Me aseguro de que no hay nadie más. Y entro en la cabaña. Aquí estaré seguro. Por ahora. Pero no sé si me buscarán.
Evidentemente, no podía volver con el resto de esclavos como si nada hubiera pasado. En cuando se despierten y den el aviso, estaré expuesto. Y si no despiertan, es probable que alguien los busque. Y que me pregunten a mí. Que me interroguen. Así que esta es la opción menos peligrosa. O es lo que creemos.
Llamo al resto de las chicas. Están nerviosas. Solo saben que he llamado a las gemelas. Lo que significa que algo ha salido mal. Les explico todo.
–¿Cuanto días te quedan?– pregunta Shi preocupada, aunque ya sabe la respuesta.
–Sobre una semana– respondo.
–Esperemos que no te busquen aquí– casi reza Liang.
Queda poco. Y después aún hay peligro. Incertidumbre. Pero no podemos sino asumir nuestra situación. En parte, es más tranquilo estar aquí. Solo que terriblemente arriesgado. Terriblemente peligroso. Pero no será hasta mañana. Nadie debería echarme de menos hasta que no me presente al siguiente turno de trabajo. O hasta que ellos despierten y consigan desatarse. Y bajar su más que probable erección.
Ai, Shu y el resto se van a preocupar bastante. Lo lamento. Pero no podemos avisarlas. Sería un gran estupidez.
Al cabo de un rato, vuelven las gemelas de su paseo.
–¿Qué ha pasado?– pregunta Yu.
No tardamos en ponerlas al día. Ellas ahora son la pieza más importante. Tienen que reunir información para que podamos actuar. Para saber si me buscan y dónde. Y sin salir de la zona segura. Sin ponerse en peligro.
–Bueno, al menos tenemos a Kong para nosotras solas– me abraza Yi.
–Eso es verlo por el lado positivo– la mira Song.
–Y aprovecharse– protesta Yu, también abrazándome.
–Yo también quiero– ríe Shi, tirándose sobre nosotros.
Al final, acabamos unos encima de otros. Menos Lang y Wan, que no se han atrevido. Nos miran entre incrédulas y envidiosas. No podemos sino reír. Hay que reconocer que Yi ha conseguido animarnos. Aunque ha acabado enterrada. Menos que yo.
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Las gemelas duermen la primera noche conmigo. Con la excusa de que es su cabaña y su cama. Y con la complicidad del resto. Debe de ser el primer día que hemos tenido sexo sin ningún tipo de prisa. Sin tener que ir a ningún sitio el día siguiente.
Debería haber sido dulce y relajado. Pero también era el momento perfecto para mi venganza. Que estemos en problemas no significa que no pueda tomarme mi revancha. Y quizás nos ayude a relajarnos un poco.
Con la ayuda de Ning y Rui hemos puesto cuatro cuerdas. Luego las he probado con ellas. Estaban inmovilizadas. Con las manos y piernas abiertas. Sin tocar al suelo. Rui mirando al techo. Ning al suelo. Sus vaginas a la altura adecuada para que las penetrara sin dificultad. Además de que las cuerdas me dan margen para moverlas.
Ning gemía excitada. Rui algo menos exagerada. A las dos las he penetrado analmente. No sé que me excita más. Si ver el culo y penetrarla por atrás. O ver sus tetas y rostro mientras las follo. Siempre atadas y abiertas.
A Rong la he atado boca arriba. Y a Bronceada la he puesto encima. Bocabajo. Pecho contra pecho. Cara contra cara. Follándolas alternativamente. Haciéndolas besarse. Con lengua. Quería probar si las cuerdas aguantaban. Es una buena excusa para engañarme a mí mismo.
Luego las he ido llamando una a una. Shi la primera. De haber algún problema, me avisaría. No se ha resistido mientras la ataba. Ha preferido bocarriba. A veces bombeaba dentro de ella. Otras la movía. Dada su cultivación, el roce de las cuerdas no es problema. Aunque casi se cae cuando la desato. Después de varios orgasmos, atada y llena de mí, sus piernas no le respondían.
La he estado abrazando un rato. Y la he acabado follando de nuevo. Esta vez con delicadeza. En la cama. Besándonos. Hoy tenemos tiempo.
A Liang le ha tocado bocabajo. Ha sido muy sumisa. Shi me provocaba. Ella solo gemía. Y gritaba mi nombre.
También nos hemos quedado abrazados un rato después. Y me ha acabado cabalgando en la cama. Despacio. Suavemente. Con mucha dulzura. Hoy tenemos sesión doble de sexo.
Con Song, Liang me ha ayudado al principio. Tenía miedo de hacerle daño en la pierna. Pero no es tan delicada. Está soldada. Ese es el problema. Mal soldada. Y no puede caminar bien. Pero sí ser atada. Y follada. Con sus pechos rebotando. Con ella quejándose sin parar. Más seductora que enfadada.
Así que lo hemos hecho de nuevo. Otra vez atada. Después de darle la vuelta. Esta vez jugando mucho con sus pechos. Y azotándola por portarse mal. La he devuelto después de un largo y húmedo beso. Y haciéndole prometer que volveríamos a repetirlo.
Lang se ha asustado un poco al principio. Igual pensaba que había hecho algo mal.
–Es tu turno de ser castigada por lo de ayer. Como a las otras. Así que más te vale portarte bien. Al resto le ha gustado– le susurro.
Así que al final se ha calmado. Ha preferido bocabajo. Y ha disfrutado como ninguna. Cuando se lo he dicho, se negaba a mirarme a los ojos. Han hecho falta varios abrazos y besos para que lo hiciera. Estaba tan adorable que también la he vuelto a follar. Abrazados en la cama. A veces yo arriba. Otras ellas. Ha estado muy intensa. Muy activa. Y se ha vuelto a avergonzar luego. He tenido que prometerle varias veces que no diré nada. Claro que, me temo, que ella acabará confesando. Son muy persuasivas.
Con Wan ha sido parecido. Pero también la he convencido diciendo que a las demás les ha gustado. Prometiéndole soltarle si me lo pedía. Bocarriba. No me lo ha pedido. Como mucho pedía más.
–Mmmm, no me he acordado que tenía que azotarte también como castigo– le he dicho mientras la abrazaba tras follarla.
–¿Eso no duele?– me ha preguntado entre interesada y preocupada.
–¿Quieres probarlo? Siempre podemos parar– le aseguro.
Así que, a cuatro patas, la he follado por detrás. Primero la he azotado suavemente. He ido subiendo hasta que se ha quejado. Siempre añadía qi. Ha tenido un orgasmo bastante fuerte. Y también me ha hecho prometer no decir nada. Estaba muy seria. Puede que no consigan sonsacarle nada. No estoy seguro.
A las gemelas las he puesto una sobre otra. Como a Rong y Bronceada. Después de follarlas, las he puesto igual, cambiando posiciones.
Me han pellizcado unas cuantas veces en la cama cuando hemos ido a dormir. Aunque me han dado más besos. Lo peor es que han insinuado que les he dado ideas. Empiezo a arrepentirme.
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Me despierto abrazado a Yi y Yu. Aún están durmiendo. Son unas dormilonas. Las beso alternativamente. No despiertan.
Luego empiezo a jugar con sus pechos. Sus pezones. No despiertan.
Bajo hasta sus entrepiernas. Acaricio sus suaves vellos púbicos. Luego sus vaginas. Sus clítoris. Se van mojando poco a poco. Gimen entre sueños. Sigo jugando con ellas.
–¡Aaahh! ¡Kong! ¡¡¡Aaaaahhh!!!
Yi es la primera en despertar. Antes de que pueda reaccionar, la silencio con un beso. La abrazo. Ella me recibe. Con sus húmedos labios. Abre las piernas. También me abraza, Sus manos recorren mi espalda.
No tardo en penetrarla. En disfrutar de su interior. En luchar lengua contra lengua. Sus caderas contra las mías. Su vagina contra mi miembro. Ella apretándome. Yo penetrándola. Yo buscando sus puntos débiles. Ella los míos. Cada vez son más hábiles. Más peligrosas. Me corro en ella. Ella gime de placer.
Nos quedamos abrazados un rato. Cuando me giro, unos ojos verdes me están mirando.
–Me has dejado a medias– protesta.
Yi me empuja riendo hacia su hermana. Que me recibe en sus brazos. Que se pone encima de mí. Mueve su pelvis sobre mi miembro. Incitándolo. Provocándolo. Humedeciéndose ella también.
Al mismo tiempo, acerca sus labios. Tentándome. Pero los separa cuando me acerco. Jugando. Estrujo su pecho como represalia. Añado qi. Ella gime. Me reta con la mirada. Se vuelve a acercar. Me esquiva. Y me muerde el hombro.
Se ríe cuando me quejo. Y me acalla con un beso. Mientras lo hace, me introduce dentro de ella.
–Está hoy muy crecida– comenta su hermana.
Yu le saca la lengua. Luego se mueve sobre mí. Cada vez más rápido. A veces me besa. A veces me tienta. La muerdo una vez, como venganza. Estrujo su culo. Sus pechos. A veces los acaricio con suavidad.
Ella sigue acelerando. Llegando a su orgasmo. Incitando el mío. Colapsa sobre mí cuando la lleno.
–Buenos días– me susurra al oído.
–Buenos días, Mordisquitos– la provoco.
Y, como debería haber imaginado, me muerde. La miro haciéndome el enfadado. Y recibo otro mordisco. Esta vez es Yi.
–¡Dos contra uno es trampa!– protesto.
––Te aguantas— ríen las dos a la vez.
Al final, acabo lleno de pequeños mordiscos. Y a ellas riendo, satisfechas de su victoria. Es fácil dominarlas cuando pelean entre ellas. Cuando se ponen de acuerdo, tengo las de perder. Aunque, a pesar de los mordiscos, no puedo dejar de reír.
Se visten y se van a dar una vuelta. A ver como están las cosas. Espero que estén tranquilas. Necesito, por lo menos, unos pocos días más.