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Cumpleaños

Han pasado dos días. No ha sucedido nada extraño. No he vuelto a ver a aquel estudiante. Igual no era conmigo con quien estaba enfadado. Simplemente pasaba por allí.

Sai está durmiendo. Llena de mí. Dejo que Rui me limpie después de haberla follado de pie. Contra la pared. Como a Ning. A Rong y Bronceada las he hecho cabalgarme. Obligarlas a servirme.

Están bastante obedientes. Aunque no han mejorado mucho en su lealtad. Me tienen miedo. Y odio. Bronceada más. Pero ha aprendido a obedecer.

Me vuelvo a poner la túnica. No suelo hacerlo antes de recibir a las chicas. Pero hoy es diferente. Pongo mesas y sillas. Y llamo a todas menos a las gemelas. Ellas están esperando, nerviosas. Creen que se van a dar una sorpresa la una a la otra. No saben que el resto hemos estado conspirando contra ellas.

Las chicas han conseguido hacer algo parecido a un pastel. Yo he trabajado en la cocina estos días. Es fácil hacerse con ingredientes allí. No los tienen muy controlados. ¿Qué esclavo va a robar harina que no puede cocinar por sí mismo?

No ha sido fácil. La cocina es un lugar muy perseguido. Muy requerido por los esclavos. Se pueden comer las sobras. Pero entre favores y algo de antelación, lo he conseguido.

A escondidas, Yi le ha estado haciendo un collar a su hermana con una piedra que encontró. Y Yu unos pendientes. Es su cumpleaños. El de las dos. Han comprado algunos materiales con puntos. Separándose la una de la otra con cualquier excusa para hacer las compras a escondidas. Y fabricándolos a escondidas. Junto a lo que recogieron duran la expedición.

Las chicas han ayudado a las dos. Sin que las gemelas supieran que también ayudaban a la otra. Se han divertido bastante. En especial Bai Wan. Creo que es la que más ha disfrutado de poder conspirar contra sus primas.

Estamos todos sentados. Con bebidas, pastel y algo más de comida que he conseguido obtener, tenía guardada o las chicas han preparado. Llamo entonces a las gemelas. Cada una a un lado de la mesa.

–¿¡Qué es esto!?– se sorprende Yi.

–¿Qué pasa?– pregunta Yu.

–––¡Feliz cumpleaños!––– gritamos todos.

Tardan unos segundos en reaccionar. En avergonzarse. En sonreír.

–¡Malditos! ¡Habéis estado preparándolo a escondidas!– nos acusa Yi, casi con lágrimas en los ojos.

–Gra… Gracias– llora Yu.

Las hacemos sentar a la mesa. Entre risas. Y abrazos. Pronto se calman. Y exigen explicaciones. De cómo lo hemos hecho. De cómo hemos conspirado contra ellas. Sin que se dieran cuenta. A sus espaldas.

Entre burlas, les vamos contando. Entre exclamaciones de sorpresa. Algunas amenazas amistosas. Bromeando. Abrazos. Besos. Conmigo, un poco más apasionados. Y muchas risas.

El pastel está delicioso. Al menos desde el punto de vista de un esclavo. No sé si las gemelas o Wan piensan igual. Parecen disfrutarlo. Hay mucho amor puesto en él. Aunque fuera una piedra, nos lo comeríamos entre risas.Y, la verdad, está muy suave. Y dulce.

Todas han ayudado con una u otra cosa. Excepto las gemelas, claro. Yo no he podido ayudar en cocinar, pero sí en reunir ingredientes. Y algunas herramientas.

Estoy al frente de la mesa. Cada una de las gemelas a un lado. Me acerco a Yu. Le beso y lamo la mejilla. Tenía un poco de crema. Se sonroja. Se gira. Me besa en los labios por unos segundos.

Vuelvo a sentarme. Noto un extraño silencio. Miro alrededor. Todas me están mirando. Todas con crema en la mejilla. Eso sí que no lo esperaba. Se ríen. Supongo que de la cara que he debido poner.

–Más te vale empezar– ríe también Yu.

Así que, una a una, limpio la crema con mis labios. Y me relamo con los suyos. Ma Lang está algo tímida. Bai Wan completamente roja. Todas mirándola. Al final la aplauden. Lo que la hace ponerse más roja.

Paso junto a Yi al volver a mi sitio. Me coge de la ropa. Me susurra al oído.

–Dámelo.

Sin que su hermana lo vea, pongo en sus manos una pequeña caja, envuelta para regalo. Me siento. Yu me mira. Creo que quiere pedirme lo mismo. Pero hago ver que no me doy cuenta. Parece querer protestar, pero su hermana llama su atención.

–Felicidades, Yu– le dice, acercándole el regalo.

Su cara de sorpresa es adorable. Realmente no lo esperaba. Y eso que ella misma también lo ha hecho. Y que son gemelas. La abre y descubre un bonito collar. Quizás no es excepcional. Tampoco soy un experto. Pero está hecho a mano por su hermana. Sé que puede darse cuenta cuando lo coge en sus manos. Se levanta para abrazar a su hermana. Se le escapan algunas lágrimas.

Antes de volver, se acerca a mí.

–Pónmelo– me pide.

Me da la espalda mientras le pongo el collar. Y lo ato por detrás. El cierre es delicado. Hecho manualmente por Yi. No es una experta. Pero lo ha hecho con paciencia y dedicación. Mientras, las manos de Yu están a su espalda. Pidiéndome que le de su regalo.

–Estás preciosa– le digo, besándole en la mejilla.

Ella se sonroja ligeramente. Me sonríe. Sin dejar de sonreír, se vuelve hacia su hermana.

–Felicidades Yi.

Está tan sorprendida como Yu. ¿De verdad tampoco esperaba que su hermana hiciera lo mismo? Todos nos reímos. Wan se lo está pasando en grande. A mí me toca ponerle los pendientes. Besarla. Decirle lo preciosa que está. Está radiante.

Todas las felicitan de nuevo. Y alaban los regalos. Son sencillos y únicos. Las gemelas se vuelven a abrazar. Ya se pelearán más tarde. Quizás mañana.

De repente, todas se miran. Luego me miran a mí. Me temo lo peor. Y no me equivoco. No tardan en inmovilizarme. En decirme que merecen un premio por su esfuerzo. En follarme. Algunas medio vestidas. Otras se quitan la ropa.

Las gemelas están especialmente dulces. Desnudas. Solo vestidas con su regalo. Cabalgándome una sobre la entrepierna y la otra sobre mi boca. Mi lengua juega con su vagina. Su clítoris. Mi miembro penetro a la otra. Luego se turnan. Quizás acaben teniendo más atención que el resto, pero nadie se va a quejar. Al fin y al cabo, es su cumpleaños.

Me aseguro de que lo disfruten. De llevarlas al límite una y otra vez. De que se corran a la vez, abrazadas. Me gustaría abrazarlas también, pero me han atado.

Shi, Song y Liang me hacen una felación entre las tres. Imposible resistirse. Luego me besan dos mientras la otra se sienta sobre mí. Me acarician. Mirándome. La otra con sus pechos rebotando. Los modestos de Shi. Los aún más modestos de Liang. Los abundantes de Song.

Ninguna de ellas parece sentirse culpable por atarme. Liang me trata algo más dulce. Song y Shi se ríen más de mí. Las amenazo varias veces con represalias. No son amenazas infundadas. Pero no parece que les de mucho miedo. Más bien me sonríen sugerentes. Seductoras. Provocativas.

Ma Lang me cabalga sin dejar de besarme. Casi pidiendo perdón. Pero pienso vengarme de ella igualmente. Y lo sabe. Puedo que incluso lo desee.

Luego se van y me dejan atado. A solas con Wan. Saben que aún no se atreve a hacerlo delante de todas.

–Lo siento. No puedo soltarte– se disculpa.

–No te preocupes. Lo entiendo. Espero que tú también entiendas que tendrá consecuencias– la amenazo, sin poder evitar reírme.

Ella abre la boca para decir algo. Pero se calla. Aunque sonríe. Traviesa. Parece que va ganando confianza.

Acaba montándome. Sus enormes tetas rebotando. Su barriga apretada contra mí cuando me besa. Sus carnes tiemblan cuando se mueve. Y mañana pienso estrujar ese culo que ahora se esconde tras ella. Puede que incluso lo golpee. Aunque no sé muy bien como reaccionaría.

Luego se acaba durmiendo junto a mí. Está muy roja cuando se acurruca en mi pecho. Cuando le beso la frente. Pero acaba durmiéndose plácidamente. Aún estoy un rato con ella antes de devolverla.

Me acomodo junto a Sai. Aprovecho para acariciar sus llenos pero no enormes pechos. Antes he vuelto a comprobar que su qi tiene algo especial. Es como si reflejara el mío. Le he preguntado. Me ha dicho algo parecido. Aunque no le ha dado mucha importancia. ¿De qué le puede servir a una esclava?

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Hoy me he despertado pronto. Antes que Sai. Está acostada de lado. Aprovecho para acariciarla. Para besarla en el cuello. Para estrujar su culo. Para acariciar su pelo castaño.

–Mmmm. Aaaah– gime entre sueños

Se va incluso humedeciendo. Voy añadiendo qi. Subiendo la intensidad.

–¡¡Aaaahh!! ¡Kong! ¡Aaaahh! ¿¡Qué haces!?– se despierta, sorprendida y confundida.

–Despertarte– la beso en el cuello.

–¡Aaaahhhh! Pues tendrás que hacer más… ¡¡Aaah!! …si quieres despertarme– me dice sugerente.

No se mueve. Me deja hacer. Solo reacciona cuando llego a sus labios. Devolviéndome el beso. Cuando colabora en separar su pierna. En alzarla. En dejarme penetrarla. Los dos de lado.

Su mano acaricia mi brazo. Mi mano llega hasta su pecho. Mis labios y lengua juegan con su cuello y oreja. Con su hombro. Ella gimiendo. Llena de mi miembro. Entrando y saliendo de ella.

No es tan apretada como las chicas. Aunque pudiera, no tiene ninguna razón para provocarlo. Cuando más la dejen en paz, mejor para ella. Eso hace que no me vea tan presionado. Que no tenga que concentrarme tanto en no eyacular. Pero no por ello deja de ser deliciosa. No es comparable a las chicas, pero es sensual. Erótica. Y siempre ha sido buena conmigo. Y, por qué negarlo, me gusta follarla. Penetrarla. Abrazarla. Sobarla. Mimarla. Besarla. Llenarla de mi semen. Hacerla llegar al orgasmo. Oírla gemir.

–¡Aaaahh! No me importaría despertarme siempre así. Aaaah– confiesa, besándome.

Nos quedamos un rato abrazados. Es agradable sentir el calor de su cuerpo. Su tacto. Su olor. La suavidad de sus pechos.

–¡Aah! ¡Para! Tenemos que levantarnos…– me detiene Sai, reticente.

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Voy de nuevo todos los días por la mañana a copiar cuadernos. No es un problema. Pero sí el que vuelva a estar pedido. Esta vez es un estudiante. Al menos no es ese Bolin. Pero me tiene preocupado. Y no tengo tiempo de averiguar quién es o qué quiere. Por si acaso. Los planes del otro día siguen en pie.

Pero, antes, tengo que subir a Ma Lang. Le sorprende que sea tan fácil. Aunque seguramente ya se lo habían dicho. Ella ha subido siete etapas por sí misma. Y la octava ha sido un momento. Casi sin esfuerzo. Aunque el esfuerzo lo hace a continuación.

Por supuesto, es imprescindible comprobar su resistencia en la etapa ocho. Así que disfruto de su interior. De sus apetitosos pechos. De sus totalmente fervientes besos. Puedo notar que está un poco más devota a mí de después de subir. Aunque no mucho. Ya lo era bastante.

Excepcionalmente, ella me abraza y me besa. Me pide estar un poco más así. Juntos. Sin dejar de besarme durante un buen rato. Supongo que subir de nivel es la confirmación que le faltaba. Que no está por detrás de las demás. Que no es relegada. O considerada de nivel inferior.

Al principio, tenía que ser la sirviente de las chicas. Pero ya es una más. Aunque parece que le gusta hacer de sirvienta. Más que luchar. Lástima que, por ahora, no podemos prescindir de ella.

Es la primera vez que pide mimos. Que me sonríe así. Tan íntimamente. Parece feliz. Lo que la hace más preciosa que nunca. Cuando tengo que devolverla, no puedo evitar darle un largo y último beso.

Y parece que es muy fácil de leer. Al cabo de un rato está sonrojada. Rodeada de las chicas. Que la están interrogando. Creo que ha empezado cuando han visto que no dejaba de sonreír. Supongo que no le ha quedado más remedio que confesar todo. Liang la abraza. Song también, pero sin dejar de reírse.

No sé cómo, acaban todas abrazadas. Hablando de algo. Por desgracia, tengo que interrumpirlas al cabo de un rato. He llegado frente a la cabaña de los que me han alquilado. Tienen que estar preparadas.

Se abre la puerta y me recibe un estudiante que no conozco. Me hace pasar. Tengo que concentrarme para mantener mi sello. Puede romperse en cualquier momento. Y recuperar toda mi cultivación. Es una precaución necesaria.

Veo que hay otro estudiante dentro. Es el que me encontré el otro día. El que me miraba enfadado.

–Me llamo Tan Bolin. ¿Sabes quien soy?– me pregunta. Su tono de voz es hostil.

No estoy seguro del apellido. Pero el nombre es el del novio de Fen Huan. Y no creo que sea casualidad. Parece que, esta vez sí, me he metido en un problema serio.