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Capítulo 28: En la Sombra de lo Desconocido

Año 1765 a.C., Desierto hacia el sur de Tebas.

Adrian y Lysara, ahora lejos de las murallas opresivas de Tebas, se encontraban en un terreno desconocido, tanto literal como figurativamente. La vastedad del desierto se extendía ante ellos, un mar de arena y misterios que esperaban ser descubiertos. La noche, su eterna compañera, los envolvía en un manto de oscuridad, su silencio solo roto por el suave susurro del viento contra las dunas.

Lysara, aunque liberada de la amenaza inmediata de los guardias de Tebas, no podía evitar sentir una punzada de ansiedad ante la incertidumbre de su futuro. Adrian, por otro lado, parecía inmutable, su expresión tan imperturbable como siempre, aunque sus ojos dorados reflejaban una intensidad feroz mientras escudriñaban el horizonte.

Caminaron durante lo que parecieron horas, la arena desplazándose suavemente bajo sus pies, el mundo a su alrededor un vasto océano de sombras y siluetas. Adrian, a pesar de su exterior aparentemente indiferente, estaba en un estado constante de alerta, sus sentidos sobrenaturales sintonizados con el entorno, escuchando cualquier indicio de peligro.

Lysara, su voz apenas un susurro en la noche, rompió el silencio. "Adrian, ¿hacia dónde vamos? Este desierto es inmenso y no tenemos idea de lo que podemos encontrar."

Adrian, su voz tan baja y grave como la noche, respondió, "Hacia el sur, Lysara. He oído historias de civilizaciones más allá de este desierto, lugares donde podemos empezar de nuevo, lejos de las garras de Tebas."

Lysara asintió, aunque la inquietud aún se cernía en su pecho. "Pero, ¿y si nos encuentran, Adrian? ¿Y si nos persiguen?"

Adrian se detuvo, volviéndose hacia ella, su mirada fija en la de ella. "No nos encontrarán. Y si lo hacen, los destruiré."

Lysara, a pesar de la seguridad en sus palabras, vio un atisbo de algo más en sus ojos, una sombra de la bestia que yacía debajo. "Adrian, no puedes luchar contra el mundo entero. No podemos permitirnos ser descubiertos."

Adrian, su expresión suavizándose ligeramente, asintió. "Lo sé, Lysara. Pero no permitiré que nada te suceda. Juntos, encontraremos un lugar, un refugio donde podamos vivir en paz."

Y así, continuaron su travesía a través del desierto, cada paso los llevaba más lejos de Tebas y más profundo en lo desconocido. Las noches pasaron, convertidas en un desfile interminable de caminatas bajo las estrellas y descansos en las ocultas cavernas y depresiones del terreno.

Una noche, mientras descansaban en el hueco de una duna, Lysara miró a Adrian, su figura iluminada por la suave luz de la luna. "Adrian, ¿alguna vez te has preguntado por qué eres tan diferente a los otros vampiros?"

Adrian, su mirada perdida en la inmensidad del desierto, respondió lentamente. "No lo sé, Lysara. Siempre he sido así, desde que tengo memoria. Pero no me preocupa por qué soy así. Solo sé que lo soy."

Lysara, su curiosidad picada, presionó suavemente. "Pero, ¿y si hay una razón, Adrian? ¿Y si hay respuestas allá afuera que podrían ayudarnos a entender quién y qué eres realmente?"

Adrian, después de un largo momento de silencio, asintió lentamente. "Tal vez, Lysara. Pero por ahora, debemos concentrarnos en sobrevivir, en encontrar un lugar seguro. Después, tal vez busquemos esas respuestas juntos."

Y con esa promesa no dicha colgando en el aire entre ellos, continuaron su viaje, dos sombras moviéndose a través de la vastedad del desierto, hacia lo desconocido.