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Capítulo 29: Refugio en la Costa

Ciudad costera al sur de Egipto.

Después de semanas de viaje a través del implacable desierto, la visión de la ciudad costera en el horizonte fue un bálsamo para los ojos cansados de Adrian y Lysara. La ciudad, con sus edificios de piedra blanca y calles bulliciosas, se extendía a lo largo de la costa, las aguas del Mediterráneo brillando bajo el sol. Aunque la luz del día era un enemigo para ellos, la promesa de un nuevo comienzo en un lugar lejano de Tebas era suficiente para impulsarlos hacia adelante.

Se refugiaron en las sombras durante el día, ocultándose en las cuevas y grietas a lo largo de la costa, esperando la caída de la noche para hacer su entrada en la ciudad. La vida nocturna en la ciudad costera era vibrante y llena de energía, con mercados nocturnos y festividades que ofrecían una cobertura perfecta para los dos vampiros.

Adrian, con su imponente estatura y presencia dominante, se movía a través de las sombras con una facilidad felina, sus ojos dorados siempre vigilantes. Lysara, por otro lado, se mezclaba con la multitud, su belleza etérea atrayendo miradas, pero su expresión era de una cazadora, siempre alerta, siempre lista.

Encontraron refugio en una posada en las afueras de la ciudad, un lugar discreto donde los viajeros de lejanas tierras eran comunes y las preguntas eran pocas. Adrian, a pesar de su naturaleza reclusa, encontró un propósito en la protección, asegurándose de que su presencia no fuera detectada por aquellos que podrían buscar hacerles daño.

Lysara, mientras tanto, se encontró fascinada por la diversidad y la cultura de la ciudad costera. Los mercaderes de tierras lejanas traían mercancías exóticas y relataban historias de lugares más allá del mar. Aunque su interacción con los mortales estaba limitada por su naturaleza, encontró una especie de paz en la simple observación de sus vidas y costumbres.

Noches se convirtieron en semanas, y las semanas en meses, y la vida en la ciudad costera se convirtió en una nueva normalidad para Adrian y Lysara. Aunque la amenaza de descubrimiento siempre estaba presente, la ciudad ofrecía un tipo de anonimato que Tebas no podía, y en esa oscuridad, encontraron un tipo de libertad.

Adrian, en las raras ocasiones en que permitía que sus pensamientos vagaran hacia el futuro, se preguntaba si esta existencia, esta mezcla de sombras y secretos, era todo lo que la eternidad tenía para ofrecer. Lysara, por otro lado, encontró consuelo en la rutina, en la familiaridad de la vida nocturna de la ciudad.

Pero la eternidad es larga, y la paz, especialmente para criaturas de la noche como ellos, es efímera. Y en las profundidades de la oscuridad, nuevos peligros y desafíos esperaban, listos para poner a prueba la fortaleza de su unión y la profundidad de las sombras en las que habitaban.