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Señor Presidente: Usted es el padre de mis trillizos

—M... ¡Marissa! ¿Son mis hijos? —Los ojos de Rafael no se apartaban del rostro adorable de los niños. —No, Rafael. No lo son —dijo Marissa con una sonrisa fingida—. No son tuyos. ¿Recuerdas? —pestañeó de manera bastante dramática—. ¡Nunca nos casamos! Valerie Aaron, la hermana mayor de Marissa Aaron, dejó plantado a su novio ciego el día de su boda y se fugó. Para salvar las apariencias, la familia de Merissa le rogó que se casara con Raphael Sinclair. ¿La ironía? No se le permitió decirle a su esposo ciego que ella no era Valerie sino Merissa Aaron. El día de la exitosa cirugía ocular de Raphael, Marissa se enteró de que Valerie había vuelto para tomar su legítimo lugar como nuera de Sinclaire. Marissa intentó explicarle a su esposo que ella era la que estaba casada con él, pero él no le creyó. En vez de seguir convenciéndolo, la desconsolada Merissa decidió dejar la ciudad sin contarle su secreto. Raphael Sinclair era la definición clásica de una belleza impactante y era el único heredero del grupo de industrias Sinclair. ¿Qué haría él cuando se enterara que todo este tiempo la mujer que le ofreció su amor y su cuerpo no era Valerie sino su hermana menor Marissa Aaron? ¿Cómo reaccionaría al saber que era el padre de los bebés que Marissa llevaba en su vientre? ¿Iría tras Marissa para recuperarla? ¡Y la pregunta del millón! ¿Podrá Marissa alguna vez perdonarlo y volver a amarlo?

JessicaKaye911 · 都市
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336 Chs

239- Sé mío; Hazme tuyo

Marissa estaba segura de lo que iba a suceder en los próximos minutos entre ella y Rafael. Sin embargo, en el momento en que él salió del baño envuelto en esa toalla alrededor de su cintura, ella ya no supo qué hacer.

Él era tan guapo, y su cuerpo bellamente esculpido le enviaba escalofríos por la espalda. Se tragó duro cuando se dio cuenta de que él estaba allí, parado mirándola con esa hambre en sus ojos.

—Ah… Yo… mi teléfono… No puedo encontrarlo… —balbuceó con sus palabras, casi saltando de la cama, y fue al otro rincón de la habitación, donde estaba colocada su bolsa.

Con manos temblorosas, sacó su teléfono de su bolsa e incluso lo dejó caer al suelo.

—¡Mierda! —podía sentir su penetrante mirada en su espalda y eso le recordó que él debía tener una vista clara de sus bragas.

Rápidamente se giró, llevando su teléfono y su bolsa apretados contra su pecho.

—Est… esto… Yo estaba… esperando una llamada —intentó explicarle con una sonrisa temblorosa y él asintió con comprensión.

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