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Rujarquia Parte 1

Cuando Rujarquia era un Reino próspero y los clanes elementales protegían al Rey, Norcrania codiciaba las tierras fértiles del Reino. ¿Quién diría que un no y la posterior muerte del Presidente de Norcrania desencadenaría una extensa guerra con la llegada del nuevo gobernante? Setenta y cinco años después todo empieza a desbordarse para Rujarquia, el Rey está tan desesperado y la gente considera un suicidio unirse al ejército, aun así hasta el niño más rudo busca unirse. Tsuki siendo uno de ellos junto a sus amigos de la infancia, se une al ejército pese a las oposiciones de su familia. Conforme pasa el tiempo en la Academia militar ocurre un acontecimiento que la hace darse cuenta de la crueldad de la guerra. Pronto comenzará a cuestionarse si el objetivo de Kaleb, Presidente actual de Norcrania, es masacrar toda Rujarquia, o solo a los clanes por razones que el Rey y los clanes han estado ocultando. Buscará la respuesta a cada pregunta al par que se enfrenta al enemigo.

Lujan_Acosta74 · ファンタジー
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Capítulo 5: Academia Militar.

Shiroi supo que algo no estaba bien, así que fue a su casa. Desde hace meses se preguntaba quien inscribió a Tsuki en la Academia, porque a pesar de que ella puede inscribirse un adulto debía firmar por ella. Esta era una pequeña trampa que los militares tienen para que los niños intrépidos e inmaduros no se unan.

Por más que siempre apoye a su hermana, Mika no lo haría, menos Aiko; Cass tampoco, Hogomi, Nyx, Liam, Zephy, ni siquiera los padres de Rebecca. Solo quedaba alguien, Koru. Tsuki le había dicho que fue su tío abuelo quien firmó por ella, pero él fue a hablar con él en cuando volvió de su viaje a Gake, claramente lo negó.

Solo quedaba una pregunta: ¿Por qué Koru querría hacer eso? Volteó y Koru estaba detrás, solo había 1 metro de distancia entre ambos. N, definitivamente no quiere empezar una pelea en plena calle.

Llegó a su casa y buscó a Aiko en su habitación, y allí estaba. Se levantó a abrazarlo.

—Tenemos que hablar —dijo separándose.

— ¿Que sucede?

— ¿Recuerdas que Tsuki nos dijo que fue mi tío quien firmó quien firmó por ella? —Aiko asintió algo nerviosa—. Fui a hablar con él, después de que volvió de su viaje, me dijo que no fue él quien firmo por Tsuki.

— ¡¿Qué?! —Exclamó—, ¿Pero quién firmó por ella?

—Sospecho que fue Koru.

—N-no, el no haría eso —se sentó en la cama, atónita por lo que había escuchado—, él sabe que no quiero que Tsuki se una al ejército —Tartamudeo.

—Aún no sé por qué. No creí que el odio entre nosotros llegaría a tanto…

Tsuki estaba sentada al lado de Kageshi, se recostó en su hombro sin dejar de mirar la ventana, Rebecca conversaba con Hogomi y Kageshi, Shigo estaba callado, quería tener la conversación que nunca tuvo con Tsuki.

El tren pasaba por un bosque frondoso y oscuro, aún faltaba para que amanezca; pasaron por una estación de tren, muchos más subieron, había un chico que parecía tener la misma alegría y bondad que Rebecca, Tsuki se enderezó y se fijó en él, Rebecca hizo lo mismo.

Era gracioso y amable, estaba ayudando a los demás chicos a subir sus maletas y cuando le tocaba a él subir miró las ventanas del tren y se encontró a Rebecca y Tsuki, simplemente les saludo alegre, ellas hicieron lo mismo.

Subió al tren, y este nuevamente comenzó a moverse.

— ¿Lo viste? —Preguntó a Tsuki.

—Sí, me recordó a ti —respondió.

—Tenía el uniforme de la Academia, él también estará allá —exclamo emocionada.

Ahora tenía más ansias de llegar. Todos los vagones estaban en silencio, Kori y Miraiki se sentaron solos en uno de los apartados, ella seguía pensando en lo que sucedió en la estación, en lo que su padre había dicho; Kori casi no era el mismo, se había vuelto más frío y cortante, Mira apenas hablaba con él, sentía una soledad inmensa y triste.

Paso alrededor de una hora y a unos kilómetros podía verse un edificio desde la ventana del tren, estaban por llegar a la estación de tren de la Academia.

—Prepárense, llegaremos enseguida —Avisó Hogomi, al ver aquel edificio.

Ya estaba amaneciendo, los primeros rayos del sol iluminaban la estación de tren, todos los reclutas bajaron y con ayuda de los trabajadores bajaron sus maletas.

Tsuki y Bec observaron el cielo colorido.

—Chicas, vengan —las llamó Hogomi.

Siguieron el sendero del bosque, el cual tenía faros que alumbraban el camino, ya que la luz del sol aún no llegaba totalmente al bosque.

Estuvieron callados durante el camino, los demás reclutas que vinieron con ellos también estaban allí, Rebecca solo buscaba al chico de la estación de tren, pero no había señales de él, tampoco de Miraiki y Kori, Tsuki pensó que probablemente aún están en la estación.

El edificio cada vez se veía más grande y más cerca, se podía escuchar la respiración de muchos con nervios, lo cual ponía nerviosos a otros.

Había un chico en particular que tenía un semblante serio y no dudaba en ningún momento, se notaba que él si estaba preparado.

Finalmente apareció el chico de la estación de tren, tratando de calmar los nervios de los demás, fue en vano ya que al llegar al portón sus nervios aumentaron. Hogomi ya no estaba entre ellos, Kageshi lo buscaba con la mirada, ¿En qué momento se fue?

Al abrirse ingresaron, habían soldados en formación frente a ellos, todos con sus armas, luego estaba la Élite detrás de éstos, Hogomi ya estaba allí, como capitán de la Élite, con sus uniformes y mascarillas; y detrás de estos había un escalón, no estaba muy alto ni muy bajo, allí estaban los, Oficiales, Tenientes y Generales.

Muchos tuvieron que contener su emoción, pues habían oído de los miembros de la Élite y los altos mandos, todos los admiraban.

—Bienvenidos sean todos a la Academia Militar Kaiho-sha —dijo el General Supremo—, me atrevo a decir que son muy valientes al querer formar parte del Ejército Rujarco, seré honesto, los Norcranianos son peor de lo que creen.

Ustedes son muy jóvenes, piensan que en menos de un año serán parte de la Élite y al día siguiente traerán la cabeza de Kaleb —Rio suavemente después de pronunciar eso último, la mayoría los reclutas se quedaron sin palabras, era justo lo que pensaban, pero al oírlo de la boca de alguien como el General Supremo los hacía sentir como unos idiotas inmaduros—. Por suerte en la Academia los prepararemos para lo que sea, el resto dependerá de ustedes, a medida que avanza el año, probablemente, muchos decidan renunciar.

Sin embargo, no serán considerados cobardes por renunciar, los verdaderos cobardes son lo que hacen tratados con los enemigos para salvarse a sí mismos —Tsuki y Bec tuvieron el presentimiento de que se refería al Rey—. Estoy seguro que sus familias estaban en contra de que vinieran aquí.

Estarán bajo la supervisión del Instructor Sergei Bortsov, ex-capitán de élite, nosotros estaremos aquí para garantizar su seguridad, tienen prohibido salir de sus habitaciones después de las 20hs, tampoco ir al bosque solos —mientras seguía hablando, una mujer, que parecía ser de la realeza, se acercó al General Gunter y lo tomó de su brazo derecho, él la miró y acarició su mano discretamente—. Ahora todos irán a sus habitaciones, a las 12pm almorzaran y luego a las 15pm iniciarán los entrenamientos.

Todos siguieron a un militar que los guiaba a sus habitaciones.

— ¿Has visto a esa mujer? Era Lady Atalaya de Furui —susurró un recluta, algunos estaban murmurando lo mismo, hablando de lo hermosa y bondadosa que era.

—Silencio —ordenó el militar.

Tsuki y Rebecca dormirán en la misma habitación junto a una chica rubia, la habitación era lo suficientemente grande para las tres. Las mujeres estarían en el pabellón izquierdo y los hombres en el pabellón derecho del bloque 4.

No había muchas mujeres, eran pocas y el resto ya eran hombres.

En la hora del almuerzo, al ingresar al gran comedor la comida ya estaba servida, arroz seco con salsa boloñesa y algo de ensalada. Tsuki vió a Kori en el comedor junto a Mira, aunque quería hablarles creyó que sería mejor esperar a que estén solos.

Rebecca estaba al lado de Kageshi, Tsuki al lado de este y Shigo al lado de ella, luego llegó alguien más y se sentó junto a Rebecca, cuándo volteó a verlo casi se sobresalta, era el chico de la estación de tren, sonriéndole con calidez sin mostrar los dientes.

—Soy Tiago Bassett —se presentó, fijó su mirada en la comida frente a él.

—Soy Rebecca Taylor, un gusto —dijo con la misma calidez.

—Estoy ansioso de probar la comida —dijo, parecía que estaba a punto de babear. Rebecca soltó una risita.

Frente a ellos se sentaron otros: uno era el chico en la entrada que no parecía estar nervioso, tenía una tez no muy morena y el mismo semblante serio; al lado de este, una de las seis mujeres, era de piel oscura y su cabello era de un tono marrón algo rojizo, se veía más amable que el que estaba a su lado; del lado izquierdo de ella, estaba un chico con rasgos asiáticos, mirada amistosa y una expresión que confunde bastante, ya que no se sabía si estaba serio o está sonriendo. Por último, la rubia que estaba con Tsuki y Bec en la misma habitación.

Comieron cuando todos finalmente se ubicaron, el sabor de la comida era irresistible, los reclutas comen en un comedor aparte, los militares y miembros de la Élite también, los Oficiales, Tenientes, Capitanes y Generales en otro.

—De hecho, el edificio puede funcionar como un refugio, es gigantesco y tiene suficiente provisiones en la bodega —Dijo Tiago a Rebecca, ambos mantuvieron una conversación en el almuerzo.

—Es increíble —dijo mirando el techo.

— ¿Tu eres de la Etnia de los ojos ambarinos?, ¿No? —Preguntó mirando los ojos de Rebecca.

—Sí, mi madre pertenece a la tribu Sa'yju.

— ¿Y tu padre?

—Él es del extranjero —comió otro bocado— ¿Y tus padres a que se dedican?

—Mis padres trabajan en el ejército, fabrican todos los misiles y granadas que puedes encontrar, querían que yo trabaje solo como ingeniero militar, pero a mí me gusta probar mis granadas en combate.

— ¿Sabes hacer granadas? —Preguntó la rubia.

—Así es, toda mi familia sabe fabricarlas, es una especie de tradición —respondió.

Se interesaron en Tiago, no todos los días conoces a alguien que fabrica granadas, y a él le emociona hablar sobre, como él les dice, "sus bebes".

— ¿Y ustedes como se llaman? —se refirió a Kageshi, Tsuki y Shigo.

—Kageshi Yoru.

—Tsuki Kottayama

—Shigo Kemono.

Al presentarse, sus compañeros en la mesa se sorprendieron, se quedaron mirándolos.

— ¿Ustedes pertenecen a los ocho clanes?

Los tres asintieron.

—No somos los únicos —dijo Tsuki, refiriéndose a Kori, Miraiki y los otros dos que estuvieron con ella en la estación.

—Soy Aranen Hinotama, es un honor conocerlos —dijo la chica de piel oscura sonriendo, ella los sorprendió más a ellos—, una de las últimas descendientes del Clan de fuego.

— ¿Quién más es miembro de un Clan? —Preguntó Tiago a todos en el comedor. Kori, Miraiki, y otros 2 alzaron sus manos.

—No veo sus símbolos en sus cuerpos —dijo la rubia—, Soy Alicia Kaspbrak, por cierto.

Tsuki ladeo la cabeza y le mostró su marca en el cuello, Kageshi le enseñó su muñeca, Shigo su tobillo. Miraron a Aranen, se quitó la camisa militar —Tenía una camisilla negra debajo de esta— y la marca del Clan de fuego la tenía en su hombro.

—Increíble —dijo Tiago— ¿y ustedes?

—Yue Fei —dijo el de rasgos orientales.

—Vratar Rousseau —respondió el que estaba junto a Aranen, el no parecía interesado en la conversación, mucho menos se sorprendió cuando los chicos mostraron sus marcas.

—Eres muy serio, deberías sonreír —dijo Tiago.

—No es obligatorio —desvió la mirada irritado.

— ¿De verdad te llamas así? Se oye inventado —Mencionó Yue Fei.

—No es asunto tuyo.

—Al parecer se levantó del lado malo de la cama —murmuró Rebecca a Tiago.

El General Bradley entro al comedor para anunciar que en media hora se les dará un recorrido por la Academia y les enseñaran el arsenal.

De esa forma todos terminaron de comer y esperaron a que el General volviera para llevarlos.

En el territorio tomado por el enemigo aún había bosques, aunque también puestos de vigilancia. Un joven se ocultaba detrás de los árboles para poder pasar de largo esos puestos; estaba muy lastimado, tenía heridas en la espalda, además de marcas de aguja en los brazos y piernas.

Menos mal había conseguido matar a un guardia, se puso su traje para pasar desapercibido; continuó por un sendero que llevaba a lo que parecía ser, el territorio Rujarco, que aún no han reclamado, estaba lejos, pero sintió un gran alivio al ver que había algunas torres militares Rujarcas.

Las marcas de aguja le dolían, cojeaba con cada paso, trataba de ir lo más rápido posible.

Un aullido aterrador se escuchó, volteó y allí estaba una de las bestias que lo perseguía, junto a esta un hombre que tenía una ballesta, le acertó en la pierna y el chico cayó, el hombre lo sujeto del brazo y comenzó a forcejear, en instantes quedó inconsciente, la flecha tenía un tranquilizante que debió dormirlo.

El hombre tomó al niño y se lo llevó.

Lo más importante en este chico, es que sus ojos eran grisáceos, tenía ligeros rasgos orientales y una marca en la palma de su mano.

Al llegar a su destino, otras personas llegaron y se llevaron al niño en una especie de laboratorio, lo recostaron en la camilla, le inyectaron una medicina, lentamente comenzó a despertar.

—Señor, es la quinta vez este mes ¿Que deberíamos hacer con él? —Podía escucharlos hablar pero apenas. Logrando despertar totalmente, una voz se dirigió a él.

—Así que intentaste escapar, otra vez —reconoció esa voz, busco al dueño, estaba a su izquierda, Kaleb estaba sentado en una silla, tenía su máscara de cuervo puesta, se veía alto y fornido, se levantó de la silla y fue hacia él, quiso volver a huir pero los demás hombres en la sala lo sujetaron a la camilla—. Henry, no quiero matarte, mi paciencia tiene límites y si vuelves a huir, extraeré hasta la última gota de tu sangre de la peor manera posible —tenía una mirada amenazante puesta en Henry—, y no me gustaría hacerlo, ¿O acaso quieres eso?

—N-no —dijo temeroso.

—Bien, trato de que no sea doloroso para ti, pero, espero aprendas la lección —Volteó y se dirigió a la salida, antes de salir—. Doctor, no le inyecte anestesia, deje que sienta el dolor como castigo.

Los doctores se acercaron a Henry y le clavaron jeringas en sus piernas y brazos, comenzaron a extraerle sangre, el pobre chico gruñía del dolor, hasta que no pudo contenerse y gritó.

Kaleb era Presidente Democrático de Norcrania y General en General, ninguna persona había visto su rostro, a excepción de Trevor y algunos de sus hombres de confianza. Muchos Rujarcos aseguraban que al estar cerca, se siente una vibra pesada, como si de un ente demoníaco se tratase.