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El Asalto de Woodbury

Narrado por Héctor

Los días de tensa espera finalmente culminaron en un crepúsculo rojizo que teñía el cielo con colores de guerra. Desde nuestras posiciones detrás de las fortificaciones reforzadas de la prisión, observábamos cómo se formaban nubes de polvo en el horizonte: el preludio de la inminente tormenta de Woodbury.

El Gobernador no había blufeado. Frente a la prisión, un número alarmante de vehículos se alineaba, y las figuras armadas comenzaban a desplegarse con una eficiencia que denotaba entrenamiento y preparación. A mi lado, Rick daba instrucciones finales, su voz calma pero cargada de intensidad.

"Daryl, Héctor, están en el flanco este. Es clave mantenerlos alejados de las murallas. Cualquier brecha podría ser fatal," instruyó Rick, mirándonos directamente a los ojos para asegurarse de que comprendíamos la gravedad de nuestra tarea.

Asentí, aferrando mi rifle con una seguridad nacida de innumerables horas de práctica. Daryl, con su ballesta ya cargada, asintió también. Nos dirigimos a nuestra posición, cada paso resonando con el eco de nuestros corazones latiendo al unísono con el tambor de la guerra que se aproximaba.

No tardaron en comenzar los disparos. El sonido de balas silbando en el aire se mezclaba con el retumbar de explosiones menores—probablemente granadas caseras o cócteles Molotov. Desde nuestra cobertura, Daryl y yo devolvíamos el fuego. Mi entrenamiento y mis habilidades se pusieron a prueba de inmediato. Cada disparo que hacía estaba calculado para maximizar efecto y conservar munición. La precisión era mi mantra; respirar, apuntar, disparar.

A nuestro lado, un pequeño equipo manejaba un lanzagranadas improvisado, repeliendo un vehículo blindado que intentaba aproximarse a la puerta principal de la prisión. El vehículo estalló en llamas, un claro mensaje de que no íbamos a ceder fácilmente.

La batalla se intensificaba, y aunque estábamos logrando mantener a raya a las fuerzas de Woodbury, el costo era palpable. Cada explosión, cada grito de dolor de un compañero herido, cada disparo que nos obligaba a buscar refugio, era un recordatorio del precio de nuestra libertad y seguridad.

En un momento crítico, vi cómo un grupo de atacantes intentaba flanquear nuestras posiciones usando la densa vegetación como cobertura. "Daryl, a la derecha!" grité, apuntando hacia el movimiento sospechoso. Sin vacilar, nos reubicamos para interceptarlos.

La confrontación fue directa y brutal. Daryl y yo trabajamos en tándem, cubriendo cada uno los puntos ciegos del otro, derribando a los atacantes uno tras otro con una eficiencia mortal. Mi rifle se había convertido en una extensión de mi voluntad, cada bala una negativa a retroceder.

Cuando el polvo comenzó a asentarse y los últimos disparos resonaban en la distancia, quedó claro que habíamos repelido el asalto. Woodbury había subestimado la determinación y la capacidad de nuestra pequeña comunidad. Nosotros, en cambio, habíamos demostrado que no éramos sólo sobrevivientes, sino guerreros capaces de defender nuestro hogar contra cualquier amenaza.

Exhaustos pero victoriosos, regresamos al interior de la prisión. Rick nos recibió con un asentimiento de aprobación y alivio. "Bien hecho, ambos. Gracias a su valentía, hemos ganado hoy. Pero manténganse alerta. Esto podría no haber terminado."

La noche cayó sobre la prisión, y aunque el silencio finalmente retornó, era un silencio cargado. Nos habíamos defendido con éxito, pero a qué costo, y por cuánto tiempo podríamos mantenernos, eran preguntas que quedaban suspendidas en el aire, tan palpables como la brisa nocturna que curaba las heridas del día.

Después de repeler el asalto inicial de Woodbury, la tensión en la prisión no disminuyó. Todos sabíamos que el Gobernador no se daría por vencido tan fácilmente. Su primer ataque había sido una prueba de nuestras defensas, y aunque lo habíamos superado con éxito, era evidente que vendrían más desafíos.

En los días siguientes, reforzamos aún más nuestras fortificaciones y aumentamos las patrullas y entrenamientos. Rick y Daryl trabajaban sin descanso, planificando cada detalle de nuestra estrategia defensiva. Yo, por mi parte, me involucré en entrenar a otros miembros del grupo en tácticas de combate y puntería, usando mi experiencia para elevar la preparación de todos.

Una mañana, mientras supervisaba la instalación de nuevas trampas en el perímetro, uno de nuestros exploradores llegó corriendo, alarmado. "Vienen de nuevo," informó, jadeante. "Pero esta vez parece diferente, más organizado, como si trajeran algo grande."

Rick organizó rápidamente a todos en posiciones defensivas mientras yo tomaba mi lugar en la torre de vigilancia, desde donde podía tener una mejor vista del enemigo que se aproximaba. A través de mis binoculares, pude ver que el explorador tenía razón: el Gobernador había traído un pequeño tanque, seguramente planeando usarlo para romper nuestras barreras.

El corazón me latía con fuerza mientras observaba cómo se acercaban. Sabía que este enfrentamiento sería diferente; era una demostración de fuerza que podría decidir el destino de nuestra comunidad.

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, el tanque se detuvo y el Gobernador, protegido por sus hombres, salió a un lugar visible. Levantó un megáfono y su voz resonó a través del campo abierto que nos separaba.

"Rick Grimes, esta es tu última oportunidad de rendirte y unirte a Woodbury. No tienes que morir hoy," gritó, su voz llena de una confianza forzada.

Rick, firme y sereno como siempre, respondió con su propio megáfono. "Philip, hemos construido algo aquí que no estamos dispuestos a abandonar o someter a tu control. Defendemos la libertad y la seguridad de nuestra gente."

La tensión era palpable, el aire cargado con el peso de las decisiones que se tomaban en esos momentos. Después de un tenso silencio, el Gobernador dio la orden de atacar.

El estruendo del tanque al disparar fue ensordecedor. Trabajamos frenéticamente para contrarrestar el asalto, utilizando todo lo que habíamos preparado. Las explosiones sacudían el aire mientras maniobrábamos para neutralizar la amenaza sin precedentes que el tanque representaba.

En medio del caos, una explosión cercana me lanzó al suelo. Aturdido pero intacto, me levanté rápidamente, justo a tiempo para ver a un grupo de soldados de Woodbury aprovechar una brecha en nuestra muralla. Sin pensarlo, corrí hacia el punto de ruptura, disparando y derribando a los invasores uno tras uno.

El combate era feroz y directo, cada bala, cada movimiento contaba. Con la ayuda de Daryl y otros, logramos repeler el ataque, cerrando la brecha y asegurando nuevamente el perímetro. El Gobernador, viendo fracasar su asalto, se retiró con lo que quedaba de sus fuerzas.

Exhaustos pero victoriosos, nos reunimos dentro de la prisión. Rick puso una mano en mi hombro, su mirada llena de gratitud y respeto. "Hoy has salvado muchas vidas, Héctor. Has demostrado ser más que un luchador; eres un líder."

Aunque las palabras de Rick me llenaron de orgullo, sabía que la guerra aún no había terminado. El Gobernador volvería, y necesitábamos estar preparados para defender nuestro hogar, no importa lo que costara.

Tras el fallido asalto del Gobernador, la atmósfera en la prisión se tornó aún más grave y determinada. Rick y yo, junto con los demás líderes, pasamos largas horas planificando defensas adicionales y estrategias de contraataque, sabiendo que el próximo encuentro con Woodbury podría ser inevitable y aún más brutal.

En medio de la preparación, recibimos noticias inquietantes a través de uno de nuestros exploradores: el Gobernador estaba reuniendo no solo a más hombres, sino también recursos significativos, posiblemente incluyendo más armamento pesado. Era claro que su próxima acción no sería simplemente otro intento de asalto; sería un intento bien planeado de aniquilación.

"Tenemos que ser más astutos y más fuertes," afirmó Rick durante una de nuestras reuniones. "No solo debemos pensar en cómo defendernos, sino también en cómo neutralizar esta amenaza de manera permanente."

La tensión dentro de la prisión aumentó, y con ella, la necesidad de mantener la moral alta. Me tomé un tiempo para hablar con cada miembro del grupo, compartiendo palabras de aliento y reforzando la visión de que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío. A pesar del miedo palpable, la resiliencia del grupo era notable, cada persona dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger nuestro hogar.

Una mañana clara, mientras patrullábamos el perímetro, Michonne se me acercó, su expresión seria y contemplativa. "Héctor, he estado pensando en una posible debilidad en Woodbury que podríamos explotar," dijo, mirando hacia el bosque como si pudiera ver más allá, hacia nuestro enemigo. "El Gobernador confía demasiado en su percepción de control; su arrogancia podría ser su caída."

Escuché atentamente mientras Michonne delineaba un plan para infiltrarse en Woodbury, recolectar información crítica o incluso sembrar desorden desde dentro. Era un plan riesgoso, sin duda, pero la audacia de Michonne y su claridad estratégica eran convincentes.

Llevamos la idea a Rick, quien después de considerarlo cuidadosamente, dio su aprobación condicional. "Necesitamos más inteligencia sobre sus capacidades y, si es posible, debilitar su posición sin un enfrentamiento directo. Michonne, Héctor, confío en ustedes para esta tarea."

Los preparativos se llevaron a cabo con discreción. Michonne y yo, junto con un pequeño equipo de voluntarios, nos equipamos para la misión, cada uno consciente del peligro que implicaba. La noche antes de partir, me encontré incapaz de dormir, repasando cada detalle del plan en mi mente.

Al amanecer, nos deslizamos fuera de la prisión bajo la cobertura de la neblina matinal. Nuestro viaje a Woodbury fue tenso, cada sonido del bosque elevando nuestros sentidos al máximo. Al acercarnos, el peso de lo que estábamos a punto de hacer se asentó sobre nosotros con una intensidad abrumadora.

Infiltrarse en Woodbury requirió de toda nuestra astucia y habilidad. Utilizamos las sombras y nuestra comprensión del terreno para evitar patrullas y cámaras de vigilancia, moviéndonos hacia nuestro objetivo con una precisión casi fantasmal.

Una vez dentro, la realidad de nuestra misión se hizo palpable. Cada paso dentro de Woodbury podía ser el que desencadenara un caos incontrolable. Sin embargo, guiados por Michonne, logramos recabar información crucial y observar las debilidades en la defensa de Woodbury que antes no habíamos visto.

Regresamos a la prisión con información valiosa y sin haber sido detectados. Nuestra misión había sido un éxito rotundo, proporcionando a Rick y a los demás la inteligencia necesaria para preparar un contraataque efectivo. Sin embargo, el conocimiento de lo cerca que estábamos de la catástrofe pesaba en todos nosotros.

"Esto nos da una ventaja," dijo Rick, revisando los informes. "Ahora, preparemos nuestro próximo movimiento. Esta guerra aún no ha terminado, pero hoy, estamos un paso más cerca de la paz."