Actualmente, Abadón y Lillian estaban sentados en la mesa con Sif.
Algo de lo que se enorgullecían como padres era que, aunque sus hijos podían ser revoltosos, nunca los habían estresado ni hecho sentir que tenían que tomar un cinturón.
Pero después de cuatro minutos de hablar con Sif e intentar disuadirla de ir a Asgard, estaban más estresados de lo que habían estado jamás con ninguno de sus hijos, y seriamente considerando tomar un cinturón.
Incluso ahora, ambos estaban a momentos de arrancarse el precioso cabello mientras intentaban hacer entender su punto una última vez.
—Sif —Abadón comenzó tan pacientemente como fue posible—. No podemos en buena conciencia permitir que regreses a casa dado la premonición de Lillian y las circunstancias actuales que sin duda te esperan.
Abadón estaba orgulloso de sí mismo, ya que sentía que había controlado suficientemente sus impulsos y no había dicho nada que fuera malo o innecesario.
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