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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

Blond_Masked · LGBT+
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32 Chs

Capítulo 28. Panorama infernal

| | A R T H U R | | 

Estoy en mi vieja casa, el lugar donde pasé la mayor parte de mi infancia. Es de noche y me encuentro sentado en la alfombra de la sala junto a Nicolás, jugando, creo.

Alzo la mirada observando vagamente los muros amarillos de mi hogar. Veo a mis padres sentados en el pequeño comedor de la cocina conversando mientras comparten una taza de algo que no estoy seguro si es té o café.

El rostro de mi padre se gira en mi dirección, sonriendo gentilmente y adornando sus ojos oscuros con una mirada dulce que logra transmitir su calidez.

[ . . . ]

Abro los ojos abruptamente, despertando en el sofá de la sencilla sala. Parpadeo repetidas veces confundido por el sueño.

Era un recuerdo difuso cuya imagen era difícil de mantener concretamente sin que los alrededores se opacaran con la niebla del olvido. Yo era muy pequeño para poder recordarlo, menos aún que empezaba a olvidarlo.

La única razón por la que creí esa peculiar escena que parecía carecer de importancia permanecía entre las profundidades de mi mente, era gracias al sentimiento afectuoso que logré sentir al mirarlo a los ojos.

— ¿Estás bien? —me giré encontrando a mi hermano sentado de una forma en el otro sillón, leyendo un libro sobre... ¿Prostitución?

Cuando me removí sobre mi lugar, me sentí extraño de la cadera hacia abajo, pero después de lo que había pasado en la escuela, supuse que era algo normal. No podía moverme mucho sin tener molestias en el cuerpo.

Mi rostro se encendió de rojo cual luz de navidad.

— ¿Qué te pasa? —mi hermano volvió a llamar mi atención con su típica voz espesa, despegando la mirada del libro que sostenía con una sola mano.

De repente, el silencio nos invadió.

Recordé mi sueño y la coloración de mi rostro disminuyó, centrándome en lo importante.

— Yo... creo que soñé con papá —la única reacción que recibí fue la leve curvatura ascendente de sus cejas.

Volvió la vista a su libro.

— Ah, ¿sí? —sonó indiferente, casi aburrido de haberme escuchado hablar de él.

Mi mente viajó tiempo atrás. Haciendo memoria, nunca le había preguntado qué le sucedió en España y sentía mucha curiosidad.

— Nick...

— ¿Qué? —tuve la inseguridad de si realmente mencionar lo que iba a decir a continuación.

— ¿Qué le pasó a papá? —volvió a levantar los ojos, esta vez, con una amonestación punzante.

— ¿Por qué te interesa?

— Bueno... No lo conocí muy bien y casi no recuerdo nada de él. Siempre lo sentí ausente de mi vida y aún después de tantos años, sigo sin saber nada sobre él. A pesar de todo, fue el único padre que tuve —cerró rápidamente su libro con el separador de por medio y me retraje por el repentino golpe.

Hizo el libro a un lado para postrar su mirada sobre mí.

Se recargó extendiendo los brazos a lo largo del respaldo y cruzando las piernas, poniendo una sobre la otra. Una sombría mirada le delineó los ojos.

— Murió. Eso es todo.

— Eso lo sé, pero siempre me pregunté... cómo —la sonrisa que se alzó en sus carnosos labios me causó algo de pavor.

— Ese no es un buen tema de conversación, Arthur.

— ¿Por qué no, Nick? Tal vez ya no importe ahora, pero siempre quise saber qué tipo de persona era.

Cambió de posición inclinándose hacia enfrente, apoyando sus codos sobre las rodillas.

— ¿Quieres saber qué tipo de persona era? Bien: era un idiota. Es todo lo que necesitas saber.

— ¿Qué? ¿Por qué... ? —el peso de su expresión me advirtió que se molestaría si volvía a preguntar.

Desconocía él por qué quería evitar el tema. Asumí que se relacionaba con algún trauma que presenció y lo marcó de por vida o simplemente se sentía incómodo al hablar de ello.

Fuera como fuera, no quería hacerlo enojar.

— Lo siento —la decepción se alojó en mi pecho y se filtró en mi voz.

Se levantó y dirigió a la ventana.

— Esta noche tendremos una cena familiar en mi mansión, pero hay un lugar al que quiero llevarte primero.

— ¿A dónde?

— Necesitas un traje para la cena.

[ . . . ]

Tras salir de la tienda vestido con un caro y elegante traje azul marino, nos transportamos a la mansión de Nicolás tras ponerse el sol, donde esperamos en la sala por los invitados. El hogar se llenaba con voces que aumentaban con el transcurrir de los minutos; mientras mi hermano los recibía, yo aguardaba sentado en un sillón individual contemplando el espacioso salón cada vez más lleno. 

El señor Greg llegó acompañado de Robert, una mujer de cabello rubio cenizo recogido en un chongo y otra pelinegra, un sujeto castaño relativamente joven que asumí era otro de sus guardaespaldas y cinco grandes hombres entrajados detrás de ellos.

Jordan llegó en su propio auto poco tiempo después de ellos. Al entrar y ver a Nicolás esperándolo en la puerta, hizo una ligera reverencia con la cabeza y lo pasó de largo, sin volver a mirarlo. 

¿Soy yo o esos dos… ?

— Gracias por venir. Síganme por favor —una vez todos reunidos, nos dirigimos al amplio salón del comedor iluminado por numerosos candelabros dorados en el salón. 

Los guardaespaldas se ubicaron en cada costado de las puertas. Unos en la entrada principal, otros en la del comedor y el resto permaneció afuera, distribuyéndose por cada flanco del jardín.

Una vez dentro, Nicolás y "su padre" tomaron lugar en cada cabecera. Mi hermano me asignó un lugar a su lado y Jordan se sentó a su derecha mientras que a los costados del anciano se ubicaban el hombre pelirrojo y aquel castaño que desconocía, junto a las dos mujeres.

— Me complace que hayas venido, padre. Sé que eres un hombre ocupado.

— Un hombre nunca está lo suficientemente ocupado cuando se trata de su familia. Además, quise aprovechar para hablar contigo sobre cosas... indispensables.

— Eso puedes esperar. Hablaremos después de la cena, ¿te parece? Pero antes, quiero aprovechar esta ocasión para presentarle a Arthur a nuestra familia —reaccioné cuando dijo mi nombre y alcé la cabeza pese a mis articulaciones tensas por los nervios.

Nick puso una mano sobre mi hombro y me fue señalando a cada persona sobre la mesa.

— Ya conoces a Zoltan, él es mi guardaespaldas de confianza. Cuando yo no esté, si necesitas algo, puedes acudir a él para cualquier cosa; él es su padre. A menudo vas a escuchar que lo llaman "Varón", pero tú puedes llamarlo Robert.

— Mu… Mucho gusto, señor —exclamé tímidamente estrujando mis húmedas manos mientras el mayor de los pelirrojos asentía cordialmente como un gesto que indicaba un placer mutuo.

— La rubia es Nina. Es como una tía para mí igual que Cassandra –la de pelo negro– quien es la secretaria de Robert —las saludé respetuosamente al igual que a Robert, recibiendo gestos cordiales y ademanes de las damas.

Su apariencia era engañosa, nadie esperaría que unas mujeres que se veían como ellas fueran de la mafia.

— Y los sujetos que están detrás de mi padre son sus guardaespaldas —señaló al castaño primero—, ese es Gustaf y el otro… —En algún punto, empecé a saturarme de tantos nombres, pero pretendí seguir prestando atención.

— Bueno, padre, Arthur está algo nervioso, pero espero que todos hagan que se sienta cómodo poco a poco —tragué saliva al sentir que todos me miraban y tuve que aparentar una sonrisa.

— Claro, Nick. Estoy seguro que Arthur se acostumbrará muy pronto a nuestra familia —sonrió mordaz.

Algo en sus expresiones pacíficas me parecía sumamente inquietante.

— Por ahora, padre, disfruta del espectáculo —al tronar los dedos, la mayoría de los candelabros se apagaron dejándonos en penumbras, apenas con visualización tenue, siendo reemplazados por una iluminación de luces coloridas.

Una melodía lenta y sensual se reprodujo de alguna, o quizás más bocinas dispersas en la habitación, inundando el lugar con su tema musical conforme subía el volumen.

Nuestra atención se centró en un par de figuras femeninas surgiendo de la negrura del pasillo frente al comedor: Dos bailarinas semidesnudas con maquillaje sobresaliente; tanto el labial fosforescente de sus labios como las sombras que enmarcaban sus ojos, se balanceaban sobre sus pies envueltos en llamativos tacones. El movimiento de sus caderas meneaba una delgada tela transparente colgando de estas, atadas a los costados de una tanga con brillos en los bordes, similares al diseño de los sostenes que apenas si cubrían unos voluptuosos y firmes pechos con pequeños triángulos sobre los pezones.

Desvié la mirada a mi plato incomodado por tal exhibición y me encogí en mi lugar hundiendo la cabeza entre mis hombros, sin deseos de mirar.

No tenía interés en ver el cuerpo desnudo de una mujer, no sólo por mis preferencias, sino por vergüenza.

Sentí que Nick me miraba y reía discretamente de forma burlesca, pero no tuve ímpetu para voltear y confirmarlo.

Las mujeres movieron sus cuerpos, dirigiéndose a una especie de plataforma de dos escalones de altura donde se apreciaban tres tubos perfectamente separados; el de en medio estaba más adelantado que los demás mientras que los otros dos se encontraban perfectamente alineados. 

Una de las chicas envolvió estratégicamente sus piernas en el tubo central y se sostuvo de este inclinando su espalda hacia atrás dando inicio a un exótico baile.

Miré a mi alrededor; mientras varios bebían, otros fumaban, incluyendo a Nick. Me sentía totalmente fuera de lugar entre esta gente. 

Mantuve mis manos bajo la mesa, apretando ansiosamente mi pantalón con mis palmas sudorosas, impaciente de que terminara. 

Algunos de los hombres empezaron a silbar y aplaudir por algo que estaba pasando en el espectáculo, despertando mi curiosidad y aunque no estaba seguro de querer mirar, la tentación era más fuerte. ¿Por qué se emocionaban tanto?

Volví mis ojos hacia el show abriendo los ojos incrédulo al descubrir a una tercera chica. 

A diferencia de las otras chicas que vestían de morado, el color de su vestimenta era roja, pero su cuerpo era más pequeño y delgado. Más… juvenil. 

La sencilla máscara de zorro me impedía verle la cara, pero su corte de cabello cuyo tono me era difícil adivinar por la iluminación de colores, me parecía muy familiar.

La chica se meneaba sobre la plataforma con naturalidad pero desbordando cierta pasión con cada uno de sus movimientos. Era una combinación perfecta entre elegante y seductora que era alabada por los hombres del lugar, al menos la mayoría.

En medio de andanzas y vueltas, juraría que la chica más pequeña le lanzó un beso a Nick que este recibió con una sonrisa de regocijo. Ese gesto me puso más tenso de lo que ya estaba e hizo que mi sangre se calentara, pero no supe por qué razón.

Simplemente desvié la mirada con disgusto.

Pasados unos diez minutos, el show por fin terminó. Las luces se encendieron y la música bajó de volumen hasta desvanecerse en el aire.

Exhalé de alivio, liberando a mi cuerpo de la tensión por la que fue apresado desde que nos habíamos sentado en la mesa.

Las mujeres, ligeramente agitadas, se dispusieron a bajar de la plataforma y se dispusieron a retirarse del comedor, no sin antes que la más pequeña, cuyo cabello era color anaranjado como un atardecer, le hiciera un amistoso ademán a Nick antes de irse a lo que supuse serían sus vestuarios.

Ese gesto sólo me puso más tenso cuando reconocí el color de cabello de la chica.

¿Qué demonios estaba haciendo Winter aquí?

— Sabes elegir muy bien a tus chicas, Nick —el viejo Greg dio una última calada a su puro antes de apagarlo en el cenicero frente a él y expulsar el humo acumulado en su boca.

— Conozco tus gustos, padre… —Nick agitó suavemente el vino restante de su copa, antes de beberlo y depositar el recipiente vacío sobre la mesa—. En fin. Organicé esta cena porque hay algo que quiero decir… He pensado en hacer una fiesta de bienvenida para mi querido hermano Arthur —Me sobresalté al escuchar mi nombre inesperadamente y levanté la cabeza para mirarlo con los ojos abiertos de par en par.

— ¿Oh? ¿En serio?

— Será un evento social. Quiero que Arthur comience a familiarizarse con nuestros amigos y socios. Pienso que sería mucho más fácil para él adaptarse si conoce a nuestros miembros más recurrentes y que distinga a un amigo de un enemigo. ¿Qué opinas, hermanito? —¿que qué opinaba? ¡Me había tomado por sorpresa! 

Nunca he sido una persona muy sociable y si la fiesta era en mi honor, significaba que sería el centro de atención. No tenía idea de qué tipo de gente asistiría y no podía evitar sentirme inseguro y asustado sólo de pensarlo.

Quedé mudo mientras intentaba procesar esa información, pero cuando intenté argumentar algo sin tartamudear, el viejo Greg habló antes que yo.

— Entiendo lo que dices; sin embargo, no considero que sea una buena idea —logró capturar la atención de cada miembro en el comedor—, al menos no por ahora.

Pensé en el disgusto que la contradicción pudo causar en mi hermano. Le eché un vistazo y lucía relativamente normal; esos ojos afilados de mirada punzante y una sonrisa fría era su expresión habitual.

— ¿Por? —el personal vino desde la cocina con varias bandejas de cubierta metálica que depositó frente a cada uno de nosotros.

Al destaparlas, encontramos deliciosos y variados platillos expulsando vapor que demostraba estar recién hecho.

Se me hizo agua la boca al contemplar unas costillas bañadas en una exquisita salsa brillante y arroz blanco a un lado en forma de montaña.

Quería comer, pero la discusión entre padre e hijo no había terminado.

— Nuestras circunstancias se han vuelto un poco… delicadas — Greg dio un azote fuerte en la mesa cuando comenzó a ser atacado por una repentina tos seca y estridente.

Agarró la servilleta de tela a su costado y tosió en ella eclipsando ligeramente el sonido. Su fuerte carraspeo duró varios segundos en los que pensé que no se detendría.

Me estremeció la fuerza con la que tosía y mi impresión fue mayor cuando al quitarse la servilleta, había sangre en ella.

Aún hiperventilando, la dejó a un lado y retomó su postura a pesar de lo agotado que se veía tras el ataque de tos.

— Por si no lo recuerdas, tenemos asuntos pendientes que necesitamos resolver antes de hacer un festejo.

Nick entrelazó sus dedos en los que apoyó su barbilla y fijo su mirada sombría sobre el viejo de blanca barba.

— Oh, no lo he olvidado.

— Entonces entiendes por qué no harás ningún evento —en medio del silencio interrumpido por los cubiertos que el viejo hombre tomó en sus manos para comenzar a cortar su carne, Nicolás escondió su boca tras sus manos cruzadas.

— ¿Sabes? Me gustaría aclarar algunas cosas sobre "ese asunto".

— Después de la cena.

— Viejo...

— Quizás esté muriendo, Nicolás, pero sigo siendo el jefe del clan Hellsing y también tu padre. No harás nada sin que yo te de permiso, ¿estamos? —tragué en seco por la tensión indigerible formada en el ambiente. Lo peor era que yo me encontraba en medio.

Nick respingó ligeramente, volviéndose a acomodar en el respaldo y relajando sus músculos faciales que hasta el momento, habían acumulado un poco de tensión.

— Como digas... padre— un parpadeo después, mi hermano sacó su pistola y dio un tiro hacia enfrente.

Me sobresalté por el estruendo violento y repentino que estalló en mis oídos.

Mi mente aún intentaba procesar su actuación cuando giraba la cabeza con miedo de ver el cadáver del anciano en el suelo, pero mi sorpresa fue reemplazada rápidamente por perplejidad cuando vi a una de las bailarinas muerta en el suelo junto a la silla del jefe de los Hellsing.

Sentí cómo mi garganta se cerró y mi corazón retumbaba tan rápido en mi interior que no podía tranquilizar mi respiración al ver la abundante cascada de sangre saliendo de su cabeza, más específicamente, del agujero en medio de sus ojos inundado en un mar rojo.

No podía apartar la mirada de la impresión y al observar su cadáver minuciosamente, noté un pequeño cuchillo dentro de la mano de la mujer.

Espera, ¿acaso ella iba a… ?

— Elijo personalmente a mis bailarinas, puedo reconocerlas si las miro con atención —Nick volvió a guardar su pistola con una cara seria que pretendía esconder su fastidio.

El viejo Hellsing agachó la mirada para observar el cadáver con quietud e indiferencia. 

— Parece que a alguien le impacienta la idea de mi muerte… Justo como esperaba.

— ¡Revisen el lugar y saquen eso de mi vista! —un par de guardias que aguardaban en la puerta, se acercaron y el más grande de ellos recogió el cadáver de la mujer embarcándoselo sobre el hombro.

La sangre escurrió del cuerpo con más abundancia cuando fue levantado, dejando un notorio rastro al abandonar el comedor.

No podía sacar esa imagen de mi mente, la imagen del rostro de la chica con un agujero entre sus ojos muertos y sin alma y del que se alcanzaba a ver una fracción de lo que pensé era su cerebro, o, ¿su cráneo? ¡No lo sabía!

Vi mi plato con las costillas humeantes y a diferencia de hace un momento donde su aroma había dilatado mis papilas gustativas debido a su exquisitez, ahora me produjo náuseas. 

Una mano grande y reconfortante cubrió la mía que estaba hecha un puño y me hizo levantar la cabeza, encontrándome con los ojos maliciosos de mi hermano. 

— Come, Arthur… —indagó con una naturalidad que me dio escalofríos, pero fueron sus ojos los que verdaderamente me acojonaron, pues eran los de alguien que sabía exactamente lo que pasaba por mi cabeza… y aún así, me incitaba a que comiera.

— Yo… —intenté espetar maquinando una excusa para levantarme de la mesa, mas el cuchillo que insertó en la carne de una apuñalada me hizo callar.

— Se va a enfriar si no comes. Anda, necesitas comer más —no se trataba de una sugerencia, sino de una orden, como todo lo que él decía.

Desvié mis ojos al platillo con aversión y tragué en seco intentando respirar profundamente y que eso me ayudara a calmar el asco que se había instalado en mis adentros.

Nick guió mi mano hacia el agarre del cuchillo para tomarlo en su lugar y tomé mi tenedor con la otra, comenzando a rebanar la costilla.

Llevé el pequeño pedazo a mi boca para ingerirlo, pero cuando vi la salsa escurrir, la imagen mental de ese rostro ensangrentado y deformado se adhirió a mi cerebro.

Alejé el bocado y di un par de arcadas que logré minimizar. 

— ¡V… voy al baño! —me levanté bruscamente y salí con pasos rápidos abandonando el lugar. 

Continué caminando hasta que estuve lo suficientemente alejado y me detuve en un pasillo que daba a la sala de estar. Inhalé y exhalé profundo repetidas veces en un intento de deshacerme del asco que me revolvía las entrañas y me contraía la lengua.

Necesitaba un baño… ¿Dónde estaba el baño? Podría perderme en un lugar tan grande.

Caminé por un largo pasillo con unas cuantas puertas, al abrir una de ellas, me horrorice al encontrar en un almacén de limpieza, el cuerpo contraído de una mujer desnuda con la garganta abierta y sus ojos nítidos volteados en mi dirección, como si me mirara a pesar de su evidente inactividad cerebral. 

Un grito de terror salió de mi garganta desde lo más profundo de mi entumido ser. 

Salté, retrocediendo varios pasos y por la velocidad, mis pies se entorpecieron provocando que cayera de espaldas y sobre la alfombra roja del piso de aquel pasillo, continué arrastrándome hacia atrás con tal de alejarme, temblando como un continente en terremoto.

Mi grito debió escucharse más fuerte de lo que en ese momento percibí, ya que sólo bastaron unos segundos antes de que un conjunto de pasos fuertes y apresurados se aproximaran a mi ubicación.

Al menos cuatro hombres que vestían un smoking llegaron con sus armas de fuego en mano, alertados, pero yo estaba demasiado conmocionado como para prestarles atención.

No podía apartar la mirada de esa tétrica escena del cuerpo con la piel y carne del cuello abierta, dejando fluir la sangre como un río sobre la piel fría y tiesa.

Escuché la proximidad de un firme caminar, de al menos dos personas, cuya suela resonaba en la mansión al contactar con el piso de cerámica.

— ¿Qué pasó? —mi hermano irrumpió en la escena, luciendo serio, acompañado de Jordan que al igual que los otros hombres, llevaba su arma desenfundada.

— Es la bailarina que trajimos en la mañana, señor —respondió uno de sus hombres, dando paso a Nicolás que se plantó junto a la puerta.

— ¿Estás bien, Arthur? —quedé tan impactado que ni siquiera respondí a la voz de mi hermano y permanecí estático por la horripilante escena ante mis ojos sin poder dejar de temblar, sintiendo su mirada sobre mí.

Nick contempló a la chica muerta durante menos de treinta segundos antes de volver sus ojos hacia mí y al ver que no reaccionaba, emitió con claridad:

— Zoltan, llévatelo —el pelirrojo me tomó del brazo con fuerza y me levantó de un tirón para comenzar a arrastrarme con él fuera de la escena mientras yo seguía conmocionado sin poder apartar la mirada hasta perderse de mi línea de visión con la intromisión de las paredes de pasillos mediante avanzábamos hasta llegar a la entrada principal.

Cuando salimos al patio sintiendo la brisa gélida estampar en mi rostro, por fin volví en mí y Jordan me soltó para permitirme bajar los escalones que me llevaron al patio podado y espacioso.

Afuera se encontraba el resto de invitados, o al menos algunos. El viejo Greg estaba al centro, fumando un puro y rodeado de algunos de sus hombres, viéndose demasiado relajado para mis ojos.

— ¿Por qué… ? —murmuré esperando recibir una respuesta del pelirrojo —. ¿Por qué no están adentro? —Sus ojos me analizaron momentáneamente antes de responderme.

— Si tiene problemas en su casa, él debe resolverlos… A menos que necesite ayuda — Jordan llevó un cigarrillo a sus labios y estaba a punto de encenderlo, cuando un brutal estallido a nuestras espaldas perturbó mi calma, estremeciendo el suelo y el aire. 

La repentina explosión dentro de la mansión esparció mortales ráfagas de fuego lanzando pedazos de madera, concreto y diminutos cristales de las ventanas rotas que salieron volando por los aires en todas direcciones.

El descomunal impacto afectó mi equilibrio haciéndome caer de bruces al suelo al igual que a Jordan que al contrario de mí, logró sostenerse con las manos al terminar de rodillas y se recuperó rápidamente pese al disturbio. Se levantó contemplando desorbitado el impactante escenario.

Giré desconcertado y atolondrado sobre el pasto para contemplar parte de la gran vivienda hecha pedazos mientras era invadida por las llamas. 

El corazón se me subió a la garganta y la sangre helada de mis venas comenzó a fluir con más rapidez al ver la casa de Nick estallar con él dentro.

No…

No puede ser…

¿Qué… ? ¿Qué diablos acababa de pasar? 

— ¡Nicolás! —desgarré mi garganta en un grito desesperado antes de ir corriendo en su búsqueda, pero no pude llegar muy lejos cuando Jordan me agarró por la espalda rodeando mi cuello con su brazo y cerrando a modo de candado con el otro para asegurar el agarre.

— ¡¿A dónde vas, idiota?! 

— ¡Déjame! ¡Mi hermano está ahí! Voy a buscarlo, ¡tengo que salvarlo! —tenía que seguir ahí. No podía estar muerto, no podía. ¡No iba a aceptarlo nunca!

Haberlo perdido una vez me había destrozado la vida. Volver a perderlo, me mataría… como había matado a mamá.

— ¡Suéltame! —cedió a mi súplica lanzándome bruscamente al suelo por el que rodé como si fuera un muñeco de trapo. 

Me raspé las palmas y rodillas por donde se filtró la tierra húmeda entre las pequeñas heridas ardientes de mis manos. 

— ¡Cállate y piensa antes de saltar al fuego, estúpido mocoso! —reclamó cabreado.

Alcé la mirada para verlo a la cara con ganas de gritarle que no era su problema si quería arrojarme al fuego o no, pero lo que vi disipó mis ganas de hacerlo, reemplazando mi angustia por una ralentizada confusión debido a la expresividad de su rostro que lucía anti-natural en él.

Una expresión disgustada mezclada con incertidumbre se había instalado en sus rígidas facciones; un ceño arrugado y labios contraídos albergaban su rostro al estar viendo algo a sus espaldas. Seguí con mis ojos la dirección a la que los suyos apuntaban y vi al grupo del viejo Greg junto a sus hombres ligeramente agitados por la explosión y hablando entre ellos con seriedad, pero no se veían precisamente perturbados ni preocupados, en absoluto. Sino simplemente… como si hablaran de algún asunto profesional pendiente.

¿Por qué? ¿Por qué el señor Greg se veía tan hundido en sus pensamientos mientras tenía una mirada tan fría en sus ojos nítidos?

Presenciaron el incidente como si no hubiera sido nada realmente impactante, sino un acontecimiento del cuál parecían estar esperando algo mientras permanecían perplejos a los acontecimientos.

— Sabíamos que esto iba a pasar tarde o temprano —espetó el viejo Greg.

Y antes de que pudiera cuestionar a qué se refería, el sonido de grandes escombros moviéndose llamó mi atención nuevamente a la mansión incinerada. Entre las llamas danzantes y muros destrozados a pedazos, distinguí movimiento en una cima de rocas apiladas junto con pedazos de madera y objetos decorativos destruidos.

Mis labios se abrieron conmocionados al ver surgir de la mansión hecha pedazos, un brazo lesionado y magullado, apoyándose en la pila de escombros para impulsarse hacia arriba, exponiendo una lastimada espalda llena de largos cortes al rojo vivo, rasguños y golpes sangrantes cubiertos de tierra.

Empujó el resto de su cuerpo hacia afuera cual muerto viviente, poniéndose de pie tambaleante en la cima de todo ese caos rodeándolo, dejando apreciar las numerosas quemaduras de primer grado que magullaba su piel y las manchas negras de suciedad repartidas a lo largo y ancho de su casi desnuda anatomía.

Su ropa había sido destruida y quemada hasta los cimientos, siendo únicamente el pantalón lo único que milagrosamente llevaba puesto y la camisa hecha jirones de la cual sólo quedaban las mangas y un pedazo de tela que colgaba de un hombro, aunque en condiciones deplorables como los bordes quemados hasta la pantorrilla y numerosos agujeros en distintos puntos de la tela desgarrada.

Permaneció rígido en la cima tras salir de los cimientos como un zombie de la tierra: lleno de sangre y suciedad. 

Quedé estático al ver esa escalofriante figura surgir como si fuera una escena sacada de una película de terror. Temí que lo que acababa de presenciar se tratara de una alucinación causada por el shock, pero entonces, su cuello comenzó a girar lentamente hacia atrás hasta verme de reojo.

Mi debilitado cuerpo tembló por el sentimiento mordaz reflejado en su mirar acompañado de un rojizo resplandor. 

Mi cuerpo entero se estremeció sobre mis rodillas pegadas al césped al escuchar unas escalofriantes carcajadas que se instalaron rápidamente en mi cabeza, seguida de unos aplausos entusiastas.

Me volteé descubriendo que Greg era el emisor de esos aturdidores sonidos.

— ¡Es hermoso! ¡Hermoso! Hijo mío, realmente te ves como el mal encarnado. ¡Eres perfecto, mi joven demonio! —en su cara se torcía una expresión que parecía la de un lunático, dándome escalofríos solo de verlo y fue aún peor después de escucharlo emitir tales palabras expresadas con una alegría casi histérica.

Volví la mirada a mi hermano.

Al percatarme del panorama del que era testigo, me di cuenta que realmente parecía un demonio rodeado por las llamas del infierno.