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Mi demonio Nicolás [VOLUMEN 1]

Los hermanos Beryclooth. Su historia comenzó el día que fueron separados. A Arthur, su propia sangre le cortó sus alas; Nicolás conoció la verdadera oscuridad habitable en su alma, olvidándose del cielo para adentrarse en el infierno, renaciendo como un hombre malvado y sin miedo a nada. En el bajo mundo, él es conocido como “El demonio”.

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32 Chs

Capítulo 14. Brazos de la hermandad

Cuando salimos del alcance de los disparos, fue cuando por fin pude relajarme, dejándome caer en el respaldo. Nuestro chofer disminuyó la velocidad y retomamos un nuevo rumbo a la carretera.

Di un vistazo hacia atrás, observando al niño que Nicolás acababa de salvar.

Así que ese era el hermano menor de Nicolás… Era la primera vez que lo veía de cerca.

Sabía que a partir de ahora, formaría parte de nosotros y no sé si eso me agradaba. Desconocía el por qué. Lucía… frágil.

Sus ojos viajaron hacia mí. Lo miré tan fijamente que pude ver su cuerpo removerse intimidado.

Definitivamente no se parecía en nada a él... Además, su rostro era algo afeminado.

Tras breves instantes de digestión emocional, el chico habló con migajas de alteración aún esparcidas en su espíritu.

— ¡¿Q-qué fue todo eso?!

— Anderson Savage, un jefe de la mafia muy fastidioso. No te preocupes por él —el menor de los Beryclooth formó una mueca indignada y de gran asombro, antes de arrugar levemente su entrecejo con incredulidad.

— ¿Que no me preocupe? ¡Literalmente acaban de secuestrarme! —Nicolás dejó salir una exhalación pesada con una expresión que indicaba estar pensando en las palabras correctas para dejar de lado el tema de una forma sutil.

— Lo sé.

— ¿A eso te referías con lo de los negocios de los que no podrías hablarme? ¿De los que Noé, ¡osea tú!, no podía decirme? —comentó claramente exasperado y confundido.

Mi jefe mantuvo su vista en la ventana, cruzado de brazos y limitándose a mantener una conversación cortante.

— Es una larga historia.

— Quiero escucharla —exigió.

— Primero tenemos que llegar.

El chico agarró a su hermano de la ropa, jalando la tela de uno de sus brazos para llamar su atención.

— Nick, por favor. No he podido dormir por las noches esperando a que me digas todo.

— Creéme, no será fácil escucharlo, mucho menos digerirlo.

— ¿"Difícil de digerir", dices? ¿Sabes cómo me sentí cuando supe que eras Noé? —este se giró a ver a su insistente hermano con una expresión calmada.

— Vamos a hacer esto: esperaremos hasta llegar a mi casa donde te bañaras, cambiarás tu ropa y cuando sea hora de comer, nos sentaremos a hablar. ¿Quedó claro?

— Pero... —me extrañó ver como la mano de Nicolás viajaba a su cabeza, acariciándolo tan gentilmente que creí no haber visto bien. Ese tacto no era el del mismo hombre que yo conocía.

Nicolás era ocho años menor que yo, pero eso es lo era: un hombre formidable y manipulador, jamás gentil.

— ¿Quedó claro? —repitió una vez más con tono amable, pero pesado. No necesitaba mirarlo para comprobar su gesto sobre esa sonrisa venenosa que hizo al pobre chico tragar saliva.

Les miré de nuevo discretamente a través del retrovisor. El mocoso contestó silenciosamente con un movimiento de cabeza afirmativo.

¿Por qué demonios estaba sonrojado? 

Traté de no prestarles atención y relajarme el resto del camino, cruzándome de brazos y acomodando mi espalda en el respaldo. Aún restaba una hora de viaje y a pesar de que no me interesaba para nada su conversación, no podía evitar escucharla si estaban atrás mío.

— Por cierto, Nick...

— ¿Qué?

— Eso me recuerda... ¿Cómo sabías en donde estaba? —yo también había querido preguntarle lo mismo, pero al querer hacerlo al ir en camino, él simplemente se rió, como lo hacía en ese momento.

— Por el GPS que te puse.

— ¿GPS? ¿Cuándo me pusiste eso? —el mayor de los Beryclooth hizo un extraño movimiento de tijeras con sus dedos, poniendo una expresión burlesca.

¿Qué se supone que significaba ese gesto?

— Anoche —el menor guardó silencio y tras analizarlo, su cara explotó a un rojo vivo.

— ¡¿QUÉ?! —me sobresalté en mi lugar por su repentino grito. 

Me hundí cabreado en mi asiento por haber perturbado mi paz y me dispuse a cerrar los ojos para intentar dormir.

— ¡¿Te aprovechaste de mí?!

— Fue cuestión de estrategia. Con ese casi microscópico aparato dentro de ti, sabré en donde estás en todo momento aún si te pierdo de vista.

Espera, ¿de qué están hablando?

— ¡E-eso no lo hace menos terrible! Tú... hiciste todas esas cosas… —por el rumbo que estaban tomando sus palabras, estaba muy seguro de no querer saber lo que eran esas "cosas".

— Solo lo hice por cuestiones de seguridad, la tuya. En este negocio, tu vida estará en peligro en todo momento. Serás secuestrado y asesinado con fines estratégicos y vengativos a menos que te vigile. Me afectaría a mí y sería aún peor para ti. ¿Necesito decir más? —el mocoso calló, agachando la cabeza cual cachorro regañado, sin poder ocultar la obviedad de su indignación al sentirse usado y engañado.

Hubiera empatizado con él si no fuera por el hecho de que yo he sido el que ha lidiado con ese tipo durante los últimos once años.

Me estaba hartando de escucharlos, pero era inevitable.

— Hey... —los observé disimuladamente por el retrovisor.

Nicolás había puesto su mano sobre el hombro de su hermano y le hablaba de forma pacífica.

— Las cosas que hago tienen un propósito, uno de ellos es mantenerte a salvo, ¿entiendes? —eso pareció ser suficiente para que el mocoso retirara la silenciosa lágrima que resbalaba de su cara y dejara que el mayor lo arrimara cerca suyo.

Rodeé los ojos mirando a otro lado, buscando distraerme con la vista que me daba la ventana.

Tras unos momentos, volví a echar un vistazo hacia atrás y la escena que vi me sorprendió un poco: el chico se había dormido sobre el regazo de Nicolás y a este no parecía molestarle, más bien, lucía relajado, como si le aliviara con solo mirarlo.

El joven amo es el que solía tocar a otras personas, no al revés. Sabía que pasó muchos años sin ver a su hermano y que era importante para él, pero no pensé que fuera para tanto.

— ¿Todo bien, Jordan? —los ojos de mi jefe se encontraron con los míos por el espejo del retrovisor, los desvié rápidamente aparentando naturalidad.

— Sí —respondí seco apartando la vista.

— ¿Estás seguro?

— Sólo estoy cansado.

— Me alegra que hayas logrado salir. Me preocupé.

— Como sea…

— ¿Dudas del cariño que le tengo a mi guardaespaldas?

— Tu plan de esta vez fue muy arriesgado y pude morir. De verdad estás loco.

— Bueno, tenía demasiada prisa como para hacer un plan más elaborado. Hice lo posible para que pudiéramos salir ilesos, ¿no?

— Supongo —hubo un momentáneo silencio, hasta que se me ocurrió romperlo—. ¿Estás bien con esto?

— Bueno, no es precisamente la reunión que me hubiera gustado tener para contárselo, quería llevar las cosas con calma y arrastrarlo poco a poco, pero sabía que algo como esto pasaría tarde o temprano. ¿Qué tal tú?

— ¿Perdón?

— ¿Estás bien con ello? —me devolví a mi asiento con la mirada al frente. Me crucé de brazos y respondí.

— Es tu hermano, no importa si estoy de acuerdo o no, sólo no me pidas que sea una niñera.

| | A R T H U R | |

Un toque en mi cabeza me hizo despertar, comunicándome que habíamos llegado.

Me bajé del auto y quedé boquiabierto con lo que vi a mi alrededor. Era un inmenso campo abierto rodeado de pinos altos, pero lo más destacable era la enorme propiedad blanca que abarcaba más de la mitad de ese espacio.

Era un inmenso campo abierto rodeado de pinos altos, pero lo más destacable era la enorme propiedad blanca que abarcaba más de la mitad de ese espacio

Me quedé embelesado viendo la enorme vivienda donde deberían vivir al menos cien personas. Apenas si podía hablar de lo impresionado que estaba. Era como estar en un sueño.

— Arthur, este es mi humilde hogar —mi giré a verlo rápidamente con ojos saltones.

— ¡¿Vives aquí?!

— A veces —sacó un cigarro de su bolsillo y lo prendió con un encendedor que juraría se parecía a la plata.

— ¿Fumas? —arqueé una ceja al verlo.

— ¿Qué tiene de raro?

— No, nada... —me invitó a pasar hasta la entrada, donde fuimos recibidos por un par de hombres con traje que abrieron las grandes puertas al ver a Nick. 

El interior era aún más espectacular que el exterior: paredes blancas, pinturas famosas y espectaculares colgando de los muros, objetos finos de vidrio y metales preciosos que imaginé eran altamente costosos, decorativos dorados sobre el techo y los muebles…

Solo había visto decoraciones como estas en películas. Era una jodida locura, parecía el hogar de un noble o un rey.

— Jordan te llevará a tu cuarto donde te bañaras y vestirás mientras el almuerzo está listo.

— ¿Quién es Jordan? —una mano sobre mi hombro me hizo girar mi cuello al chico pelirrojo que me seguía mirando de la misma forma que en el auto: como si quisiera golpearme.

Tragué grueso.

— Él es Jordan, mi guardaespaldas.

— Ah... ¿Hola? Mucho gusto... —extendí tímidamente mi mano con intención de estrecharla con la suya, pero se dio la vuelta, ignorándome.

— Sígueme —miré a mi hermano quien mantenía una sonrisa burlona.

— Siempre es así, que su cara de culo no te importe —se dio la vuelta exhalando humo del cigarro y se alejó, al igual que Jordan quien ya se dirigía a la escalinata e inmediatamente lo alcancé.

Mientras subía, no podía dejar de mirar a mis alrededores, al igual que no podía dejar de impresionarme por cada cosa que mis ojos atravesaban. Estaba rodeado por tanto lujo que me sentía abrumado. Era alucinante.

¿Cómo es que Nick ha vivido aquí durante tantos años? A comparación de antes que caímos en la decadencia económica después de que papá se fue, era difícil de creer.

Jordan me abrió la puerta dándome paso a una enorme habitación, ordenada e impecable.

— Ahí hay un baño, te traeré ropa. ¿Qué talla eres? —me ofuscaba su forma robótica de hablar, pero procuraba no prestarle atención a eso.

— Emh... —tras decirle mi talla se marchó y me fui al baño, hallando una espaciosa bañera que me dispuse a llenar hasta que se adaptó a una temperatura perfecta.

Al poco tiempo, ya estaba sumergido completamente desnudo, dejando que mi cuerpo se relajara. Me exalté cuando la puerta del baño se abrió de golpe, dando paso a Jordan que seguía con esa expresión impasible.

— ¡Ah! ¡¿Qué haces?!

— Vine a dejarte una toalla niño, ¿o prefieres salir en pelotas? —visualicé crédulo la toalla que llevaba en la mano sin haberme puesto a pensar antes con qué saldría del baño.

— Oh... gracias —me la arrojó en la cara y tras eso se marchó.

¿Qué rayos sucedía con él?

Decidí salir minutos después con la toalla amarrada a la cintura. Vi sobre la extensa cama una muda de ropa perfectamente doblada y supe que era para mí.

Era una camisa blanca formal de manga larga y sobre este me coloqué un chaleco color vino con tres botones y pantalones negros de vestir.

No me reconocí al mirarme al espejo. Esta ropa era demasiado aunque no iba a negar que era muy cómoda y linda a pesar de ser algo formal para mi gusto.

Recordé la comida que Nick mencionó y descendí a la primera planta nuevamente. Una criada me indicó la ubicación de Nick y fui hasta ahí donde se encontraba sentado a la cabecera de un rectangular comedor de madera que lucía fino, encerado y barnizado.

Jordan se encontraba rígido a su lado, sosteniendo sus manos a la espalda y la mirada fija en un punto ciego al frente.

— Ven, siéntate —otro hombre abrió la silla para mí y tomé asiento frente a una bandeja de plata que al quitarle la cubierta, descubrí un jugoso filete con papas fritas y algunas verduras. Todo aquí era de pura calidad. Nick tenía el mismo platillo que yo, solo que él acompañaba su comida con una copa de vino.

— Eh... Nic...

— ¿Te gusta esta mansión? Es sólo una de las tantas propiedades que tiene mi familia —no he entendido. ¿Su familia? —. El mercado negro es nuestra especialidad. Todo lo que ves fue obtenido de dinero que conseguimos a través del tráfico de armas y drogas. —Me sorprendí al escucharlo. Nick formaba parte de algo mayor a lo que pude imaginar.

No sé si me gustaba lo que estaba escuchando.

— Entonces... eres un mafioso —dio un sorbo a su copa antes de continuar hablando.

— Sí. ¿No es algo grandioso? Los negocios ilegales y discretos son la más grande fuente de dinero en el mundo. ¿Tienes idea de cuánto dinero gano al día? —no sabía qué decirle, así que quise cambiar de tema.

— Nick, ¿cómo terminaste aquí? —borró esa singular sonrisa de su rostro entrando en seriedad.

— El destino siempre es impredecible, Arthur —colocó la copa sobre la mesa y se quedó mirando el líquido dentro de esta mientras hablaba—. El día del funeral, fui raptado y llevado a un lugar fuera de la ciudad por órdenes de un hombre que me ofreció el mundo a cambio de convertirme en su hijo.

 [ . . . ]

Pasaban de las once de la noche. Nick conducía el auto conmigo al asiento del copiloto y ninguno dijo nada durante un largo rato, habíamos estado así tras haberme contado su historia, una historia que simplemente no pude asimilar.

Lo miré discretamente, observando una expresión seria cuyos ojos se mantenían con la vista fija al frente.

— ¿Estás molesto?

— ¿Por qué lo estaría?

— Te hice conducir de vuelta hasta acá.

— De todas formas pensaba regresar. Nos quedaremos en la casa donde vivo como Noé. Te quedarás ahí conmigo desde hoy.

— ¿Qué? Pensé que tenías cosas que hacer antes de...

— Eso puede esperar, no te preocupes —la idea me hizo sonreír antes de cambiar mi expresión a una nuevamente interrogante.

— Pero, ¿no sería mejor quedarnos en tu mansión?

— Sería más fácil, pero está repleta de personas y lujos a los que no estás acostumbrado y pensé que te sentirías más cómodo si sólo estuviéramos los dos. Desde ahora, solo seremos tú y yo, igual que antes —no pude evitar sonrojarme de la emoción por sus palabras.

Llegamos a un barrio que no había visitado antes pero que no quedaba muy lejos de donde vivía. Tal vez es porque era de noche, pero me hacía sentir un poco inquieto. No había nadie en las calles. A juzgar por el vecindario, me dio la sensación de que ahí abundaban personas indeseables e inmorales, como aquellos tres que me atacaron esa noche, pero para mi sorpresa, la casa en la que paramos era bastante decente, la mejor del lugar me atrevía a decir.

El zaguán se abrió y Nick estacionó el auto dentro del garaje.

La casa por dentro era acogedora, más espaciosa y aseada que la mía.

— Traerán tus cosas mañana temprano. También te conseguí un nuevo uniforme —le dediqué a mi hermano una mirada silenciosa. Ya no llevaba el traje de esa tarde; sino que antes de salir de su mansión, lo había cambiado por ropa casual: pantalones de mezclilla, una playera roja con flamas negras al centro y una sudadera azul marino.

No resistí las ganas de abrazarlo, cosa que lo desconcertó, lo supe porque al hacerlo se tensó. No tardó en rodearme con sus brazos increíblemente formidables, pero cariñosos. Era una cabeza más alto y eso me gustaba.

No quería que volviéramos a separarnos. Tenía miedo del sendero en el que la vida lo había colocado, en lo que lo convirtió, en todo lo que lo rodeaba. Tenía miedo de todo, pero lo que más me aterraba, era su destino, el cual, a partir de ahora, sabía que compartiría con él.

 — Arthur, te protegeré —dulcificó su voz al hacerme esa promesa.

Entonces, recordé... que mientras él estuviera a mi lado, nada en este mundo me daría miedo.

Esas palabras tan simples, me hicieron derramar unas cuantas lágrimas. Mamá murió hace tan poco tiempo, dejándome desamparado. Creí que estaría solo por siempre, pero el cielo me otorgó el milagro de devolverme a mi hermano, aquel ser amado que mi corazón tanto extrañaba, el mismo al que mi alma estaba ligada, de una manera dolorosa.

| | N I C O L Á S | |

No me agradaba tener que visitar a ese idiota, pero decidí complacer a Arthur después de lo que había pasado hoy. En cierta manera había sido mi culpa por quitarle los ojos de encima, era algo que no volvería a ocurrir. Darle su espacio para estar a solas lo ponía en peligro; así que volver a dejarlo después de casi follarlo no era una opción.

Dejé a Jordan con unas tareas y llevé a Arthur al hospital para ver a su estúpido novio. En el par de horas que nos quedamos ahí, tuve que ser cordial con la mujer y la mocosa.

Estar ahí me recordó el hecho de que Arthur prefirió ver a Adrián en vez de ir a encontrarse conmigo en el parque como se lo prometí. ¿Era tan importante? Sabía que Arthur no estaba enamorado y aun así lo eligió por encima de mí. Fue algo indignante.

Me alegré internamente cuando al fin nos fuimos de ese maldito hospital con olor a gel y conduje a mi casa que estaba alquilando mientras me quedaba en la escuela.

Al llegar, me di cuenta que Arthur me tenía lástima y, ¿cómo no? Le había contado una fabulosa historia trágica donde fui raptado y usado por mi padre adoptivo, Greg Hellsing, uno de los hombres más poderosos y ricos del mundo. 

Ja.

Ese sorpresivo abrazo me tomó desprevenido, solo porque no estaba acostumbrado a ellos, pero igualmente le correspondí.

— Arthur, te protegeré —debía ser suficiente para hacer que se sintiera tranquilo.

Nos fuimos a dormir al cuarto donde había una sola cama.

— Eh, Nick... —yo me encontraba recostado, bajo las sábanas cubriéndome hasta el abdomen mientras él me veía de pie.

— ¿Qué? —su rostro estaba ligeramente rojo, le temblaban las manos y sus piernas se movían inquietas.

Sonreí por lo adorable que era.

— Está bien, no pasa nada —le ofrecí mi mano—. Te prometo no hacer nada raro —Se lo pensó unos segundos luciendo inseguro antes de aceptarla y quitarse los zapatos para recostarse a mi lado.

Sabía lo que le pasaba. Estaba nervioso por lo de la última vez, pero era tan tímido que no se atrevía a mencionarlo. ¿Quién hubiera dicho que yo terminaría gustándole.

— Buenas noches —susurré con gentileza haciéndolo temblar.

Lo abracé por la espalda cediendo ante el morfeo, hundiéndome en un sueño profundo junto a él.