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Urtha

Estábamos reunidos en el centro de nuestro improvisado campamento, el rey nos había reunido para explicarnos algo importante, qué información podría haber adquirido en tan poco tiempo?

-Mis hombres, hermanos, ahora les voy a pedir algo que parece estúpido, pero si no resulta es probable que estemos condenados a la muerte o la esclavitud, levanten sus manos y pidan con todas sus fuerzas que venga el fuego, piensen en una bola de fuego reposando sobre sus manos-.

Todos se miraron confundidos y temerosos, pero siguieron sus instrucciones, nadie dudaba de las palabras del rey.

-AHH- suspiró cansado y decepcionado, no esperaba que tuviera que marchar al suicidio otra vez en tan poco tiempo.

-Escuchen les voy a explicar como son las cosas aquí.... entonces lo que propongo es que nos adentremos en la selva de Urtha, nuestra muerte es casi segura, pero odiaría vivir como esclavo de nadie, no pediré que me sigan, es su voluntad, pero recuerden, un espartano JAMAS MORIRA COMO ESCLAVO! Si se hacen llamar espartanos morirán antes que un maldito les ponga una correa en el cuello, no somos Ilotas, les pregunto ¿QUÉ SOMOS?

-¡ESPARTA!-

-Me acompañarán a una muerte segura!?-

-AAAHUU- AAAHUU-AAAHUU- Las lanzas golpeaban contra los escudos siguiendo los aullidos de los guerreros, que miraban a su líder como un Dios de la guerra.

Blancos dientes asomaban de la sonrisa maníaca del rey, orgulloso de sus hombres.

-Partimos en 2 días, preparen todo lo necesario-.

Uno de ellos levantó su mano y dijo- Señor-

-Puedes hablar-

-No hay mucho que preparar, ni siquiera pudimos establecernos bien-.

-JAJAJA bueno tienes razón-. Con su mano sobre su barbilla, sugirió-¿Qué tal si nos vamos en este momento? Solo busquemos un poco de agua para el camino y llevaremos la carne que nos quedó de esa vaca-.

No mucho tiempo mas tarde un grupo de 150 espartanos se adentraba en el bosque de Lumen hacia la selva de Urtha, todos marchaban a lo que creían que seria su muerte segura, que más podían hacer? Si eran los únicos sin aptitudes mágicas, alguna persona podría usarlos como experimento para averiguar el por qué del problema.

El sol resplandecía en las espaldas de los guerreros, una leve brisa corría entre sus cuerpos alivianando su carga, no la de su escudo ni armadura, era mas bien una carga mental. No habían terminado ni una batalla suicida que ya se encontraban en camino a lo desconocido. Antes sabían al menos quienes eran los persas y la extensión de su poder, ahora todo es una incógnita.

Pequeños flappers revoloteaban alrededor de los hombres, a lo que el rey explicó:

-Antes de partir, aquel hombre que teníamos prisionero nos dijo un par de cosas más, tal vez no nos resienta tanto, sabiendo que vamos a morir en esta selva, pero su información será valida hasta que se demuestre de otra forma, es lo único que tenemos.

Primero, esa "vaca" que comimos se llama rez, es bastante común en este bosque pero no se acercan a la periferia de la selva a la que nos dirigimos, piensen en esa selva como un campo de batalla, una vez pongamos un pie en ese lugar, nuestra vida estará en constante peligro, más aun si no sabemos que nos espera.

Cuando estemos cerca de la entrada a la selva pararemos a descansar, de esta forma estaremos más alerta y será mucho mas sencillo sobrevivir, mientras tanto, si ven algo que podamos comer o que nos pueda comer, avisen de inmediato-.

Mientras Leónidas decía estas palabras, una mirada inquietante observaba a esos hombres, su lengua danzaba fuera de sus fauces, esperando el momento exacto para atacar, decidió esperar al último de la fila que venía caminando un poco mas alejado del resto. Deslizó su verde cuerpo lleno de escamas lentamente desde la copa del árbol, abrió su enorme boca llena de dientes como sierras, lo podía engullir de una sola vez, y atacó, se lanzó tan rápido que hasta hizo un ruido parecido al de una flecha, un silbido mortal.

Pero no se esperó que ese hombre girara hacia adelante tan rápidamente, nunca le había pasado algo así, nada ni nadie se le había escapado a esa distancia, ni siquiera otros humanos con poderosa energía rodeándolos, sabía que si los agarraba desprevenidos eran tan fáciles de matar como cualquier otra presa, ¿Cómo es que este pudo escapar? Lo problemático es que había quedado desprotegido y expuesto a todos, pero sin dudarlo un segundo atinó a volver a la copa del árbol, no lo alcanzarían allí y podía volver a atacar en otro momento, cuando bajen la guardia.

Los espartanos no tardaron en reaccionar, los que tenían arcos dispararon en el momento en que escucharon el ruido y vieron a la serpiente, mientras que los demás arrojaban jabalinas con todas sus fuerzas. La serpiente sostuvo varias heridas, pero subía el árbol rápidamente, huyendo de los ataques.

Una leve brisa pasó cerca de los hombres, el ruido de la armadura retumbaba con sus pasos firmes y rápidos. Esa figura se acercaba rápidamente a la víbora con una lanza en su mano lista para matar

-¡Escudo!- Gritó Leónidas a un hombre que estaba justo debajo de aquel árbol, permitiéndole al rey saltar sobre él y quedar cara a cara con ese animal.

Viendo que no podía huir de ese hombre, atacó de inmediato pensando que al menos se podría llevar a uno.

Sus fauces, lo suficientemente grandes para abarcar todo su cuerpo, los dientes fácilmente podrían penetrar su piel, pero si no podían ni con una criatura del bosque, ¿Qué les esperaba en la selva? Su la punta de su lanza atravesó el paladar de la serpiente y siguió hasta su ojo. El animal perdió sus fuerzas y cayó directo a un ejercito de bien entrenados soldados, que atravesaron su cabeza en un instante.

-JAJAJA- Empezó Leónidas, y lo siguieron todos los demás, -¿A quién le gusta la serpiente asada?-

-En marcha, comeremos ese bicho cuando acampemos-. La entrada no debe estar muy lejos.