Pepe sonrió ante la afirmación de Rosina. Ninguna de las lobas secuestradas le había cuestionado eso antes. Todas ellas temblaban de miedo cada vez que se encontraban con él.
—Ven conmigo —dijo Pepe y retrocedió, caminando hacia la terraza abierta.
Rosina siguió porque tenía curiosidad por lo que Pepe quería que viera. Se paró a su lado y contempló el lugar.
—Woah —exclamó Rosina cuando vio la vasta área frente a ella. Había casas alrededor, y el lugar era realmente bonito al aire libre, pero no estaba civilizado en comparación con la ciudad de vuelta en la manada Corona de Sable.
—Esta manada ha crecido por décadas ya —declaró Pepe y se sintió orgulloso de la mejora de la manada.
Rosina lo miró de reojo. Notó que su fría expresión facial se suavizaba en cuanto hablaba de su manada.
—Debes amar mucho a esta manada —comentó Rosina, lo que hizo que Pepe la mirara.
—¡Por supuesto! —respondió Pepe en un tono evidente.
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