Felissa comenzó a temblar por la presencia de otro hombre que llegó. Podía sentir su dominancia irradiando, lo que la llevó a no levantar la vista. Abrazó a Nieve con fuerza y se fue a la esquina para evitar cualquier confrontación de ellos mientras pensaba en un plan de escape.
—¡Ah! ¿Dónde has estado? ¡Te estamos esperando! —el hombre que tenía al cachorro de Felissa rió y avanzó.
—Los aposentos de la Señora Cinzia se han trasladado a un nuevo lugar, y no sabemos dónde está —explicó el hombre con tono bajo y profundo.
Los ojos de Felissa se agrandaron ya que la voz le sonaba familiar, pero no podía pensar dónde había escuchado esa voz.
—¡Jah! ¿No es ese tu trabajo? ¡Fallaste en una tarea simple! —Felissa se sobresaltó cuando el hombre gritó. Quería alejarse de ellos. Nieve comenzó a ladrar fuerte, pero su cola estaba detrás de su pata.
—¿Por qué está la Señora aquí? —Felissa se quedó helada ya que su atención volvió a ella.
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