Han pasado dos días desde el ataque. Todo volvió a la normalidad y Rosina actuaba como si nada hubiera sucedido.
Pero Felissa se sentía de otra manera.
Felissa se encerró en su habitación con Nieve. No podía dormir bien por la noche, pensando que podrían ser atacados de nuevo y poner en peligro la vida de Nieve. Sobre todo, no podía dejar de pensar en el hombre de cabello gris.
—¡Ah! ¡Por qué me ronda la mente de esta manera! —Felissa gritó y cubrió su rostro con una almohada—. Hacía todo lo posible por olvidarlo, pero a su lobo le gustaba la idea de recordar sus ojos verdes.
—¡Esto no puede seguir así! ¡Necesito tomar aire! —Felissa exclamó y se puso una bata sobre el cuerpo—. Llevaba un vestido sencillo ya que no había nadie a quién impresionar en la 13ª manada y no había otros nobles alrededor para juzgar su apariencia.
Cuando Felissa abrió la puerta, Vincenzo la estaba esperando fuera vestido de caballero. Estaba apoyado contra la pared frente a la habitación de Felissa.
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