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Capítulo 3: Okinawa

Dos días después de mi encuentro con Shawn, la desesperación se vuelve a hacer presente en mí y no se me ocurre nada mejor que anunciar a Hobbes que me voy a ir el fin de semana a Okinawa. Sin embargo, él me dice con la misma decisión que tengo que llevarme a Rhys conmigo. ¡Maldita sea! Y así estamos ahora, los dos solos en un avión privado a Okinawa, sentados en extremos opuestos y él evita mirarme por activa y por pasiva.

—Ha debido pillarte desprevenido —digo, intentando llamar su atención. Hazme caso, por favor, no soporto esta situación.

—Yo no me meto en sus asuntos, señor, me limito a hacer lo que se me ordena y eso también incluye acompañarlo a sus vacaciones —responde y, aunque consigo que se sienta obligado a mirarme, eso solo acrecienta mi deseo por él.

—Ya te he dicho mil veces que no me trates de usted cuando estemos solos —lo advierto, empezando a desesperarme. Estoy seguro de que es eso, me pone tantísimo que me dé esa autoridad sobre él y tal vez... No, no puedo.

—Por supuesto, disculpa —dice, sin perder el discurso de respeto. Sé que en teoría soy su superior y no solo eso, también soy el Gran Emperador. ¿Entonces por qué me pone tan cachondo que justo él me hable así?

—Cuéntame algo más sobre ti, si voy a poner mi vida en tus manos, tendré que saber quién eres, ¿no crees? —le pido, aunque tampoco es como si tuviera opción a decirme que no.

—Pues... Jugaba al fútbol en el instituto, de delantero, pero el panorama futbolístico de Japón ya tenía muchas estrellas para que yo pudiera hacerme un hueco —me cuenta, restándole importancia. Jugaba en el Fauxshore, supongo, entonces Darren y él deben conocerse—. También estaba en el club de artes marciales y fui primero de mi promoción.

—Todo un prodigio, por lo que veo —comento, esbozando una sonrisa—. ¿Y qué hay de tu familia? ¿Tu pareja?

—Bueno, mi familia tiene una dinámica complicada, pasé toda mi época académica en internados, desde primaria, y solo he tenido una pareja, pero ya no estamos juntos —dice, otra vez parece como si no lo importara. ¡Qué chico más extraño!

—¿No echas en falta tener a alguien? —pregunto, incapaz de contener mi propia curiosidad. Él me mira con una mezcla de sorpresa e incredulidad, pero esboza una sonrisa un tanto irónica.

—¡Qué va! Mi ex y yo somos buenos amigos, fue justo por eso por lo que rompimos —responde, volviendo a mirar s la ventana.

Me quedo con la intriga de preguntar más, no quiero parecer un entrometido, y poco después ya estamos aterrizando. Cuando llegamos a mi casa, me doy cuenta de que le sorprende que no haya nadie del servicio allí, pero no pregunta. Le indico cuál va a ser su dormitorio y mientras se acomoda, llamo a un restaurante de la zona para que nos traigan la cena. Me cambio de ropa para ponerme algo más cómodo y bajo al jardín, es entonces cuando veo a Rhys paseando alrededor de la casa. ¿Qué demonios hace? No le pregunto, me limito a observarlo desde la distancia y nuestras miradas se cruzan un par de veces. Él es quien recibe al repartidor de comida, luego trae la bolsa y se sienta en la terraza a mi lado.

—No ha querido cobrarme, espero que ya hubieras pagado tú —dice y yo asiento, pero él no lo ve. No lo entiendo, ¿está evitando mirarme de verdad o tan solo es impresión mía?

—¿Te incomodo? —pregunto, llamando su atención. Él me mira y traga saliva, veo algo en sus ojos que no acabo de descifrar, pero desaparece igual de rápido y esboza una sonrisa de medio lado.

—En absoluto —asegura, sacando los palillos de la bolsa y me tiende unos.

Nuestras manos se rozan cuando los cojo y él me observa, nervioso. Mi respiración se vuelve profunda y, por primera vez, se me ocurre pensar que quizás se me nota demasiado lo mucho que me atrae y es eso lo que está haciendo que la situación sea tan rara.

—Disculpa —dice, volviendo a apartar la mirada. Compórtate, Axel, no te puedes permitir perder a otro guardaespaldas y mucho menos a él.

—Ha sido un accidente y tampoco es algo tan grave.

Nos acostamos poco después, cada uno en una habitación, y no soy capaz de quitármelo de la cabeza. Venir a Okinawa con él ha sido un error, y de los peores. ¿Cómo voy a aguantar tres días a solas con él en esta casa?

A la mañana siguiente, me levanto con la polla dura como un bloque de hormigón, pero escucho ruido fuera y la curiosidad me puede más que él calentón. Salgo a la terraza de mi dormitorio, aunque es más bien un balcón algo grande, y veo a Rhys nadando en la piscina con un minúsculo bañador de color azul, el mismo azul que el de sus ojos. Me quedo allí de pie, observándolo y analizando cada milímetro de su piel, cómo los músculos de su espalda empapada se mueven con sus brazos, que son igual de musculosos, y me quedo embobado cuando se detiene y se echa el pelo hacia atrás.

Es entonces cuando me doy cuenta de que me estoy tocando la polla por encima del calzoncillo. Trago saliva y vuelvo a mirarlo, todavía no se ha dado cuenta de que estoy aquí y retoma su sesión de natación. Intento contenerme, pero la excitación es mayor a mí. Me bajo el bóxer hasta que me queda por debajo del culo y agarro mi pene, empezando a acariciarlo mientras mantengo la vista fija en él, en Rhys. Me masturbo en silencio, no pretendo llamar su atención, y él sale de la piscina después de terminar otra serie de largos, dejándome disfrutar de cómo el pequeño bañador le marca el culo y su nada discreto pene. Un gruñido se me escapa y Rhys levanta la cabeza hacia mí, pero estoy tan cerca de correrme que ni me planteo parar.

Él se queda de piedra, observándome en silencio, e incluso se coloca el bañador como si le estuviera incomodando. Pero no aparta la mirada de mí y yo me sigo masturbando, increíblemente excitado por toda la situación, hasta que un enorme chorro de semen sale y un gemido grave lo acompaña. Jadeo, frustrado porque se haya terminado tan rápido, y vuelvo al dormitorio para limpiarme.

—¡Oh, Rhys! ¡Cómo me gustaría que hubieras sido tú! —digo, mientras abro el grifo de la ducha.

Me aseo rápido, me pongo el pantalón rojo y una camiseta y bajo a desayunar. En la cocina está mi guardaespaldas, vestido con un único pantalón corto de chándal gris y ni siquiera me molesto en disimular que me lo como con los ojos. Está tan bueno... Y lo mejor de todo, es que me doy cuenta de que está empalmado. Se ha puesto cachondo mientras me miraba.