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Líder

El ruido de las rápidas pisadas entre la maleza me sacó de mi somnolencia, y levanté la vista justo a tiempo para ver al grupo de reconocimiento volver al refugio —esta vez una convenientemente amplia grieta tallada al pie de un acantilado— deprimidos y con la cola escondida entre las patas, y esa vista me bastó para saber que, como en anteriores ocasiones, no habían tenido éxito.

Esta era una ocurrencia que se venía repitiendo con frecuencia desde hacía bastantes días. Contando desde que me rescataron, llevábamos casi 5 meses vagando por el bosque en busca de un territorio, y las lluvias ya eran tan escasas que, a excepción del terreno pantanoso, no afectaba nuestra rutina; eso era bueno, ya que nos facilitaba la labor de caza, pero también significaba que la nieve estaba cada mes más cerca, y no seríamos capaces de soportarlo sin un territorio del que depender, lo cual explica la leve desesperación que empezaba a brotar de todos, yo incluído, pero era incluso peor en el caso de líder, quien debía cargar con la responsabilidad y confianza de toda la manada.

El grupo de reconocimiento partió por primerq vez varios días atrás; utilizaban el tiempo durante los descansos, en el que usualmente cazaban, para explorar a fondo los alrededores en busca de marcas de territorio o, aún más importante, la falta de ellas. El bosque era hogar de criaturas muy poderosas para una manada debilitada como la nuestra, cada una con su propio territorio. En condiciones normales no habría sido un gran problema invadir el territorio de una criatura de fuerza individual, pero empezando por nuestros números reducidos a un tercio, el agotamiento, y la falta de alimento constante, estábamos lejos de nuestras óptimas condiciones.. Encima, líder rechazaba la idea de perder aún más de nosotros y arriesgar la supervivencia de la manada, sentimiento que todos entendíamos completamente. De ahí que tanto esfuerzo fuera invertido en busca de un territorio vacante.

Me levanté y me dispuse a trotar en dirección al río del que dependíamos en ese momento; líder me vio y decidió seguirme. Supongo que era de esperar cuando viene cansado de la exploración, el resto de los exploradores iba también.

Recuerdo que en los días posteriores al accidente en el que madre murió, estuve dependiendo mucho de él, desde que sentí y olí su cariño aquel primer día, pero superé la pérdida con extraña facilidad. O al menos creo que fue extraño, porque los lobos a mi alrededor no parecieron lamentar su pérdida por más de unas horas. La necesidad de sobrevivir hace maravillas para apagar las emociones, para criaturas como nosotros no podríamos permitirnos el luto. El comportamiento paterno de líder se agotó al mismo tiempo que mi tristeza, en su mayor parte, y desde entonces me las arreglé para dejar de verlo como un padre sino como el líder de la manada, el orgullo filial oculto detrás de la fachada de un miembro leal de la manada. No obstante, caminando junto a él, sentía el cosquilleo de la curiosidad por conocerlo mejor, y por una vez decidí no suprimirlo por completo. Mientras avanzábamos, fijé mi vista en su figura, ligeramente adelantada a la mía.

Era notoriamente más grande que el resto de lobos de la manada, no demasiado, apenas suficiente para resaltar y hacerme sentir la esperanza de que yo sería como él cuando pensaba que mi tamaño a los seis meses de edad ya igualaba al resto de lobos adultos de la manada. El lustre de su pelaje plateado se había perdido hacía tiempo, debido a las dificultades del viaje, ahora más de un gris claro, y su cola carecía de energía, pero sus pasos permanecían tan firmes como la primera vez que los vi. Sus orejas aún temblaban al menor sonido, y aunque no veía sus ojos desde mi ángulo de visión, recordaba de memoria su apariencia de cansancio y agudeza mezclados que el resto de su cuerpo reflejaba. Era un líder genuino y auténtico, firme a pesar de las dificultades, y ser consciente de aquello me hacía sentir orgulloso de ser su hijo y pertenecer a su manada. Tenía la certeza de que los demás pensaban lo mismo.

El río estaba a pocos minutos de la cueva, así que pronto alcanzamos la orilla, y nos dispusimos a beber. El sonido de su lengua golpeando el agua se detuvo antes que el mío, pero no me preocupé hasta que acabé mi bebida y lo descubrí mirándome. Le devolví la mirada con curiosidad, y en respuesta giró su vista en dirección del curso del río. Sus ojos radiaban determinación, por lo que miré también en aquella dirección. No había nada ahí, pero reconocía un poco el sitio.

Tardé un poco en notarlo, pero había un límite vago e invisible del área que la manada recorría, pero nunca me molesté en averiguar porqué, aunque seguía sintiendo curiosidad al respecto. El área en la que nos encontrábamos era uno de esos límites, y el río fluía más allá. Si líder se planteaba romper aquel límite que lo había detenido hasta ahora, era porque nos quedamos sin opciones. Esa realización hizo que brotara en mí un sentimiento de resignación, junto con el confuso sentimiento de emoción por el prospecto de ir a un lugar nuevo y desconocido. Líder seguramente notó mi estado, al que respondió frotando su cabeza en mi mejilla y cuello brevemente, dejándome sentir su preocupación por mí, le devolví el gesto, y no hubo más reacción de su parte; se dio la vuelta para volver a la cueva, y yo lo seguí detrás.

Partimos temprano al día siguiente, bajo una llovizna, río abajo.