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Capítulo 27. Olvido – Parte 1

編集者: Nyoi-Bo Studio

Poca luz atravesaba la ventana que se encontraba al lado de la cama mientras las criadas limpiaban la habitación que una vez había pertenecido a la vieja ama de llaves de los Carmichael. Algunas de sus cosas habían sido botadas, otras quedaron en la habitación para el futuro criado que se incorporaría a trabajar para la familia.

Vivian llevaba en sus manos las sábanas nuevas, que había lavado hace dos días, y las colocó sobre la cama de madera. Una vez que el trabajo estuvo hecho, las criadas abandonaron la habitación, junto con Vivian, que antes le echó una larga mirada.

Pudo ver a su yo de pequeña llorando frente al ama de llaves que estaba sentada en la cama.

—¿Cuál es el problema, querida? –Martha le preguntó a la pequeña que lloraba, gimiendo a medida que las lágrimas caían por sus mejillas. — No lo sabré a menos que me lo digas en voz alta. ¿Por qué lloras? ­la mujer preguntaba pacientemente y no recibía respuesta de la niña.

—Mi padre y mi madre me odian. — al escuchar aquello, la anciana frunció el ceño.

—¿Quién te ha dicho eso?

—Janet. –la pequeña Vivian lloró, frotándose los ojos. –Dijo que por ello no vienen a verme y a llevarme con ellos. –Martha se acercó a la niña y con su mano áspera debido al trabajo limpió sus lágrimas.

—Janet no sabe nada. No escuches lo que dice, Vivi. –dijo la mujer, tomando a la niña y sentándola sobre su regazo. –Tu madre y tu padre están ocupados en este momento. Estoy segura de que algún día vendrán a buscarte.

—¿Cuándo? –la pequeña Vivian miró hacia arriba con curiosidad y lágrimas en los ojos.

—No puedo decirte cuándo, pero seguramente vendrán un día, Vivi. –Martha besó a la niña en la cabeza. –Ahora deja de llorar. No estarán felices si encuentran a su pequeña llorando, ¿no?

Vivian sonrió ante el recuerdo, esperando que Martha estuviera en paz dondequiera que se encontrara.

Francamente, a medida que había crecido, el rostro de sus padres se había desdibujado hasta el punto en el que ya no podía recordar cómo se veían.

Martha nunca había hablado sobre ellos y, si Vivian alguna vez decía algo sobre su familia, la anciana lo dejaba pasar ignorando sus palabras como si no escuchara. Aunque Janet, que era una criada, tenía la razón.

Los padres de Vivian no parecían quererla, y, a medida que los años transcurrieron, ningún miembro de su familia había intentado contactarla o visitarla ni una sola vez. Los recuerdos de su infancia se habían borrado, pero Vivian se preguntaba qué había hecho para que sus padres la desheredaran a una edad tan temprana.

Cerró la puerta con llave y subió las escaleras dirigiéndose hacia la mansión.

Vivian estaba caminando por los pasillos cuando vio a Leonard, que estaba con sus padres y los invitados que llegaban a la mansión. Los invitados eran la Señora Kennedy y su hija Shirley, que era uno o dos años más joven que Vivian. Venían de una familia estándar de vampiros, y usualmente visitaban la mansión Carmichael a la espera de que el Señor Carmichael ofreciera la mano de su hijo, en matrimonio con la hija de la Señora Kennedy.

Para Vivian, Lasy Shirley era una chica hermosa y delicada a la que nunca había escuchado levantar la voz. Nunca había tenido la oportunidad de conversar con ella.

El pelo negro, largo y brilloso de Lady Shirley estaba sujetado a los costados, y su hermoso vestido rozaba el suelo mientras caminaba hacia Leonard. En conclusión, para Vivian, Lady Shirley era bastante perfecta. Vio a Leonard y a Shirley pasar a su lado, y les dedicó una reverencia y una sonrisa.

En respuesta, recibió una cálida sonrisa de la chica, pero no podía decir lo mismo del muchacho que la acompañaba. Se preguntó si Leonard nuevamente estaría de mal humor. ¿Por qué? Lady Shirley era una buena compañía y no entendía por qué Leonard no estaría contento con ella.

—Vivian, ¿podrías pedirle a Paul que corte las ramas que han crecido a los lados de la mansión? –preguntó la Señora Carmichael, y Vivian asintió.

Encontró a Paul en el establo de los caballos, y lo llamó:

—¡Paul!

—¿Qué? –Paul se dio la vuelta, había estado recogiendo el estiércol con guantes.

—La Señora Carmichael quiere que recortes las ramas que están fuera de la mansión.

—¿Dijo que tenía que ser ahora? Estoy un poco ocupado en este momento. –Paul sacudió sus guantes sucios, lo que hizo que Vivian arrugara la nariz.

—Creo que sí. –las enredaderas que habían subido por las columnas de la mansión habían alcanzado a las plantas de su alrededor. Vivian preguntó—¿Quieres que lo haga yo?

——¿Has terminado de limpiar los armarios del ala este?

—Sí.

—¿Y las sábanas de la habitación?

—Ya las he cambiado.

— Bueno. No cortes mucho y sé cuidadosa hasta que yo llegue. –gritó Paul al ver a la chica girar sobre sus pasos y caminar hacia el cobertizo donde se guardaban las herramientas.