— ¿Quéee? Dijo sorprendida
Alice se encontraba allí, apoyada en el torso tibio de un hombre. Ella era una mujer relativamente alta y debido a ello nunca había llegado a sentirse tan pequeña como en aquel momento, donde su mano se encontraba sujeta y la cabeza de alguien que casi reposaba sobre su hombro respiraba muy cerca de su cuello.
La cabeza se alejó lentamente, hasta que sus ojos hicieron contacto. Estaba oscuro y el alumbrado titilaba debido a la cantidad de lluvia que todavía caía. No obstante, de lo cerca que estaba pudo ver unas pupilas dilatadas rodeadas de un azul profundo, sencillamente eran unos ojos hermosos, aun así Alice giró su cabeza tratando de evitar la mirada. Sentía su rostro desnudo, era muy extraño para ella no usar sus lentes, sin ellos perdía confianza, era como si quedara al descubierto, indefensa y vulnerable. Definitivamente no lo soportaba.
Tomó distancia y miró hacia el piso, entrecerrando los ojos intentaba ver lo suficiente para hallar su gafas, pero estaba muy oscuro y para colmo todo estaba brillante por la lluvia.
— ¿Buscas esto? Escuchó una voz profunda en sus oídos.
Luego, sintió como nuevamente su mano fue tomada, depositando en ella el objeto de su angustia.
Alice tenía las manos frías, había estado corriendo bajo la lluvia por minutos y cuando su mano fue cubierta sintió un calor reconfortante.
— Alice Stringray, Si no me equivoco ¿Verdad?
Rápidamente se puso sus lentes sin siquiera limpiar estos que se empañaron con el simple contacto de su rostro, por lo tanto no vio nada. Se sintió realmente estúpida, cuando escuchó una risa proveniente de ese sujeto.
— Déjame ayudarte. Aquel hombre le quitó las gafas y procedió a limpiarlas por ella.
Eso fue peor, sintió como si la hubiera desnudado.
— ¿Me conoce? Se atrevió a decir frustradamente mientras observaba las gotas agua que caían de su cabello al tiempo que miraba el piso.
— Parece que tienes mala memoria, no ha pasado menos de una hora que no me quitabas el ojo de encima. Continuo riéndose descaradamente.
— ¡No puede ser! Pensó mientras él le ponía sus gafas y sus ojos se hacían cada vez más grandes.
En ese preciso momento deseaba que hubiera sido la escena de un crimen, hubiera sido preferible haber muerto allí antes de haber experimentado eso, quería que la tierra se la hubiera tragado. No sabía que decir, puesto que sí lo había mirado, pero era porque él había estado mirándola primero, a decir verdad ella le había evitado castigada observando el piso.
— ¡Yo no te estaba mirando!. Gritó impulsivamente.
— Ah, entonces ¿Sí sabes quién soy? ¡Qué interesante!. Dijo burlonamente.
Era realmente incomodo, sobre todo para alguien que había pasado su vida lejos de situaciones que exigieran emociones. Ese día Alice sintió como su muro de frialdad se había roto, sintió como su poca madurez se había hecho trizas bajo una adolescencia tardía. Sencillamente quería salir a correr, huir .
Dio unos pasos hacia atrás cuando sintió nuevamente la lluvia fría en su cabeza.
— Jajaja. Él se rió escandalosamente. — Deberías ver tu rostro. No, más bien deberías verte toda.
Se sintió tan ridícula que había olvidado que se había raspado su rodilla y cuando salió a correr sintió como esta le dolía, aun así no le importó, ese día había sido el peor de toda su vida, y eso que había tenido varios.
— ¡Hey, espera! Gritó desde donde se refugiaba de la lluvia. Pero ella no pudo escucharlo en ese instante cayó un rayo seguido de un trueno estremecedor.
— ¡Espera!. Él había salido corriendo tras de ella y unas cuadras después logró alcanzarla.
— ¿Por qué haces esto? no ves que está lloviendo. Mírame ahora estoy empapado.
No sonaba feliz se le había quitado su tonta risa.