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Algunas cosas toman tiempo

La muerte de Annabeth lo quebró. Y muchos temían que para siempre. Busco el refugio en las profundidades del mar. Pero él sabía que no podía esconderse del mundo y de sus amigos por siempre, tenía que seguir adelante. Y tal vez no sería de la forma en que él pensó que sería, pero si fue la más adecuada para ayudarlo a terminar de sanar, para volver a ser el de siempre.

EscritorDeFics · 映画
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34 Chs

Se acaba el tiempo I

Oscuridad total, burbujas, desesperación, caos, olvido, desesperación, recuerdos, dolor y las últimas palabras que pensó que podía articular mientras desperdiciaba lo poco de oxígeno que tenía en los pulmones.

—L…o sien…to —decía mientras se hundía más y más como si una fuerza lo empujará al fondo. Pero no dejaba de escuchar en su mente

—¡Concéntrate! Ya deberías poder respirar. Solo debes enfocarte —le decía la voz en su mente mientras el trataba de aferrarse a la vida que se le escapaba en cada bocanada. —¡Concéntrate! —le decía la voz mientras en su mente empezaban como cortocircuitos y flashes a acumularse esos recuerdos, de felicidad, amor, muerte, dolor. Pensaba que no podría lograrlo ¿Por qué podría? Solo era un débil, que había perdido el sentido de la vida y no había un lugar en el mundo donde el pudiera encajar, esto solo era la prueba de que ya nada podía salvarlo de su condición.

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En el Olimpo las cosas estaban igual de caóticas, mientras que Dionisio conversaba con Zeus, Poseidón y Hades el resto de los dioses se concentraban en por lo menos leer los labios para poder enterarse de antemano a lo que podía llegar a suceder en el concilio convocado por Zeus. Había sido tan repentino que muchos de los dioses no podían esperar más para enterarse de que se trataba todo esto.

Dionisio se sentía determinado, solo aguardaba su momento para poder intervenir. Sentía un profundo resentimiento hacía ella por todas aquellas veces en que había persuadido a jóvenes doncellas que él quería para sí a convertirse en cazadoras y terminar odiando la figura masculina de los dioses. Era su momento. Era momento de venganza.

Zeus estaba estupefacto después de su charla con Dionisio. Nunca había sido un problema arruinar la vida de alguien con sus juicios apresurados y sus castigos insoportables y macabros. Pero esta vez, esta vez se trataba de Artemisa. El resentimiento entre sus hijos era algo que hoy sería un dolor para él.

—Esto no tiene buena pinta —dijo Hermes mientras se acomodaba jugueteando con sus traviesos pies. Por su parte Atenea observaba con su mirada estoica como el resto de dioses se acomodaban en sus asientos

—Ya saben que se trata de Artemisa, que tanto escándalo —Dijo la diosa de la sabiduría mientras que Artemisa reaccionaba a su nombre, pero al encontrarse con la mirada de Atenea no pudo mantener el contacto, no después del episodio que había tenido con Percy y la misma Atenea en el jardín de Hestia. Hades y Poseidón conversaban entre ellos tratando de encontrar sentido al hecho de que hoy podrían perder a una diosa como Artemisa.

—Ojalá que hubiera algo que pudiéramos hacer —dijo Hestia con algo de agotamiento, ya que había estado casi toda la noche revisando viejos manuscritos junto con Apolo para poder encontrar algo que pudiera ayudar a Artemisa. No había

—¡Silencio! —Se escuchó un potente trueno en el medio de la sala que fastidio los oídos de varios dioses como Hera y Deméter que eran las más tranquilas durante las reuniones juntos con Hestia. —Como es de conocimiento en todo el Olimpo, Artemisa se encuentra cesada de sus responsabilidades como diosa de este consejo asi como también ha perdido las facultades y dominios que ha tenido durante siglos… —Artemisa que se encontraba en el medio de la sala no podía contener la vergüenza y la humillación de que su nombre estuviera en entredichos.

—No los perdí ¡Me fueron arrebatados! —Grito mientras se acercaba lentamente hacia el trono de su padre, pero fue detenida por el estruendo de un enojado Zeus.

—¡Silencio! Ya tendrás tiempo de hablar Artemisa. No empeores más las cosas —Dijo un fastidiado Zeus que ya sabía lo que necesitaba para poder tomar acciones contra Artemisa. Su hija. Sin duda era en la que podía confiar para una misión y su reticencia a los hombres la hacía alguien a quien no tenía que estar vigilando constantemente.

—Padre, quisiera decir algo—La figura de Apolo se erigió en el trono, mientras miraba a Hestia con una cara estoica, esta era su última munición en favor de su "hermanita". Si es que estaba en lo correcto sobre el sentir de los dioses esto podría terminar en buen puerto.

—Un momento padre, primero hay que exponer los hechos, luego Apolo podrá decir todo lo que quiera —Dionisio sabía de las tácticas de Apolo, siempre había sido el más audaz, no siempre el más inteligente, pero si arrojado. No iba a permitir que se le adelante. No esta vez. Apolo y él intercambiaron miradas, donde Apolo ya sabía que había perdido el primer intento. Habría que re formular la defensa.

—Adelante Dionisio —Dionisio se puso de pie para mirar atentamente a Artemisa que no dejaba de devorarlo con la mirada. No era tonto, sabía que hacer enojar a Artemisa era darle espacio a que todo esto terminara en un descontrol.

—¡Esto es un ultraje! —Protesto Artemisa cuando vio en la mirada de Dionisio el feroz deseo de venganza. Ella sabía que no era del agrado de los dioses masculinos excepto por Apolo, pero no sabía que esto fuera un problema. Hasta hoy.

—¡Artemisa! No me obligues a callarte —Zeus replico haciendo tronar su rayo maestro, provocando silencio en la sala. Dionisio aparto la mirada de Artemisa para poder concentrarse en lo que tenía que hacer.

—Las cosas son simples y sencillas. Pude hurgar en la mente de Artemisa, mientras discutía con el joven dios Percy Jason. —Fueron breves pero reveladores momentos en los que las barreras de Artemisa se habían debilitado por discutir con Percy que habían sido la oportunidad del dios del vino y la locura. Lo que había visto era la pura traición. Pero no era lo único. No le importaba. El solo quería ver sufrir a Artemisa. Solo quería que experimentará lo mismo que él. Dolor.

—Jackson —corrigió con desdén Atenea mientras en su mente calculaba el discurso de Dionisio. Eran familia. Nunca cercana, el representaba todo lo contrario al raciocinio que ella pregonaba, él era la locura del éxtasis y los vicios. Pero nunca había visto tan motivado a un despreocupado miembro del consejo que en ocasiones regalaba su voto al mejor postor para las decisiones. Ella misma había sido beneficiada en múltiples veces por ese desdén. Pero esta vez podía ver un fuego especial en arrancar a Artemisa del consejo y tenía curiosidad del porqué.

—Eso, eso. Resulta que Artemisa expresamente accedió a entregarse a Gea durante su batalla con Gratión… —Todo se volvió un sepulcral silencio. Cuando en primera instancia Dionisio había dicho que levantaría cargos de alta traición contra Artemisa pensaban que se trataba de otro de esos problemas magnificados por disputas que no pasaban del robo de un animal sagrado o profanación de lugar de culto. Pero esto hizo que se les helara la sangre a todos los presentes. Artemisa estaba estoicamente mirando y evaluando las reacciones, por dentro se estaba desmoronando, ardiendo en ira.

—Traición… —fue el murmullo que se empezó a gestar poco a poco cuando la noticia se empezó a entender a cabalidad. Artemisa empezó a mirar a cada dios para ver quien se atrevía a increparla, pero nadie estaba tan loco como para hacerlo, pero si miraban con fuego en los ojos, porque se trataba de la vida de miles de semidioses que habían sido sacrificados en esa cruel guerra y ella había optado la deserción. Artemisa no quería recordar, se sentía asqueada de solo recordarlo. Odio. Por Dionisio, por el Olimpo, por la guerra, por Gea, por sus gigantes, por su ejército. Por Percy Jackson. Hubiera preferido que nunca hubiera intervenido. Ese fue el detonante. Pero no pudo contenerse más cuando se lanzó hacia Dionisio. Pero no contó con que el dios del vino estaba completamente preparado para su ataque.

—¡Maldito seas Dionisio! Jamás te perdonare esto. ¡Cómo te atreves! —Gritaba mientras enredaderas tomaron sus pies para que cayera de manera violenta y mientras intentaba levantarse miserablemente Dionisio se acercó no sin antes ser interceptado por la mirada fría y protectora de Apolo, quien no quería dañar a Dionisio, pero no podía soportar que Artemisa se avergonzara más.

—No te equivoques Artemisa —Susurro de manera mortal mientras sus ojos se teñían de un color purpura que hizo que Artemisa desistiera de levantarse

—Basta Dionisio —Habló Hades, mientras con un chasquido disolvía las enredaderas de los pies de Artemisa, la cual ni siquiera miro en dirección de Hades para para agradecer. Artemisa sabía que su orgullo era lo único que podría mantenerla de pie y sin derrumbarse. Dionisio se dio la vuelta para regresar a su sitio, pero solo después de lanzar un golpe más.

—Sugiero que se revoquen todos sus privilegios olímpicos y se le quiten sus poderes y dominios para vivir la vida de una simple mortal para siempre —El murmullo era demasiado ruidoso que hacía que Zeus empezara a perder la compostura, porque sentía que se le estaba yendo de las manos el destino de su hija. Artemisa dejó salir un suspiro de derrota al saber lo que pedía Dionisio. Era quitarle el alma inmortal, era quitarle la caza, era quitarle todo. Prefería la muerte, pero sabía que eso sería premiarla. Detestaba haber sido descubierta. Pero detestaba más que su debilidad por el maltrato a los hombres hubiera hecho que Dionisio tuviera un argumento para destruirla.

Apolo cerró los ojos con algo de resignación luego de mirar de reojo a un impasible Dionisio, que no se regocijaba, que no sonreía con sorna, que no actuaba de manera pedante, solo soltaba golpe tras golpe sin perder la compostura y que había aun decidió enfrentar a la propia Artemisa.

Hera miraba con algo de contradicción en su juicio las reaccione de los dioses, sentía lastima, pero a la vez ira por la traición. No podía quedar sin castigo, pero también sabía que el castigo que pedía Dionisio era muy duro para alguien tan orgullosa como Artemisa, pero no tan cruel ni capital como para provocar la compasión del resto de los dioses. Todo se resumía al efecto que provocara en los dioses. Ares era el único que afilaba su espada mientras disfrutaba el espectáculo de ver sufrimiento y dolor.

Atenea resopló con fastidio por todo el revuelto que esto estaba causando. Sentía que el castigo no era justo para la traición, no es que quisiera muerta a Artemisa, pero su razón le gritaba que la justicia debía prevalecer. No era justo que Annabeth estuviera muerta defendiendo la justicia y que solo se pidiera el exilio para la traición.

—¡Maldita sabandija! Eres igual que todos los de tu clase —Dionisio no se inmutó, porque sabía que en el momento en que cediera a sus impulsos no podría ganar. Artemisa no podía contenerse mientras Hermes y Apolo la sostenían. Zeus sabía que Dionisio estaba logrando derrotarla, pero también sabía que había más de lo que Dionisio había visto en esos pequeños fragmentos. —Tuve motivos para hacer lo que hice y no me arrepiento en lo más mínimo y de ser necesario lo volvería a hacer —La cara de estupefacción de los dioses Olímpicos por las declaraciones de Artemisa no tenía comparación porque la hacía ver más culpable ante los ojos del consejo. La sonrisa socarrona de Ares solo era contrastada por la decepción de la mirada de Atenea y Hestia.

—Es suficiente. —Dijo Zeus mientras colocaba su mano en el hombro de Artemisa sin decidir si estaba presionando para contenerla o si era un toque de para confortar. Apolo miro por un momento a Zeus sin decir nada, pero él sabía que Apolo solo quería defender a Artemisa.

—Adelante Apolo, que sea breve. —Dionisio se sentó sin gesticular nada con una mirada apacible, pero el dios del vino por dentro estaba temblando de deseo de disfrutar el momento.

—Todos aquí piensan que algo terrible sucedió. Y tal vez lo fue —Apolo no pretendía buscar que los dioses dieran por inocente a Artemisa, sus últimas declaraciones la hacían ver culpable asi que decidió apelar a siglos de errores y atrocidades que se habían en alguna ocasión pasado por alto. —Pero lo que no saben es el porqué de las cosas, durante siglos nos hemos cansado de cometer errores terribles ¿No te parece Hera? ¿Ya lo olvidaste Zeus? ¿No lo recuerdas Ares? Sin hablar de errores que aún seguimos pagando —Todos miraban con atención a Apolo mientras el con cautela trataba de evocar recuerdos que si no tenía cuidado podían ser contraproducentes.

—Basta de discursos ¿Cuál es tu punto? —dijo Ares un poco fastidiado por la palabrería del dios sol. Apolo chasqueó los dedos mientras dejaba a Artemisa en el centro de la sala, quien no pudo ocultar su fastidio por ser contenida, ella no podía quitarle la mirada a Dionisio, quien no se molestaba por ganar el duelo de miradas, sino que prestaba atención a Apolo.

—El punto es que todos aquí merecemos el beneficio de la duda —completó Hermes con poca convicción, Apolo por su parte no quería que Artemisa siguiera siendo objeto de más acusaciones, por lo que trato de calmar la situación agitando sus manos para que se pudiera guardar la compostura. En ese momento se levantó la persona más inesperada, un poco ofuscada por tanto espectáculo innecesario. Siempre había visto como Artemisa era fría y calculadora para atender juicios y dictar sentencia y el solo hecho de ver la forma arrojada con cómo se defendía la parecía inaceptable.

—Que tonterías son estas Apolo —Deméter tomó la palabra, el beneficio de la duda no era algo que Artemisa les brindará a sus hijas cuando habían querido unirse a sus filas. Siempre había dicho que sus hijas solo estaban hechas para cultivos y recolección. Eso había hecho que Deméter sintiera su orgullo herido.

—Porque no escuchamos lo que sus cazadoras tienen decir —Poseidón, quien había estado reflexionando durante toda la reunión, no le había gustado nada que Artemisa maltratará a Percy, y tampoco quería decidir su postura con resentimientos, pero sabía que Artemisa prefería morir que tener que pedir ayuda.

—¡Poseidón! Ellas solo hablarán a su favor y lo sabes —la voz un tanto chillona y desganada de Afrodita se hizo oír ya ella no era respetada por las cazadoras debido a Artemisa y por eso no quería tenerlas cerca.

—Apolo… —susurró Hestia mientras Apolo le sonreía con algo de inseguridad. Las cosas se habían desviado un poco de su plan original, pero esperaba que alguna de sus cazadoras pudiera decir algo que hiciera que Artemisa.

—Es lo único que se me ocurrió —respondió tratando de disculparse. Cuando Hestia había buscado a Apolo para encontrar una solución estaba pensando en proponer una amnistía en base a algún precedente, pero todo lo que habían encontrado en los archivos era castigos horrendos y crueles ejecuciones, no había ni un ápice de compasión o esperanza y todo había desencadenado en que los castigados y condenados unieran fuerzas con Gea, los titanes o los gigantes para destruir Olimpo. Y no quería eso para Artemisa.

—Es momento de llamar a Thalia y sus cazadoras —Artemisa trató de contener la angustia de ver a sus cazadoras y que ellas la vieran en el estado en que estaba. Nadie debe hablar. Fue su pensamiento mientras Hermes y desaprecia en un abrir y cerrar sus ojos ante la orden de Zeus.