Un largo silencio pasó entre Kieran e Illiad. Durante este tiempo, Kieran observó cómo Illiad resolvía su confusión interna avanzando en su duelo. Una vez que dio este paso, ella limpió las lágrimas que manchaban sus mejillas.
Era un dolor como ningún otro ver a su amor perdido una última vez, pero también proporcionaba una innegable sensación de cierre al saber que incluso en la muerte, su alma gemela no se había olvidado de ella.
«Un momento agridulce pero pintoresco que no puedes evitar atesorar», pensó Kieran para sí mismo.
Él observó cómo Illiad inhalaba profundamente y luego soltaba un suspiro entrecortado. —No ocurrirá de la noche a la mañana, pero con el tiempo volverás a recuperar pedazos de ti misma. Cuando se vuelva difícil, simplemente recuerda la alegría compartida entre ustedes dos y si eso resulta insuficiente... entonces recuerda sus últimas palabras.
—Lo haré —asintió Illiad.
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