Naomi caminaba por el sendero que atravesaba el parque en su ruta a la escuela, disfrutando de la frescura de la mañana. El aire suave acariciaba su rostro mientras los primeros rayos de sol se filtraban a través de las ramas, creando una danza de luces y sombras que la envolvía en una atmósfera calmada y relajante. Los pájaros cantaban alegremente, componiendo una melodía suave que parecía sincronizarse con sus pasos.
De repente, entre los árboles, divisó a Saori, cuyo cabello brillante resaltaba contra el verde del parque. Se encontraron en un pequeño claro adornado con bancos de madera y flores coloridas.
—¡Hey, Naomi! —exclamó Saori, sonriendo—. ¿Cómo te fue con tu visita anoche? ¿Fue emocionante?
Naomi esbozó una sonrisa, aunque sentía que las manos le sudaban ligeramente. Su voz, como siempre en momentos de nervios, tembló apenas.
—hola, Saori. Fue una visita interesante... un poco inesperada, en realidad. Kotaro apareció de repente en mi casa solo para... devolverme los lentes que olvidé.
Saori arqueó una ceja, dejando ver una sonrisa pícara.
—¡Ah!, ¿sí? ¿Solo fue para devolverte los lentes? —bromeó—. ¿Segura de que no era una excusa para pasar un rato contigo?
Naomi sintió el calor subir a sus mejillas y comenzó a tartamudear, tratando de evitar la mirada traviesa de su amiga.
—No, no fue eso en absoluto. Fue solo para devolverme los lentes, nada más.
—Está bien, está bien —dijo Saori riendo—. Solo quería asegurarme de que no me estabas ocultando algo emocionante. Pero si pasa algo más, ¡me lo tienes que contar!
Naomi asintió, sintiendo el rubor en sus mejillas mientras intentaba calmar la vergüenza que se arremolinaba en su pecho. La mención de Kotaro en relación con su visita la hacía sentirse incómoda; no quería que Saori malinterpretara su relación. Juntas continuaron su camino, aunque la conversación aún la inquietaba.
—¡Espera! —exclamó Naomi de pronto—. ¿Cómo sabes que él estuvo en mi casa anoche?
—Porque te tengo vigilada —respondió Saori, riendo mientras se apartaba, molestándola de manera juguetona.
—¡Oye, no esquives! ¡Dime por qué no llegaste anoche! —insistió Naomi, entre divertida e intrigada.
Una vez en el aula llena de estudiantes, Naomi, al ver a Kotaro, saludó tímidamente con un ligero movimiento de cabeza, aunque él solo la observó con una expresión seria y distante, apenas devolviendo el saludo. La indiferencia de Kotaro la sorprendió, especialmente después de la noche anterior. La sensación de incomodidad creció en su pecho, y una pizca de tristeza nubló sus pensamientos.
El profesor ingresó al aula y, con una voz firme, anunció que el primer trimestre estaba llegando a su fin, junto con los exámenes que se acercaban rápidamente. Un murmullo de emoción y nerviosismo llenó el aula, y Naomi sintió un escalofrío recorrer su espalda. La mención de los exámenes la llenaba de inseguridad y ansiedad.
Miró a sus compañeros mientras sacaban sus cuadernos y libros, ansiosos por comenzar a repasar. En cambio, ella permaneció inmóvil, con la mirada perdida y una expresión vacilante. No puede ser... ya llegaron los exámenes, y no he estudiado nada, pensó, sintiendo una oleada de preocupación que comenzaba a apoderarse de ella.
Los pensamientos negativos surgieron de inmediato, invadiendo su mente. Dudaba de sus habilidades y se cuestionaba si realmente sería capaz de obtener buenos resultados. La idea de enfrentarse a las evaluaciones la hacía sentir abrumada, y una sensación de desesperanza comenzó a hacerse cada vez más intensa.
Tan absorbida estaba en sus pensamientos que no notó que Kotaro, sentado al lado izquierdo, la observaba con atención. Él percibía su preocupación, pero no hizo ningún comentario, manteniendo su silencio habitual.
Mientras todos a su alrededor se sumergían en sus libros y apuntes, Naomi permanecía atrapada en sus pensamientos. Intentaba recordar los conceptos importantes, las fórmulas, pero parecía que sus dudas y miedos bloqueaban cualquier esfuerzo. A pesar de sus intentos por concentrarse, el nerviosismo solo crecía. Sus manos comenzaron a temblar ligeramente, y una sensación de opresión se apoderó de su pecho, como si cada aliento se volviera más difícil de alcanzar.
Terminada la jornada, todos se marcharon, dejando a Naomi sola en el salón. Aprovechó el silencio para finalizar unos apuntes que el profesor le había encargado, disfrutando de la tranquilidad en la desolada escuela, aunque la inquietud por los exámenes aún persistía. Al levantarse, sintió un impulso inexplicable de dirigirse al aula de música; algo en su interior la empujaba a comprobar si Kotaro estaba allí, quizás tocando el piano.
Al llegar, encontró el aula sumida en un silencio absoluto. No debería estar aquí… pensaba, dudando por un momento. A punto de marcharse, el sonido repentino de una tecla la detuvo. Se quedó inmóvil, sorprendida, mientras la nota resonaba suavemente en el aire. Con el corazón latiendo de anticipación, asomó la cabeza y confirmó que era Kotaro, quien, en profunda concentración, extraía una melodía envolvente de las teclas.
Desde la puerta entreabierta, Naomi observaba cómo él tocaba el piano. ¿Cómo puede alguien parecer tan… diferente mientras toca? pensó, mientras sus ojos seguían cada movimiento de sus manos. La tenue luz del exterior iluminaba la figura de Kotaro en la penumbra del aula, destacando sus rasgos mientras sus manos se movían con precisión y destreza. Sus dedos danzaban sobre el piano, arrancando cada nota con una mezcla de fuerza y delicadeza, creando una melodía tan hermosa que parecía llenar cada rincón del aula.
A medida que la música fluía, el sonido llenaba el espacio y envolvía a Naomi, creaba una atmósfera íntima y mágica. Cada nota transmitía algo profundo, como si Kotaro encontrara en la música una forma de expresar emociones que las palabras no podían alcanzar. Su rostro, sereno pero intenso, revelaba una tristeza que se transformaba en algo más, algo parecido a la esperanza. ¿Qué es lo que guarda tan profundamente dentro? se preguntó Naomi, sintiendo que, por un momento, la barrera entre ellos desaparecía, y que podía ver un lado de Kotaro que pocos conocían, un lado vulnerable y auténtico.
La intensidad de la música la mantenía hipnotizada, conectándolos a un nivel más profundo y revelando una parte de Kotaro que solo la música podía desatar. Naomi comprendió en ese instante que había algo especial en él, algo único que despertaba en ella una chispa de admiración y atracción. «¿Por qué…? ¿Por qué me siento así al verlo?» Su corazón latía con fuerza mientras se repetía esa pregunta, aún sin comprender sus propios sentimientos.
El momento fue efímero pero significativo, dejándole una impresión imborrable. La música de Kotaro había tocado su corazón de una manera que nunca antes había experimentado, despertando en ella un torbellino de emociones que apenas comenzaba a comprender. No quiero que este momento termine, pensó, aún maravillada.
Cuando la melodía llegó a su fin, Naomi decidió retirarse con rapidez, temerosa de ser descubierta. «Es mejor irme… este es su espacio, su momento». Con el corazón aún emocionado por lo que había presenciado, se alejó en silencio, dejando atrás el aula y llevándose con ella la imagen de Kotaro perdido en su mundo de notas y silencios.
Al día siguiente, siendo fin de semana, Naomi se despertó temprano y decidió dar un paseo por un tranquilo parque. Llevaba consigo su mochila, esperando encontrar paz y concentración para sus estudios. Mientras caminaba por los senderos rodeados de vegetación, disfrutaba del suave viento y del refrescante aroma de la naturaleza.
Justo entonces, una figura pequeña y acelerada llamó su atención. Una niña corría hacia ella con expresión de puro terror. Al principio, no la reconoció, pero pronto vio que era Sakura, la hermanita de Kotaro, que venía con los ojos llenos de lágrimas y una cara de susto absoluto, como si huyera de un monstruo.
Sin dudarlo, Naomi la abrazó y la levantó en sus brazos, tratando de transmitirle seguridad. Pero en ese instante, un perro apareció dando saltos, moviendo la cola y con una expresión tan animada que parecía haber encontrado a sus mejores amigos. Al ver al perro, Naomi se alarmó, intentando proteger a Sakura con un gesto heroico y un poco exagerado.
—¡Atrás, perro! ¡Nada de asustar a la niña! —exclamó Naomi, aunque su tono no intimidó mucho al perro, que siguió correteando felizmente.
Al intentar dar un paso hacia atrás, Naomi tropezó torpemente y acabó en el suelo con Sakura en sus brazos. El perro, como si lo tomara como invitación al juego, comenzó a dar saltos y a correr en círculos, disfrutando del caos que había provocado. Sakura, aún en brazos de Naomi, lloraba cada vez más fuerte, mientras Naomi trataba de levantarse, cubriendo a Sakura y mirando al perro con una mezcla de desconcierto y resignación.
Fue entonces cuando Kotaro, que había estado siguiendo a Sakura, llegó al rescate, encontrándose con el espectáculo caótico. Sin decir palabra, se acercó y tomó a su hermana en brazos, lanzando una mirada de leve exasperación al perro y dirigiéndose a Sakura con tono suave.
—Está bien, Sakura. El perro solo quiere jugar contigo. No es malo —explicó con paciencia, mientras Sakura lo miraba aún entre sollozos.
—¡Pero es un perro feo! —protestó ella, lanzando al perro una mirada de reproche.
Para sorpresa de todos, el perro pareció entender la ofensa, bajando la cola y las orejas, con una expresión casi dolida. Justo en ese momento, una chica apareció corriendo y se llevó al perro, disculpándose repetidamente mientras se alejaban.
Aliviado, Kotaro se volvió hacia Naomi, quien seguía sentada en el suelo, sacudiéndose un poco de polvo y con las mejillas sonrojadas de la vergüenza.
—¿Estás bien? —preguntó, ofreciéndole una mano para ayudarla a ponerse de pie.
—Eh, sí, gracias… aunque no puedo creer que esto esté pasando —respondió Naomi, soltando una risa nerviosa mientras intentaba mantener la compostura.
Después de asegurarse de que Sakura estaba a salvo y el perro ya no estaba a la vista, los tres se dirigieron a una banca cercana y se sentaron. Por un rato, ninguno de los dos habló, aunque Naomi seguía perdida en sus pensamientos, especialmente preocupada por los exámenes.
Para su sorpresa, Kotaro rompió el silencio, mirando de reojo su mochila cargada de apuntes.
—¿Estás bien? Siento que algo te está intranquilizando —preguntó con calma, mientras Naomi desviaba la mirada, sorprendida.
—¡Eh! Sí, sí, estoy bien, no te preocupes —respondió ella, aunque su tono traicionaba un leve nerviosismo.
—Parece que estás preocupada por los exámenes de la próxima semana
—observó Kotaro, notando su incomodidad.
Naomi, sonrojada, asintió.
—No pensé que se notara tanto… No he estudiado lo suficiente y… temo obtener un mal resultado. No quiero decepcionar a mi tía y siento que, si no hago bien este año, nunca podré entrar a una buena universidad. Sé que suena exagerado, pero… no me siento capaz.
Kotaro asintió y, tomando un tono serio, le respondió:
—Entiendo cómo te sientes. Los exámenes pueden ser estresantes, pero eres inteligente y capaz. Y si quieres avanzar, puedo ayudarte. Puedes venir a mi casa y estudiamos juntos.
Naomi parpadeó, aturdida por la oferta, y titubeó antes de responder.
—¿A… a tu casa? ¿Ahora? Yo…
—Lo siento si eso te causa problemas —interrumpió Kotaro, algo incómodo.
—No, no, es solo que… —Naomi se ruborizó más—. Solo pensé que no te gustó la última vez que fui. Pero… sí, me gustaría.
Kotaro sonrió levemente.
—Disculpa por esa vez, fue una situación complicada, pero no volverá a pasar.
—Lo sé, no te preocupes —respondió Naomi, relajándose un poco—. Entonces, ¿cuándo estudiamos?
Kotaro miró su reloj y respondió con un toque de pragmatismo:
—Bueno, ya que tienes tus apuntes aquí… ¿qué te parece ahora?
Naomi abrió mucho los ojos, sorprendida por la rapidez.
—¡¿Ahora mismo?! —exclamó ella, sorprendida, mientras Kotaro asentía, calmado.
—Así es. Sakura y yo vinimos a distraernos un rato, pero también planeaba estudiar hoy.
Naomi asintió, un poco abrumada por el giro repentino, pero agradecida. Ambos se levantaron de la banca, y Kotaro llamó a Sakura, que estaba jugando a atrapar mariposas, para regresar juntos.
Al llegar a casa, fueron recibidos por Tomoko, la madre de Kotaro y Sakura. Tomoko los saludó con una sonrisa cálida, reconociendo a Naomi de inmediato. Pero para sorpresa de todos, abrazó a Naomi con una sinceridad que los dejó perplejos.
—¿Está todo bien, madre? —preguntó Kotaro, algo extrañado.
—Sí, todo está bien. Me alegra ver nuevamente a tu amiga por aquí —respondió ella con una sonrisa amable—. Pensé que no volverías a visitarnos.
—Buenas tardes, señora Himura. Sí, quería volver a visitarlos. Qué bueno verla de nuevo —contestó Naomi, algo apenada por la efusiva bienvenida.
Antes de que pudiera continuar, Sakura irrumpió en la conversación con su energía contagiosa.
—¡Mami, mami! La novia de mi hermanito me salvó de un perro feo que me quería morder. ¡Gracias a ella estoy viva! —exclamó Sakura emocionada, sin dejar espacio para corregirla.
—¿¡Eh!? ¿¡Novia!? —Naomi sintió sus mejillas arder mientras sus palabras se atropellaban al salir—. ¡No, no, no soy su novia! ¡Es un malentendido!
—Sakura… ella es solo una amiga —intervino Kotaro, intentaba calmar la situación, aunque su propio rubor lo traicionaba.
Tomoko, observando la escena, no pudo evitar reírse ante las reacciones de ambos, disfrutando del momento y la confusión de Naomi. Kotaro rápidamente mencionó que Naomi estaba allí para estudiar y la invitó a su habitación, buscando escapar de la vergüenza que aún llenaba el ambiente.
Una vez dentro, Naomi se quedó impresionada al ver la habitación: todo en un orden impecable, con una colección de discos cuidadosamente organizada y una estantería repleta de libros. Miró a su alrededor, admirada, y se volvió hacia él con una sonrisa tímida.
—Tu habitación es... hermosa —dijo, su voz llena de admiración.
—Gracias. —Kotaro se encogió de hombros, un poco incómodo por el cumplido—. Dame un momento, voy por algo.
Mientras él salía de la habitación, Naomi respiró profundamente, intentando calmar sus nervios. «¡No puede ser, estoy en la habitación de Kotaro! No sé cómo actuar. ¿Qué hago?» pensó, sintiendo que la presión aumentaba en su pecho.
Nerviosa, comenzó a notar que necesitaba ir al baño. Decidió salir y buscar a la madre de Kotaro para preguntarle dónde estaba. Siguiendo las indicaciones, se dirigió rápidamente al baño y, sin pensarlo demasiado, abrió la puerta... pero el destino le tenía preparada una sorpresa: allí estaba Kotaro, con el torso desnudo y a medio vestir, en pleno proceso de colocarse los pantalones.
Naomi sintió que el mundo se detenía y el color carmesí invadió su rostro en un instante.
—¡Lo... lo siento mucho, perdón por entrar así! —balbuceó, con la voz temblorosa y el pulso acelerado.
Intentó cerrar la puerta de inmediato, pero no pudo evitar ver a Kotaro solo en ropa interior, mientras él, entre sorprendido y avergonzado, trataba torpemente de cubrirse. Por un momento, ambos se miraron en completo silencio, el aire denso y cargado de una tensión incontrolable.
Después de un segundo, Kotaro soltó una risa incómoda, rompiendo el silencio abrumador.
—E-espera… ¿necesitas el baño? —logró decir, entre risas nerviosas—. Ya terminé, puedes pasar. No te preocupes.
Naomi sintió que el suelo bajo sus pies se abría y, sin decir nada, pasó rápidamente junto a él, evitando a toda costa mirarlo. Su mente estaba revuelta, y sentía como si cada rincón de su rostro ardiera de vergüenza. Sin embargo, un detalle la distrajo momentáneamente: alcanzó a ver algunas cicatrices en el torso de Kotaro, un rastro silencioso de algo que no entendía y que despertó en ella una mezcla de curiosidad y tristeza. Pero no dijo nada, temiendo incomodarlo aún más.
Cuando regresó a la habitación, el silencio era tan pesado que casi resultaba doloroso. Naomi se disculpó nuevamente, tratando de aliviar la tensión.
—No te preocupes, fue un accidente… —Kotaro intentó tranquilizarla, aunque aún evitaba mirarla directamente.
Decididos a sacarse la vergüenza de encima, Kotaro propuso que comenzaran a estudiar y reunió sus apuntes. Naomi, aún un poco confundida, acordó comenzar con matemáticas, y poco a poco, ambos se concentraron en el estudio.
Pasó más de una hora de trabajo intenso y silencioso. Naomi miró a Kotaro de reojo, notando su concentración y seriedad. Aunque lo agradecía, sentía que el silencio entre ellos creaba una distancia inexplicable. Quiso iniciar una conversación ligera, pero cada intento mental de hacerlo se sentía ridículo. Frustrada, siguió con sus apuntes, resignada a la idea de solo estudiar.
Justo entonces, la puerta se abrió con un golpe y Sakura irrumpió, corriendo hacia Naomi y saltando animadamente sobre su regazo. Su repentina entrada rompió el silencio y, de inmediato, el ambiente se volvió más relajado.
—¿Qué están haciendo? ¿Están jugando? —preguntó Sakura, mientras Kotaro la miraba con una mezcla de exasperación y cariño.
—Sakura, Naomi está ocupada estudiando —le dijo Kotaro amablemente—. No queremos molestarte, Naomi, pero…
Naomi le sonrió a la niña.
—No hay problema, me agrada mucho tu hermanita —dijo, acariciando la cabeza de Sakura.
Aun así, Kotaro le pidió a Sakura que se retirara, prometiéndole que jugaría con ella después. La niña, algo contrariada, salió del cuarto tras expresar su deseo de quedarse.
—Perdón por eso —se disculpó Kotaro.
—Está bien, me agrada su compañía —respondió Naomi, riendo suavemente.
Kotaro volvió a concentrarse en el estudio y, al ver que Naomi tenía problemas con una operación, se acercó para explicársela. En su concentración, no notó que estaba cada vez más cerca de ella. Cuando levantó la mirada, se dio cuenta de que sus rostros estaban a solo unos centímetros. Ambos quedaron congelados, los ojos de uno reflejando el asombro del otro. De repente, Kotaro se apartó rápidamente, el rubor extendiéndose en su rostro.
—L-lo siento… —balbuceó él, apartando la mirada.
Naomi, también sonrojada, intentó disimular su propia vergüenza.
—No… tranquilo, está bien… —contestó, luchando por controlar su propio nerviosismo.
Afortunadamente, Sakura irrumpió una vez más, mostrándole a Naomi un juguete, lo que ayudó a aliviar la tensión en el aire. Incluso Sakura pareció notar el ambiente incómodo, aunque no dijo nada y se limitó a sonreír.
Después de varias horas de estudio, Naomi se levantó para retirarse. Ambos coincidieron en que era mejor seguir estudiando al día siguiente. Con las pruebas cada vez más cerca, Naomi se despidió de todos con gratitud y cortesía, dejando atrás la casa de Kotaro con el corazón acelerado y una mezcla de emociones que aún intentaba entender.