El segundo día del campamento escolar había llegado con la serenidad propia de la naturaleza. El bosque se alzaba majestuoso ante los estudiantes, con los altos árboles creando un manto verde que tapizaba el cielo y proyectaba sombras irregulares sobre el suelo. El canto de los pájaros y el suave crujir de las ramas bajo los pies eran el acompañamiento perfecto para la excursión que marcaba el inicio del día.
Naomi caminaba junto a Kotaro, ambos algo rezagados del grupo. Ella miraba de reojo a Kotaro, quien caminaba en silencio a su lado, con las manos en los bolsillos y la vista fija en el sendero. La brisa ligera acariciaba su cabello oscuro, moviéndolo suavemente. A la luz del sol filtrándose entre los árboles, Kotaro parecía más relajado, menos distante de lo que solía ser.
Naomi sentía un pequeño revoloteo en el estómago. Cada vez que Kotaro se acercaba a ella, sus emociones parecían agitarse. Se preguntaba cuándo había empezado a sentir esa cercanía, esa sensación de seguridad y comodidad con él. Quizás fue durante aquella conversación bajo las estrellas o tal vez mucho antes, en los pequeños gestos que, sin darse cuenta, la habían atrapado.
—¿Estás bien? —la voz de Kotaro, baja y firme, rompió el silencio.
Naomi parpadeó, dándose cuenta de que había estado mirando el suelo demasiado tiempo.
—¿Eh? Ah, sí, sí… estoy bien —contestó con una sonrisa nerviosa.
Kotaro no respondió, pero Naomi percibió una leve curvatura en la comisura de sus labios. ¿Era eso una sonrisa?
Continuaron caminando en silencio, hasta llegar al lago, donde las aguas cristalinas reflejaban el cielo despejado. Algunos compañeros comenzaron a lanzar piedras, tratando de hacerlas rebotar sobre la superficie. Otros, más intrépidos, metieron los pies en el agua, sintiendo el frescor en sus tobillos.
Naomi, que aún estaba pensando en sus emociones, observaba a Kotaro desde la distancia. Él se había sentado en una roca cerca del lago, con la mirada perdida en el horizonte. El viento movía nuevamente su cabello, y Naomi sintió algo extraño. Una calidez, como si estuviera viendo a Kotaro bajo una nueva luz. Se ve tan tranquilo... tan distinto de cómo es en la escuela.
—¡Naomi! —la voz de Saori la sacó de sus pensamientos—. ¡Vamos, hay que preparar las comidas!
Naomi asintió y se acercó a Kotaro.
—Vamos, es nuestra señal para movernos.
Kotaro la miró, y asintió en silencio, poniéndose de pie para seguirla. A pesar de que no había grandes palabras entre ellos, Naomi sentía que cada vez estaban más cómodos en compañía del otro.
La tarde estuvo marcada por risas y caos en la competencia de comidas. Cada clase estaba encargada de preparar un plato diferente, y aunque no todos tenían talento para la cocina, el ambiente era relajado y divertido. Naomi y Saori estaban peleando con un montón de vegetales mientras reían a carcajadas por el desastre que estaban creando. Kotaro, sentado a un lado, observaba en silencio, aparentemente ajeno a la emoción general.
—¡Kotaro! ¡Ayúdanos con esto! —gritó Saori, lanzándole un cuchillo.
El cuchillo aterrizó en la mesa frente a él, sin peligro, pero Kotaro lo miró como si fuera un objeto extraño. A regañadientes, se levantó y comenzó a picar los vegetales con una habilidad sorprendente.
—¿Sabes cocinar? —preguntó Naomi, impresionada.
—A veces —respondió sin darle mayor importancia.
El día avanzó entre bromas, sonrisas y el agradable olor de los alimentos cocinándose al aire libre. Naomi no pudo evitar notar cómo, a pesar de la reticencia de Kotaro a participar, él siempre estaba cerca de ella, como si no quisiera alejarse demasiado.
Cuando llegó el tercer día, el ambiente cambió. El aire estaba cargado de emoción y nervios. Los estudiantes se reunían en grupos mientras el profesor anunciaba la actividad de la noche: la esperada "Prueba de terror". Todos participarían en parejas, caminando a través del bosque oscuro con una sola linterna, enfrentándose a los sustos preparados por algunos de los estudiantes mayores.
— ¡Muy bien! Vamos a formar las parejas —dijo el profesor, mirando la lista. La expectación en el ambiente se sentía palpable, mezclada con un ligero toque de ansiedad. Los murmullos de emoción recorrían el salón.
— Yo con Akane, por favor —dijo uno de los chicos, levantando la mano y señalando a la chica que estaba justo a su lado.
Mientras todos parecían apresurarse a elegir a sus amigos, Kotaro estaba sentado al fondo, sin emitir palabra, como de costumbre. Su postura relajada y su expresión impenetrable, esa misma que muchos consideraban seria y un poco intimidante, hacía que nadie se acercara a él.
— ¿Quién va con Kotaro? —preguntó el profesor, sin mirar a nadie en particular, pero sus palabras provocaron un silencio incómodo.
De inmediato, se notaron miradas de lado, expresiones vacilantes y ligeros susurros.
— Eh… yo… um… creo que ya tengo pareja —dijo un chico que estaba cerca de Kotaro, rápidamente moviéndose hacia otro grupo.
— Yo no quiero, es… demasiado serio —susurró una chica lo suficientemente alto para que algunos la escucharan.
— No me sentiría cómoda con él —agregó otra, sacudiendo la cabeza ligeramente.
La atmósfera se volvió más tensa. Kotaro, sin cambiar su expresión, se mantenía en su lugar, sin intervenir, pero era obvio que percibía el rechazo en el ambiente. No era la primera vez que pasaba algo así. Aquella aura de seriedad y reserva que siempre lo envolvía lo había alejado de muchos, y ahora lo hacía más visible que nunca. A su alrededor, el espacio se sentía vacío, como si todos inconscientemente lo evitaran.
Naomi, observando todo esto desde su lugar, sintió un nudo en el estómago. Ella conocía a Kotaro lo suficiente como para saber que, aunque no lo mostraba, todo esto probablemente lo afectaba. Su mirada se desvió de él hacia el resto del grupo, viendo cómo todos se apartaban con una excusa o simplemente ignoraban la situación.
Finalmente, levantó la mano con determinación, aunque su corazón latía un poco más rápido.
— Yo… yo iré con Kotaro —anunció Naomi, en un tono más firme de lo que ella misma esperaba.
Los ojos se giraron hacia ella de inmediato, algunas miradas sorprendidas y otras con cierto alivio. Saori, que estaba cerca de Naomi, le lanzó una sonrisa cómplice, sabiendo perfectamente por qué había tomado esa decisión.
Kotaro alzó ligeramente la mirada hacia Naomi. No dijo nada, pero la ligera inclinación de su cabeza parecía una especie de agradecimiento silencioso.
El profesor asintió, contento de que finalmente alguien hubiera decidido.
— Bien, entonces Naomi y Kotaro serán pareja —dijo, continuando con la lista.
Naomi sentía una mezcla de alivio y preocupación. Sabía que Kotaro no era malo, solo reservado, pero la forma en la que el grupo lo había rechazado le dolía. Aun así, también había una extraña sensación de calma al saber que iría con él, como si, en el fondo, supiera que estaría a salvo a su lado.
Saori le susurró al oído mientras los grupos seguían formándose.
— Eres valiente. Pero no me sorprende que lo hayas hecho —dijo con una sonrisa traviesa—. ¿O acaso hay algo más ahí?
Naomi enrojeció ligeramente, apartando la mirada mientras trataba de fingir normalidad.
— Solo... solo no quería que él se quedara solo —respondió, pero sus palabras parecían tener un peso diferente que Saori captó al instante.
— Claro, claro... —respondió Saori con un tono burlón, pero cómplice, mientras le daba un golpecito en el brazo.
Naomi miró de nuevo a Kotaro, quien aún mantenía su expresión seria, como si nada de lo ocurrido le afectara. Pero dentro de ella, sentía que había hecho lo correcto, aunque ahora, con la cercanía de la prueba, su propio corazón comenzaba a latir más fuerte de lo que esperaba.
Mientras se preparaban para la prueba, el aura de rechazo seguía flotando en el aire, pero ahora Naomi y Kotaro estaban juntos, listos para enfrentar lo que fuera que el oscuro bosque les deparara.
—No puedo creer que te ofrezcas para hacer esto —dijo Saori entre risas—. Apuesto que sólo lo haces porque Kotaro estará contigo.
—¡No digas eso! —exclamó Naomi, sonrojándose—. Solo… no quiero que él vaya solo, ¿de acuerdo?
Saori soltó una carcajada y le dio una palmada en la espalda antes de marcharse con su propio grupo. Mientras tanto, Kotaro ya estaba esperando, con la linterna en la mano eran los últimos en marchar.
El bosque ahora parecía un lugar completamente diferente. Las sombras proyectadas por las ramas y las hojas formaban figuras inquietantes. A lo lejos, los gritos de los otros grupos que ya habían iniciado la prueba resonaban entre los árboles.
—Vamos —dijo Kotaro, encendiendo la linterna y caminando hacia el oscuro sendero.
Naomi lo siguió de cerca. Al principio, todo marchaba bien. Los dos caminaban en silencio, con Kotaro iluminando el camino y Naomi intentando no tropezar con las raíces de los árboles. Pero, a medida que avanzaban, comenzaron a escuchar ruidos extraños.
De repente, un destello rápido de algo oscuro pasó junto a ellos.
—¡Kyaaa! —Naomi gritó por instinto, agarrándose del brazo de Kotaro.
Kotaro se tensó, pero no se apartó. Continuaron caminando, pero en un momento, algo extraño sucedió: la luz de la linterna empezó a parpadear, y una figura apareció frente a ellos. Naomi gritó de nuevo, retrocediendo, y entonces lo sintió. Un empujón.
Antes de que pudiera reaccionar, cayó hacia atrás y su cuerpo tocó el agua helada de un pequeño riachuelo que bordeaba el camino. El golpe la dejó sin aliento, pero antes de que pudiera procesarlo, sintió el peso de Kotaro sobre ella, quien se había lanzado para protegerla del impacto.
El agua estaba fría, demasiado fría. Pero lo que más le preocupaba era el rostro de dolor que vio en Kotaro. Él se había golpeado el codo con una roca al caer.
—¡Kotaro! —Naomi se incorporó como pudo, viendo cómo él apretaba los dientes, tratando de ocultar el dolor.
Makoto, que había sido el causante del susto, desapareció sin decir una palabra. Naomi miró hacia el bosque, sintiendo una mezcla de rabia e impotencia, pero luego volvió su atención a Kotaro.
—Lo siento… esto es mi culpa —dijo Naomi, con la voz quebrada.
—No… fue un accidente —dijo Kotaro entre jadeos—. No puedes… hacer nada más.
—Debería buscar ayuda, pero… —dijo Naomi, mirando alrededor, incapaz de ver el camino de vuelta debido a la oscuridad.
Kotaro negó con la cabeza.
—Es mejor que no te vayas sola… Está oscuro y.… podrías perderte.
Naomi sintió que las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos.
El agua fría del riachuelo empapaba la ropa de ambos, como si el frío quisiera colarse hasta sus huesos. Naomi se arrodilló rápidamente junto a Kotaro, quien yacía reincorporado, apoyado en una roca, con la respiración entrecortada y el rostro crispado de dolor. La oscuridad del bosque, apenas rota por la luz tenue de la luna, les rodeaba, envolviéndolos en una especie de burbuja de soledad, aislados de los gritos distantes y las risas de sus compañeros en la prueba de terror.
Naomi temblaba, pero no estaba segura si era por el frío o por la angustia. Su corazón latía desbocado, y la culpa la aplastaba como un peso sobre su pecho.
—Kotaro... —susurró, su voz rota—. Lo… Lo siento tanto…
Se arrodilló aún más cerca de él, mirando el codo de Kotaro, que él sostenía con el brazo bueno, apretando los dientes para contener el dolor. Su rostro estaba pálido, y aunque su mirada mantenía una calma característica, había algo en sus ojos que revelaba el malestar que trataba de ocultar.
—Naomi, no tienes por qué disculparte… —su voz era suave pero rasposa, como si cada palabra costara—. Fue un accidente, no.… no fue tu culpa.
—¡Pero sí lo fue! —Naomi dejó escapar un sollozo ahogado, sus manos temblando mientras intentaba inútilmente secarse la cara mojada por el agua y las lágrimas—. Si no me hubiera asustado tanto, si no te hubiera arrastrado a esto... no estarías herido… ¡Estoy tan apenada! —Su voz tembló, quebrándose al final.
Kotaro intentó incorporarse un poco más, pero el dolor en su codo lo detuvo. Cerró los ojos un instante, intentando controlarse, mientras el agua del riachuelo seguía goteando desde su ropa, formando charcos bajo ellos.
Naomi, sintiendo que él intentaba moverse, lo detuvo con un toque suave en su hombro.
—Por favor... no te esfuerces más... Descansa, ya vendrán ayudarnos —su voz sonaba suplicante, casi desesperada—. No puedo… no puedo dejarte así.
Kotaro abrió los ojos lentamente y la miró. A pesar del dolor, su expresión se suavizó al verla. Había algo en la desesperación de Naomi que lo afectaba más de lo que se atrevía a admitir. No quería que ella se sintiera culpable por lo que había sucedido.
—Naomi, no fue culpa tuya... —murmuró de nuevo, esta vez más bajo, casi como un consuelo—. Estoy bien… Sólo necesito... un momento.
Pero Naomi negó con la cabeza, incapaz de dejar de culparse. Las lágrimas seguían rodando por sus mejillas, y sus manos, ahora heladas, seguían temblando mientras intentaba reacomodar su chaqueta mojada sobre él, como si eso pudiera mitigar el frío que empezaba a calar en ambos.
—No debí haberte asustado tanto... No debí dejar que esto pasara… —repitió, sin poder contener su culpa. Entonces, sin pensarlo demasiado, se inclinó hacia él y, tímidamente, tomó la mano de Kotaro con ambas manos, sosteniéndola con cuidado. Sus dedos estaban fríos, pero necesitaba sentir el contacto, la cercanía.
Kotaro la miró sorprendido por un instante, sus ojos oscuros fijándose en los de Naomi. Durante unos segundos, el dolor y el frío parecieron desvanecerse, reemplazados por algo mucho más cálido que el aire helado de la noche.
Naomi habló de nuevo, en voz baja, casi susurrando.
—Siempre te veo soportar todo solo, y hoy… hoy no debí haberte causado más dolor. Lo que más me duele es que no sé cómo ayudarte ahora.
Sus palabras estaban cargadas de tristeza. Su mirada baja, sin atreverse a sostener la de Kotaro, reflejaba una culpa profunda, como si su corazón se apretara más con cada segundo que él pasaba herido por su causa.
—Ya me estás ayudando... —respondió Kotaro en voz baja. Había algo diferente en su tono, algo más suave que las veces anteriores—. Estás aquí conmigo… Eso es suficiente.
Naomi levantó la vista, encontrándose con los ojos de Kotaro, que la miraban con una ternura inesperada. Nunca había visto esa expresión en él. Era como si, en medio de todo el dolor, en medio del frío y la oscuridad, Kotaro encontrara consuelo simplemente en su presencia.
Sin saber qué más decir, Naomi se acercó aún más, sentándose a su lado, apenas tocando su hombro con el suyo. Su cuerpo seguía temblando, y su respiración seguía siendo agitada por la mezcla de miedo y culpa, pero había algo tranquilizador en la cercanía de Kotaro, algo que le decía que no estaba completamente sola en ese momento.
El viento frío los envolvía, pero ninguno se movió. Permanecieron allí, sentados juntos, escuchando el lejano sonido del agua corriendo, el susurro del viento entre los árboles y sus propias respiraciones entrecortadas.
Después de un largo silencio, Kotaro rompió la calma.
—No quiero que llores más por esto —dijo con voz más firme, girando ligeramente su rostro hacia ella—. Ya estoy mejor. Además… estoy tranquilo de que estés bien.
Naomi lo miró a los ojos, sus lágrimas aun brillando en sus mejillas. No entendía cómo podía decir algo así cuando era ella la que lo había llevado a esa situación. Pero Kotaro parecía sincero. Y eso, de alguna manera, aliviaba el peso que llevaba en su pecho.
Sin pensarlo, Naomi se inclinó lentamente hacia Kotaro, apoyando su frente contra su hombro. El contacto era suave, tímido, pero el gesto era sincero. Las lágrimas que aún quedaban comenzaron a deslizarse por su rostro, pero ya no eran tan amargas. Kotaro no se apartó; en lugar de eso, bajó su mano sana y, con una lentitud casi deliberada, la colocó en la cabeza de Naomi, acariciándola suavemente.
—Naomi —susurró—. No te preocupes—…
Naomi cerró los ojos, sintiendo el calor de ese simple gesto. El frío ya no importaba tanto, y el dolor en el codo de Kotaro, aunque presente, parecía menos insoportable. Estaban solos en la oscuridad, pero, por primera vez, no parecía importar. Estaban juntos, compartiendo una intimidad inesperada y profunda.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, escucharon voces a lo lejos. Saori con cara de preocupación por su amiga y más al verla mojada también los demás llegaron corriendo, preocupados, y ayudaron a Kotaro a levantarse con cuidado, mientras Naomi se mantenía a su lado, sin querer apartarse ni un momento.
Aunque Kotaro fue llevado a ser atendido por su herida, Naomi no se separó de él durante el resto de la noche. Y, cuando finalmente quedó todo en calma, se sentaron juntos, apartados del bullicio del festival, con Naomi llorando suavemente en silencio.
—Perdóname por arruinar tu noche —susurró Naomi, aún con la voz quebrada.
Kotaro, con el brazo vendado, la miró con esa expresión serena que había aprendido a reconocer. Y, una vez más, levantó su mano, colocándola suavemente sobre la cabeza de Naomi.
—No fue arruinada... —murmuró, con una pequeña sonrisa—. Me alivia verte bien. Eso es lo único que importa.
Y con esas palabras, Naomi supo que algo había cambiado entre ellos. Un vínculo más profundo, una cercanía que iba más allá de las palabras.