—Calista… —Un hombre llamó a una de sus sirvientas personales con un tono bajo y perezoso. Su voz rompió el silencio en el gran salón. Al llamar a su sirvienta personal llamada Calista, el salón entero volvió a quedar en silencio.
Aparte del suave sonido del agua, todo el salón estaba en silencio.
La sirvienta personal llamada Calista, que estaba masajeando los hombros del hombre, se detuvo al escuchar a su maestro llamarla por su nombre. Sus manos se detuvieron en el aire mientras miraba curiosamente a su maestro desde atrás y se preguntaba por qué la había llamado.
—Sí..., maestro... —Hubo un ligero tono de vacilación cuando ella llamó al hombre maestro. Sin embargo, esa vacilación duró menos de un segundo antes de que ella llamara al hombre maestro. Una vez que respondió, todo el salón volvió a quedar en silencio.
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