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Señor Presidente: Usted es el padre de mis trillizos

—M... ¡Marissa! ¿Son mis hijos? —Los ojos de Rafael no se apartaban del rostro adorable de los niños. —No, Rafael. No lo son —dijo Marissa con una sonrisa fingida—. No son tuyos. ¿Recuerdas? —pestañeó de manera bastante dramática—. ¡Nunca nos casamos! Valerie Aaron, la hermana mayor de Marissa Aaron, dejó plantado a su novio ciego el día de su boda y se fugó. Para salvar las apariencias, la familia de Merissa le rogó que se casara con Raphael Sinclair. ¿La ironía? No se le permitió decirle a su esposo ciego que ella no era Valerie sino Merissa Aaron. El día de la exitosa cirugía ocular de Raphael, Marissa se enteró de que Valerie había vuelto para tomar su legítimo lugar como nuera de Sinclaire. Marissa intentó explicarle a su esposo que ella era la que estaba casada con él, pero él no le creyó. En vez de seguir convenciéndolo, la desconsolada Merissa decidió dejar la ciudad sin contarle su secreto. Raphael Sinclair era la definición clásica de una belleza impactante y era el único heredero del grupo de industrias Sinclair. ¿Qué haría él cuando se enterara que todo este tiempo la mujer que le ofreció su amor y su cuerpo no era Valerie sino su hermana menor Marissa Aaron? ¿Cómo reaccionaría al saber que era el padre de los bebés que Marissa llevaba en su vientre? ¿Iría tras Marissa para recuperarla? ¡Y la pregunta del millón! ¿Podrá Marissa alguna vez perdonarlo y volver a amarlo?

JessicaKaye911 · perkotaan
Peringkat tidak cukup
260 Chs

74- Cuerpo Blando

Apoyada contra la pared de su baño, intentaba controlar su corazón, que latía desbocado.

Anoche...

Anoche, él fue al que besó. Fue él quien sintió bajo sus palmas.

Fue él quien la hizo detenerse, aunque ella quería continuar.

Se duchó distraídamente y luego no sabía cómo salir. No debería haberle mostrado su debilidad.

Estar de pie en el piso del baño solo con su bata la hacía sudar de nuevo cuando alguien llamó a la puerta.

—Marissa —escuchó su voz suave—. Sal fuera.

—Todavía no he terminado —dijo cansadamente.

—Sí, ya has terminado. No se ha oído la ducha en los últimos minutos. ¡Sal ya!

Tenía razón. No podía pasar toda su vida en el maldito baño.

Abrió la puerta lentamente y agradeció que él estuviera vestido ahora. Todo su cuerpo estaba cubierto bajo esa camiseta y pantalones de algodón.

En el momento en que salió, lo encontró apoyado contra la pared del exterior, esperándola. Cuando la vio, tomó su mano y la acercó a él.

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