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Cap25: Razones 1/2

Yasuke, aún sorprendido por la confesión de la abuela Nora, no pudo evitar preguntar más.

—Pero, ¿por qué? ¿Por qué odias a los ninjas, abuela Nora? —preguntó, su voz llena de confusión.

Nora se giró lentamente hacia él, su expresión seria y pensativa.

—Mi nombre completo es Nora Senju —dijo con una calma que contrastaba con la bomba que acababa de soltar.

Al escuchar el apellido Senju, Yasuke sintió como si un velo se levantara de sus ojos. De repente, muchas piezas del rompecabezas comenzaron a encajar. La matrona del orfanato, una Senju, explicaba cómo un lugar sin aparente apoyo externo podía costear alimentos, juguetes, libros e incluso el terreno.

—Eres... una Senju —murmuró Yasuke, casi en un susurro. La importancia de ese clan en la historia de los ninjas no se le escapaba.

—Sí —confirmó Nora, su voz firme pero llena de una emoción indefinible—. Y esa es la razón de mi conflicto con los ninjas.

Nora continuó su relato con un tono mezclado de remordimientos y rabia al recordar los viejos tiempos. Era evidente que estas memorias traían consigo una mezcla compleja de emociones.

—Durante la época de los estados combatientes, yo era una shinobi conocida como Senju no Umi Tora —reveló, su voz adquiriendo un tono distante al recordar su pasado—. Era famosa por mi habilidad con el ninjutsu de agua y mi rápida adaptabilidad en combate.

Yasuke la escuchaba, asombrado por la historia que se desplegaba ante él. La mujer que había conocido como una cariñosa matrona de orfanato, en realidad, era una figura histórica de gran importancia.

—Incluso siendo joven, el jefe de mi clan me pidió que enseñara a uno de sus hijos, Tobirama Senju, quien más tarde se convertiría en el Segundo Hokage —continuó Nora. Al mencionar a Tobirama, Yasuke notó cómo los sentimientos de Nora se enfrentaban entre sí, un torbellino de orgullo, dolor y algo de rencor.

—Tobirama era... especial —dijo Nora, su voz temblorosa—. Brillante y dedicado, pero también... arrastrado a las guerras y conflictos de nuestra época.

Nora explicó cómo su mentalidad durante la época de los estados combatientes estaba centrada exclusivamente en cumplir sus misiones, incluso si eso significaba sacrificar a algunos de sus compañeros. Yasuke escuchaba, cada vez más asombrado, intentando reconciliar la imagen de la cariñosa matrona con la de la despiadada shinobi que Nora describía.

—No pensaba en el sufrimiento de los demás —confesó Nora—. Solo quería completar mi objetivo, cueste lo que cueste.

Yasuke no podía creer que fueran la misma persona. La transformación de Nora desde esos tiempos hasta ahora parecía casi imposible.

—Pero todo cambió al final de la guerra —continuó Nora, su tono cambiando ligeramente—. Hashirama, el hermano testarudo de mi estudiante Tobirama, logró unir los clanes circundantes en una sola aldea uniforme.

Al mencionar esto, una sonrisa se dibujó en el rostro de Nora.

—A decir verdad, nunca creí que Hashirama pudiera lograrlo. A veces me reía de él y lo ridiculizaba. Pero él siempre respondía con una estúpida sonrisa —dijo Nora, su sonrisa reflejando una mezcla de afecto y nostalgia.

Yasuke comenzó a entender que la experiencia y las circunstancias habían cambiado profundamente a Nora. La creación de Konoha no solo había unificado clanes, sino que también había transformado corazones y mentes, incluido el de Nora.

Durante los primeros días, la incertidumbre y el miedo a lo desconocido mantuvieron a Nora en vilo.

—Estaba siempre alerta, esperando un ataque de algún lado —recordó Nora, sacudiendo la cabeza como para deshacerse de los recuerdos inquietantes—. No podía dormir bien.

Su expresión se tornó seria al recordar un día en particular.

—Entonces un día, Tobirama llegó con información importante: otros clanes habían comenzado a formar sus propias aldeas. La guerra había escalado; ahora no se trataba solo de cientos de personas, sino de miles.

—Rápidamente discutí con mi estudiante y él me dio permiso para crear una fuerza especial para proteger la aldea. La llamamos ANBU— explicó Nora.— Al principio, solo quería reclutar a miembros del clan Senju, pero Hashirama intervino.

Nora imitó la voz de Hashirama con un tono ligeramente burlón, pero con un destello de cariño en sus ojos.

—Con su típica insistencia, Hashirama me convenció de aceptar a miembros de todos los clanes, incluso de aquellos a los que había enfrentado en batalla. Eso lo entendí, pero lo que me costó aceptar fue la inclusión de civiles. No podía comprender cómo personas sin entrenamiento ninja podrían ser útiles

Yasuke escuchaba, fascinado por la complejidad de las decisiones que se tomaron en esos días fundacionales.

—Hashirama dijo que, más allá de la fuerza, lo más importante era la voluntad de proteger —explicó Nora—Aseguró que se fortalecerían con el tiempo y me confió la tarea de guiarlos en ese proceso.

Nora explicó cómo estableció pruebas de acceso rigurosas para los aspirantes a ANBU. Los shinobis experimentados las superaron con ciertas dificultades, pero la mayoría lo logró. Sin embargo, de los civiles, solo unos pocos pasaron.

—En ese momento, incluso me ofendí de que personas normales pudieran lograrlo —confesó Nora, una sombra de su antiguo desdén cruzando su rostro—. Así que intensifiqué los entrenamientos.

Nora volvió a sacudir la cabeza, como si todavía estuviera procesando esos recuerdos.

—Poco a poco subí mis exigencias. Todos los civiles restantes abandonaron, excepto uno —dijo Nora, apretando los puños, pero con un tono cariñoso—. Ese idiota.

Yasuke se sorprendió al escucharla. Según lo que sabía, a la abuela Nora no le gustaban los insultos.

Nora continuó su relato.

—Llegué a un punto en el que, para hacer que se fuera, subí los entrenamientos a un nivel extremo. Pero él no se rindió. Incluso comencé a recibir quejas de los propios ninjas de clanes.

Incluso los ninjas de clanes comenzaron a quejarse de la intensidad de los entrenamientos. Nora sabía que si seguía aumentando la dificultad, incluso los ninjas experimentados se irían, y la fuerza de los ANBU se disolvería.

—Así que planteé otra manera —explicó—. Los ejercicios serían los mismos, pero si uno de ellos no lo completaba, todos deberían hacer ejercicios adicionales.

Con esta nueva regla, las quejas empezaron a dirigirse al único miembro que no completaba los ejercicios: el civil.

—Pensé que la presión del grupo lo haría renunciar, pero ocurrió lo contrario. Empezó a hacerse más fuerte —continuó Nora, su voz temblorosa por el recuerdo—. No dormía, no comía, todo para no retrasar al grupo.

Nora recordó una misión específica que marcó un punto de inflexión en su vida.

—Durante una de nuestras primeras misiones, fui atrapada con la guardia baja. Un ninja enemigo me hirió con una mezcla de chakra y venenos diferentes, dejándome esta enfermedad en territorio de Sunagakure.

Nora detalló cómo, según el protocolo de la época, sus compañeros deberían haberla dado por muerta y huir. Pero uno de los miembros de la unidad ANBU desobedeció el código.

—Mientras los demás huían, él volvió a infiltrarse para encontrarme —dijo Nora, su voz llena de emoción—. Me encontró allí, debatiéndome entre el suicidio o esperar para vengarme. Apareció con un jutsu que él mismo había creado, el Nemu Neko Jutsu, un jutsu ilusorio que imita el ronroneo de un gato e induce el sueño. A pesar de que me había reído de él por considerarlo inútil, me salvó con ese jutsu.

Nora pausó, luchando con sus emociones.

—Sabía que con su poco chakra y la amplitud de objetivos, el efecto del jutsu no duraría. Aun así, me cargó y me sacó de Suna, aguantando todos los ataques conmigo en brazos.

Al llegar a territorio del País del Fuego, los ataques cesaron. Nora recordó el momento en que lo vio bajarla, su espalda severamente dañada por kunais, shurikens, senbons y más.

—En mi afán de que desistiera y abandonara, nunca le enseñé técnicas ofensivas o defensivas más allá de lo básico —dijo Nora, las lágrimas empezando a correr por sus mejillas.

—Cuando me di cuenta de lo que había hecho, intenté disculparme —continuó Nora, su voz temblorosa por la emoción—. Él restó importancia a sus heridas, diciendo que mi duro entrenamiento físico le había permitido aguantar el dolor. Se fue a descansar al bosque.

Nora recordó cómo, movida por la preocupación, siguió al shinobi herido para asegurarse de que estuviera bien.

—Lo encontré desplomado y desangrándose —dijo con voz quebrada—. A pesar de mi propia condición debilitada, sabía que tenía que ayudarlo.

Utilizando su conocimiento en ninjutsu, Nora movilizó la humedad del entorno para limpiar sus heridas y aplicar el escaso ninjutsu médico que conocía para curarlo.

—Pasamos tres días así, yo limpiando sus heridas y él sin despertar —relató Nora—. Hasta que Tobirama, mi estudiante, nos encontró.

La expresión de Nora se suavizó al recordar la preocupación en el rostro de Tobirama.

—Siempre le enseñé que la misión era lo más importante y que las vidas de los shinobi no merecían los recursos —explicó Nora—. Pensé que lo había entendido, pero al ver su rostro ansioso me di cuenta de que los shinobi no somos máquinas, también vivimos.

Las lágrimas de Nora fluían libremente mientras recordaba ese momento crucial, un punto de inflexión en su percepción de lo que significa ser un shinobi.

—Ese día, mi visión del mundo cambió —concluyó Nora—. Comprendí que detrás de cada shinobi hay una historia, un corazón y una vida que vale la pena proteger.

—Cuando volvimos a la aldea, seguía siendo la líder de los ANBU, pero sabía que ya no tenía la fuerza para mantener ese cargo —continuó Nora, su voz reflejando una mezcla de resignación y aceptación—. Le dije a Tobirama y él confió en mí para encontrar un sucesor. Mientras tanto, me centré en Kichirou.

—Hasta ese día, ni siquiera me importaba su nombre. Pero a partir de ahí, empezamos a conocernos mejor —dijo Nora, una sonrisa suave apareciendo en su rostro al recordar esos días—— Le enseñé todo lo que pude. A pesar de que eliminé la norma que había impuesto, él seguía entrenando al extremo, a veces poniendo su propia salud en riesgo.

Nora relató cómo, a pesar de eliminar la estricta norma que había impuesto, Kichirou continuó entrenando al extremo, a veces poniendo en riesgo su propia salud.

—Ya no me preocupaba si era fuerte o no, sino su salud. Tras meses de trabajo, logré que parase de llevar ese estilo de vida extremo.

Nora sonrió al recordar cómo había logrado cambiar los hábitos de Kichirou.

—Si quería que no entrenase, simplemente tenía que llevarlo a hacer otras cosas. Fuimos de picnic, a ver obras de teatro, a divertirnos... Y así pasaron los años.

— Poco a poco, sin mi estorbo continuo, Kichirou se hizo amigo de los demás miembros y se ganó su respeto.

Nora reveló cómo, con el tiempo, Kichirou se convirtió en el verdadero líder de los ANBU.

—Se convirtió en el segundo al mando, aunque todos sabían que yo ya no podía pelear. Consideraban a Kichirou como su verdadera líder. Solo no decían nada porque ese estúpido de Kichirou pensaba que dañaría mi orgullo si me quitaban del puesto.

Continuara...