Camazotz supo que había cometido un error cuando vio que los ojos de Abadón empezaban a cambiar de color sin siquiera pestañear.
Fue solo después de tomar un momento para pensar con quién estaba hablando, que se dio cuenta de dónde podría haberse equivocado.
De la manera en que había presentado sus regalos, accidentalmente había dado la impresión de que eran para Abadón y no para él.
Y como la idea de convertirse en un 'mascota' no es bien recibida por ningún dragón con siquiera una pizca de orgullo, Camazotz tuvo que aclarar rápidamente la situación o arriesgarse a perder su cuello.
—¡E-Estos regalos no son para el señor Abadón, son para Camazotz! ¡M-Mi único deseo es ofrecerme como mascota a ti! —exclamó con nerviosismo.
La irritación de Abadón desapareció casi tan rápido como llegó, siendo reemplazada solo por confusión.
—¿Quieres ser... mi mascota? —preguntó Abadón, perplejo.
—¡Sí! —afirmó Camazotz con entusiasmo.
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