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LOS BESOS DE MICHAEL (#1, Serie 4G)

Irina siempre supo que Michael iba a destrozar su corazón, pero, ¿por qué no intentarlo? Pensar así fue su más grave error. Derrotada tras recibir una retahíla de excusas por las cuáles deberían seguir siendo solo amigos, logró congelar sus sentimientos y cortar cualquier tipo de relación-comunicación con él para dedicarse a cumplir el sueño de toda su vida. Después de tres años Irina se ha convertido en madre soltera y es considerada una de las mujeres más influyentes y famosas de toda América y Europa; pero cuando todo parece ir a la perfección en su trabajo y en su vida personal, Michael reaparece en su vida adueñándose por completo del corazón de su hijo y pidiéndole una nueva oportunidad. Irina sabe que no es una buena idea permitirle que entre por segunda vez a su vida; pero, ¿podrá resistirse a los besos de Michael?

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¡Sorpresa!

No puedo creer que le hice caso a Adam.

De verdad, no puedo creerlo.

Tengo más de treinta minutos de pie en la entrada de esta librería. No sé cómo ni de dónde voy a sacar la fuerza que necesito para cruzar la puerta y pararme de nuevo frente a ella.

Es una mujer ocupada.

Importante.

Está volviendo de África, de hacer un montón de cosas por la población humana, por los animales. Por el mundo en general. Solo ha vuelto por el lanzamiento de su libro (que por supuesto ya me leí). Estando por allá en el desierto escribió un libro sobre sus experiencias, sobre cómo los niños en África la pasan realmente mal, sobre la calidad de personas que se encontró. También habla sobre una pareja de las tribus que conoció y especifica claramente cómo conocerlos reafirmó su creencia por el amor verdadero, genuino, leal y valiente. Me cachetea a través de la distancia con solo palabras, literalmente.

A pesar de todo, sé que sus palabras no eran para mi. Ni siquiera eso me dedicaría en este momento.

Ella cumplió el sueño acerca del que me contó aquel día a la medianoche, cuando estábamos sentados en ese parque solitario y solo se escuchaba nuestra respiración y el deslizar de las ruedas de los pocos autos que pasaban por la calle más cercana. Aquellos tiempos en los que éramos no solo buenos amigos, sino confidentes.

El tiempo en el que me dio su confianza… que después yo no valoré.

—Ella es increíble — escucho que dice una señora que está saliendo de la tienda, con un libro abrazado al pecho. — Ojalá tuviésemos más personas como esta jovencita. Vale oro.

Sé inmediatamente que está hablando de ella, porque conozco el sentimiento que la mujer debe estar experimentando. Yo también me he sentido encandilado por su existencia, por la fuerza de su mirada, de sus ideales. Es muy difícil que no influya en la vida de las personas de alguna manera. Es imposible que no deje una marca a donde quiera que vaya.

Trago con fuerza después de unos minutos y decido que es mejor entrar ahora que seguir dándole largas. No puedo arriesgarme a que se vaya o que salga y me encuentre en la entrada como el mismísimo Freddie Krueger. Además, ella es tan buena, que probablemente ya ni se acuerda de mí ni de las jodidas desilusiones que le provoqué. Preferiría que no me reconociera y me tratase con amabilidad, que me permitiera hacer todas las cosas de nuevo.

Deseo tanto una segunda oportunidad, que me estoy aferrando con uñas y dientes a esa pequeña esperanza que se esconde en lo más oscuro de mis entrañas.

Ella vale la pena.

Tienes que arriesgarte, Michael.

Tal vez me mande a la porra, o incluso tal vez finja no conocerme; pero al menos la veré de nuevo.

A ese nivel de patetismo he llegado.

Cuando estoy dentro de la librería, dejo escapar un silbido de sorpresa. Es incluso más hermoso por dentro de lo que me imaginé. Todo es muy elegante y es más que evidente que ella ha opinado bastante en cuanto al estilo que tiene de la decoración.

Sin darme cuenta, me siento cómodo caminando a través de las montañas de ejemplares de su libro, viendo con demasiada atención algunas de las fotos de África que adornan las paredes. Ella no sale en ninguna e inmediatamente estoy seguro de que fue a propósito.

La conozco lo suficiente como para saber que no quiere ser la protagonista, ella solo quiere ser un canal.

Al llegar a la mitad del salón me detengo y empiezo a barrer el lugar con la mirada, buscándola. Me toma unos cinco minutos dar con su cabellera color azabache, de cabellos ondulados. Está de pie, en la esquina opuesta a la puerta. Lleva un vestido negro ceñido que me permite ver las curvas de su cadera y su perfecto culo. Su piel está bronceada, brillante. Cualquier persona que la ve sabe que se siente muy a gusto en su cuerpo, ahora más tonificado y compacto de lo que recordaba.

Dios mío… estás hermosa.

Lleva unos zapatos altos de tacón, de un rojo brillante, que agregan unos buenos centímetros a su ya imponente estatura.

Joder.

De repente me acuerdo de cuando la conocí.

Yo estaba en plan de ser follamigo de todas mis amigas. Ella era a la que más deseaba, sin duda. Pero siempre supe que no iba a pasar de esa manera, aunque estaba completamente detrás de sus huesos buscando la más mínima oportunidad para hacerla perder por completo sus valores. Buscaba por todos los medios hacer que se quebrara su voluntad para que se rindiera ante nuestra atracción sexual.

Era muy iluso.

Todo un principiante.

Cuando de repente se da media vuelta y soy capaz de ver su sonrisa, mi respiración se detiene y me da taquicardia. Mis piernas flaquean por un segundo y casi escucho su voz en mi cabeza diciéndome: Eres un exagerado, Michael.

Tengo que reprimir el impulso de correr lejos de ese lugar, por mi propio bien y por el de ella. Pero aunque quisiera salir corriendo, no podría.

Estoy literalmente clavado al suelo.

Mis piernas no me obedecen, no se mueven ni un centímetro.

Mis ojos no pueden apartarse de su rostro.

Y a medida que pasan los segundos soy consciente de que me falta el aire y me estoy obligando a comenzar a respirar de nuevo, golpeándome mentalmente por comportarme como un adolescente.

Ella está conversando animadamente con varias personas, haciendo diferentes gestos y muecas. Y yo solo me quedó ahí, parado en mitad de la nada como un tonto, observándola sonreír y seguir adelante.

Ese sentimiento que ya conozco muy bien se comienza a extender a través de todo mi cuerpo y me encuentro luchando con todas mis fuerzas para mantenerlo a raya durante unos buenos minutos, porque hoy la ansiedad no puede cegarme.

Necesito estar tranquilo, sereno. Con la mente equilibrada. No puedo decir ninguna estupidez y tampoco puedo quedarme callado.

Tengo mucho para decir.

Me doy cuenta que frunce el ceño de repente, aunque está escuchando atentamente a uno de los hombres que habla con ella. Se remueve incómoda cuando cambio de posición, un poco más cerca. Y eso me basta para deducir que ya sabe que estoy aquí.

De alguna manera, lo sabe.

Mi sospecha se confirma cuando mueve la cabeza en mi dirección después de que me acerco más. Su expresión se endurece al verme de pie allí, con las manos en los bolsillos de la cazadora de cuero, y la mirada completamente clavada en su rostro.

La miro con tanta intensidad, que se mantiene parpadeando varias veces antes de entreabrir la boca. Sé que está confundida porque ahora tiene el ceño fruncido de nuevo. El solo hecho de saber que le afecta mi presencia de alguna manera mantiene encendida la llama de la esperanza. Sobre todo cuando el hombre con el que estaba hablando llama su atención y ella se disculpa por no haber escuchado y le pide que le repita lo que ha dicho, disculpándose con una sonrisa.

De alguna manera mi ego se agita un poco en mi pecho. El hecho de haber provocado algún tipo de efecto en ella me hace sonreír con autosuficiencia.

Antes de que se fuera, el aire a nuestro alrededor se cargaba incluso si solo nos encontrábamos en la mitad de las escaleras, yo bajando y ella subiendo. Pensé que se habría muerto nuestra conexión después de todos estos años, pero estaba equivocado. Al parecer, eso es lo único que permanece intacto entre nosotros, lo único que se mantiene.

Y como soy un idiota, saber que tengo una oportunidad, por mínima que sea, me es suficiente para esbozar una sonrisa arrogante.

Después de unos segundos, y sorprendiéndome completamente, se disculpa con sus acompañantes y viene a mi encuentro, poniéndome completamente nervioso.

¿Qué diablos voy a decirle?

—Michael— escucho que murmura cuando está lo suficientemente cerca. Es un saludo más para sí misma que para mi, pero me conformo con saber que al menos se recuerda de mi nombre.

Le sonrío con fingida tranquilidad, porque por dentro estoy derritiéndome.

—Irina — digo, disfrutando de como su nombre se desliza entre mis labios. Ella tiene la misma expresión gélida que recuerdo de la última vez que la vi, como si quisiera mantenerme lo más lejos posible solo con una mirada.

—¿Qué haces aquí? — dice, recordándome lo directa que puede llegar a ser.

Cierro la boca inmediatamente, porque estuve a punto de decirle que pasaba para visitar a una vieja amiga. Para variar y romper con mi mala racha, estoy decidido a serle sincero.

—Vine a verte— le digo, sonriendo sin muchas ganas — Quería felicitarte, y… — dejo de hablar por un grito que silencia a toda la sala.

—¡Mami!— escucho que grita otra vez la voz de un niño, y luego todo pasa tan rápido que casi caigo de bruces contra el suelo.

—Hola, mi amor — dice ella, besando la mejilla del niño que sostiene contra su pecho en un abrazo. Le arregla unos rulos color chocolate que se escapan de su pequeño afro, mientras le regala una hermosa y amplia sonrisa.

Joder.

El niño es hermoso.

Tiene una piel oscura y brillante. Unos ojos enormes, sinceros. Y su sonrisa es tan grande cuando la ve, que es imposible no darse cuenta de cuánto la ama. Debe tener unos tres años.

Hace tres años que ella se fue.

Mi corazón martillea con fuerza contra mis costillas, esperando que aparezca el padre del niño para que me termine de dar el infarto fulminante que creo que está a punto de darme.

Sin embargo, el padre no llega y el infarto tampoco.

—¿Qué has estado haciendo? Estás todo sucio — le pregunta Irina, riéndose y limpiándole la mejilla con los dedos. — Solo te he dejado por unos quince minutos, Vlieth.

Vlieth.

Se llama Vlieth.

—Eshtaba jugando con Lucash.

Lucas.

¿Quién es Lucas?

—Mmm… Con que Lucas. — dice, arqueando una ceja en su dirección — Me parece haber escuchado algo sobre Lucas hace menos de quince minutos.

—Lo shiento, mami. Eshtaba abudido.

Ella sonríe y estira sus labios hacia el niño, recibiendo un beso jocoso como respuesta.

Si.

Definitivamente estoy celoso de este niño.

Irina me mira de repente, como recordando que estoy ahí. Y entonces, suspira con pesadez.

—Vlieth, este es un amigo de mamá. Se llama Michael.

Amigo.

El niño me observa con atención y algo de desconfianza. Y de repente, rodea el cuello de Irina con posesividad. Yo solo dejo escapar una carcajada.

—No te culpo, yo habría hecho lo mismo. — le digo, sonriendo. — Mucho gusto, Vlieth. Eres un niño muy guapo.

—Iguad que mami.

Asiento, sonriendo.

—Estoy de acuerdo contigo. Tienes una madre muy hermosa.

Irina rueda los ojos y se remueve un poco incómoda, arreglando de nuevo los rulos salvajes de Vlieth.

—Maishel — exclama Vlieth, sorprendiéndome. Pone las manitas en las mejillas de su mamá e inclina la cabeza hacia un lado — Amigo de mami.

Ella sonríe y asiente, besándole la mejilla.

—Maishel — dice él de nuevo, esta vez mirándome. Ella tiene el ceño fruncido, y doy gracias a Dios por no ser el único que no entiende qué está pasando. — Eshtá bien. Hoda Maishel, amigo de mami.

Irina se ríe y vuelve a besarle la mejilla.

—Hola, Vlieth. Hijo de Irina. — le respondo, riéndome.

Suena muy extraño hablar de esta manera. Parece que estuviésemos en una ceremonia, presentando a personas de la realeza. Aunque Irina podría perfectamente ser de la realeza en este momento.

Vlieth se dedica a inspeccionarme durante unos segundos, aún con los brazos alrededor del cuello de Irina. Ella mientras tanto le arregla la ropa y limpia su rostro con paciencia.

Yo solo me quedo de pie, mirándolos.

Mirando lo que pude tener… y que perdí por ser un idiota.

—¿Maishel? — me llama el niño, haciéndome volver a la realidad de repente. Cuando me doy cuenta de lo que está pasando, abro los ojos de par en par, perdido. Vlieth tiene sus bracitos extendidos hacia mi cuerpo, esperando que lo coja en brazos.

Pero lo que más me desconcierta es la expresión de absoluta sorpresa que tiene Irina.

Incapaz de hacer esperar por más tiempo al niño, estiro los brazos y lo recibo contra mi pecho. Espero por su reacción unos segundos y cuando rodea mi cuello con uno de sus brazos y sonríe, le sonrío de vuelta.

—Maishel — dice de nuevo, como si probara mi nombre.

Irina sigue incluso más estupefacta que antes, con los brazos extendidos a cada lado de su cuerpo y la boca abierta de par en par.

—¿Qué pasa? — le pregunto a Irina, sintiéndome extremadamente incómodo. Vlieth de repente recarga su cabeza en mi hombro, como dispuesto a quedarse dormido, y yo sigo sin entender cómo es que llegué a esta situación: arrullar al hijo que tiene Irina con otro hombre.

Sin duda no esperaba que ocurriera nada de esto cuando entre en la librería.

—Imposible…— dice ella, más para sí misma que para cualquier otra persona.

—¡Irina! — grita alguien a su espalda, llamando su atención lo suficiente como para que deje de mirar a su hijo. Parpadea varias veces para volver a la realidad y entonces, me mira directamente a los ojos.

Está en shock.

No entiendo qué le pasa.

Bueno, vale. Como que tengo una idea. Pero, digo, tampoco es para tanto.

—Ve — le digo, estirando una mano para tocar su mejilla. Me arrepiento antes de llegar a tocarla y la dejo caer — Ve, Irina. Yo me quedo con Vlieth. Parece que está cansado.

Ella asiente como una autómata, con los ojos entornados. Y entonces se da media vuelta y se va, dejándome a solas con su hijo.

—Maishel — Vlieth pronuncia mi nombre de nuevo, entre un bostezo. Y entonces, como si hubiese estado esperando por mí durante toda la noche, sonríe y cierra los ojos, dejándose llevar por el sueño.

Cuando se queda dormido, me permito acariciarle la mejilla, reconociendo que él no tiene la culpa de nada y que si por mi fuera me convierto en lo que sea que él necesite: su mejor amigo, su tío confidente, su hermano. Incluso su papá.

Tengo que sacudir la cabeza para borrar esos pensamientos de mi mente, porque seguramente ya tiene uno. Y yo me conformaría con estar en la vida de Vlieth y de su mamá fingiendo ser un tío incondicional, aunque me muera todos los días un poquito más.

De repente soy consciente de la locura de la situación: Irina tiene un hijo de alguien más que está durmiendo sobre mi hombro. Probablemente está casada. Y yo estoy más enamorado de ella que nunca en mi vida.

Estoy completamente jodido.