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Life and Death #3: Después del amanecer

El final que vivirá por siempre «Beau no quería que nadie saliera herido. ¿Cómo iba a evitar que algo como eso fuera posible? ¿Es que había alguna posibilidad de que le pudieran enseñar con la suficiente rapidez para que se convirtiera en un peligro para cualquier miembro de los Vulturis? ¿O estaba condenado a ser un completo inútil para ver como su familia moría frente a sus ojos?» Crepúsculo dio rienda suelta a la peligrosa relación de Beau y Edward. Noche Eterna unió sus lazos más que nunca. Y ahora, en el último capítulo de la trilogía, las dudas sobre lo que ahora es Beau empuja a una confrontación con los Vulturis que cambiará sus vida por siempre.

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Peringkat tidak cukup
52 Chs

DECLARACIÓN

Alice le prometió que estaría en el prado junto a los demás para pelear si era necesario aunque claro, con un escudo mental que Erictho había colocado en ella, para evitar que Sulpicia conociera todo eso. Allen regresó a los tres chicos (Julie, Luca y a Beau) al lugar en donde habían dejado al Volvo. Con la petición de que se calmaran en lo que la mejor noticia llegaba.

De camino a casa todo tipo de escenarios se plantearon en su cabeza, el primero era uno en el que todo salía mal y detonaba en una pelea, el segundo, dadas las circunstancias, los Vulturis se llevarían presos a Beau y a Luca si querían que el resto viviera. De ser así, el chico sabía que Edward y Julie se irían con ellos para no dejar desprotegidos a aquellos que aman.

Pero una nueva cosa surgió en su mente. ¿Cómo fue posible que Luca se convirtió en una estrige? ¿Cómo fue que él mismo se convirtió en una estrige? Si se supone que Reneé es humana. Joham no le dio ponzoña de vampiro al bebé por lo que Victoria le contó, así que algo más faltaba por resolver. Y Beau ni siquiera tenía relación con ese tal Joham, así que faltaba una pieza más por colocar.

No había nada inusual en el exterior de la casa de los Cullen cuando aparcaron en el prado, pero se podía escuchar alguna clase de tenue alboroto en el interior: muchas voces murmuraban y gruñían a la vez. Sonaba con intensidad y de forma parecida a una discusión. Beau pudo distinguir la voz de Carine y la de Amun con más frecuencia que las de los demás.

Edward apareció en cuanto Beau dejó el coche enfrente de la casa en vez de dar la vuelta e ir al garaje. Intercambiaron una mirada cautelosa antes de que los tres salieran del vehículo.

La postura de Julie cambió. Su rostro se tornó serio y precavido. Beau adivinó que ahora estaba en pleno estado Alfa. Obviamente, algo había ocurrido e iba a intentar conseguir la información que Sam y ella podrían necesitar.

—Alistair se ha ido —murmuró Edward conforme se apresuraba subiendo los escalones.

Dentro del salón se estaba produciendo una confrontación que tenía incluso apariencia física. Había un círculo de espectadores alineados contra las paredes, todos los vampiros que se les habían unido menos Alistair y los tres implicados en la pelea. Earnest, Kebi y Tia eran los más cercanos a los tres vampiros del centro; en mitad de la habitación, Amun siseaba a Carine y Benjamin.

Edward endureció la mandíbula y se movió con rapidez para situarse al lado de Earnest, arrastrando a Beau de la mano. Luca les siguió el paso para no apartarse de su hermano.

—Amun, si quieres marcharte, nadie te obliga a quedarte —decía Carine con tranquilidad.

—¡Me estás robando la mitad de mi clan, Carine! —Chillaba Amun, apuntando con un dedo a Benjamin—. ¿Ha sido por eso por lo que me has hecho venir? ¿Para robármelo?

Carine suspiró, y Benjamin puso los ojos en blanco.

—Sí, claro, Carine emprende una lucha contra los Vulturis, pone en peligro a toda su familia, sólo para arrastrarme a mí a la muerte —repuso Benjamin con sarcasmo—. Sé razonable, Amun. Yo siento la obligación de hacer lo correcto quedándome aquí y no me estoy uniendo a ningún otro clan. Y tú puedes hacer lo que quieras, claro, como te ha señalado Carine.

—Esto no va a terminar bien —gruñó Amun—. Alistair es el único cuerdo de esta reunión. Todos deberíamos salir por pies.

—Mira a quién estás llamando cuerdo —murmuró Tia en un aparte en voz baja.

—¡Nos van a masacrar a todos!

—No va a haber ninguna lucha —afirmó Carine con voz decidida.

—¡Eso es lo que tú dices!

—Si eso sucede, siempre puedes cambiarte de bando, Amun. Estoy seguro de que los Vulturis apreciarán tu ayuda.

Amun la miró desdeñosamente.

—Tal vez eso sea lo correcto.

La respuesta de Carine fue cariñosa y sincera.

—Yo nunca te tomaría esto en cuenta, Amun. Hemos sido amigos durante mucho tiempo, pero jamás te pediría que murieras por mí.

La voz de Amun se mostró ahora más controlada.

—Pero te estás llevando a mi Benjamin contigo.

Carine puso su mano sobre el hombro de Amun y él se la sacudió de un tirón.

—Me quedaré, Carine, pero irá en contra tuya. Me uniré a ellos si ése es el único camino para poder sobrevivir. Son todos unos majaderos si piensan que pueden enfrentarse a los Vulturis —los contempló con cara de pocos amigos, y después suspiró, miró a Luca y a Beau de mala manera y añadió en tono exasperado—. Atestiguaré que las estriges se mantienen cuerdas por mucho tiempo y que no son como las otras estriges, porque eso no es más que la verdad. Cualquiera podría verlo.

—Es lo único que hemos pedido.

Amun hizo una mueca.

—Pero no va a ser eso lo único que consigas, según parece —se volvió hacia Benjamin—. Te he dado la vida y la estás desperdiciando.

El rostro de Benjamin se volvió más frío de lo que jamás lo habían visto y su expresión contrastó de forma extraña con sus rasgos juveniles.

—Es una pena que no pudieras sustituir mi voluntad con la tuya durante el proceso. Quizás entonces por fin habrías estado satisfecho conmigo.

Los ojos de Amun se entrecerraron. Le hizo un gesto brusco a Kebi y pasaron dando largas zancadas a lado de Beau en dirección a la puerta principal.

—No se va a marchar —le confió Edward en voz baja a Beau—, pero mantendrá aún más las distancias de aquí en adelante. No estaba marcándose un farol cuando hablaba de unirse a los Vulturis.

—¿Por qué se ha ido Alistair? —le susurró Beau.

—No todo el mundo ve la situación en forma positiva. No ha dejado ni siquiera una nota. De sus rezongos cabe imaginar que considera inevitable la lucha. A pesar de su comportamiento, la realidad es que Carine le importa demasiado para alinearse con los Vulturis. Supongo que ha terminado decidiendo que era un peligro demasiado grande —Edward se encogió de hombros.

Aunque la conversación sólo se había desarrollado entre ellos dos, era evidente que todos habían podido escucharla. Eleazar contestó al comentario de Edward como si se hubiera estado dirigiendo a todos.

—Lo que se podía deducir de sus quejas era algo más que eso. No hemos hablado mucho de la agenda de los Vulturis, pero a Alistair le preocupaba que los Vulturis no nos escucharían, con independencia de lo bien que fuéramos capaces de demostrar su inocencia. Está convencido de que encontrarán una excusa para salirse con la suya.

Los vampiros se miraron incómodos unos a otros. La idea de que los Vulturis pudieran manipular su propia ley sacrosanta para obtener sus objetivos no era una idea que les agradara.

Sólo los rumanos mantuvieron la compostura, con sus medias sonrisas irónicas. Parecían divertidos de ver el esfuerzo que hacían los otros para pensar bien de sus viejos enemigos.

Comenzaron a la vez muchas discusiones en voz baja, pero Beau escuchó la de los rumanos. Quizá porque Vladimir, el del pelo claro, continuaba lanzando miradas en su dirección.

—Tengo la gran esperanza de que Alistair tenga razón en esto —le murmuraba Stefan—. No importa el resultado de la contienda, el rumor se extenderá. Ya es hora de que nuestro mundo vea en lo que se han convertido los Vulturis. Nunca caerán mientras todos se crean esa tontería de que ellos son los custodios de nuestra forma de vida.

—Al menos cuando nosotros gobernábamos, éramos honrados sobre lo que éramos —replicó Vladimir.

Stefan asintió.

—Nunca nos hicimos pasar por puros ni nos hicimos llamar santos.

—Creo que ya ha llegado la hora de luchar —añadió Vladimir—. ¿Cuándo crees que volveremos a encontrar unas fuerzas como las de ahora para resistir de verdad? ¿O una oportunidad mejor que ésta?

—Nada es imposible. Quizás algún día…

—Hemos estado esperando ya quince siglos, Stefan, y lo único que han hecho ha sido fortalecerse más y más con los años —Vladimir hizo una pausa y miró a Beau de nuevo. No mostró sorpresa alguna cuando vio que él también le observaba—. Si los Vulturis ganan este conflicto, se marcharán más poderosos de lo que han venido, con nuevas conquistas que añadir a sus fuerzas. Piensa sólo en lo que esas estriges podrían aportarles —apuntó hacia Beau y Luca con su barbilla—. Y apenas una de ellas está descubriendo su don. Y luego está el que mueve la tierra —Vladimir asintió en dirección a Benjamin, que se envaró. Casi todos estaban prestando atención a los rumanos, igual que Beau—. Con sus gemelos brujos no tendrían necesidad de la ilusionista ni de la que lanza descargas —y sus ojos se movieron hacia Zafrina y Kate.

Stefan miró en dirección a Edward.

—Y tampoco necesitan exactamente al lector de mentes, pero ya veo por dónde vas. La verdad es que obtendrían mucho si ganaran esta vez.

—Más de lo que podemos permitir que consigan, ¿no estás de acuerdo?

Stefan suspiró.

—Creo que estoy de acuerdo. Y eso significa…

—Que debemos plantarles cara mientras todavía quede esperanza.

—Con que sólo los diezmáramos, incluso, si les pusiéramos al descubierto…

—Entonces, algún día, otros terminarían el trabajo.

—Y nuestra larga venganza podría cumplirse. Al fin.

Sus ojos se encontraron durante un momento y entonces murmuraron al unísono.

—Parece la única manera.

—Así que combatiremos —finalizó Stefan.

Aunque Beau podía percibir que se sentían divididos entre el instinto de supervivencia y la venganza, la sonrisa que intercambiaron estaba llena de anticipación.

—Lucharemos —remató Vladimir.

Beau supuso que eso era algo bueno, ya que como Alistair, él estaba seguro de que no se podía evitar la batalla. En ese caso, la presencia de dos vampiros más en su lado podría ayudar, pero aun así la decisión de los rumanos le hacía temblar.

—Nosotros también tomaremos parte en la batalla —anunció Tia, con su voz habitualmente grave más solemne que nunca—. Creemos que los Vulturis se sobrepasan en la ejecución de su autoridad y no albergamos deseo alguno de pertenecerles —sus ojos se dirigieron a su compañero.

Benjamin sonrió con amplitud y lanzó una mirada picara hacia los rumanos.

—Por lo que parece, soy una mercancía de interés, así que tendré que luchar por ganar el derecho a ser libre.

—Ésta no será la primera vez que haya peleado para defenderme del dominio de un rey —comentó Garrett en tono de broma. Caminó hacia delante y le dio una palmada en la espalda a Benjamin—. Aquí hablamos de defender la libertad contra la opresión.

—Nosotros estaremos al lado de Carine —expuso Tanya—. Y combatiremos con ella.

El pronunciamiento de los rumanos parecía haberles hecho sentir a los demás la necesidad de hacer sus propias declaraciones.

—Nosotros no nos hemos decidido —admitió Peter. Miró hacia abajo, hacia su pequeña compañera; la expresión de los labios de Charlotte era de insatisfacción. Parecía como si ya hubiera tomado su decisión. Beau se preguntó cuál era.

—También nosotros lucharemos —aseguró Diego. Bree y Fred asintieron cuando su cabecilla declaró—. Esos Idiotas quisieron matarnos.

—Lo mismo digo —dijo Randall.

—Y yo —añadió Mary.

—Las dos manadas lucharán junto a los Cullen —aseguró Julie de repente—. No nos dan miedo los vampiros —agregó con una sonrisita de suficiencia.

—Qué niños —murmuró Peter.

—Infantiles —le corrigió Randall.

Julie sonrió de forma provocadora.

—Bueno, yo estoy en ello, también —dijo Maggie, desprendiéndose con una sacudida de la mano de Siobhan, que la sujetaba—. Sé que la verdad está del lado de Carine, y eso no lo puedo ignorar.

Siobhan miró fijamente al miembro más joven de su clan con ojos preocupados.

—Carine —dijo ella como si estuvieran a solas, ignorando el ánimo de repente formal de la reunión, y el arrebato imprevisto de declaraciones—, no quiero que esto termine en lucha.

—Ni yo tampoco, Siobhan. Ya sabes que es lo último que deseo —se sonrió a medias—. Quizás podrías concentrarte en mantener la paz.

—Ya sabes que eso no ayudaría —dijo ella.

Beau recordó la discusión de Roy y Carine sobre la líder irlandesa. Carine creía que Siobhan tenía un sutil pero poderoso don para hacer que las cosas sucedieran según su voluntad, aunque ella fuese la primera en no creérselo.

—No hará daño —dijo Carine.

Siobhan puso los ojos en blanco.

—¿Que visualice el resultado que deseo? —preguntó ella con sarcasmo.

Carine sonreía ahora de forma abierta.

—Si no te importa.

—Entonces no habría necesidad de que mi clan se pronunciara, ¿no? —replicó ella—. Ya que no habría posibilidad de lucha.

Puso la mano en el hombro de Maggie, acercando a la niña hacia sí. El compañero de Siobhan, Liam, permaneció en silencio e inexpresivo.

Casi todo el mundo en la habitación pareció confundido por el intercambio claramente jocoso entre Carine y Siobhan, ya que no se lo explicaban.

��se fue el final dramático de los discursos por esa noche. El grupo se dispersó poco a poco, algunos para cazar, otros para pasar el tiempo con los libros, las televisiones o los ordenadores de Carine.

Edward, Luca y Beau fueron a cazar y Julie los acompañó.

—Estúpidas sanguijuelas —masculló para sí misma cuando salieron de la casa—. Se creen tan superiores… —y resopló.

—Se van a quedar pasmados cuando los «infantiles» les salven sus vidas superiores, ¿no? —dijo Edward.

Jules sonrió y le dio un puñetazo amistoso.

—Diablos, sí, ya lo creo.

Ésa no fue su última cacería. Salieron de caza una vez más, cerca ya de la fecha en la que se esperaban la llegada de los Vulturis. Como el momento definitivo no era nada preciso, estaban planeando quedarse unas cuantas noches fuera, sólo por si acaso, en el gran claro, el que usaban para jugar al béisbol y Alice había distinguido en su visión. Todos sabían que vendrían el día en que la nieve cubriera el suelo por primera vez. No querían que los Vulturis se acercaran mucho a la ciudad y Demetri los llevaría con facilidad adonde se encontraban. Beau se preguntó a quién rastrearía, y adivinó que sería a Edward, ya que no podía ser a él.

Pensó en Demetri mientras cazaba, prestándole poca atención a su presa o a los copos de nieve volantes que finalmente habían aparecido pero que se derretían antes de tocar el suelo rocoso. ¿Se daría cuenta Demetri de que no podía rastrearle? ¿Qué decisión tomaría al respecto? ¿Y Sulpicia? ¿O es que Edward estaba equivocado? Había esas pequeñas excepciones a las que Beau podía resistir, aquellos caminos alrededor de su escudo. Todo cuanto estaba fuera de su mente era vulnerable… abierto a las cosas que Jasper, Alice y Benjamin podían hacer. Quizá también el talento de Demetri trabajaba de una forma algo distinta.

Y entonces pensó algo que le hizo caer en la cuenta. El alce medio consumido que tenía entre las manos se le cayó al suelo pedregoso. Los copos de nieve se vaporizaron a unos cuantos centímetros del cuerpo caliente con pequeños sonidos siseantes. Beau se quedó mirando sus manos ensangrentadas con la mente en blanco.

Edward vio su reacción y se apresuró a su lado, dejando también su caza a medias.

—¿Qué te ha pasado? —le preguntó en voz baja, con los ojos barriendo el bosque que los rodeaba, buscando aquello que había precipitado su reacción.

—Silas —exclamó con voz ahogada.

—Está justo entre esos árboles —le tranquilizó él—. Puedo escuchar sus pensamientos y los de Julie. Se encuentra bien.

—No es eso —le dijo—. Estaba pensando en mi escudo… en que tú piensas que vale algo, que ayudará de alguna manera. Sé que los otros esperan que sea capaz de proteger a Zafrina y Benjamin, incluso si sólo puedo mantenerlo alzado unos dos segundos por vez. Pero ¿qué pasa si hemos cometido un error? ¿Qué pasa si tu confianza en mí es la causa de nuestra caída?

Su voz se iba aproximando a la histeria, aunque mantuvo el suficiente control para mantenerla en un tono bajo. No quería que nadie se alterara.

—Beau, ¿a qué viene esto? Claro que es maravilloso que puedas protegerte, pero no tienes la responsabilidad de salvar a nadie más. No te estreses sin necesidad.

—Sin embargo, ¿y si no puedo proteger a nadie? —Susurró entre jadeos—. ¡Esto que yo hago es defectuoso, y errático! Va y viene sin ton ni son ni razón que lo explique. Quizá no puede hacer nada contra Alec.

—Chist —intentó calmarlo—. No te dejes llevar por el pánico, y no te preocupes por Alec. Lo que él hace no es diferente a lo de Zafrina o Jane. Es sólo una ilusión… y no puede entrar en tu cabeza al igual que yo.

—¡Pero sí Luca! —siseó frenéticamente entre dientes—. Parecía tan natural que nunca me lo había cuestionado antes. Lo consideraba como parte de lo que él es, pero pone sus pensamientos en mi cabeza igual que los pone en la de los demás. ¡Mi escudo tiene agujeros, Edward!

Beau miró a Edward con fijeza, con desesperación, esperando que él comprendiera su terrible revelación.

Frunció los labios, como si estuviera intentando encontrar las palabras, pero su expresión era del todo relajada.

—Tú ya habías pensado en esto hace mucho tiempo, ¿a que sí? —le preguntó con exigencia, sintiéndose como un idiota por todos esos días en los que había dejado pasar lo obvio.

Él asintió, con una ligera sonrisa alzándole una de las comisuras de la boca.

—La primera vez que él te tocó.

Beau suspiró ante su propia estupidez, pero su calma lo había tranquilizado algo.

—¿Y eso no te molestó? ¿No lo ves como un problema?

—Tengo dos teorías, una más probable que la otra.

—Cuéntame primero la menos probable.

—Bueno, él es como tú —señaló él—. Genéticamente son similares, casi como si fueran parientes. Solía gastarte bromas sobre cómo tu mente trabajaba en una frecuencia diferente al resto de nosotros. Quizá él también.

Sin embargo, eso no lo convencía.

—Pero tú oyes su mente con toda claridad, igual que todo el mundo. ¿Y si Alec funciona en una frecuencia distinta? ¿Y qué si…?

Le puso un dedo en los labios.

—Ya he considerado todo eso, razón por la que creo que esta otra teoría es más probable.

Beau apretó los dientes y esperó.

—Carine me dijo algo sobre Silas después de que supiera que él podía atravesar tu escudo —Beau asintió a la espera de escucharlo—. Me dijo: «Es un giro interesante, como si él hiciera justo lo opuesto a lo que Beau es capaz de hacer».

—Sí. Tal vez sea eso. Quizá tenga también mi talento solo que invertido.

Ambos reflexionaron sobre el tema.

—Tú mantienes a todo el mundo fuera… —comenzó él.

—¿Y Silas no deja salir a nadie? —completó de forma vacilante.

—Ésa es mi teoría —dijo Edward—. Y si él es capaz de meterse dentro de tu cabeza, dudo que haya un escudo en este planeta que pueda mantenerlo a raya. Eso ayudará. Teniendo en cuenta lo que he visto, nadie se atreve a dudar sobre la verdad de sus pensamientos una vez que ha dejado que se los muestre. Y creo que nadie logra evitar que lo haga, si nos acercamos lo suficiente. Si Sulpicia permite que le expliquemos…

Beau se estremeció al pensar en acercarse tanto a la codiciosa Sulpicia de ojos lechosos.

—Bueno —siguió él, frotando los hombros rígidos de Beau—, al menos no hay nada que pueda evitar que conozca la verdad.

—Pero… ¿la verdad será suficiente para detenerle? —murmuró.

Para eso, Edward no tenía respuesta alguna.

Pasaron los días y la fecha estaba más cerca, Beau tuvo tiempo de entrenar sus nuevas habilidades, en secreto, con ayuda de Luca y de vez en cuando se quedaba de ver con Amblys para que alcanzaran la intensidad que buscaba. Parecía dominarlo así que confiaba en ellos, en que las cosas saldrían bien. Le preguntó a Amblys y a los otros dos brujos si ellos estarían presentes en el claro, pero Amblys se limitó a responder que dependerían de las probabilidades tanto vistas por Alice como las estadísticas que realizaban.

Valter trató de contactar con Adão, pero no recibía una respuesta de vuelta, así que no podían esperanzarse con la unión de nuevos aliados. Beau trataba de recordarse a sí mismo que él y Luca eran mucho más fuertes que los demás, y eso era lo único que lo hacía recuperar las esperanzas de que Sulpicia no se arriesgaría a una pelea.

Mientras Edward y Carine hablaban en su oficina, Beau aprovechaba para practicar, pero Luca parecía ser el único que de verdad quería seguir probando con las descargas de energía de Kate. Pero entonces, cuando quedaron solo Luca, Julie y Beau, una mujer apareció. Beau logró identificarla en cuanto la vio caminando hacia él.

Era la vampira que Edward y él sacaron de Elfame. La mujer que antes parecía fragil y fragmentada, ahora se acercaba conmo una guerrera.

—Así que ustedes deben ser Beau y Luca.

—¿Amblys te envió? —murmuró Luca.

—Así es. Hay tantas cosas que no conocen sobre los Vulturis que deben de saber ahora mismo.

—¿De dónde los conoces? —preguntó Beau cuando la vampira concentró su mirada en él—. ¿Eras de su guardia? ¿Cómo Eleazar?

—No —respondió la mujer—. Mi hermano era Aro y gracias a él conocí a Marco. Y sé que para conseguir que me crean van a tener que escuchar la historia completa. Es un largo relato, pero creo que disponemos de tiempo para ello.