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Cap. XV

ʚ El girasol del astro rey ɞ

 

 

 

Tom y James se estaban enfrentando en un combate de judo. A pesar de la salud desfavorable de James, nunca permitió que sus debilidades lo limitaran a practicar artes marciales. Justamente ahora estaban en medio de un público. Era una forma sencilla de desahogarse de los malentendidos que se daban entre ellos y estar mucho mejor.

Lo único que Tom no podía aceptar es que siempre era derrotado por James; esta no fue la excepción cuando fue sujetado y el contrario lo suspendió llevándoselo para atrás golpeándose contra el suelo.

Al terminar el duelo estaban agitados, pero la discusión anterior se había resuelto por completo. Nicolás los recibió con jugos de frutas para refrescarlos, también trajo agua por si a Tom no le gustaba la idea del ponche. Los dos se sentaron tomando a grandes tragos los refrescos; el menor se encargó de secarle el sudor a James dejando que este descansara. Los dos se sonreían y Tom observaba atentamente el comportamiento de Nicolás.

Jen era muy cruel con él, logrando que este formara toda una capa de protección a base de ser un bufón y sarcástico hombre. Al ver a Nicolás se dio cuenta que James no lo había obligado a nada, ni le daba ordenes o se mantenía serio mientras el otro sonreía; Nicolás voluntariamente hacía todo con la simple amabilidad de querer ayudar y consentir a James. Tom se terminó su jugo, el cual no hubiera aceptado porque no reconocía la marca de la empresa, pero se lo bebió por el hecho de que Nicolás lo trajo para él.

Se dio cuenta que se sentía atraído a la personalidad del novio de su mejor amigo, pero no podría llegar a quitárselo ya que no era de su interés salir con un chico.

—James me dijo que eras muy quejumbroso —Nicolás de dirigió a él con una toalla en sus manos—, pero dijo que podía intentarlo de todas formas. ¿Te molesta si te secó el cabello?

Tom volteó la mirada a su amigo quien seguía bebiendo más jugo y comía un desayuno que le preparó Nicolás. Hasta la comida se veía deliciosa, pero para él no había nada. Hizo un puchero mientras se llevaba la boca de la botella a los labios.

—Bueno, hazlo.

Nicolás se acercó por detrás colocándole la toalla sobre la cabeza. Durante unos minutos estuvo frotando con suavidad, pasando con cuidado por el entorno de las orejas y priorizando el absorber el sudor. Tom bajó la mirada inexpresiva, le hacia sentir mal no tener a alguien como ese niño.

—¿Estás bien?

Tom levantó la mirada encontrándose la preocupación de Nicolás. No entendía por qué estaba así.

—Puedo notar que tus ojos están opacos, pero cuando ves comida u objetos brillantes se te dilata la pupila. Pienso que estás triste o algo te inquieta, a James se le opacan cuando algo lo preocupa.

—No me mires. —Se quejó desviando la mirada.— Eres extraño. ¿Por qué ves los ojos con tanto interés?

—Porque los ojos son las ventanas del alma —respondió con una pequeña sonrisa—. Yo sé que soy extraño, pero puedo ver a través de ellos las emociones. James nunca se libra de mis preguntas cuando lo veo preocupado, porque realmente me importa que esté bien.

—¿Y yo te importo? —Preguntó bromeando.

—Mientras pueda ayudar a que tu mirada vuelva a brillar, digamos que sí. Sé que después estarás bien por tu cuenta, eres un chico muy independiente y James dice que es raro verte mal... ¡Oh! Allí está.

El corazón de Tom se aceleró al escuchar sus palabras. El brillo en su mirada había reaparecido, causando que Nicolás sonriera al verlo. Estaba por marcharse devuelta con James para dejar la toalla, cuando el pelirrojo lo tomó por la muñeca y sus miradas chocaron.

—Lo siento —exclamó con sinceridad y una suave voz—. Jimmy me hablaba de ti sin creer ni una sola palabra, dije muy malas cosas y por eso me disculpo. Te ofendí y lo lamento.

—Está bien. Te perdono, pero no te preocupes mucho. Sé que eres un buen hombre. —Se llevó los dedos bajo el párpado.— Tienes unas pequeñas arrugas que se resaltan cuando eres amable.

Tom lo soltó dejando que se marchara, sin embargo no le quitó la mirada de encima. Durante años estuvo formando una barrera impenetrable de sus verdaderas emociones y un niño de quince años acababa de ver a través de ellas, como si fuesen de cristal.

Luis llegó con Helena para decirle a Tom lo bien que había peleado. El pelirrojo frunció el ceño al verlos tomados de las manos, no le agradaba que su prima saliera con un sujeto que no conocía del todo. Fue una apresurada unión, le resultaba sospechosa a pesar de que Luis le había confesado que le mintió. Si un hombre mentía por amor, no quería imaginarse qué haría una vez obteniéndolo. Tom dejó de prestar atención a los elogios para ver nuevamente a Nicolás.

James lo estaba consintiendo con muchos abrazos y besos que hacían sonrojar las mejillas del menor. Tanto Luis como Tom sintieron un dolor punzante al verlos juntos.

—¡Vamos a nadar! —Ordenó Tom luciendo una apretada tanga roja.

—¡No! —Chilló su prima enrojeciendo de la pena.— ¡Quítate eso!

—¿Qué tiene de malo? —Se observó en el espejo y se dio una nalgada.— Estoy sexy. A Jimmy también le luce.

—Quiero nadar, pero no pensé que con esto. —James exclamó escondido en el cuarto.

—Estamos ardientes, somos guapos. —Posó los músculos y flexionaba las piernas en distintas posiciones.— Comparados con los griegos estamos por encima de las estatuas. El fruto de vivir en una familia riquísima que pague el gym. Que no te avergüence tu cuerpo.

—No estoy avergonzado —confesó firme saliendo bastante enfadado—. Lo que pasa es que no puedo usar esto... ¡Porque esta no es mi talla!

—¡Ah! —Gritó de nuevo Helena cubriéndose los ojos.— Dios mío, que se detenga. ¿Es que todos nos iremos en tanga o qué?

—¡Jimmy te robaron las nalgas! —Exclamó atónito viéndolo desde atrás.— Estás mas plano que mi tía.

—¡Oye, no hables mal de mi madre! Aunque tienes la razón. James, pareces más espalda que glúteos.

—Tom, esta es la mía —reclamó jalando de un extremo—. Te la quedaste solo porque es roja.

—Tal vez. —Se cruzó de brazos.— ¿Y qué? No me la puedes quitar. —James lo observó con las cejas arqueadas.— Jimmy... ¡No! ¡No! ¡Perdón, no te vuelvo a robar! ¡Ahh!

James lo suspendió cargándolo en sus hombros mientras se regresaba al cuarto cerrando la puerta tras de ellos. Tom gritaba y suplicaba escandalosamente.

Helena se frotó el brazo al sentir que su primo saldría manoseado por andar de bufón. Se volteó para ver a los dos menores que estuvieron en silencio durante todo ese tiempo. Ella estaba usando un bikini celeste que combinaba con sus ojos azules; se tomó del cabello negro jugando con él y dio un par de golpes al suelo con la punta de sus pies.

—Lamento que hayan tenido que ver eso.

Los dos balbucearon sonidos incoherentes. Nicolás tenía el rostro colorado luego de ver a James. Él más que nadie sabía lo atractivo que era, pero verlo con una tanga nunca había sido parte de su imaginación. Luis en cambio con solo ver a los dos hombres fuertes frente a él hacían volar su imaginación, miraba a James como un hombre dominante que podría someter a quien fuera.

—Fui violado. —Exclamó Tom cubriéndose el torso, salió vestido de negro. La que le correspondía.— Nico, ¿por qué no te has cambiado? Hasta Luis ya se puso su calzoneta.

—Él no sabe nadar. —Respondió James saliendo tranquilo y más cómodo.

—¡Jesucristo! —Helena y Luis exclamaron.

—Valió la pena ser manoseado para verte las nalgotas de oro. —Exclamó Tom observando nuevamente.— No es justo, así no se me ven.

—¿Podemos irnos? —Preguntó Nicolás con timidez y los labios temblorosos.

—Sí. —Asintió James yendo hacia él para cargarlo en sus brazos.— Pervertidos. —Murmuró sintiendo las miradas en sus glúteos.

Todos entraron a la piscina a excepción de Nicolás, quien se quedó cerca reciclando con las sirvientas. De vez en cuando se acercaba para hablar con James y besarlo. En esos momentos Luis también besaba a Helena hasta que sus mejillas se coloraran de un rojo fuerte. Tom burbujeaba con el ceño fruncido al ver las parejas en esos instantes; pero lograba llamar la atención de Nicolás cuando este se disponía a regresar con las mujeres. Solo lo hacia para sentirse menos abandonado.

Tom se sumergió hasta el fondo de la piscina luego de volver a ver la misma escena repetida. No pensaba seguir mendigando atención a alguien que él preferiría fuese quien le pida su atención. Se recostó sintiéndose pesado. El agua le gustaba mucho, porque solo allí no podía escuchar nada más que el latido de su corazón y un zumbido en sus oídos. Ambos sonidos lo calmaban bastante.

Se dispuso a volver por oxígeno, pero algo no le permitía salir a flote. Cierto temor se apoderó de él, porque necesitaba salir ya. Su pie se había quedado atorado en una clase de barandilla, nunca la había visto antes y se preguntaba qué hacía allí. Intentó zafarse sin lograr mucho. Volvió a recostarse logrando mantener la calma, a pesar de sentirse mareado no era opción desesperarse; su pie saldría tarde o temprano, preferiblemente ahora.

El sol brillaba arriba de él. La luz se distorsionaba en las ondas del agua. Nuevamente intentó remover su pie sin avance alguno, no entendía cómo se había atorado en primer lugar. Una burbuja de aire se escapó de su boca y el sol fue tapado de su visión.

James estaba nadando hacia él luego de no verlo subir. Tom observó como su amigo zafaba la barandilla, jamás se le ocurrió la idea de inspeccionar a ver si podía removerla. Luego de liberar su pie volvió a colocarla y entre los dos subieron a la superficie.

—¿Estás bien? —Preguntó James viéndolo toser.

—Estoy buenísimo. —Respondió con una sonrisa.— ¿Por qué demonios tienes esa trampa mortífera abajo?

—Exactamente para lo que acabas de pasar. Allí me quedo recostado para no flotar.

—Me lo hubieras dicho, casi muero. —Se apartó nadando hasta la orilla. Salió de la piscina chorreando agua.— Tengo hambre. Vengo de la muerte y tengo muchísima hambre. ¿Qué hay de almuerzo?

Una de las sirvientas se retiró apresurada. La emoción del reciclaje la distrajo de su ocupación en la cocina. Tom se sacudió para luego secarse con una toalla, observó que Nicolás estaba armando algunas figuras con papel. Se le acercó viendo atentamente las pequeñas manos pecosas del menor, cuando menos se lo esperaba Nicolás, Tom le estaba acariando el dorso con suavidad y se detenía en unos segundos.

James se estaba secando cuando vio el extraño comportamiento de Tom. No era una persona celosa, pero su amigo estaba bastante extraño, más aún sabiendo como era con las personas de recursos inferiores a él. Le molestó pensar que Tom estaba siendo descortés con su novio, porque sabia que Nicolás nunca notaría cosas tan viles o bromistas.

—Tom —llamó con la toalla en sus hombros—. ¿Podemos hablar en privado?

—Uy, esto suena a matrimonio. —Exclamó frotando su toalla en la cabeza. Caminó lejos del menor.— Así se seduce a Jimmy, aprende muchacho.

Una vez que los dos estaban lejos, James le dirigió una mirada seria. Tom se asombró porque el contrario solo usaba esa expresión cuando estaba en muchos problemas y que él recordase, no había hecho nada malo a excepción de la tanga.

Luis estaba viendo desde la piscina a los dos mayores. Notó que James estaba enfadado y se preguntaba qué podría tenerlo tan molesto. Hablaría luego con Tom, ya que tenía cierta facilidad de hablarle y que este le dijese lo que quisiera.

—¿Qué pasa, Jimmy? —Preguntó suave, como si ya lo hubiesen regañado.

—Tom, te respeto y eres un buen amigo, pero no estoy ciego. —Exclamó con el ceño fruncido.— Entiendo que tu relación con Jen no sea buena y es muy dura contigo. —Lo tomó de los brazos.— Aparta tus intenciones de mi novio. Te lo pido amablemente.

—¡Estás loco! —Se quitó las manos de encima.— No soy gay, tú lo sabes. Es ridículo que...

—Yo sé que no lo eres —interrumpió—. Sin embargo, te dejas llevar muy fácil por lo que ves. —Desvió la mirada a Nicolás, Tom igual lo observó.— No es una mujer, intenta recordar eso cada vez que lo veas. Lo amo sin importar cómo luzca, él es mi pequeño brote de girasol y quiero ser ese sol que lo ayude a crecer.

—Jimmy, lo siento —le dirigió la mirada con vergüenza—. Me siento solo, creo que es todo. Tu novio es muy amable. —Desvió la atención a un planta.— Después de ti, nunca nadie había sido tan bueno conmigo; pero él luce como una chica y me dejé llevar.

—Puedes ser su amigo. Yo no le puedo prohibir con quién puede juntarse, solo quiero que apartes esos pensamientos de él. No es una mujer a la que puedes conquistar.

—Entiendo. Tranquilo, yo no podría bajarte el novio. ¿Qué clase de amigo sería? —Volvió la mirada devuelta al menor.— Se me va a quitar lo estúpido, cuando lo vea con el cabello corto. Tan baboso no puedo estar.

—No seas tan duro contigo mismo. —Lo tomó de la cabeza apoyándolo en su abdomen.— Vamos a comer.

—Me dices eso y te entrego las nalgas.

—Shh. No arruines el momento.

—Jimmy, ¿por qué estás enamorado de Nico?

—Él me hace recordar quién soy —respondió separándose. Encontró una expresión de confusión en su amigo—. Creerías que es falso, pero tengo miedo de perderme. Luego de tanto blanco, finalmente encontré otros colores y juro que no quisiera volver al mismo punto de nuevo.

Todos se reunieron en el comedor, donde sirvieron un asado con ensalada. Para los mayores la bebida era vino de la mejor cosecha, el resto debió beber limonada. James le daba pequeños tragos a Nicolás. Los dos se reían suavemente, porque el menor hacia unas muecas afirmando que era muy fuerte.

Luego de comer Tom se despidió llevándose a la pareja con ellos. Le dio una última mirada a Nicolás pensando en lo que James le dijo. En ese pequeño cuerpo existía el origen de la nueva vida de su amigo, se preguntaba qué sería de él si no fuese heterosexual.

En el viaje de regreso a casa Luis aprovechó para hablar con Tom de lo que había observado en la piscina. El mayor no parecía muy contento de hablar acerca del tema con alguien que estaba obsesionado con los homosexuales. Luis insistió de manera persuasiva, insinuando a Tom el comportamiento tan desanimado que traía ahora y que hablarlo, estaría bien.

—¿Yo te importo? —Finalmente le dirigió la palabra.

—¡Por supuesto que sí!

Tom amplió la mirada de manera sorpresiva al ver que la pupila del contrario se contraía. Si Nicolás estuviese allí, sabría lo que significa ese comportamiento. Por alguna razón no sintió confianza ante el gesto en los ojos de Luis, el que se contrajese tan apresuradamente le daba una mala sensación. Suspiró intentando olvidar la conversación con Nicolás.

—Es extraño —habló en voz baja y de manera serena. Observaba fuera de la ventana los girasoles que habían plantados por su jardín, ya estaban llegado a su mansión—. El rojo siempre me ha traído tanta felicidad, pero ahora me siento vacío.

Observó a Luis irradiando confusión. James había conseguido todos los colores en un niño pobre; en ese momento, había uno delante de él. Luis no parecía ser como Nicolás. Sus preguntas eran fastidiosas, parecía muy pesado su comportamiento insistente y se estaba descuidando. Le dirigió la mirada a su prima, quien se había quedado dormida en el viaje. El único motivo por el cual no había sacado a Luis del auto a patadas, era ella, porque Helena estaba muy feliz y se veía recuperada.

Tom podría burlarse de Luis por no suicidarse con cortes verticales, pero a Helena la protegía cuando esta sí estuvo por lograrlo. Una pareja con dos suicidas no le parecía una opción aceptable.

Podría continuar utilizando a Luis hasta que su prima se diese cuenta que él no era un buen candidato. Continuó el viaje en silencio sin decir más. Hasta no saber lo que estaba planeando el contrario, preferiría resguardar información personal. James era el único amigo que necesitaba para desahogarse de sus desgracias.

 

[. . .]

 

James fue despertado por el grupo de siempre, pero esta vez no contó con la presencia de una voz extra. Se removió de las sábanas visualizando a uno de los guardias de su padre. El día había iniciado mal con su presencia en la habitación.

 

 

Nicolás estaba cuidando del jardín bastante feliz de ver que estaba dando resultados su esfuerzo. Por alguna razón no había visto a James en toda la mañana, se preguntaba si estaría bien ir a buscarlo.

 

 

—¿Quién eres? —Preguntó una mujer.— ¿Dónde está el jardinero?

 

 

—Buenos días —saludó levantándose—. Yo soy el jardinero.

 

 

Los pardos ojos de la mujer lo observaron de pies a cabeza. No le agradó lo que veía.

 

 

—Te daré tu paga por los días que trabajaste, pero tienes que irte inmediatamente de esta propiedad.

 

 

—¡Basta! —Gritó James saliendo en bata. Estaba furioso.— Ustedes no son los responsables de la casa mientras mi padre esté de viaje. Catarina se encarga de todo y ella lo contrató. Le pido que sea usted y usted —se dirigió al hombre de su cuarto— quienes se marchen de esta propiedad. Ahora.

 

 

—Joven amo —llamó el hombre escuálido—. Hemos sido enviados personalmente por su padre para vigilarlo. Él se ha dado cuenta de que ha tenido múltiples escapes en el pasado. Sus cuidadores serán cambiados a unos más aptos para el trabajo. Estamos aquí para mejorar su vida.

 

 

—No... —Se quedó sin voz.— Ya vinieron hace nueve años a hacer lo mismo. No pueden seguir cambiando el personal siempre.

 

 

—Todo esto es por su bien, joven amo.

 

 

—Si le molesta tanto —se acercó la mujer— haremos un trato verbal. Por ningún motivo saldrá de la casa, accediendo a usar un brazalete en el tobillo para monitorearlo; a cambio dejaremos que estas personas terminen el año aquí, mientras consiguen un nuevo lugar. ¿Acepta?

 

 

James desvió la mirada. Asintió porque no quería dejar a todo el personal desamparados, al menos podría ayudarlos a conseguir un buen lugar para seguir trabajando.

 

 

La mujer sacó de su bolsillo el brazalete mencionado anteriormente. Ella sabía que James iba a acceder a cualquier trato que se le presentara por el bien de otros, algo que debían eliminar urgentemente para el beneficio del padre de este. Cambiando el personal lograrían derrumbar al muchacho, solo que no contaban conque James tendría una pareja que lo fortalecía.

 

Los tres volvieron al interior de la casa. El hombre le ordenó a Nicolás que siguiera con su trabajo. El menor sintió tristeza al ver como trataban a James, lo estaban aislando de todo. Continuó regando las flores con la esperanza de que lograría hacer que mejoraran antes del fin de año; por lo menos, James tendría un hermoso jardín para no sentirse tan triste.

—Open up your mind and let me step inside —Nicolás cantaba con una suave voz, mientras acariciaba la cabeza de James la cual estaba recostada en su regazo—. Rest your weary head and let your heart decide. It's so easy when you know the rules. It's so easy. All you have to do is fall in love.

—Mi corazón me dice que huya de casa y nunca regrese aquí. —Suspiró desanimado.

—Cariño, lamento mucho de que estés pasando un mal momento. Aquí estaré si necesitas algo.

—Me siento mejor con usted aquí para consolarme. —Exclamó levantándose para besarlo.— Incluso usted será reemplazado por algún otro jardinero. No puede empeorar esta situación.

—Mejor no tientes al diablo.

—Mi padre es peor que el mismo Lucifer. Quisiera saber por qué hace todo esto. No necesito nuevo personal, me siento mucho mejor con el actual. —Se pasó las manos por el rostro.— Si tuviese un gemelo tendría todas mis enfermedades y podrían cuidarlo de la manera que quisieran. Por supuesto, me sentiría mejor si tuviese uno. Podría conversar con alguien cuando esté solo.

—Siempre imaginé tener un primo. Sería lindo tener uno con quien conversar; que sea menor o de mi misma edad.

—Está decidido, tendremos una mejor vida con gemelos y primos en la siguiente. Así será. —Sentenció con firmeza.

—Escucharte hablar así me hace pensar en cómo sería nuestra siguiente vida. —Realizó un suave masaje con la yema de sus dedos, pasando por todo el cráneo.— Yo te cuidaría de cualquier tristeza, no importa si arriesgo mi felicidad. Sé que verte sonreír valdrá el trabajo duro.

—Yo tendría el poder de la empresa de mi madre, así no tendría que depender de mi padre y podría estar con usted siempre que yo quiera. La verdad, si puedo estar a su lado, cualquier vida es buena.

—James, finalmente pensé en algo de lo que puedo creer sin temor. —Esbozó una pequeña sonrisa.— Yo quiero proteger tu alegría por siempre. Hasta el final de finales. Cada vez que nos encontremos lucharé contra lo que sea para que seas feliz; no importa cuánto me demore para lograrlo, estoy seguro que lo conseguiré.

—Así será. —Lo tomó del rostro para besarlo nuevamente.— Vamos a estar juntos eternamente.

—Cambio —pidió meciendo las piernas—. Quiero sentarme en tu regazo.

James se removió para hacerle espacio a Nicolás que invadió rápidamente sus piernas. Inclinó la cabeza tocándose los labios, el contrario ya sabía que significaba. Agachó la cabeza ahuecando entre sus manos el rostro del menor y fue así como empezaron los besos. Nicolás sentía una pequeña adicción a los labios de James, tan suaves y gentiles con los suyos que estaban maltratados. La mejor sensación para él era ser besado por el contrario. Le gustaba tanto como lo mimaba con caricias y le quitaba el aliento, no importaba, pediría un beso más.

El hombre escuálido estaba observando afuera de la habitación. Los dos se habían marchado por un breve periodo de tiempo. Se encontraba sorprendido, como al mismo tiempo asqueado. Sin hacer mucho ruido continuó su camino para informar lo que había visto.

La mujer estaba caminando por los jardines inspeccionando el trabajo de Nicolás. Era bueno, pero preferiría cortar todo y construir alguna pista que le sirva como distracción a James. Apuntaba en una libreta todo lo que veía, más tarde lo cambiarían.

—Hola —saludó Luis amablemente—. ¿Está Nico por aquí?

Volteó a ver curiosa al joven que estaba frente a ella. Parecía como si ya estuviese acostumbrado a hablar con el personal de esa manera tan directa. No sabía a quién se estaba refiriendo. Permaneció en silencio observándolo con desaprobación.

—¿Señora? —Exclamó confundido. Se encogió de hombros— Bueno, ¿le puede decir a Nico que cuando termine con su novio venga a la casa de Tom?

—¿Quién es Nico? —Preguntó sorprendida.

—Pues, el novio del joven amo —respondió con sarcasmo—. ¿Eres nueva por aquí?

Se marchó directo al interior de la casa una vez escuchada la respuesta. Luis quedó confundido y decidió marcharse con Tom para decirle lo que había sucedido.

Ambos adultos se encontraron a mitad del pasillo. Tenían algo sumamente importante que contarse entre ellos, pero también debían decirle a su amo.

—Lamento tener que informarles que a partir del próximo año dejaremos la mansión. —Anunció Catarina.— El amo ha sido claro y quiere remover todo el personal a su conveniencia.

—Por favor, no se desanimen todavía —exclamó Nicolás tomando la palabra—. James y yo estamos seguros que son los mejores que hayan tenido como personal. Los dos estamos seguros que podrán administrador un restaurante y será el mejor de la capital. Tienen a la señorita Catarina, una gran jefa y con su guía todos estarán muy bien. —Sonrió ampliamente.— James les asegura que los ayudará en todo lo que necesiten.

Catarina no tenía previsto que el menor hablara. Todos en la cocina estaban murmurando, se veían bastantes contentos con la idea de abrir un restaurante. Las sirvientas estaban igualmente emocionadas al imaginar que podrían utilizar los nuevos consejos de Nicolás para reciclar. Todos empezaron a discutir cuál sería la temática del lugar y cómo lo llamarían.

—Esperen... —Catarina intentó callarlos.— Oigan. Gente... ¡Silencio! —Gritó llamando la atención.— Si vamos a tomar esa idea tenemos que poner de parte nuestra al cien por ciento. Buscar un espacio, equipo, mesas; establecer un menú, conseguir los ingredientes y comenzar con cierta cantidad de clientes. No es tan sencillo.

—¿Acaso su madre no tenía contactos de cadenas de restaurantes? —Preguntó un cocinero.

—Sí, pero... —Meditó más acerca de la situación.— Está bien, abriremos un restaurante.

Todos celebraron la decisión de la cual estaban sumamente felices. A pesar de que extrañarían a James, estaban seguros que lo verían pasar por su local y se encargarían de servirle la mejor cómoda de la ciudad. Por ahora, solo les restaba permanecer en la mansión mientras Catarina hablase con su madre y estuviesen listos para marcharse.

Nicolás decidió que debían hacer una pequeña fiesta de despedida. Ninguno sabía cómo hacer una, eran profesionales de la cocina y servicio. No de celebraciones. El menor se ofreció a planificarla, pero mientras lo hacia les enseñaría a divertirse un poco.

James estaba en el comedor esperando la cena que las mucamas habían informado que traerían. Habían pasado alrededor de unos diez minutos sin ninguna señal. Comenzó a preocuparse al no haber visto a ninguno del personal rondar por los pasillos, algo estaba pasando. Decidió buscarlos en la cocina, si le ofrecían cena entonces deberían estar allí. Una música disco sonaba a las lejanías del corredor; entre más caminaba sonaba más fuerte.

Entró a la cocina dándose la sorpresa de que Nicolás les estaba enseñando a bailar a los cocineros. Algunas sirvientas ya habían agarrado el ritmo de la música, pero los varones seguían bastante duros sin entender los movimientos. James sonrió al ver que se estaban divirtiendo, nunca los había visto tan emocionados por aprender a bailar y menos por música disco.

—¡Joven amo! —Exclamó la mucama que lo había dejado esperando.— Lo siento mucho, olvidé su cena.

—No. Está bien —expresó sereno—. No se detengan por mí, continúen bailando.

—Ven conmigo —Nicolás le extendió la mano—. Necesito una pareja de baile.

El personal se quedó en silencio mientras veían a su joven amo bailar mucho mejor que ellos. Los cocineros voltearon a ver a las sirvientas con cierta vergüenza, podrían intentar imitar a los adolescentes frente a ellos. Las mujeres se acercaron tomando la iniciativa de invitarlos a bailar, no pudieron negarse al deseo insistente de querer aprender a bailar.

Con unas pequeñas guías y siendo lentos, lograron agarrar el ritmo del baile. Ahora todos podían disfrutar del momento tan alegre que ofrecía la radio a esas horas de la noche.

Catarina llegó con las noticias de que su madre estaba dispuesta a orientarlos y ubicarlos en un lugar. La tomaron por sorpresa los ahora expertos bailarines cocineros y las mucamas danzarinas. Se quedó en la puerta observando la escena, no podía creer que Nicolás logró mover a todos esos troncos duros. Pensando en él lo buscó entre la multitud hallándolo al lado de James bailando. Su joven amo estaba realmente feliz, los dos se hacían felices mutuamente.

—Un girasol —susurró observando al menor con sus ganchos en el cabello— y un astro rey. —Dirigió la atención al contrario.

Apuntó en su libreta el nombre, que se le ocurrió al verlos, para el restaurante. Iban a tener una radiante, calurosa y bella experiencia en el ambiente del servicio de comidas. Catarina guardó su libreta para unirseles. Ella amaba las fiestas.

En los próximos días el jardín comenzó a florecer con lindos brotes; algunos árboles pequeños y frondosos. James recorría las tierras observando a Nicolás cuidar de las plantas. El lugar se sentía más cómodo con la presencia de vida, no lo hacia sentir encarcelado a pesar de que llevaba en el tobillo el brazalete. Tom debía visitar a su amigo diariamente a causa de ello.

James presentía que algo andaba mal. Nicolás lo relajaba debido a que no debía exaltarse tanto por sus enfermedades. El mayor se sentía cada vez más feliz, con la intención de escapar de la mansión para quedarse a su lado; quería conocer más de los pequeños y sencillos placeres de la vida que solo con Nicolás vivía.

La noche de Navidad estaba más que seguro a abandonar todo para estar al lado del menor. No quería abandonar sus sueños de ser un doctor, deseaba poder ayudar a las personas. Con el paso del tiempo notó que Nicolás temblaba mucho más, así como se enteró que tenía problemas con el sueño y de alimentación. Ya no tenía dudas acerca de marcharse. Estando al lado de Nicolás podría crecer con nuevas experiencias y también ayudarlo a él con cualquier problema de salud que tuviese, porque ahora todo era desconocido y el menor afirmaba que no había de qué preocuparse.

En Estados Unidos los ayudantes del amo de la mansión le informaron lo que habían visto y descubierto, cuando hicieron su visita sorpresa. El padre de James estaba saliendo de una piscina, una mujer se arrodillo entregándole una toalla seca y la tomo secándose el cabello. Sus ojos verdes no expresaban ninguna emoción, así como su semblante se mantenía serio mientras escuchaba los detalles que le proporcionaban su equipo.

Tomó asiento en una de las sillas. Bebió de un vaso de cristal hasta terminarse el ron que había. Siguió escuchando hasta que terminaron.

—Vigilen al niño. —Les ordenó con frialdad.— Dónde vive, los nombres de sus familiares, si estudia... Todo. —Una sirvienta le sirvió más ron que se tomó de un trago.— Llamen al doctor y pidan una reservación a corto plazo. Haremos una visita cuando tengan toda la información que necesito.

Una vez solo alzó el puño para luego destruir el vaso de cristal. La sirvienta que lo acompañaba se estremeció al verlo tan molesto. Su amo le extendió el brazo para que ella pudiese quitarle los fragmentos de vidrio incrustados; la sangre chorreaba manchando su uniforme, pero tenía que quedarse asistiéndolo.

Su plan de obtener todo lo que deseaba se estaba desmoronando por un niño. James debía ser igual que él, un hombre solo necesita de la paz y él está más que dispuesto para prepararse a cualquier guerra. Terminaría ganando siempre, aunque eso significase derramar sangre.