Huang Yushu se giró. Cuando vio a Wei Xin, las lágrimas brotaron en sus ojos. Preguntó con cierta preocupación,
—Wei Xin, ¿por qué estás aquí? ¿Estás… enferma?
Wei Xin miró a Huang Yushu. Después de no verla durante mucho tiempo, pudo sentir que la hostilidad en Huang Yushu había desaparecido. Se había convertido en una anciana cariñosa.
Pero ella se había cambiado a sí misma. Se había vuelto vieja y silente. La vida la había doblegado.
El doctor le preguntó:
—¿Qué relación tiene usted con ella?
Wei Xin dijo:
—Fui su nuera en el pasado.
El doctor dijo:
—¿Divorciada?
Wei Xin asintió:
—Sí.
—Eso no será posible. Tiene que ser firmado por la familia del paciente.
Wei Xin solo pudo decirle a Huang Yushu apologeticamente:
—Entonces debes llamarlo.
La forma en que se dirigió a Li Zecheng se sintió distante, haciendo a Huang Yushu extremadamente triste. De repente, agarró la mano de Wei Xin emocionada y dijo:
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