Otra vez ese sueño.
Era un sueño recurrente, uno que tenía por varias noches seguidas, para luego dejar de tenerlo. Un sueño que aparecía de pronto por algún motivo desconocido para él. Aunque llamarlo sueño no era correcto, ni siquiera llamarlo una pesadilla era lo suficientemente acertado para describirlo.
Si tuviera que ponerlo en palabras, era más bien, una visión del mismísimo infierno.
Siempre era igual. Era de noche, el cielo estaba oscurecido por nubes negras y humo, y un sol negro que vomitaba un mal que consumía todo lo que tocaba. El fuego se extendía por todas partes, calcinando todo hasta no dejar nada más que cenizas. Era como si el fuego estuviera persiguiendo activamente algo que consumir.
El desagradable olor de la carne quemada inundaba el aire, un aire que apenas era respirable gracias al humo.
Los cientos de cadáveres carbonizados en el suelo, los cadáveres de aquellos que intentaron escapar de las llamas y no lo consiguieron.
Y en medio de todo este infierno, un niño. Un niño pelirrojo de no más de 10 años de edad, un niño que caminaba por este infierno de forma mecánica, sus ojos carecían de vida o motivación, un niño al que solo le quedaba el instinto más básico de supervivencia.
El niño caminaba a través de este infierno, mientras tapaba sus oídos en un intento inútil de no escuchar los gritos de las víctimas de aquel infierno. Gritos llenos de desesperación, gritos que suplicaban a los cielos por ayuda. Hombres, mujeres y niños, todos gritaban mientras eran devorados por las llamas que parecían seguirlos.
Aun así, el niño caminó. Caminó con la pequeña esperanza de sobrevivir a aquel infierno. Y luego, éste niño tropezó, y con esto, perdió lo último que le quedaba de humanidad. Ya sin fuerzas para moverse, sin motivos para continuar, sin un ápice de humanidad en su ser, el niño se rindió, cerrando sus ojos, para esperar su inevitable final...
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Con un ligero sobresalto abrió los ojos, escaneando sus alrededores. Viendo que se encontraba en el mismo sitio donde se durmió, tomó una respiración calmada para tranquilizarse.
Se recostó nuevamente en la pared en la que estaba, y tomó varias respiraciones más para terminar de calmarse.
A pesar de que ya había lidiado con ese sueño desde hace años, aún lo estremecía cada vez que lo veía. La imagen de ese infierno se quedaba en su mente por horas luego de despertar.
No sabía que podría significar ese sueño, pero todo había comenzado poco después de que se familiarizara con la magia que le entregó su maestro. Por lo que podría asumir que el sueño estaba relacionado de alguna forma con el antiguo usuario de la magia que ahora él tenía. Era lo más lógico de asumir según lo que su maestro le había contado de su poder.
Con un gruñido decidió levantarse del suelo y comenzar con su rutina diaria de quehaceres y entrenamiento.
Salió del cobertizo en el que dormía. El sol aún no salía, por lo que fue recibido por el frío aire de la madrugada, aunque no le molestó. Más bien, le resultaba agradable, por alguna razón más allá de su entendimiento e interés.
Caminó hasta llegar a las afueras de la granja en la que vivía, y comenzó a escanear a los alrededores en busca de cualquier cosa sospechosa. Comenzó buscando en la maleza que se cernía alrededor de las cercas que protegían la granja, buscando signos de huellas de cualquier tipo.
Siguió investigando cerca de los árboles, en busca de marcas extrañas de garras. Continuó con los caminos que dirigían a la entrada de la granja, y así hasta que estuvo seguro de que no había nada fuera de lo común. Tras ésto volvió a la granja, y comenzó a revisar las cercas que la protegían, al igual que antes, no encontró signos de nada que pareciera sospechoso, por lo que asintió satisfecho.
Camino de regreso dentro de la granja para comenzar con su entrenamiento matutino. Comenzó como de costumbre con unos estiramientos. Eran un poco más incómodos de lo que deberían por la armadura, pero no podía quitársela y exponerse a una posible emboscada, nunca se sabía que podría pasar.
Luego de terminar los estiramientos, seguiría con su habitual entrenamiento con la espada. — Trace on... —. Murmuró, y una espada corta y simple de acero apareció con un estallido de luz.
Sostuvo la espada con una mano y tomó una posición de combate, levantando la espada a nivel de su pecho y separando las piernas al nivel de los hombros. Cerró los ojos y comenzó a imaginar a diferentes enemigos acercándose a él.
La imagen mental de estos enemigos era una con la que estaba muy familiarizado, 'Goblins'. Los goblins imaginarios se acercaban a él por todos los flancos, intentando cortar cualquier ruta de escape. — Cuatro adelante, tres atrás, dos a la derecha, tres a la izquierda y dos arqueros más adelante —. Tomando una nota mental de los enemigos imaginarios comenzó su entrenamiento.
Se lanzó hacia adelante al mismo tiempo que los goblins imaginarios, cortando la cabeza de uno de un tajo y atravesando el cuello de otro. — Dos... —. Murmuró.
Uno de los goblins de la izquierda se lanzó hacia él sosteniendo un garrote, él esquivó el ataque y atravesó al pequeño monstruo en el vientre con su espada. La espada no estaba manchada debido a que sus enemigos eran sólo producto de su imaginación, pero para este entrenamiento, él despidió su espada en motas de luz y trazó otra, con la que cortó la cabeza de otro goblin.
Trazando otra espada en su mano izquierda, se preparó para continuar el entrenamiento. Los goblins arqueros dispararon sus flechas hacia él, por lo que las esquivó saltando y lanzando sus espadas hacia ellos. Las espadas se dispersaron en motas azules tras "impactar" con sus enemigos.
Cayó al suelo ya con dos espadas más en sus manos y corrió hacia los goblins restantes a gran velocidad. El entrenamiento continuó por varios minutos más, los goblins imaginarios seguían apareciendo uno tras otro, y él los mataba a todos sin importar por donde atacaran.
Esto siguió hasta que se dió cuenta que el sol ya había salido. Escuchó a un gallo cantar en la parte trasera de la granja, por lo que decidió que ya era suficiente entrenamiento por hoy.
Se dispuso a ir al cobertizo para prepararse para el día, cuando escuchó el ligero chirrido de la madera de una ventana abriéndose. Sabiendo quién era, volteó su vista hacía la chica semidesnuda que se asomaba por la ventana.
— ¡Buenos días! —. Casi gritó la chica alegremente al verlo.
— Buenos días... —. Contestó él en su forma casi desinteresada habitual.
Para cualquier otra persona, éso habría resultado grosero, pero siendo esta chica su amiga desde que eran niños, y conociendo su carácter tan bien, solo le sonrió cálidamente.
— ¿Estuviste entrenando? —. Le preguntó ella.
— Así es... —. Contestó. — También revisé las cercanías... No había señales de ningún goblin —.
— ¡Que bien!, Muchas gracias por tomarte la molestia —. Dijo ella alegremente.
— No es una molestia —. Ella sonrió ante la respuesta de él.
— ¿Crees que mi tío ya esté despierto? —. Preguntó ella.
— No lo sé... —.
— Hmmm... Seguro que ya despertó, será mejor que comience a preparar el desayuno —. Decidió ella.
— Muy bien... —.
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La chica granjera tarareaba alegremente mientras, con un cucharón de madera, revolvía la sopa que preparaba en la cocina. Escuchó el rechinar de la madera del suelo y unos pasos que se acercaban detrás de ella. Volteando su vista, vio que se trataba de su tío, el dueño de la granja.
— Buenos días, tío —. Saludó ella, tan alegré como de costumbre.
— Buenos días... —. Saludó él, para luego soltar un bostezo. Al parecer se había levantado hace poco.
— El desayuno está casi listo —.
— Muy bien, estoy muy hambriento —. Contestó mientras se sentaba en una de las sillas del comedor.
Más pasos se escucharon acercándose a la cocina, está vez más pesados que los del dueño de la granja. La granjera se sintió feliz sabiendo de quién se trataba.
— Buenos días... —. Saludó el Goblin Slayer en aquel tono neutral, tan habitual que tenía.
— Buenos días... —. Le contestó el granjero de forma vaga con un asentamiento. La relación entre estos dos era parecida más a una relación de negocios, más que cualquier otra cosa. Ninguno de los dos intercambiaba formalidades con el otro más allá de las necesarias. Aunque ésto no era algo que le molestara a ninguno de los dos, la sobrina del granjero por otra parte, nunca ha estado feliz con el cómo se tratan esos dos, por muy acostumbrada que esté.
El desayuno se sirvió en la mesa. Era una sopa a base de leche, acompañada de pan y queso. El aroma de la sopa caliente inundó la cocina, abriendo aún más el apetito de todos los presentes.
Sin esperar, Goblin Slayer tomó una porción de la sopa con una cuchara y la pasó a través de la pequeña abertura en su casco. La chica granjera no pudo evitar sonreír ante la vista. El granjero, por el contrario, frunció el ceño, aunque se mantuvo callado mientras comenzaba a comer.
Goblin Slayer se detuvo por un momento para buscar en su bolsa atada a su cinturón. De ésta sacó una pequeña bolsa de cuero y la colocó sobre la mesa. Un fuerte *clink* se escuchó cuando la soltó sobre la madera. — Ésto es por este mes —. Comentó el Slayer, empujando la bolsa hacia el hombre frente a él para luego volver con su desayuno.
El granjero acercó la pequeña bolsa hacia él y la abrió, revelando que estaba llena de monedas de oro.
El granjero dudo en tomar el dinero. Con la cantidad de dinero que le entregaba cada mes, el Slayer podría fácilmente alquilar una habitación más cómoda que el granero en donde se quedaba, por lo que él, a pesar de que no se llevaba bien con el extraño aventurero, sentía que se estaba aprovechando del Slayer.
Resignandose, soltó un suspiro e inspeccionó las monedas, no porque pensara que quería engañarlo, más bien por costumbre. — Los aventureros ganan bastante bien, ¿No? —. Comentó el granjero, sin esperar realmente recibir una respuesta.
— Eso es porque ha habido muchos trabajos últimamente —. Contestó el Slayer para sorpresa del granjero.
— ¿En serio?... Sobre eso, tu... —. Tartamudeo el granjero. Siempre que se hablaba de lo que el Slayer hacía para ganar dinero, lo hacía. — ...¿También irás hoy? —. Terminó de preguntar.
— Si —. Respondió el Slayer de forma monótona. — Hay muchos trabajos pendientes, por lo que debo ir lo más pronto posible —.
— Ya veo, no te presiones demasiado —. Dijo el granjero.
— Hmm... —. Asintió el Slayer.
Esto era algo de todos los días, ellos nunca tenían una conversación de más de cinco minutos. Por lo que para aliviar un poco el ambiente la chica granjera comentó en un tono alegre. — Sobre éso, yo también tengo que ir al gremio para llevar unos suministros —.
— No tengo problemas con éso —. Contestó el Slayer.
Viendo aquella interacción, el granjero frunció el ceño. — No, si hay que entregar esos suministros, yo los llevaré —.
— Está bien tío, no te preocupes. Eres demasiado sobreprotector, puede que no lo parezca, pero soy bastante fuerte —. Contestó ella mientras hacía flexión de los músculos de su brazo. Demostrando que realmente tenía algo de músculos en el.
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Goblin Slayer estaba de pie en medio del camino cerca de la granja, tenía sus brazos cruzados sobre su pecho mientras esperaba pacientemente.
Escuchó el sonido de la carreta acercándose y miró hacía su amiga de la infancia, la cuál arrastraba la carreta con los suministros. — Gracias por esperarme —. Dijo ella con una sonrisa.
— No hay por qué agradecer —.
Ambos continuaron caminando en dirección al pueblo. Los pasos del Slayer eran amplios y rápidos. La granjera por su parte, hacía lo que podía para mantenerse al día con él, y siendo que estaba llevando una carreta a cuestas, su andar era más lento que el de él.
Notando ésto, el Slayer decidió desacelerar su caminar, hasta que ambos caminaban al mismo ritmo. La granjera sonrió al notarlo.
— ¿Quieres que te ayude? —. Preguntó él.
— Ah, descuida, estoy bien —. Contesta ella, a lo que él asiente.
Los dos continuaron caminando en un silencio que comenzaba a ser incómodo, al menos para la chica granjera. Por lo que decidió iniciar una conversación.
— Entonces... ¿Pasó algo recientemente?... —.
Tomando unos segundos para responder, Goblin Slayer habló. — Goblins... —.
— ...¿solo eso?... —.
— Más de lo usual —.
— ¿En serio? —.
— Si —.
— Ya veo... —. Contesta ella. — Eso es bueno, ¿No?, Significa que tienes mas que hacer —.
— No... —. Responde el Slayer.
— ¿No?, ¿Por que?... —.
— Sería mejor si no hubiera ningún goblin —. Responde el Slayer.
La chica granjera se detuvo un momento, entendiendo el porqué él decía ésto, y sintiéndose bastante estúpida por decir algo así. — Si... Tienes razón... —.
Tras esto, ambos reanudaron su caminata hacia el gremio.
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Dentro del gremio de aventureros, las cosas sucedían como de costumbre, los aventureros llegaban y se iban, tomando misiones, cobrando sus recompensas o simplemente conversando entre ellos sobre sus hazañas.
Justamente en ése momento, un aventurero vestido con una reluciente armadura de cuerpo completo, el cual portaba una hermosa lanza sobre sus hombros, relataba orgulloso como le había ido en su última misión a la recepcionista del gremio. La cual, a pesar de la encantadora sonrisa que adornaba su rostro, no podía esperar el momento en que el lancero terminara de hablar.
Sin embargo, el lancero no parecía tener intención de terminar, hasta que las puertas del gremio se abrieron, dejando ver a dos figuras, una hermosa chica, vestida con ropas sencillas la cual era conocida por muchos por vivir en una granja cerca de la ciudad.
Y la otra, posiblemente el aventurero más conocido dentro de la ciudad, por motivos tanto buenos como malos y otros simplemente demasiados extraños. Su armadura mugrosa y su andar; rápido y decidido llamó la atención de los presentes. Incluida la recepcionista.
— ¡Oh… llegaste! —. Comentó esta con una sonrisa brillante en su rostro.
— Ugh... Goblin Slayer... —. Comentó el lancero en un tono despectivo mirando en la misma dirección que la recepcionista.
Cerca de ellos, otro grupo de aventureros veía al recién llegado. — No puedo creer que sea un aventurero de rango plata como nosotros... —. Comentó una hermosa mujer, vestida con una reluciente armadura plateada, llevaba además un escudo, igualmente plateado y una espada de una mano, guardada en una vaina en su cintura. Era una paladina.
— Déjalo... —. Comentó otro aventurero al lado de la paladina. Era un hombre grande y musculoso, al contrario que el paladín, su armadura era completamente negra, y portaba una enorme espada colgada en su espalda. — Nunca lo has visto luchar, no sabes de lo que es capaz —.
— ¿Tu lo has visto? —. Preguntó la paladin con ligero interés.
— No. Solo pude ver las secuelas de una de sus misiones... —. Comentó el guerrero. — Nunca había visto tantos cadáveres de goblins, todos muertos por un solo hombre —.
— Asi que mató unos cuantos goblins... No suena nada impresionante —. Replicó la paladin.
— Uhm... Cree lo que quieras... Aunque no lo parezca, el es bastante capaz, no por nada está en el mismo rango que nosotros —.
— Escuché que él puede manejar cualquier arma que vea —. Comentó uno de los miembros del equipo del guerrero.
— Yo escuché que se baña en la sangre de los goblins que asesina —. Comento la otra miembro del grupo.
De vuelta con el susodicho, él y la chica granjera se acercaron a la recepcionista, la cual ignoró completamente al lancero para centrarse en los recién llegados. La granjera y la recepcionista comenzaron a conversar sobre los suministros que trajeron y demás formalidades sobre éstos. Mientras el Slayer esperaba pacientemente detrás.
Notando al lancero, y su expresión irritada, Goblin slayer dijo. — Lamento si tomé tu lugar —.
— Uhm... Descuida... De cualquier forma ya había terminado —. Resopló el lancero para luego marcharse junto a su compañera. Una hermosa mujer de grandes atributos, vestida con un vestido de una pieza con escote y un gran sombrero ancho. Una bruja en toda regla.
— No tienes... Que enojarte... Poderoso aventurero... —. Comentó ella en un tono pausado y sensual.
— No estoy enojado —. Respondió el lancero con enojo. A lo que su compañera sonrió divertida por su actitud infantil.
La recepcionista continuó hablando con la granjera, incluso ofreciéndoles té a ella y al slayer. La granjera sirvió en dos tazas, entregando una a su amigo de la infancia y otra para ella. Goblin Slayer tomó la taza y bebió todo el té de un sorbo a través de la rendija de su casco.
La recepcionista no pudo evitar sonreír al ver esto. Comenzó a recordar cómo, a pesar de su actitud aparentemente fría hacia los demás, él siempre ayudaba en todo lo que podía, siempre que había una misión de goblins que nadie tomaba, él siempre acudía a completarla. Recordó las muchas veces que algunas personas de esos pueblos que él salvaba, venían luego a agradecerle.
— Tu siempre eres de mucha ayuda —. Comentó de repente la recepcionista.
— ¿Ah sí? —. Preguntó el Slayer.
— Si, de mucha —. Contestó ella con una sonrisa.
En ese momento, una persona entra al gremio, su andar era torpe mientras pasaba por los demás aventureros que estaban en el lugar. Tras unos segundos, esta se acercó al Slayer.
— A-ah... Buenos días —. Dijo, nadie más que la misma sacerdotisa que el Slayer había rescatado.
Curiosa, la granjera miró hacia la recién llegada, sorprendida de su apariencia. Ella había escuchado de él, que había formado un grupo con otro aventurero, por lo que se sintió feliz de que el estuviera interactuando con más personas. Pero él no le dijo que era una chica, o que era tan linda y adorable.
— S-sobre el otro día... —. Comenzó la joven sacerdotisa.
— ¿Que pasa? —. Pregunto Goblin slayer.
— No creo que haber provocado una explosión en la cueva haya sido buena idea, ¡La montaña podría haber colapsado! —. Dijo ella.
— Es preferible a que escape un goblin —. Comentó el uniformemente.
— A-aun así... Piensa en lo que pudo haber pasado después —.
Goblin slayer asintió, para luego cambiar el tema. — ¿Compraste lo que te dije? —.
— Ah... Si —. Contesta la sacerdotisa mientras se subía una de las mangas de su túnica, revelando una cota de maya debajo de esta.
— Hm... Los anillos son un poco amplios, pero será suficiente para detener sus espadas —. Comentó él mientras veía la pieza de armadura.
— La madre superiora estaba disgustada por ésto. Ella quería saber porque una sacerdotisa usaría algo como ésto —. Dijo ella mientras acomodaba nuevamente su túnica.
— Entonces ella no sabe nada sobre goblins —. Comentó él.
— No es éso. Es qué es una violación de los preceptos de la iglesia —.
— Si es un problema para tus milagros, entonces deberías cambiar de fe —.
— ¡Por Supuesto que no!, No será un problema, mis oraciones llegarán a la madre tierra —. Replicó ella.
— Entonces no hay problema —.
La sacerdotisa hizo un puchero ante su actitud desinteresada. Ambos permanecieron en silencio unos segundos, hasta que Goblin Slayer le hizo una pregunta.
— ¿No te vas a sentar? —.
— A-ah... Si —. Contestó ella mientras se dirigía a uno de los bancos para sentarse. Con un poco de nerviosismo, la sacerdotisa puso su báculo entre sus piernas mientras parecía encogerse sobre sí misma, mientras miraba la multitud dentro del gremio.
La granjera no pudo evitar comenzar a sentir un poco de celos de ella. ¡Ella era demasiado adorable!. Estaba un poco preocupada de que ambos llegaran a ser demasiado cercanos en sus aventuras, más aún debido a la apariencia de la sacerdotisa, ella era toda una doncella delicada, con un hermoso rostro, grandes ojos y hermoso cabello.
La granjera luego se miró a sí misma, y no pudo evitar sentir un poco de alivio, ella no lucía como una delicada princesa, pero en cambio tenía unos grandes activos que presumir.
La sacerdotisa continuó hablando con Goblin slayer sobre cosas de sus misiones, mientras la granjera terminaba todo lo relacionado con los suministros, cuando ella termino, el se acercó a la recepcionista mientras la joven sacerdotisa lo seguia detrás, como cachorrito nervioso.
— ¿Algún goblin? —. Preguntó él a la recepcionista.
— Si, no han llegado demasiadas misiones de goblins, pero hay tres pendientes que guardé para tí —. Dijo la recepcionista mientras le entregaba tres hojas con la información de las misiones.
El Slayer las tomó y revisó la información una por una. — Una en lo profundo de las montañas al norte, posiblemente un nido grande allí. Los aventureros que fueron aun no regresan, por lo que es posible que hayan muerto o hayan sido secuestrados... —. Comentó de forma calmada. — ...No podemos dejarlo así, iremos y los exterminaremos antes de que se vuelvan un problema mayor —.
— Y ésta también... —. Dijo mirando otro reporte. — El avistamiento fue reciente, por lo que no debería ser problema, posiblemente un rezagado que estaba desesperado por comida —.
— Tomaremos estas dos. La segunda está de camino hacia las montañas, por lo que la investigaremos antes de que se vuelva un nido, y luego iremos a las montañas —. Terminó el Slayer.
— Muy bien —. Dijo la recepcionista. — Consultaré con otro aventurero para que realice la última, eso debería estar bien —.
— Muy bien —. Comentó el Slayer. — Nos vamos —.
— Ten cuidado allá afuera —. Se despidió la granjera con una sonrisa mientras se acercaba.
— Tu también, ten cuidado de regreso —. Se despidió él de su amiga.
Goblin Slayer salió del gremio junto a la jóven sacerdotisa, mientras la granjera y la recepcionista les daban otra despedida. Ambas esperando su regreso.
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Goblin Slayer y la sacerdotisa caminaban por las calles del pueblo, sin embargo, no parecía que estuvieran tratando de salir del pueblo, más bien, ambos caminaban más adentro de éste, cosa que la sacerdotisa notó.
— E-este... ¿No iremos rumbo a las montañas? —.
— Si —. Contesta el Slayer. — Pero hay algo que tengo que hacer primero —.
Ambos continúaron su caminata, hasta llegar a un lugar que la sacerdotisa conocía bastante bien. El templo de la madre tierra. Ambos caminaron hasta uno de los edificios que servía como lugar para tratar a los enfermos y heridos y se adentraron en éste.
La sacerdotisa estaba por preguntar qué estaban haciendo en este lugar, hasta que ambos llegaron a su destino. Una habitación que servía para aquellos que estaban en reposo, próximo a recuperación.
Al abrir la puerta, la sacerdotisa vio un rostro conocido. La misma artista marcial con la que formó su primer grupo. La misma que había sido abusada en aquel horrible día. La misma que Goblin slayer había rescatado.
La chica miró a los recién llegados, su mirada carecía de vida, parecía que ella estaba vacía por dentro, sin emoción alguna. Una cáscara de lo que alguna vez fue una prometedora joven aventurera.
— Umm... —. Apenas balbuceó la chica al notar al Slayer y la sacerdotisa.
— Quiero hablar contigo —. Dijo simplemente el slayer.
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Fin del capítulo.