Roxana aún sentía que todo esto era un sueño. ¿Realmente había robado su corazón? Había encontrado el tesoro supremo que era este hombre y ahora le pertenecía. Si esto era un sueño, entonces estaba lista para nunca despertar.
Se apoyó en él nuevamente y descansó su cabeza en su pecho. —¿Ya no tienes miedo? —preguntó sabiendo que no era fácil robar su corazón.
Observó como sus dedos jugaban juntos. —Lo tengo. Todavía estoy aterrorizada, pero tú eres para mí aquel por quien vale la pena sufrir.
Roxana frunció el ceño, su pecho se apretó entre dolor y felicidad. ¿Cómo podían unirse así? —Cuidaré de tu corazón —prometió—. Soy tu guardián. Se supone que debo protegerte después de todo.
Él se rió. —Mi guardián más leal —dijo acariciando su cabello—. Te lo hice difícil. Te alejé.
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