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Aparte de Adeia, quien no podía sentir más que lo que la Llama permitía a su conciencia aprisionada, todos estaban sobre las Llanuras Asoladas, paralizados por un miedo petrificante.
El aterrador aura de esa mano espectral imposiblemente grande inundaba la zona entera. Los Herederos encontraban difícil respirar... y los dos Archimaestros restantes —Rhaenys y Draegerys— sentían un pavor insondable apoderarse de ellos.
Fuera lo que fuera lo que estuvieran invocando, un Archimaestro era una nimiedad ante su indiscutible poderío.
Tan macabro poder... inundaba la zona entera, de alguna manera contorsionando el santuario de la Heredera Natural.
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