Kieran escuchó la sugerencia de Lillian, y ella tenía razón al calificarla de insensata.
Ella ya había establecido que intentar reingeniería de los X-hancers era una tarea de locos —un empeño cargado de aspiraciones suicidas.
Una instalación encubierta había sido reducida a polvo debido a un intento secreto de modificar y examinar los X-hancers por partes ajenas a su creador. Habían asumido que era una medida de seguridad incrustada en la fórmula, pero ¿y si el contenido fuera volátil hasta la locura y ni siquiera los creadores se atrevieran a manipularlo ellos mismos?
Esa idea corría por la mente de Kieran, y precisamente por eso la miraba como si estuviera viendo a una mujer enloquecida.
—¿Estás loca, Lillian? ¿Quieres volar este lugar en pedazos? ¿No es la fuerza de la explosión similar a una bomba catastrófica? Dudo que el estado agradezca que niveles un terreno entero por simple curiosidad! —Kieran se mostraba incrédulo ante lo que escuchaba.
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