En este momento, absorbida en sus contradicciones, no se dio cuenta en lo absoluto de la presencia amenazante que se acercaba a ella desde atrás suyo.
No fue hasta que una mano grande le arrebató el celular para que reaccionara. Sorprendida, se dio media vuelta y, de inmediato, vio al hombre que estaba parado detrás de ella en silencio. Él la miraba con frialdad a través de sus ojos entrecerrados.
El frío en los bordes de sus labios y la profundidad de sus ojos reflejaban el descontento que sentía por ella.
—Shishi, ¿estas…?
Desde el teléfono se podía escuchar la voz un tanto preocupada de Gu Xingze.
El resto de sus palabras, junto con el teléfono, salieron de inmediato volando por la ventana, haciendo una clara parábola.
—¡Tú!
Shishi lo miró pasmada y vio con desesperanza cómo su teléfono se rompía en mil pedazos. De manera gradual, su corazón se llenaba de rabia.
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