—Mujer, ¿aún no sabes cuál es tu posición? ¿Debo recordarte tu estatus para que sepas lo que puedes y no puedes hacer?
—¿Mi estatus? ¿Cuál es mi estatus? Dime cuál es mi estatus.
Su gran indignación la hizo responder de manera agresiva. Parecía que se daba cuenta de lo que escondían esas palabras mientras tiraba de sus mangas con ambas manos. Con una voz temblorosa, continuó: —¿Te refieres a que soy tu amante, tu mujer, tu posesión? ¿Te refieres a eso cuándo hablas de estatus?
Él la miró con frialdad y sin expresión, como si admitiera la interrogación.
Con frialdad, explotó en una risa.
—Mu Yazhe, eres sorprendente. ¿Quién crees que soy? ¿Me tratas como si fuera qué? ¿Tu juguete, tu posesión? ¿Alguien que está a tu disposición?
—¿Y no es así? —respondió con desapego.
Sus ojos denotaban su molestia.
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