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Un héroe de otra época

Perseo es un hijo de Poseidón que no sabe que lo es hasta que la guerra está por llegar a Esparta. Su padre idea un plan para salvarlo de lo inevitable y preservarlo para el cumplimiento de la profecía. El corazón del héroe se queda prendado de una joven inmortal que vivirá para verlo convertirse en el héroe que salvara al Olimpo. ¿Podrán finalmente desafiar a la muerte?

EscritorDeFics · Films
Pas assez d’évaluations
11 Chs

Pequeñas victorias

PERCY

Luego de dejar a Artemisa y sus cazadoras me di cuenta de una cosa un poco graciosa, que tal vez me costaría la cabeza si es que llegara a decírselos: avanzaban demasiado lento. No podía culparlas demasiado, porque tenían algunas cazadoras heridas, pero solo avanzamos un poco más lejos del jardín de las Hespérides, un tramo que a mí me hubiera costado solamente un par de horas al paso que yo mantenía en este viaje, pero jamás me atrevería a decírselos, a menos que tuviera un deseo de muerte.

Mi mente divago en las cosas que habían pasado en este periodo de tiempo. Me entere que mi verdadero padre no había muerto realmente, sino que era un dios griego llamado Poseidón. ¡Quiero decir es uno de los 3 grandes! ¿Se supone que debo sentirme especial o tal vez mi vida corre más peligro que la de cualquier otro? Sea como sea fue la razón por la cual Poseidón se acercó a mí la que no me ha dejado del todo tranquilo, dijo que buscaba asegurar mi futuro, pero no estoy seguro de que sea eso, sino más bien quiere asegurar el suyo propio, porque los mortales somos mortales justamente por eso, en algún momento fallecemos, pero los inmortales solo quieren asegurar su permanencia a través de los siglos. La sola idea me enfureció un poco, porque sentía que era un títere de mi propio padre y yo no quería ser tratado de esa forma. Cuando hablaba con Poseidón en el lugar que él me indico pude aprender un poco más acerca de los dioses, algunas cosas ya las sabia por mi madre quien se encargó de pasarme un poco de conocimiento. Los problemas que el Olimpo tenía eran mucho más complicados que las guerras y el peligro de extinción, el problema era que cada uno pensaba en sí mismo y en guardar sus intereses, empezando por el propio Zeus, quien era capaz de matar a los hijos de cualquier dios que pudiera significar una amenaza para reinado.

Encontrarme a Artemisa y sus cazadoras fue sin duda la mejor parte de mi viaje, llegue a pensar que en principio no saber quién era fue bueno porque me evito temerle demasiado y poder comportarme de manera natural. La gente decía muchas cosas sobre ella, que era una diosa soberbia y arrogante que odiaba a cuanto hombre veía, creo que empezando desde su propio hermano. Tal vez esa arrogancia solo era una pared para no mostrar una debilidad o para mostrarse tal como es delante de las personas incorrectas que podrían buscar sacar algún provecho de ella. De hecho, pienso que es una diosa agradable, obviamente no podría decir que somos amigos, pero, tal vez logré hallar gracia ante sus ojos lo suficiente como para no sufrir el destino que otros hombres han sufrido en sus manos. Estar un poco más cerca de las cazadoras también me hizo comprender por fin porque es que son como son, había muchas chicas dañadas, que me miraban con recelo como si tuvieran miedo tan solo a la presencia de un hombre y eso me dejo un poco aterrado de solo pensar en lo que las habría llevado a tener ese recelo tan intenso. El caso de Phoebe fue complemente increíble, yo jamás pensé que una cazadora siquiera se preocuparía por un hombre y menos por mí. Decir que me sorprendí es poco, y más aún se sorprendió Artemisa. Ella miraba con ojos saltones como Phoebe se ocupaba de curarme a pesar de ser una hija de Ares lo cual tiene sentido por su carácter recio y frio, pero sin embargo se tomó el tiempo para curar mi herida de manera detallada. Su historia fue otro punto que me hizo apreciar el haber conocido a las cazadoras. Ella no siempre odió a los hombre, de hecho, tenía un hermano, pero la experiencia aterradora de buscar ayuda solo para caer en la desilusión de que sea demasiado tarde es algo con lo que no muchos pueden llegar a superar. Y ella no lo había superado del todo. Pero sin duda se había ganado mi respeto y admiración.

El poco tiempo que tuve para hablar con Artemisa, cuando no estaba siendo asediado por las preguntas de las cazadoras sobre la vida en Esparta y el entrenamiento al cual éramos sometidos, me abrió los ojos sobre algunas cosas que habían estado pasando y por qué ellas estaban cerca de la ruta secreta que conduce a las termopilas. Ellas habían sido asignadas por el Olimpo para proteger ese camino y esos perros y orcos eran parte del ejército persa, quienes habían incurrido en prácticas oscuras y tenían a su servicio algunos monstruos extraños como los que pudimos ver con Artemisa. Según me dijo la diosa de la caza, no tendríamos más problemas con incursiones persas, ya que finalmente estaban movilizando su ejército para intentar conquistar Grecia, pero el problema es que ellas eran reubicadas a las afueras de Esparta ya que no podían intervenir en asuntos humanos como las guerras, los semidioses eran el medio por el cual los dioses lograban evadir las leyes antiguas e intervenir en el curso de los eventos. Me explico que hay algunos otros semidioses no reclamados entre nuestras filas y que tal vez los dioses nos ayudarían a ganar esta guerra usando a esos semidioses. La sola palabra usando me hacía enojar sobremanera.

El camino era tranquilo y sin mayor contratiempo, asi que decidí bajar el ritmo para poder disfrutar del camino, era un bosque hermoso lleno de árboles que jamás había visto, una madera que sin duda serviría para fabricar embarcaciones, pero estaba demasiado lejos de Esparta como para tentar la posibilidad de explotar estos recursos. Cerca del bosque corría un rio tranquilo y una laguna se formaba en un extremo, eso me incito a poder descansar un poco y poder cazar algo para comer. Rápidamente coloqué una trampa para conejos y luego me dirigí al lago para poder refrescarme. Poseidón me explico que el agua no solo me refresca, sino que también me infunde energía, que era por eso que me sentía tan cómodo luchando en medio de la lluvia, porque mis fuerzas se renovaban. En cuanto entre en contacto con el agua sentí que mi cuerpo se relajaba y mis músculos cobraban una nueva fuerza, sin duda me serviría para seguir mi camino. Ahora yo sabía que podía respirar bajo el agua, asi que no había necesidad de armar un campamento o una fogata, ya que podía tranquilamente dormir en el agua. Era más seguro. Estaba a un par de kilómetros del jardín de Hespérides que mañana podría contemplar por un momento antes de seguir mi camino. Pero eso sería mañana.

A la mañana siguiente luego de comer un poco de lo que sobro de la noche anterior me prepare para el viaje que me esperaba, agua para el camino y buscar mis armas para ponerme en camino. Fui a paso cazadoras, asi que para el medio día ya estaba en los alrededores del jardín de las Hespérides, cuando lo vi más de cerca entendí porque Artemisa me dijo que era peligroso estar en ese Jardín. Había un árbol con manzanas de oro. La leyenda de las manzanas de oro que si llegas a comer de ellas te convierte en inmortal. Obviamente un árbol con semejante fruto no estaría desprovisto. Me subí a un árbol para poder contemplar un poco más la belleza que estaba ante mis ojos. Y mientras comía un poco empecé a escucha una conversación un tanto perturbadora.

—¡Trabajo completado! —una voz un tanto arrogante se podía oír, mientras las dos figuras se hacían más visibles en medio del descampado que conducía al jardín. Un joven jugando con lo que parecía ser una manzana de oro. ¡Hércules! Por los dioses. A su lado una tímida muchacha de cabello negro como la oscuridad… sedoso y largo hasta la mitad de su espalda. Su piel cobriza… una tonalidad que jamás en mi vida había visto y que llamaba mi atención. Sus facciones eran suaves y amables. Se paró frente al héroe, mientras este se regodeaba con su reciente éxito. Había logrado obtener una manzana del jardín de las Hespérides. ¿Habría vencido a Ladón? O tal vez solo hizo trampa como se rumoreaba que había pasado con algunas de sus misiones. Decidí quedarme en silencio para escuchar y sacar una conclusión correcta de las cosas.

—¿Y ahora qué sigue? —pregunto la joven mujer con una sonrisa soñadora como si idolatrara a aquel héroe que solo la miraba con un aire de superioridad tan lejano.

—A celebrar claro está ¡y luego al siguiente trabajo! —dijo mientras arrojaba la manzana una vez más solo para tomarla en el aire.

—¿Cuándo nos vamos? —pregunto tímidamente la niña como si tuviera miedo de sus planes y no estuviera del todo de acuerdo con eso de celebrar.

—¿Nos vamos? —Hércules quedo un poco aturdido por la insinuación de la joven mujer de que seguía a continuación era algo que iban a hacer los dos juntos. Lo que se avecinaba no era buena para esa muchacha. Mi mente debatía entre intervenir o simplemente dejar que pase lo que tenga que pasar… pero algo en la mirada dolida de la chica me hizo recordar a las cazadoras y no quería que una cosa asi le pasara a otra niña inocente. Dentro de mí estaba gestándose un campo de batalla entre hacer lo correcto o simplemente no meterme en un asunto que no era de mi incumbencia

—Pero yo pensé que… —susurro con un dolor en sus palabras que me hicieron recordar a Phoebe y como sus palabras parecían sangre destilando por una herida que aún no había cerrado.

—No… no… no… bella muchacha, no puedo llevarte conmigo —dijo con un humor perverso que me dio náuseas y un poco de ira que empezaba a gestarse, nadie merecía ser tratada como ella lo estaba siendo.

—¡Pero yo te ayude! —gritó ella con indignación furiosa que hizo que Hércules pusiera una cara divertida antes de darse por aludido y tener algo de decencia para responder sin tomarlo como un juego.

—Lo sé, pero no puedo llevarte, solo retrasarías mis planes y tengo cosas mucho más importantes que hacer —cada una de sus palabras parecía matar algo en la mirada de la muchacha, sus ojos negros como la obsidiana iban decayendo y ese fulgor penetrante se iba pendiendo el horizonte de su mirada herida.

—¿Que va a pasar conmigo ahora? —casi parecía que la muchacha le suplicara por que la llevara con él.

—Regresa con tus hermanas —dijo sonriendo casi burlescamente, este sujeto empezaba a fastidiarme demasiado… una de las cosas que nadie sabe de los espartanos es que somos gente guerrera y fuerte, somos los mejores soldados de toda Grecia y nos jactamos de eso porque es verdad… pero también se nos enseña la compasión y la justicia. Y esto sin duda estaba siendo un atropello contra el corazón de una joven doncella que había ayudado al héroe a culminar su misión… y recibía el desprecio a cambio.

—Pero cuando se enteren que te ayude me repudiaran y me quedare sin un hogar —sus palabras eran casi como una súplica para que no la dejara abandonada… no podía entender las palabras de la chica… si ese imbécil la trataba de esa forma porque aún rogaba por su compañía, ¿porque aún deseaba que la llevara con él?

—No puedo encargarme de todas las cosas —suspiro frustrado mientras guardo la manzana en su alforja y empezó a caminar si siquiera mirar atrás, entonces empecé a lentamente descender el árbol para siquiera tratar de ayudar en algo a la muchacha, pero ella se adelantó y tomo del brazo a Hércules con fuerza, mientras él empezaba a forcejear para soltarse de ella.

—¡Maldito seas! —le gritaba mientras intentaba asestarle algún golpe, pero era en vamos porque Hércules esquivaba cada intento, hasta que finalmente pareció cansarse de la situación…

—¡Suéltame! —agito su brazo con fuerza dándole un golpe en la cara que la hizo desplomarse unos metros atrás. Su cabello negro cubría la zona en la cual había sido golpeada, pero el sollozo ahogado de su voz era audible. Mientras que a lo lejos la sombra de 2 mujeres con túnicas similares a las de la muchacha golpeada se podía observar. Sus rostros no eran de compasión o malestar sino más bien una risa burlona se formaba en sus rostros… La maldad de la gente puede llegar a niveles hasta los cuales puede regocijarse de la desgracia de nuestros seres queridos.

—Aunque pensándolo bien, podrías servirme para algo —Esa frase hizo que me recorriera un escalofrío mientras Hércules se despojaba de su alforja y se desprecia del cinturón que ajustaba su túnica… ¡dioses no! ¡No puedes permitir esto Perseo! Pensaba yo mientras que él se acercaba peligrosamente a la muchacha quien sollozaba fuertemente seguramente por el dolor del golpe. Mi cuerpo no respondía a lo que mi conciencia me dictaba… que no podía dejar que eso sucediera… Mire fijamente a las dos mujeres que a lo lejos disfrutaban de la escena y me prometí a mí mismo que pagarían por dejar a una hermana caer en desgracia de esta forma tan vil.

—No… no lo hagas —el susurro de su voz activo mi cuerpo… era una súplica… un ruego de una doncella que no quería ser humillada… fue suficiente para trazar un plan en mi mente y al menos librar a esta niña de ese destino tan cruel. Corrí con todas mis fuerzas y salte para caer al costado de la muchacha quien se espantó un poco, pero rápidamente coloque mi mano en su hombro, para luego centrar una mirada mortal en Hércules, quien sonrió con algo de desprecio hacia mí.

—Será mejor que no pongas tus manos sobre ella —dije con una calma fría y determinada, que hizo que Hércules reaccionara de su sonrisa estúpida.

—¿Quién eres tú? —me interrogó con algo de aburrimiento, mientras sus ojos no se desviaban de la muchacha que ahora se refugiaba detrás mío.

—Eso no importa ahora —le respondí restándole importancia a decirle mi nombre y mi identidad.

—¿No sabes con quien estás hablando? —la petulancia de sus palabras solo me daba más coraje para enfrentarme a él, sabía que tal vez no podría vencerlo, pero no importaba mucho, ya no podía echarme atrás.

—Por lo que veo con un estúpido violador —le respondí tratando de usar mi mejor recurso y provocar su ira para que su ataque fuera descontrolado y errático… al parecer estaba funcionando.

—Será mejor que te vayas antes que provoques mi ira… tonto —me advirtió como si eso me iba a hacer retroceder… esto era una ida sin retorno… no podía dejar que la joven doncella fuera víctima de la perversión de un hijo de Zeus.

—Los espartanos no corremos… y menos antes cobardes como tú —dije con orgullo de poder jactarme de ser parte de Esparta… siempre nos dijeron que debíamos caminar con la cabeza arriba y estar orgullosos de ser espartanos

—¿Que me has dicho? —mi plan iba por buen camino ya que su furia me daría un punto a favor para poder pensar con frialdad en lo que debía hacer en caso de que esto desencadenara en una pelea.

—¿Dioses del Olimpo también eres sordo? Te dije C...O…B…A…R…D…E —se lo deletreé para que su pequeño cerebro entendiera… pero con cada letra su rostro se ponía rojo de ira y sus puños crujían como si sus huesos se estuvieran quebrando por dentro.

—Ahora morirás maldito gusano —saco un garrote de su espalda… mi mirada no se desvió de mi oponente mientras pensaba en como haría para ganarle sin entrar en contacto con él ya que con su fuerza me mataría en cuestión de minutos.

—Eso quiero verlo —dije a manera de desafío, luego me giré hacia la muchacha que me miraba con gratitud y con un poco de temor de lo que pudiera suceder —Escóndete en el bosque y no salgas a menos que me veas de pie —le dije casi como una despedida, ella asintió y sus labios articularon un gracias para luego levantarse y salir corriendo rumbo al bosque.

—No dejare alma que entre al hades —me amenazó, y esta vez sí me estremeció, mientras blandía su garrote con violencia y se acercaba lentamente hacia mí. Para este tiempo yo estaba con mi escudo y mi lanza… tendría que aprovechar la distancia que me proporcionaba la lanza para debilitarlo antes de intentar inmovilizarlo.

—Quiero ver si es verdad lo que dicen del gran Hércules —dije con una sonrisa de seguridad en mi rostro, aunque por dentro estaba aún inseguro de mis posibilidades de ganar esta pelea… Pero era demasiado tarde… El honor de una joven doncella estaba en mis manos y no podía dejar que Hércules lo tomara sin más.

Él se lanzó con un grito de guerra que haría huir a medio ejército, pero a no a mi… mi valor estaba por encima de un par de gritos… mi único temor era no vencer y que Hércules no solo consiguiera matarme sino también mancillar el honor de la joven… a vista y paciencia de sus hermanas, quienes ya no estaban mirando lo que pasaba. Su garrote se estrelló contra mi escudo haciéndome retroceder y aboyando mi preciado escudo… demonios a este paso en 4 o 5 garrotazos destrozarían mi escudo y quedaría a su merced. Tomé mi lanza y empecé a dar pequeños ataques con el fin de ir tanteando sus puntos flacos para poder explotarlos, con algo de torpeza lograba evitarlos, pero a la par también seguía atacando con su garrote y esos golpes descomunales que hacían retumbar todo mi cuerpo. El objetivo era que agotara algo de fuerza para equiparar la pelea… entonces sucedió algo que me lleno de esperanza… empezó a llover… no sabía si sonreír o atacar con todas mis fuerzas. Mentalmente envié un agradecimiento a quien quiera que haya hecho llover.

El agua hizo que se formaran charcos de lodo y los pies de Hércules no fueran tan hábiles para movilizarse y atacarme, pero también para defenderse de mis golpes. Tome mi lanza por el extremo y los empecé a girar para intentar barrer sus piernas y finalmente lo logre por la fuerza que puse en lanza, cuando cayó salpico el lodo en mi rostro, lo cual me impidió poder rematarlo en el suelo y por el contrario jugo en mi contra porque lo siguiente que sentí fue un dolor inmenso en el estómago, haciéndome escupir sangre y enviándome al suelo a unos metros… dolía demasiado como para pararme y seguir luchando, pero tenía que ganar un poco de tiempo para poder recuperarme y seguir peleando.

—Eso es todo lo que tienes, hasta mi abuela golpea más fuerte que tu —dije riendo de manera fingida, pero tratando de sonar lo más seguro posible. El agua estaba empezando a hacer su trabajo y reponiéndome las fuerzas para seguir luchando, pero aun necesitaba unos segundos más.

—No es lo que parece ¿quién es el que está en el suelo tosiendo sangre? —me dijo burlándose, mientras empezaba a blandir su garrote de un lado a otro. Si uno de esos llega a impactarme de lleno seguro me mata. Su puño ya era lo suficientemente dañino como para tentar un garrotazo.

—Oh… esto es solo saliva —dije escupiendo un poco a la distancia, casi a sus pies, lo cual lo hizo gruñir como un animal salvaje, empezó a correr y luego salto con el garrote sobre su cabeza, listo para darme de lleno

—Haber como paras esto —dije mientras empezaba a descender y empalmarme algo que seguramente me materia.

Instintivamente levante mi lanza solo para ver cómo se quebraba con un junco, pero de lo que no me percate sino hasta que estaba fuera de su alcance es que la punta había quedado atravesada en su hombro y había logrado salir por la espalda. Se escuchó un pequeño grito de dolor cuando arranco el pedazo de lanza de dentro de su cuerpo. Cuando se hubo desecho de la punta de la lanza la arrojo a un soltado y sostuvo su garrote solo con una mano. Todo esto emparejaba la pelea.

—¿Quién sangra ahora bebe? —le dije sonriendo, mientras sacaba la espada que Poseidón me había entregado, que para mi sorpresa causo un asombro y algo que no pude distinguir muy bien, pero era algo parecido al miedo…

—¡De donde sacaste eso! —parecía más bien una exigencia que una pregunta.

—Es… solo el regalo de un amigo ¿te asusta?

—¡Yo no le tengo miedo a nada!

—No lo mates, causaría la ira de Zeus. Lo que tienes en tus manos es una espada de hierro Estigio, puede producir un gran sufrimiento si sabes cómo usarla, solamente asegúrate de dejarlo fuera de combate —era la voz de Poseidón, yo no lo sabía, pero me había dado más herramientas útiles de las que yo pensaba…

—Gracias Padre —susurre en el silencio de la lluvia que empapaba nuestros cuerpos mientras que Hércules me miraba con rabia. Empecé a blandir la espada para acostumbrarme un poco más a ella, se sentía ligera como la primera vez que la use —Creo que ha llegado el momento de que recibas un escarmiento —y con todo me lance hacia el estúpido héroe amado por los dioses… o al menos eso decían… pero no creo a Artemisa le simpatice demasiado una vez que le cuente lo que él intento hacer con una doncella. Mi espada choco de manera pasiva contra su garrote que logro repeler mi primera envestida, mientras me giraba para evitar su contraataque para luego largar un grito desgarrador y con todas mis fuerzas agitar mi espada contra su garrote, partiéndolo en dos mientras las gotas de lluvia rebotaban en suelo y su garrote quedaba como una caña de bambú…

—Parece que te quedaste sin juguete —sonreí maniáticamente pensando en las cosas que podría hacerle con esta espada.

—No me hace falta… con mis manos es suficiente —en eso tenía razón, pero yo tenía una ventaja ahora... no tenía su garrote y estaba herido. Entonces vi un pequeño prendedor en su mano, lo miré con curiosidad, pero luego se convirtió en asombro cuando vi que se convirtió en espada.

—Bueno parece que si necesitas una espada —le dije con cierta burla y desafío, pero no tenía tiempo para seguir provocándolo asi que empecé a avanzar, mi escudo aún podría soportar un par de golpes asi que no me despoje de él. Golpe a golpe nuestras espadas chocaban y el sonido de dos metales resonaban mezclados con el sonido de la lluvia que lentamente iba cesando… eso significaba que mi tiempo se acababa… Asi que en mi mente empecé a pensar cómo podría vencer finalmente a este tonto… Lance mi escudo con fuerza a sus pies para hacerlo reaccionar y que saltara, entonces tome mi oportunidad y rasgue su otro brazo con fuerza, pero no salí del todo librado porque en su acto reflejo me envió un tajo en el pecho, pero no tan profundo gracias a los dioses… reaccione para que no me hiciera más daño y di un fuerte golpe haciendo que se desprendiera de su espada, para luego darle un duro golpe en la cara para hacerlo retroceder… seguí golpeando con el mando de la espada su rostro, para luego concentrarme en sus heridas… gruñía de dolor hasta que finalmente le devolví la cortesía y le di un fuerte golpe en el estómago haciéndolo caer de rodillas —Tienes suerte que no puedo asesinarte —le dije casi con pena de no poder hacerlo.

—Que quieres d…" no deje que terminara porque estando en el suelo le di una fuerte patada en las costillas, el hermoso crujido de huesos rotos sonó, era música para mis oídos, supongo que del dolor se desmayó porque no dijo nada más, entonces la lluvia cesó.

Luego de amordazarlo junto a un árbol… levanté la espada que estaba en el suelo y me dirigí al bosque espeso que estaba frente mío, intentando buscar a la doncella, pero con cada paso que daba empezaba a sentir el peso de la pelea sobre mis músculos. Entonces la vi… estaba envuelta con sus brazos abrazando sus rodillas… tan débil… tan indefenso que me daba miedo ahuyentarla…

—Hey —no pude decir nada más porque levanto la cabeza de golpe dándome en la quijada y enviándome al suelo…

—Lo siento —me tendió la mano y cuando me había levantado me abrazo… su cuerpo temblaba demasiado… no sabía si es por el frio o porque estaba en casi estado de shock.

—¿Estas bien? —mis palabras podrían sonar un poco huecas, pero realmente quería saber cómo estaba.

—Perdí mi hogar… Hércules me engaño para que le ayudara a completar su tarea y luego dejarme expuesta al repudio de mis hermanas —dijo con tristeza mientras se alejaba de mí solo para ver como sus mejillas tomaban un color rosado tan simpático que me hizo sonreír.

—Será mejor que nos movamos de aquí, no lo asesiné —su rostro ensombreció, pero rápidamente empecé a hablar —Tengo prohibido… pero puedo sacarte de aquí, lejos de su alcance a un lugar seguro

—¿Quién eres? ¿Cómo sé que puedo confiar en ti? —sus preguntas tenían lógica, no tenía por qué confiar en mí, pero casi he puesto mi vida en peligro para salvarla.

—Oh… yo soy Perseo, hijo de Poseidón —dije haciendo una pequeña reverencia.

—Perseo —susurro mi nombre como si quisiera inmortalizar el momento, una sensación extraña recorrió mi cuerpo… mi nombre sonaba tan distinto en sus labios… sonaba hasta importante.

—Y en cuanto a cómo saber si confiar o no en mi… Te juro por mi honor espartano que no te hare daño, no habría arriesgado mi vida sin hacerte daño fuera mi objetivo —le dije con sinceridad, su mirada se suavizo un poco

—Lo siento… yo… solo —entonces se rompió a llorar… cayó de rodillas encogiéndose como cuando la encontré… no sabía qué hacer, no estoy acostumbrado a consolar niñas que lloran… soy un soldado, me entrenaron para otras cosas.

—Está bien… te entiendo —le dije poniendo mi mano en su cabeza y alisando suavemente sus cabellos negros y sedosos… tal vez luego le preguntaría como hace para tener su cabello asi… yo tengo el cabello negro, pero es un desastre, no puedo mantenerlo en un solo lugar.

—No tengo a donde ir, no tengo a nadie —sollozo penosamente, mientras se limpiaba los ojos con rudeza, no tenía un paño que ofrecerle para que se limpiara.

—Me tienes a mi… ahora —le dije con sinceridad, tal vez no por mucho tiempo, pero cuidaría de ella hasta que pudiera encontrar un hogar donde ella pudiera establecerse finalmente.

—Me llamo Zoe —Zoe… su nombre significa vida… que nombre para más particular.

—Un placer Zoe, no tengo mucho que ofrecerte, pero es tuyo por el tiempo que lo necesites —sonrió en agradecimiento… pero todavía no podía entender porque sus mejillas se sonrojaban, era como si mis palabras la afectaban de una manera que yo no podía entender.

—Gracias… tu pecho… ¡estas herido! —grito y puso sus manos sobre mi herida, me estremecí cuando me toco… como si un rayo del mismísimo Zeus me hubiera impactado de lleno.

—Eso… e… es… solo… un rasguño —balbucee tratando de sonar coherente, pero no podía controlar mi atropellada lengua.

—Tu corazón… late… demasiado rápido —sonrió como si hubiera ganado una apuesta y como si verme es este estado de torpeza la hiciera feliz.

—La emoción del combate —dije mintiendo miserablemente, pero al parecer no logré que me creyera demasiado porque sonrió nuevamente para luego bajar la mirada.

—Gracias por salvarme… él me hubiera violado —las últimas palabras me estremecieron no podía pensar en haber sido un testigo de tan aberrante acto.

—No hay nada que agradecer… ahora será mejor movernos, no creo que podría derrotarlo dos veces en un solo día —era cierto… y la verdad es que había podido ganar por la ayuda que me dio mi padre… sino hubiera sido casi imposible. La lluvia, la espada… fueron ayudas que no pude apreciar hasta ahora.