*Dos años después*
El tiempo había pasado, ya tenía catorce años y mi entrenamiento del aire control había concluido. Ya se me podía considerar maestra aire, yo había pensado que cambiarían de opinión y me darían mis flechas, pero no, en cambio me dieron otra cosa que la verdad después de escuchar como mis demás compañeras gritaban agradecí demasiado. En vez de tatuarme todo el cuerpo lo que hicieron fue tatuarme el símbolo de los Nómadas Aire.
También había llegado la hora de partir hacia el templo del aire del Sur para conocer y traer al Avatar Aang al templo del Este.
Había guardado un poco de ropa para el camino, había tomado también mi planeador y mi bolso.
El monje Wong y yo ya teníamos todo preparado para irnos así que nos subimos a su bisonte volador llamada Nana.
El viaje fue rápido y algo raro, porque por el camino logramos ver barcos de la Nación del Fuego. Le dije al monje Wong pero él dijo que no me preocupara que a lo mejor se trataban de exploradores.
Suspire. Los Nómadas Aire siempre ven el lado bueno de la personas.
Al llegar al templo el clima había cambiado, el cielo se había vuelto gris, estaba lloviendo a cantaros y una presión se había instalado en mi pecho.
Fuimos directamente a donde se encontraban los monjes y saludamos. El monje Gyatso, se levantó y dijo que iba por Aang. A los pocos minutos regreso corriendo y aviso que el Avatar se había ido.
El monje Wong decidió que nos quedaríamos hasta que encontraran al Avatar.
Y que hacía yo, pues me dedicaba a seguir entrenando, esperando, y entrenando, y esperando. Esa presión que se había instalado en mi pecho no se había ido en ningún momento, lo único que podía deducir fue que como Aang y yo estábamos conectados, mi espíritu o una parte muy adentro de mi sabía que algo malo le había pasado.
Tres días habían pasado y aun no teníamos noticias de Aang. Ese día me había despertado con un mal presentimiento, decidí que sería un buen momento para despejarme y usar un poco mi planeador.
Volaba entre las nubes, daba vuelta, me dedicaba a pensar y reflexionar sobre las cosas que habían pasado últimamente y lo que iba a pasar, como el cometa que pasaría ese mismo día. Todo iba bien hasta que por un descuido no vi una nube de humo negro y lo termine atravesando, haciendo que me ahogara un poco con esta.
Voltee hacia abajo para ver qué era lo que provocaba tal humo, quede en shock. Un ejército de la Nación del Fuego iba directo hacia el Templo del Aire, me di la vuelta para avisar lo que pasaba, pero los soldados lograron verme y comenzaron a lanzarme bolas de fuego.
Aterricé cerca del templo y corrí hacia donde estaban los monjes.
—¡Monje Pasang! ¡Monje Pasang! —llegue gritando.
—¿Qué pasa, joven Lin? ¿Qué te tiene tan exaltada? —
—Un…—tome un poco de aire. —Un ejército de la Nación del Fuego viene hacia aquí. —dije.
—¿Qué? ¿Estas segura? —
—Si, los vi cuando volaba con mi planeador, intentaron atacarme. Son demasiados y casi llegan a la montaña. —
—¿Qué es lo que haremos, Pasang? —preguntó mi maestro.
—Aunque no me guste, si vienen de forma hostil tendremos que obligarlos a retroceder. —dijo. —Prepárense. —
Asentimos.
Corrí hacia mi cuarto y me cambié de ropa a una más cómoda para pelear. Sali y cerré la puerta.
—Lin. —me llamo mi maestro. —No utilices el agua control o el estado Ānníng, algo me dice que el Señor del Fuego Sozin te busca a ti y al Avatar. —
—Está bien. —dije.
Me prepare para pelear, sabía que la mayoría, si no es que todos los Nómadas Aire utilizaban técnicas puramente defensivas así que sería yo la que utilizara lo que sabía de forma ofensiva.
En ese momento los primeros soldados llegaron a la falda de la montaña, por donde se podía llegar si escalabas.
Lance junto con otros maestros ráfagas de aire para que cayeran. Pero después comenzaron a llegar más, y más y más soldados. Yo intentaba luchar contra todos los soldados que podía pero cada vez que derribaba a uno otro llegaba y comenzaba una nueva pelea.
De repente el cielo se tornó de un tono rojizo, era el cometa. Este incrementó el poder de los maestro fuego. Sabía que ya no tenía oportunidad solo con el aire y estaba a punto de utilizar mi agua control, cuando siento que alguien me toma de la mano y me lleva corriendo hacia donde estaban las estatuas de los Avatares y Ānníngs anteriores. Ese alguien era mi maestro el monje Wong.
—¿Qué pasa? ¡Tenemos que seguir luchando! —grite.
—Shh. —me cayó. —Esta es una guerra que no podremos ganar si ellos llegan a matarte o a capturarte. —dijo mi maestro cuando llegamos a donde estaban las estatuas.
Ahí pude ver también al monje Gyatso.
—Tenemos que esconderte, Lin. —dijo Gyatso.
—Pero yo no me quiero esconder. —dije.
—Lo sabemos, Lin. —dijo Wong. —Pero tienes que sobrevivir para que busques a Aang y juntos restauren el equilibrio del mundo. —
Me llevaron a un cuarto que estaba al fondo, justo detrás de las estatuas.
—Cuando creas que todo termino, sal y busca Aang. —dijo Gyatso. —Por favor encuéntralo y cuídalo. —
—Cuídense entre los dos. —dijo Wong.
Asentí y los fui a abrazar, sabía que esta sería el adiós.
—Gracias por ser mi maestro. —dije dándole una reverencia a Wong. —Ha sido todo un honor haberlos conocido. —sonreí con lágrimas en los ojos.
—El honor ha sido nuestro, joven Ānníng. —dijo Wong antes de cerrar la puerta.
Llore, para que mentir, llore en silencio y me fui a hacer bolita en la cama que había ahí. Sabía que ya nos volvería a ver.
Me sentía tan impotente, yo estaba encerrada, ocultándome mientras, mi maestro y los que ya consideraba mi familia eran masacrados. Y no podía hacer nada.
Mientras estaba acostada soltando algunas lágrimas comencé a sentir como mis ojos se iban cerrando sin que yo quisiera, mis ojos se cerraron por un segundo, y cuando los abrí, todo se miraba diferente. Me asusté cuando me pude ver acostada en la cama y con los ojos y el tatuaje de la mano brillando.
—¿Pero qué…? ¿Qué está pasando? —
—Entraste al mundo espiritual. —me dijo una voz atrás de mí.
—¿Quiénes son ustedes? —pregunté al ver al ver a un hombre mayor con ropa de la Nación del Fuego junto con una mujer de la misma edad vistiendo ropa de los Nómadas Aire.
—Yo soy la Ānníng Suyin y él es mi esposo el Avatar Roku. —dijo la mujer.
—¿En dónde estoy? —pregunté. —¿Y porque me estoy viendo a mí misma? —
—Estas en el mundo espiritual. —dijo Roku.
—Oh… ¿Por qué? —pregunté. —Yo debería estar allá afuera luchando y protegiendo a los demás. —
—Sabemos cómo te sientes pero es demasiado tarde y no puedes ponerte en peligro en este momento. —dijo Suyin.
—¡¿Entonces que?! ¡¿Qué tengo que hacer?! —
—Tienes que esperar. —dijo Suyin.
—¡¿Esperar a que?! —
—A que Aang despierte. —dijo Roku. —Aang se fue en medio de una tormenta, perdió el control y cayó al mar junto con su bisonte volador, el estado Avatar se activó en él y los congelo para poder sobrevivir. —
—Él puede estar ahí por años, mi cuerpo no lo va a resistir. —dije.
—En eso yo te ayudare, hare lo mismo que hizo Aang. —dijo Suyin.
—¿Me tengo que congelar? ¿Pero si el despierta primero que yo y no me encuentra? O ¿Qué tal si no aguanto tanto tiempo congelada? —
—El estado Ānníng entrara en un estado de hibernación y eso te ayudara a resistir. Cuando sea el momento Aang regresara, algo lo jalara hacia ti, en ese momento él te despertara y tu deberás ayudarlo a superar todo el dolor que se alojara en su corazón por la pérdida de toda su raza. —dijo Suyin.
—Está bien… pero ¿Qué es eso de la perdida de todos los nómadas del aire? —los mire. —No solo paso en este templo, ¿Verdad? —susurre.
—No. —dijo Roku. —Los únicos que sobrevivieron a esto fueron tú y Aang. —
El aire se me fue y algo llego de repente a mi mente.
—Mi familia que pasa con ellos, pensaran que morí. —dije con desesperación. —Mis padres quedaran devastados. —comencé a llorar.
—Lo siento mucho, Lin. Pero es por el bien del mundo. —dijo Suyin.
—P-pero…—solté un sollozo.
—Es tu deber como Ānníng. —
Asentí con pesar.
En ese momento Roku desapareció y solo quedo Suyin.
—Te ayudare. Cuando despiertes será como si solo te hubieras quedado dormida, hará un poco de frio pero solo porque congelare el cuarto. —
—Está bien, ¿Recordare esta conversación? —
—Lo siento, pero no, cuando despiertes no recordaras nada de esta conversación. —
—Es lo mejor, ¿No? —
Ella asintió y sus ojos al igual que los míos se iluminaron.
Todo se volvió negro en ese momento.