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Renacido azteca

¿Que le gustaría escuchar?... Cómo mi vida esta medida, la mía ha sido larga. Solo era un mexicano promedio que se gasto parte de su vida en siendo soltero; un adorador de la animación japonesa y sus mercancías. Un dia, mi vida recluida termina por mi muerte... creí que sería mi fin... pero... Ningún hombre puede saberlo todo, ni siquiera lo de su propio tiempo y la vida de la tierra empezó inmensurables años antes de la mía. En el día que se conoce como el año trece conejo, en el mes del dios ascendente del dios de la lluvia Tláloc. En una pequeña casa en la isla de Xaltocan, nací (renacido) con el conocimiento de un mundo moderno... Solo espero no morir en una época con tanta barbaridad y salvajismo.

Kevs_Alfo · Oriental
Pas assez d’évaluations
5 Chs

Primitivo vigor

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No debería haber más de 2 años y ahora me estaba dando mis primeros pasos alrededor de la casa. Esto lo hacía para distraer a todos. Mi verdadero objetivo era fortalecer mis piernas y articulaciones. Mantener el equilibrio era difícil, pero con ejercicio continuo no sería problema a futuro.

No puedo leer o escribir en su alfabeto, pero puedo entender de qué hablan las mujeres. Gracias a ser un bebe nuevamente, mi cerebro absorbe cosas como si de una esponja se tratase. Como una esponja seca que absorbe agua he memorizado lo que he escuchado. De sus palabras, he empezado a armar el rompecabezas de mi situación actual… Quería conocer el exterior, la aldea alrededor, pero las reglas del hogar lo prohíben, permitiéndose una vez cumpla los cinco años, aunque, caminar por la casa es posible.

Tuve que aprender la historia de nuestra aldea, escuchaba las historias de mi padre.

Hace mucho tiempo, nuestra gente construyo bancos de piedra en varias islas en el lago de Xaltocan, donde el Viento de la Noche pudiera descansar. La población es de menos de mil personas, siendo realmente una pequeña aldea. Territorio del Único mundo… nunca escuche de estos lugares antes.

Hasta donde eh podido entender, se pueden encontrar 4 razas principales: los dioses, los nahuales, los espíritus demoniacos y los humanos

Algo que me llamo la atención de las historias de mi padre, fue la existencia de "espíritus salvajes" o "nahuales". Según su descripción, son personas con características de animales que viven en las montañas. Como otaku, escuchar estas palabras fue como haber recibido una bendición de los dioses… ¡Tengo que investigarlos y de ser posible prologar su existencia! ¡En el futuro no existirán, así que hay que hacer un cambio masivo en el curso de la historia! ... Estoy emocionado.

Al alcanzar la edad de tres años, se me explico los peligros de permanecer fuera de la casa, al parecer existen presencias sobrenaturales conocidas como "Chocacihualt", también conocidas como mujeres que lloran sobre el lago (lloronas). Aunque parezca alguna clase de cuento para asustar a los niños traviesos, posiblemente existan. Mi deducción puede ser algo exagerada pero hasta ahora mi reencarnación fue posible… No puedo descartar ninguna información hasta comprobarla.

Una noche de primavera quiero pensar, mi padre determinó que era momento de presenciar la ceremonia de un sacrificio humano a la deidad conocida como <<Atlaua>>, el dios de los cazadores de aves. Parece ser que desde tiempos antiguos, el lago de Xaltocan rebosaba de patos y gansos que en temporadas pasaban allí para descansar, comer y alimentarnos a nosotros. Así que en esa noche de Luna llena, al principio de la temporada de caza de aves acuáticas, un "Xochimiqui" (sacrificio), un hombre solamente:

[Yo ya casi estoy muerto. Me ahogo como un pez fuera del agua: Mi pecho hace un gran esfuerzo para poder tomar más y más aire, pero el aire ya no me nutre. Mis miembros se están debilitando, mi vista está nublada, mi cabeza me da vueltas, estoy extenuado y me caigo. Prefiero morir de una vez, en lugar de aletear como un pez fuera del agua, hasta que al final me ahogue] – gritaba sabiendo que sería ritualmente sacrificado para la grandeza del dios <<Atlaua>>.

Ese hombre era un esclavo de la nación de los chichimecas, situada lejos hacia el sur. Este pueblo estaba, y todavía está, aquejado de una curiosa enfermedad que parece correr indudablemente por el linaje de ciertas familias.

Que más deseaba declinar esa invitación al escuchar su historia... Pero necesito el conocimiento de las tradiciones. La razón es obvia, quiero evitarlas.

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Esa noche fui llevado sobre los hombros de mi padre, con la compañía de mi hermana y mi madre a su lado.

El viento cepilla mi cabello y los rayos de la luna llena iluminan el camino ciproso de la calle principal. Dirigiendo nos a la orilla del lago, en dónde, un poco más allá había dos postes gruesos hincados en la arena. La noche que nos rodeaba estaba iluminada con el fuego de urnas ceremoniales. El humo que se libera, me recuerda mucho al pasto quemado con un ligero toque de huevo... Entiendo que sus inciensos son sagrados. Lo que no entiendo es por qué escoger un olor tan nauseabundo.

A través del humo se podía ver bailar a los sacerdotes de <<Atlaua>>: hombres viejos, barbas grises, totalmente negros físicamente, vestiduras negras y sus largos cabellos grises enmarañados y endurecidos por la resina de un árbol.

Dos de los sacerdotes tocaban música ritual con flautas fabricadas de fémures humanos. Otro se encontraba golpeando un tambor. Éste era un tipo especial de tambor que convenía para la ocasión: una calabaza gigante y vacía por dentro, parcialmente llena de agua, de manera que flotaba medio sumergida en la superficie del lago. Golpeada con huesos del muslo, el tambor de agua producía un rataplán de extrañas resonancias, que hacían eco contra las montañas, ahora invisibles, al otro lado del lago.

El "xochimiqui" fue llevado hacia el círculo de luz, en donde se desprendía el humo. Estaba desnudo, no traía ni siquiera el "Maxtlatl" básico que normalmente cubre las caderas y las partes privadas.

Aun a la luz parpadeante del fuego podía ver que su cuerpo no tenía el color de la piel manchado de azul, sino un azul de muerto con un toque aquí y allá de color carne.

Fue tendido entre los dos postes y amarrado de un tobillo y una muñeca a cada uno de ellos.

Un sacerdote ondulaba una flecha en la mano, como lo haría el que dirige un coro de cantantes, mientras entonaba una invocación:

[El fluido de la vida de este hombre te lo damos a ti, Atlaua, mezclado con el agua de vida de nuestro amado lago de Xaltocan. Te lo damos a ti, Atlaua, para que tú a cambio te dignes enviarnos tus parvadas de preciosas aves hacia las redes de nuestros cazadores…] -Y así seguía.

Esto continuó lo suficiente como para aburrirme, si es que no aburrió también a <<Atlaua>>. Entonces, sin ningún ritual florido, sin ningún aviso, el sacerdote bajó la flecha de repente y la clavó con todas sus fuerzas tirando después hacia arriba, retorciéndola, dentro de los genitales del hombre azul.

La víctima, por mucho que hubiera deseado aliviarse de esta vida, dio un grito tan agudo y penetrante que destacó sobre el sonido de las flautas, del tambor y del canto.

El sacerdote, con la flecha ensangrentada, marcó una cruz a manera de blanco sobre el pecho del hombre, y todos los sacerdotes empezaron a bailar alrededor de él en círculo, cada uno llevando un arco y muchas flechas. Cada vez que uno de ellos pasaba frente al "xochimiqui", clavaba una flecha en el pecho jadeante del hombre azul.

Cuando la danza terminó y todas las flechas fueron usadas, el hombre muerto parecía una especie de puerco-espín.

El cuerpo fue desamarrado de las estacas y sujetado con una cuerda a la parte de atrás de un acali (barca-bote) de cazador, que había estado esperando en la arena.

El cazador remó en su canoa hacia el centro del lago, fuera del alcance de nuestra vista, remolcando el cadáver hasta que éste se hundió por la acción del agua al penetrar dentro de los orificios naturales y los producidos por las flechas.

Y así recibió <<Atlaua>> su sacrificio.