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Despertar.

El sentimiento de soledad es terrible ¿No? Te consume y se apodera de tu alma recorriendo cada centímetro de tu pecho haciéndote sentir una pesadez que te obliga a dejar caer pequeñas lágrimas de tus ojos.

¿Qué recuerdo? Absolutamente nada. Simplemente recuerdo un enorme estruendo que pudo retumbar mis oídos durante muchos minutos. Acto seguido desperté en este lugar donde mis únicos acompañantes eran la soledad y un infinito blanco. ¿Qué es lo que paso? Me gustaría saber cómo llegue a estar aquí, en medio de la nada.

En mi mente solo existían dos cosas; ese estruendo tan aterrador y el maldito silencio infinito. Ambos me atacaban cada cierto lapso de tiempo llenándome de pánico y me era inevitable soltar un grito ahogado. Lo raro es que cada grito que daba no era escuchado en mis oídos, como si en el extraño lugar en el que me encontraba no se pudiera hacer ninguna clase de ruido. El silencio era espantoso, la soledad desesperante y el no saber nada de mí, frustrante.

– Doctor, mire, ¿es normal ese comportamiento que marca el monitor? – ¿Estoy escuchando unas voces? ¿De dónde?.

– Su presión arterial está disminuyendo, señora salga por favor. ¡Enfermeras! – ¿Están hablando de mí? ¿Estoy en un hospital?

– Esta bien enfermeras, prepárense pues tenemos que salvar a este joven. – ¿Salvarme?

– Doctor, su presión está disminuyendo considerablemente. – ¿Considerab… De momento mi respiración comenzó a hacerse más pesada y todo ese brillante se iba tornando de un negro deprimente.

– Esta bien, ¡Despejen! – ¿Qué es esto? – ¡Despejen! – ¿Una lámpara?

– ¡Doctor! ¡Mire! Su ritmo cardiaco vuelve a ser el mismo... – ¿Esto es un quirófano?

– Ahora, revisare si se encuentra del todo bien.

Desperté, desperté de un largo sueño en el cual ya hacia sin saber nada del porque estaba en esta situación. El doctor empezó a revisar mis pupilas con una lámpara y las demás enfermeras solo daban vueltas llevando cosas de aquí para allá sin decir absolutamente nada.

– Dime joven ¿Cómo te llamas?

– No lo sé – Respondí un tanto conmocionado.

– ¿Qué edad tienes?

– No estoy seguro… No tengo mis pensamientos claros

– Ya veo… ¿Cómo se llaman tus padres?

– ¿Tengo padres?

– Es peor de lo que me imagine.

– ¿Peor? …