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Capitulo 39: Máxima Bruja Mayor Suprema 2.

Esta se acercó a la oca de los huevos de oro, que parecía exhausta de tanto reírse y poner huevos.

Pero cuando la oca observó a Sophie, dejó de pestañear y se sentó, quieta, como una estatua, y la analizó centímetro a centímetro.

Por un momento, Sophie sintió un inquietante escalofrío a través de su cuerpo, como si un desconocido hubiera penetrado su alma.

Entonces miró los ojos cálidos y sabios del ave.

Seguramente veía que ella era diferente del resto.

"Sí, sin duda, eres diferente".

Sophie miró a la oca y le dedico una tierna sonrisa mientras se sentaba con las piernas cruzadas frente a bello animal.

"¿Puedes oír mis pensamientos?"

"Tus pensamientos son muy claros"— respondió la oca.

"¿Y puedes oír los de los demás?"

"No, Solo los tuyos".

"¿Por qué soy buena?" - Sophie sonrió.

"Puedo darte lo que deseas - dijo la oca - Puedo hacer que vean que eres una princesa, un huevo perfecto y te pondrán con tu príncipe".

Sophie la dedico una sonrisa resplandeciente.

"¡Por favor! Sé que lo que desean todos lo mogrifos es libertad, solo ayúdame y te prometo esa libertad".

El pájaro abrió los ojos sorprendidos y luego sonrió.

"Cierra los ojos y pide un deseo".

Embargada de emoción expectante, Sophie cerró los ojos.

Sonrió mientras formulaba su deseo con claridad en su corazón.

Recordaba que Rafal se fijó en Sophie tras esta clase.

Si solo la imitaba estaría en el camino correcto.

Pero no la querría por cómo era ella, sino por algo que no era.

Así que trataría de hacer algo original.

Oyó exclamaciones a su alrededor.

Sophie abrió los ojos y vio que las plumas doradas de la oca se tornaban grises.

Sus ojos se oscurecieron y se volvieron negros.

Su cálida sonrisa se apagó. Y no puso ningún huevo.

Sophie suspiro decepcionada.

—¿Qué sucedió? —pregunto Sophie para confirmar.

Castor la miró, muerto de miedo.

—Significa que prefiere renunciar a su poder antes que ayudarte.

De repente, un cúmulo de sombras se arremolinaron sobre la oca y sus plumas comenzaron a teñirse de negro.

Sophie mostró una sonrisa resplandeciente.

Parecía que su deseo iba a cumplirse después de todo.

Los otros alumnos veían esto con aún más miedo que antes.

Una vez más se hallaba el pájaro ante ellos, obviamente mágico, pero esta vez en lugar de ser una Oca blanca, era una negra como la noche y no era una simple oca.

Había cambiado.

Era un cisne negro.

El símbolo de la escuela del mal.

El símbolo del mal mismo.

Con un fuerte graznido dejó caer un huevo de casi su propio tamaño.

Acto seguido vieron cómo se envolvían sus propias alas y se transformaba.

Ante ellos se alzaba una chica increíblemente hermosa de cabello negro como la noche y ojos de cristal azul.

Su piel era blanca y rosada, obviamente en su momento había sido un aspirante a princesa, ahora se alzaba con alas negras en la espalda.

Sophie se levantó y la chica se arrodilló ante ella.

— Mi reina - declaró.

Sobre la cabeza de Sophie explotó un «1» entre llamas rojas, como una corona diabólica.

—Es la cosa más maligna que jamás haya visto—señaló Castor en voz baja.

Sophie vio cómo sus compañeros de clase se alejaban de ella como peces asustados…, todos excepto Hester quien, con ojos centelleantes, la miró como si hubiera encontrado a su rival.

Detrás de ella, Beezle se puso a temblar en el rincón más alejado.

—¡Bruja Mayor! —chilló.

—¡Gracias por notarlo! —canto Sophie alegremente.

Beezle asintió con toda certeza.

—¡Máxima Bruja Mayor Suprema!

Sophie giró en redondo para mirar a la ex-oca.

— Sígueme el resto del día - proclamo y la chica asintió.

Separó tras de ella como una sirvienta perfectamente educada.

Aric, Japeth y Adam le dedicaron 3 pulgares hacia arriba y cuando Sophie se acercó chocó los 5 con cada 1.

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Desde el campanario, el graznido hizo eco en el foso, hasta la altísima torre plateada que separaba los dos lados de la bahía.

Una silueta apareció en la ventana y observó sus dominios.

Decenas de números de calificaciones humeantes (de colores brillantes las provenientes de la Escuela del Bien, oscuras y lúgubres las de la Escuela del Mal) flotaron desde las dos escuelas sobre las aguas y ascendieron a su ventana como globos en el viento.

A medida que pasaba cada número, sus dedos rozaban el humo, lo que le daba el poder de ver quién era el autor de la calificación y cómo la había ganado.

Revisó decenas de números hasta que llegó al que buscaba: un «1» de llamas rojas que revelaba su historia en una avalancha de imágenes.

¿Una oca de los huevos de oro renunció a su poder del bien y se convirtió en un cisne negro por una alumna?

Solo una podía tener semejante talento.

Solo una podía ser tan pura.

La que inclinaría la balanza.

Con un escalofrío, el Director regresó a su torre y esperó su llegada.